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sábado, 25 de septiembre de 2010

Reflexiones varias, pensamientos diversos.

Tal vez por estar en el "calor de la gandulería", o simplemente por tener ganas de compartir algo más que grafias con los lectores, les propongo la lectura de algunas de mis "máximas de vida", pensamientos que he querido plasmar en algunas frases, por lo demás, muy descriptivas de mis sentimientos y convicciones. Espero que les gusten.
El conocimiento es el primer paso hacia el respeto.
La suerte no respira sin el esfuerzo.
La memoria es la gimnasia de la mente.
El hombre es gandul y egoísta por naturaleza, la educación es lo que nos hace buenos y trabajadores.
Todos tendemos, o queremos procurarnos, el calor de la gandulería.
La mejor disciplina es tener necesidad.
Hablar mucho ayuda a uno a equivocarse, pero también a reflexionar.
De los errores se aprende, pero es mejor haber aprendido antes de caer en ellos.
Quien se enamora es el cerebro, el corazón sólo mantiene vivo el cuerpo.
Comer antes que disfrutar.
La gula es un exceso, la gandulería una falta.
No te digas inútil, sin haberte preguntado antes por cuál es tu camino.
Cada uno no tiene un destino, se lo fabrica.
El futuro es lo único sobre lo que podemos influir.
No hay más noble, ni mayor, religión que seguir a quienes fueron ejemplares en vida.
Un tonto siempre es más peligroso que un hijo de puta.
Quien en nada presume, es muy probable que en mucho le falte.
Pasadas las doce el cuerpo siempre quiere reposo, todo lo demás es producto del alcohol.
La democracia es la suma de dictaduras individuales.
La mejor garantía para la democracia es controlar la posesión de armas.
Para ser demócrata, antes hay que ser ciudadano.
La tolerancia implica hacer oídos sordos a las provocaciones.
Pegar saben las fieras, dialogar, ni tan siquiera los loros.
Nadie tiene cien hermanos, no pretendas tener tantos buenos amigos.
Todos somos nacionalistas, cuando nos frustramos o chuleamos de lo propio.
Las lenguas son diferentes ruidos para decir un mismo contenido.

viernes, 1 de mayo de 2009

"Romance del Prisionero" SEGUNDA PARTE

"Versión del opositor"

Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los artículos se encallan, con diaria rutina y extraña devoción; canto como otros tantos días, ante un Código rudo y simplón, mayordomo del Diablo, que ni siente, ni regala amor; sino yo, tristeopositor, que siempre merodeo aquí, encerrado en mi habitación que sí sé cuándo es de noche, por cuando muchos parten al botellón, quédome yo en en casa hipotecado, ¡menos mal que tengo el Proevolution!; quisiera no acostarme con García Goyena, ni levantarme con mercante tostón, qué mundo más feliz sería sin Código, y yo habiendo pasado esta oposición. Imagen:

THE LABOUR LORD CHANCELLOR.

A forecast.

Lord Haldane.


en:Richard Burdon Haldane, 1st Viscount Haldane - Punch cartoon - Project Gutenberg eText 16563

From The Project Gutenberg EBook of Punch, or the London Charivari, Vol. 158, March 3rd, 1920, by Various

http://www.gutenberg.org/etext/16563

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Una fruta para un mapache

El mapache de la linda cola vivía entre los mangles de hojas sempiternas y melancólicas a los que la humedad en la hojarasca daba un toque de misterio naturalmente pomposo. Curiosamente, en aquel ecosistema, el mapache tenía alimento abundante: pececillos estrellados, salmones de los mil mares y alguna que otra anguila serpenteante formaban una dieta rica y suficiente. El agua de las copiosas torrenteras era lo único cambiante en la rutina del hábitat; al mapache sólo quedaba medrar y dormir como principales ocupaciones del cuasi triste opositor. Sauces, tekas o plataneras le parecían siempre semejantes, insensible como era a cualquier estímulo externo: el mapache se debía a su oficio, a su vocación forzada de monótona vida orlada de lamentos eventuales. Un buen día en el cual el tiempo no pasaba, descubrió entre la espesura algo que le llamó la atención, un motivo de ruptura en su rutina que le animó la curiosidad. Como un niño a la hora del recreo, se acercó y acarició la corteza de aquel árbol; era una especie que vulneraba la regla, atacando con alevosía lo monótono de la jornada. El mapache trepó, y aunque prefería la carne, en aquel momento le pareció apropiado buscar algo distinto. La belleza del árbol le llamaba a trepar por sus ramas para acariciar aquel infrecuente y gigantesco matorral conociendo así sus misterios y, sobre todo, para descubrir la razón del porqué no había reparado antes en él. De repente, allá en lo alto, divisó otra vez aquel extraño, solitario y excelso fruto que parecía acariciar los cielos: era curioso, pues al mapache no le había costado percatarse; vio aquella fruta a la primera y sin embargo, no se había decidido a seguir. El mapache de la linda cola imaginó entonces el sabor que tendría tan bendita fruta. Pensaba en lo que encerraba su fructífera coraza y como era posible que de aquel enorme árbol hubiera podido surgir tal diamante del propio seno de la madre Naturaleza. Prendado como estaba de su belleza, de lo original de sus formas y contornos o de su posible contenido, dulce y alegórico como un espejo de la vida, el mapache contempló la fruta hasta quedarse dormido. Así una, y otra vez. El mapache durmió y contempló. No se atrevió a secuestrar aquella fruta para sí, ni tampoco importunar la mole de hojas que le servían de sustento, ni seguir trepando por aquel árbol, autor de la joya singular como titánico obrero digno de cualquier alabanza. Su alma se la llevó el tiempo poco a poco: al buscar su propia felicidad fue víctima de la contingencia mediante un final trágico. De ese modo, el mapache murió de hambre para sacrificándose en el altar de la diosa Belleza: rendía así el mapache homenaje a la causa y al producto, sin poder determinar donde empezaba lo excelso de lo uno para poder determinar el beneficio de lo otro. El mapache de la linda cola decidió regalar su vida como ofrenda a ambas, a la madre Naturaleza y a la fruta como hija de ella. Pues todo buen final tiene valioso principio.
Felicidades Mercedes
Imagen: " The raccoon Molly searching for food at a lakeshore", Author=Gaby Müller, Permission is granted to copy, distribute and/or modify this document under the terms of the GNU Free Documentation License, Version 1.2 or any later version published by the Free Software Foundation; with no Invariant Sections, no Front-Cover Texts, and no Back-Cover Texts. A copy of the license is included in the section entitled "GNU Free Documentation License".

viernes, 5 de septiembre de 2008

El más tierno principio

Corría el año 2000, y mi tierna juventud estaba cubierta por la más radical de las melancolías. Los primeros exámenes serios, las matemáticas de 3º de ESO, los análisis sintácticos y las recensiones de novelas, por lo general fofas y de calidad dudosa, convertían a ese curso en especial, el inicio de la nueva Vida, el descubrimiento de que el iter vital, después de todo, ¡comenzaba a ir en serio!. Las experiencias vitales se multiplicaban, todo era aprender materias y vida. Uno coge por esas edades sus primeras convicciones políticas, filosóficas, y acaso también existenciales. Se empieza a descubrir lo más ignotos reductos del saber maduro, del sexo, del quehacer diario y, cómo no, del dinero. Tercero de Secundaria no fue para mí un curso cualquiera. La tristeza de mi eventual psique del momento cogió premio en el auge de mis notas. Comprendí qué era el esfuerzo, obsesionándome con las letras, en tanto que flotador mediante las cuales poder sacar “algo” de provecho venidero. Fue en ese curso cuando se me marcaron las reflexiones de Lázaro, el verdadero significado de “medrar” y la admiración por las epopeyas vitales más heroicas, fueran del Cid o narradas en la Ilíada. Sin embargo, y ante todo, fue en ese curso cuando hice uno de mis descubrimientos vitales más importantes. Mi primer contacto con la literatura, mi primer encuentro con mi pasión, en aquel entonces, oculta. Doña Dolores Larrosa, profesora que deseo mencionar, por ser para mí anfitriona en saber y eterna dinamitera de mis más pasional afición, me propuso participar, con una poesía compuesta para un ejercicio de clase, en el Certamen de Sant Jordi (IES VILATZARA) de aquel año. Yo no es que me atreviera demasiado... pero el apoyo familiar y un “qué se yo” interno me hizo intentarlo. Gracias al Divino, o quién sabe a cuál de los imaginarios siervos de la déspota Fortuna, el concurso lo gané, versando mi primer poesía de la siguiente manera: El pajarico Pájaro, pajarico, ¿Qué cantas hoy con tu piquito? Mañana y noche, mediodía y tarde, canta el pajarico, sin ser cobarde. ¡Hagamos una orquesta! El urogallo con la guitarra, el tambor para el gorrión, las maracas para el gallo, la lavandera y su acordeón. Canario y jilguero, que canten, y al mal espanten. Llega la primavera, y las aves ponen, en la encina, y en su vecina, la sabina. Los polluelos nacen, comen, pian, y crecen. El miedo y la inseguridad, la indecisión y la necesidad, hacen al pájaro, pajarico, introducido a cantar, por primera vez, volar. El pájaro, pajarico, pió, cantó y voló, el pajaro, pajarico se formó. Asi pronto, el pájaro, pajarico, seguirá cantando con su piquito. Junto con esta poesía, cuatro más le sirvieron de fieles escuderas. Una en particular, sería publicada posteriormente en la revista "Biología": El jilguero Pilulin, Pilulin, el jilguero cantó, pilulin, pilulin, el jilguero habló. Raya negro y cuerpo marrón, luce el jilguero, con el arte de un camaleón. Negro sincero y rojo hermoso, luce el jilguero, sin ser vergonzoso. Llega la primavera, y el jilguero con su madroño, a su hembra espera, como si fuera el otoño. Canta en un pino, en una encina, en un olmo, o en una sabina. A su hembra cortejó, y en un pino, con ella anidó. Pilulin, Pilulin, el jilguero cantó, pilulin, pilulin, el jilguero crió. No hay ni qué decir que los textos, ahora, acontecen un poco “primitivos”, o cuanto menos, “ruborizantes”. Sin embargo, ¿verdad que es bonito poder guardar tus primeros textos, “algo serios”, de niño? Recordar tus inicios en esto de la Literatura, sea buena, o en más ocasiones, barata...
  • Primera pintura: "Русский: Всюду жизнь" cuadro de Nikolaj Alexandrowitsch Jaroschenko
  • Segunda pintura: "The goldfinch" de Carel Fabritius (1622-1654)

    miércoles, 30 de enero de 2008

    Hostilidades con un peluche

    Fue delictivo el hecho de coger manía a un oso, convertir su aterciopelada textura en carbón de azabache, sus ojos embotonados en perlas de azufre, su sonrisa cosida en hipocresía. Todo aconteció por su posición siniestra, su proximidad a la cosa amada, a su cuerpo, su piel, sus cien noches y sus deseadas siestas. El osito es laborioso en el malhacer, toca cual nuca de blanco cisne, ese ideal de belleza intertemporal, homenaje debido a la Luna y, a la más cálida noche, en plena belleza. Malvado, alevoso, envidioso, lujurioso, mentiroso, hipócrita, ladrón de almas y de sensaciones, el oso es un tabú en mi vocabulario, un demonio en mi panteón de ideas. Quizás se den cuenta de lo malvado del peluche, de la alergia que me produce su ventaja, su ideal posición de psicópata, de diván argentino, de actor de cine líbico. Sus mejillas le sirven de espejo, no pudiéndose peinar jamás al de reptilia efigie, empelado en peluche, peinado de fábrica. Nadie llegó a comprender jamás cómo ganó la guerra. El oso es un maestro estratega. Prevención de batalla actuando primero. Y es que sus dedos, inexistentes, rozan continuamente el maná deseado. Se arropa entre sus brazos, alcanzando a tocar lo que acaso antes tú has besado, sin mayor mérito que su cambio por dinero, maquiavélico ejemplo de utilitarismo por sentimiento. Cómo fue capaz de salir victorioso cambiando las dunas por las sábanas, las incursiones por la diosa Fortuna. Quizás sea producto del capitalismo, de lo inevitable del mercado. ¡Cómo pudiste oso malvado ser capaz de semejante rapto de sitio! La ternura del juguete juega a ser bendito. Carantoñas y saludos son el precio pagado por el niño, mimos y ternura para quien duerme entre sus hipócritas zarpas. Odio su relleno, su tacto y la idea de comprarlo. El peluche es un constante novio que no admite racional celo. Me temo que la desgracia humana, en cuanto a su punto de vista más varonil, no es el no poder retroceder en el tiempo. Lo dudo. Quizás la transmutación sería el mayor deseo para los miembros masculinos de nuestra especie. ¡Llegar a ser peluches! ¡Quién se conforma con vivir en la carne de una vaca hindú, pudiendo tener otra vida con todas las noches entre tus brazos! Imagen procedente de: http://commons.wikimedia.org/wiki/Image:Teddy_bear_27.jpg, sujeta a: GNU Free Documentation License. Autor: Waugsberg

    viernes, 18 de enero de 2008

    La muerte de Teodora

    Porfirio había varado en una de las orillas del Bósforo. La ballena, que tanto había aterrorizado a la población bizantina, había muerto sin ser presa de ningún marinero; todo en ella era pura fortaleza, convertida ahora en carroña de Leviatán, mero cuerpo de cetáceo, varado en la arena. La realidad reconquistaba aquello que había sido generoso pasto para la leyenda, el ser marino había fenecido cuando menos se esperaba tal acontecimiento. Al final el rumor fue clamor, se transmuto en ente empírico aquello que acontecía fantástica leyenda: ¡Porfirio había muerto! –gritaba el populacho- ¡Llegó la hora de la emperatriz ramera!

    Decía la leyenda que un sutil hilo unía las vidas del cetáceo y Teodora, todo era mágica alegoría, coincidencia, motivo de reflexión para unas conciencias demasiado predispuestas al sueño y la metafísica. El caso es que la primera dama agonizaba, su cuerpo se sometía al paso del tiempo, y a la enfermedad; ciertamente, jamás se había sentido tan común después de dejar las paredes del burdel, los subterráneos y arcos del hipódromo. Justiniano no tenía consuelo, su parejo ventrículo agonizaba amagando con causar tormenta: la de la decadencia, el derrumbe del coraje y seguridad que hacían de ella, para sus intereses y los del Imperio, poder y fortaleza.

    Su mérito jamás fue sólo el de ser mujer. Su camino vital le llevó desde los callejones de Alejandría o Antioquia, directamente a vestir la púrpura de Constantinopla. Santa Sofía aún parece agachar su cúpula cuando se pronuncia su nombre, por más que fuera ella quien le puso límites al capricho justinianeo, control en un hombre que no había acabado de comprender la diferencia entre el ser y el deber ser, del sueño frente a la madurez del hombre enfermo. Después de todo jamás dejo de ser una antigua ramera: su pasado le vestía junto con las arrugas, su piel se intentaba alzar entre los mares del Tiempo, de la melancolía y el recuerdo. Quizás sea redundante para algunos hablar de Teodora y de la ballena. Para muchas almas sería doble contingencia hablar de monstruos, cambiar de sustantivo, para referirse a una misma y equivalente esencia. El fuego interno de la emperatriz parecía no poder resistirse a sus ganas de apagarse, mientras, Porfirio moría...

    Las velas del Palacio Dafne se encendían queriendo guardar algo del poder de la mañana, la emperatriz obsequiaba sus últimos aires de oxígeno, su fragancia olía, más que nunca, a loto marchito, azucena y azahar putrefactos, esencias decadentes para un nefasto día. La mujer y la ballena, el animal y la dama, binomios tan diferentes, como idénticos en futuro y destino. La muerte se rió de los dos, no haciendo diferencias entre la bestia y el cáncer de la célebre gobernanta. ¿Quién dijo que todo en la enfermedad era injusticia pura? ¿Hay alguien más equitativo que la dama de negro y su guadaña, algo menos corruptible ante el dinero?

    Todo el complejo se hallaba en movimiento, Justiniano se resistía a dejar al Imperio huérfano. Se negaba a aceptar la viudedad a sus sesenta y seis años, no pensaba ser justo sujeto de la viudedad. Creía no tener edad para el luto, quizás reflexionó sobre si existía, en verdad, alguna edad justificada por la que dejar la tierra.

    Al fin el momento llegó, Constantinopla entera parecía no llegar a comprender qué era aquello que se avecinaba. Los catafractos vistieron de luto, la guardia guardó, geométricamente, la más ordenada y noble de todas las filas. Formación de homenaje, despedida de alguien que, a la vez que compañera, había sabido ser, del César, hermana mayor, esencia de Madre.

    Las calles de Bizancio rugían de murmullos, se había cumplido la profecía; atrás quedarían los tiempos de esplendor justinianeo. Ravena lloró en su laguna, Edesa desde su fortaleza. El Imperio parecía querer consumar su adiós a Roma, abrir sus puertas a esa noche estrellada, llamada Edad Media. Pese a todo, aquel era un día corriente, como también lo era el cuerpo. La inmortalidad del recuerdo se pintó en el pódium de la importancia, Teodora resucitaría en la imaginación, en las páginas que narrarían su historia. Después de todo resistir ante la gritada Nika tuvo valor, la púrpura hizo la más bella mortaja.
    • Primera ilustración: “Arabian Nights” de Benjamin Constant. Segunda ilustración: “La destrucción de Leviatán” de Gustavo Doré.

    viernes, 7 de diciembre de 2007

    Maldición a Cronos

    Noche con mismas luces, estrellas que brillan con iguales destellos. Lo eterno parece mirar con gracia, cuán poco dura lo perecedero del tiempo. Tus labios, tus senos, tu piel de fino terciopelo, todo se me remonta al momento primordial, nuestra unión y encuentro, pues todo es uno en un corazón doble, todo es testimonio del sueño de una noche. Las gotas de sudor se ríen de la madrugada, la luna asiste a la operación, el sol calla desde su morada. Tiempo que pasa cuando menos te los esperas, engullendo a sus felices hijos, como Cronos otrora ya hiciera. ¡Dadme segundos de gloria, minutos de dicha, cuán poco es pedir un poco donde la inmensidad siempre brilla!

    Los contornos de la escena saben a gloria. La música no existe sonando, la felicidad reina, la belleza canta entre la abundancia. Tus ojos me transforman en velero, mares por los que siempre soñaría navegar saboreando tu nombre, tu cuerpo, tu estima e intelecto. Quién es él para robarme lo que más aprecio, quisiera acabar con el titán, ¡encerrar a Cronos en los Infiernos!

    La reflexión por una vez no me hace pensar. El lamento me nutre al comprobar que pasan las agujas del reloj, cual dramática escena, carrera trágica dentro de una consecuencia inevitable. Sin embargo recuerdo tu boca, tu atmósfera irradiada en esplendor, tu mirada deshaciendo el más fuerte hielo. Me percato de la necesidad temporal, de la abstracción que nos sirve de fundamento. ¿!Qué sería de la lluvia sin sol o del blanco sin el negro!?

    Pese a todo pienso en lo venidero, en el sueño interestacional de querer permanecer a tu lado, enganchado, sujetando el jarrón en el que reposa lo esencial de todos mis adentros. Pues es barro lo que forma la mujer, materia divina que modela gentil silueta, dulce aroma a nuevo y viejo, eterno, y no en poco, verdadero. Qué es el amor sino una especialidad del magnetismo. La contradicción de los sexos y los géneros, la amistad en unión, y la unión como fundamento.

    Pasa una estrella fugaz. De repente pienso que quizás todo pudiera llegar a ser un fragmento dentro de lo real. Llego a pensar que nuestro paso terreno no deja de ser un sueño, un caminar entre ríos y enebros, cráteres y picos que rozan el cielo. Todo unido en la comunión de lo vivo y existente, sometidos al reloj, súbditos del tirano que pudiéndolo tener todo, quítaselo todo al que un único deseo, simplemente tiene.

    ¡Avaro, voraz, vuelve Cronos de donde siempre mal naces, a las entrañas del olvido, deja abrir las ventanas al rayo de lo eterno! Acepto quedarme sin nube, sin mar, sin el brillo de las estrellas; no me quites el farol, el lucero que me anima a seguir descubriendo en la penumbra, seguir descifrando el jeroglífico de nuestro destino, seguir leyendo hasta donde pone, bien grande entre turquesas, que yo no soy nadie en tanto que mortal, pese a lo cual, reto a los dioses diciéndote que tú me das el mayor de los poderes posibles pudiendo decirte... te quiero

    Pintura: “Saturno (Cronos) devorando a sus hijos”, obra de Francisco de Goya.

    jueves, 19 de julio de 2007

    Oda a Neptuno

    La playa estaba poblada de arenas y de bellezas. Las barbas de Neptuno parecían seducir a mis piernas con el fresco de sus aguas. El mar bravío, cuan gran Titán, siente las sensaciones de mis adentros, se siente celoso, ve como el roce con sus carnes es sin sentimiento, sin alma o disfrute alguno. Llora lágrimas saladas, barbas de su Dios que me llevan a la deriva, física en lo mojado, espiritual en lo sagrado. El cielo se une al ataque de celos, sus nubes coagulan en algodón como protesta por la ofensa, su Sol es tapado sin mayor reparo, el astro encuentra sustituto en ferrera dama en belleza.

    Sus labios me contagian la fuerza de la saliva, el más adhesivo de cuantos males se pueda imaginar acontece gloriosa droga que siempre aspira, irremediablemente, a ser vicio. Levanto la vista, el Sol calienta con fuerza como represalia, sus hermanos gemelos le incitan a ello por partida doble. Me quemo por luceros, la mar se segrega por mi cuerpo por sensual mimo de su mediterránea madre. El deseo carnal resulta baladí, gran meta con la que amaga pensar mi cerebro. El complejo de urraca me inunda en lo humano, quiero todo lo bello en mi propio saco, empezando por ti, tus mejillas y tus senos, siguiendo por tu risa y tu mirada, acabando por tus manos; recordando que soy hombre en deseo, enamorado por enfermo.

    Pareciera fatal interés, feromona con patas que corre los cien metros lisos de la mentira, de la crueldad, del mal interés paranoizado. No. El disfraz oculta algo obsesivo que me engulle como las más fieras aguas, fluyendo por mis venas cuales cristales rosáceos que rajan las cuerdas de mi resistencia. Las murallas de mi corazón se desmoronan con fuerza, lo erótico de tu atractivo se une a lo genial de tu mirada, tu sonrisa se me hace dulce, la espera en verte, pesada.

    Pasa el tiempo y las agujas del reloj juegan a ver quién más se burla. Pasa el tiempo y tu ausencia irrumpe cual grave obsesión devoradora de mis nervios. Mis neuronas se narcotizan de amor, mis representaciones de misterio. El amor parece ser dichoso en los papeles del Destino, el sufrimiento de tu ausencia se me convierte en cal dura como el cemento, mortero de expectativas, que me hacen soñar con el Cielo…

    ¡Barbas de Neptuno, que mojáis mis piernas al viento, atad a mi amada a mis sueños, haced que sus besos irriguen mi esencia! ¡Haced fértil lo que de otra forma estaría yermo!

    jueves, 3 de mayo de 2007

    La maga encinada

    Es ciertamente grande el misterio que envuelve lo variable de nuestras percepciones. Las llegadas siempre me acontecen más largas que las partidas. El ansia de aproximarte a tu propio oasis de felicidad está inversamente correlacionada con la fuerza magnética que atrapa la capa de lo etéreo. Sin embargo, pensemos en lo positivo, en esa sensación que invade mis sentidos al irrumpir en el campo bilbilitano. Los serranos montes se visten carrascos, saludando al afortunado viajero, en busca de su sitio amado. Las aguas del Jalón se escurren por las ibéricas quebradas delatando mi travesía, mi odisea, mis ansias de llegar a mi propia tierra prometida.

    No obstante, ella se empeña en seducirme con sus artes de sacerdotisa, sus mágicas ramas me irradian feromonas aromatizadas de vieja corteza. El dorado de sus hojas acontece metal, como si de un fardo de libras se tratase, queriendo engañar lo avaro de nuestro pensamiento a base de visuales presentes. El anzuelo es efectivo y sus disfraces me narcotizan en un bello sueño. Su visión me traslada al vergel anguiteño, a sus parajes y a sus fuentes. La diosa arborea insiste en cautivarme, es inmisericorde con mis percepciones, juega con mis sentimientos a base de imágenes, olores y de visuales lamentos.

    Verla fuera me hace consciente de la ausencia de Anguita, la maldad del conjuro se transforma en lo profético del sueño, poder arrimarte a la mísera pitonisa acontece ofrenda indispensable para recibir la bendición más sagrada. Lares y manes aparecen de pronto rodeando tu esencia, la suerte esta echada y la elección algo más que hecha. La poderosa carrasca acontece pista en mi viaje. Delatora de la magia que, a la vez que me arroja, irriga mi sangre cuando suena la expectativa anguiteña. Será que es mayo y lo sagrado acontece vegetal. El árbol quiere ser sagrado por excelencia, saludar a los tiempos con firmeza, rigurosidad, y algo más que entereza.

    No sé por qué pero el poderoso árbol me vence. Me hace pensar en lo temporal de lo mundano, en lo inevitable de la regeneración y del ciclo de la vida. El árbol vital aparece representado en el ente encinado, la carrasca se hace divinidad a la vez que sierva de lo inevitable. El árbol estaba antes que yo y a mi muerte seguirá ahí estando. Lo mágico de lo natural se sobrepone a mi voluntad y a la de lo humano.

    El árbol es el hijo de lo sagrado, metafísica pura en textos aún no enversados, la encina es miembro inexcusable del panteón de lo sagrado. Lo es el melancólico olmo, el irrisorio chopo o la anciana sabina. Nos observan sin ser observadas, son mironas en potencia dotadas del don de la vida. La regeneración se debe a ellas, a la metamorfosis que conjura sus ramas, a la sensación de serenidad que, después de todo, irradian en mi alma.

    Pero la carrasca sigue al monte encaramada, me sigue ensirenando sin canto, seduciendo sin levantar la mano. El viejo tronco invoca a mis recuerdos, a mis ancestros, a mi pueblo amado. Hay algo que nos une a lo familiar, a aquello que siempre nos ha deparado seguridad, felicidad y buen trato. El condicionamiento sentimental al que el Mundo nos somete encuentra, entre sus siervos, a los magos enraizados. Son esos seres tan dadores de vida como de felicidad, nostalgia y melancolía.

    Lo eternamente regenerado acontece árbol y lo soluble desvegetado. La continuidad de lo natural requiere también el cambio: nuestro movimiento y el de nuestros serenos pasos. El mágico ser me hace sentir feliz, de golpe la careta de lo familiar se alza en su silueta, pasadas Medinaceli y Alcolea acontece su joya querida, su niña bonita custodiada por chaparras. ¡Quiero al árbol, al fruto y a quién demonios los creara! El vegetal invoca mis recuerdos, mis lamentos, mis deseos, mis sueños, y ante todo, mis pensamientos.

    domingo, 4 de marzo de 2007

    Sangre de Occidente

    Ocho veces pasaron las infatigables grullas, otras tantas los salmones se alzaron sobre las aguas de los ríos, cuatro veces migraron las magnánimas ballenas, cuatro veces nos reunimos en Nochebuena, otros no tuvieron tanta suerte. La naturaleza no cambía, el hombre, si es que es independiente de ella, tampoco. Cuatro años han pasado e Irak continúa igual que cuando se me ocurrieron los siguientes versos, ya son 37.000 muertos oficiales y la sangría sigue...
    Es tu hora Mesopotamia guerrera, es tu afamada hora de defender tu tierra. Resurge del Tártaro, que la guerra aflora, resurge del Hades, que la muerte asoma. Asiria, Babilonia y Sumer, se requiere comunión demostrad al ingenuo mundo como sois fuertes en unión. No discrepéis por viejas decisiones, pues asoman las sajonas legiones. no discutáis ahora por vuestra tierra. que los infames bárbaros gritan la guerra. Unidas en una bandera sois una con tierra, unidas en una bandera sois la vieja señora de la guerra. El sol nace en Oriente, levantad las mesnadas a calentar sus sienes, que conozcan la historia que Mesopotamia tiene, que para nada es menos que la de esos bárbaros crueles. Que Bagdad resista, urbe de ciudades, que Nínive resurja, madre de leyendas colosales. Que Basora acabe con las huestes infernales, que Babilonia reviva de sus arenales. Gritad Mesopotamia que esta es vuestra tierra, caminad con orgullo y ganareis esta guerra.

    (premio Vilatzara 2003)

    Referenciada en: Espacio de Isaiah/i347