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lunes, 5 de noviembre de 2012

Viaje a Budapest.

Una introducción a esta hermosísima urbe bien puede comenzar por describir el Puente de las Cadenas. Más allá de la tautología, y tocando la retórica, Budapest es lo que es al Puente de las Cadenas lo que es al Danubio. El puente une a las antiguas localidades de Buda y Pest, hoy unidas en una misma metrópolis (en el año 1873), comunicándolas por encima del río Danubio. El puente fue cuasi totalmente destruido durante la Segunda Guerra Mundial, si bien actualmente se haya reconstruido con todo gusto y rigurosidad. Destacan los elementos estructurales del puente colgante, así como los colosales leones que custodian los accesos al mismo.

Dice el eminente escritor italiano, Claudio Magris, que Budapest es "la más hermosa ciudad del Danubio". No le falta razón, presumo, dada la monumentalidad inherente a esta perla húngara. Buda es una ciudad antigua pero moderna, la antigua capital húngara. Al igual que Dresde y otras muchas ciudades del este de Europa, Buda fue reconstruida tras el conflicto de la Segunda Guerra Mundial.

Aunque rehecho tras el conflicto, el palacio real de Buda destaca por sus dimensiones y las múltiples esculturas que le rodean. Dentro de Buda me llamó poderosamente la atención la neogótica iglesia de San Matías, una belleza. El Bastión de los pescadores parece sacado de una película de Disney, aconteciendo un marco especial desde el que poder ver el Danubio.

Más dinámica y moderna es Pest. En ella se encuentra el delicioso edificio del Parlamento húngaro. El edificio más voluminoso del país y uno de los más grandes parlamentos (sin lugar a dudas el más bello) del Mundo. No por casualidad, sus dimensiones son mayores que las del Parlamento inglés, en el cual se basaron sus constructores. Dentro de Pest llama la atención la hermosa Basílica de San Esteban. Las reminiscencias a San Pedro del Vaticano y San Pablo de Londres son evidentes. Su interior tiene algunos rasgos que recuerdan a Santa Sofía (Estambul), siendo su decoración algo digno de alabar, al igual que el resto del edificio.

Pest tiene dos grandes arterias histórico, artísticas y comerciales: la Avenida Andrássy y la Vaci Utca. La primera, similar a los Campos Elíseos parisinos y al Paseo de Gracia de Barcelona, cuenta con edificios tan fabulosos como la Ópera de Budapest. Su desembocadura da con la Plaza de los Héroes, poderosa muestra del profundo nacionalismo húngaro, reafirmado, aún más, tras la pérdida de Hungría de buena parte de su extensión tras la Segunda Guerra Mundial (especialmente de Transilvania). Cerca de la plaza se halla el gran parque que contiene el parque zoológico, los baños Széchenyi y el sorprendente castillo romántico de Vajdahunyad. Los baños Széchenyi, que tuve el goce de poder disfrutar, son los más grandes de Europa. El edifico neo-barroco es ya, en sí, un monumento. La piscina termal exterior es todo un espectáculo (personalmente, mejor que los legendarios baños Gellert, marco de múltiples anuncios). Una surrealista forma de pasar el frío inherente a la urbe, gozando con los chorros y gorgoteos divinamente acompasados. En la Plaza de los Héroes se encuentra también el Museo de Bellas Artes (el más imprescindible de la ciudad), que cuenta con obras de El Greco, Velázquez, Tiziano... entre otros. Sin tener un Louvre o un Británico, Budapest cuenta con museos muy interesantes además del susodicho: caso del Museo Nacional o de la Casa del Terror (antiguos cuarteles nazis y soviéticos).

Vaci Utca es la Puerta del Ángel de Budapest. Calle comercial, dotada de gran belleza, allí se encuentran las tiendas más populares, así como varios locales de souvenirs. El final de la calle coincide con el Mercado Central, lugar de obligatoria visita.

Más allá de ser el domicilio del popular Rocco, la urbe danubiana no hace ostentación de su popular título de “capital del porno”, por más que, efectivamente, abunden los sex-shops y los locales de streaptease. La seguridad de la ciudad es total. No hay excesivos carteristas y los transportes son tranquilamente utilizables por la noche. Cuidado especial debe tenerse con los taxistas (personalmente prescindí de sus servicios).

La gastronomía húngara es todo un descubrimiento. El célebre, y delicioso, gulash (guiso de ternera con patatas) es sólo un ejemplo al que añadir la sopa de champiñones, el pato guisado o el hígado de oca (Hungría es el segundo productor mundial tras Francia).

No sólo por ser lugar donde destacaran la célebre Sissi, Atila o el célebre compositor Liszt, Budapest es una ciudad de obligatoria visita. Sus monumentos le hacen ser una suerte de París del Este, dotada de una elevadísima densidad monumental y del encanto inigualable de las urbes del Este de Europa. No se puede justificar viajar fuera de Europa sin haber visto esta ciudad. Europa demuestra por qué es el Viejo Continente, la cuna de la civilización occidental, teniendo lugares como este. Gran viaje por el que celebrar mi 27º cumpleaños, precisamente hoy, 5 de noviembre.

Unas últimas recomendaciones:
- Id a un hotel céntrico, como Sofitel Chain Bridge.
- Escuchar un concierto de música clásica en uno de los numerosos templos existentes (yo tuve ocasión de escuchar el Requiem de Mozart el día de Difuntos, si bien, es común que se ofrezcan conciertos de Liszt, entre otros, en numerosos lugares).
- Disfrutar de la cocina húngara y tener precaución con el popular "palinka", fortísimo aguardiente. 
- Ir a los baños. No son caros y valen la pena, especialmente los Széchenyi.

viernes, 10 de diciembre de 2010

El arco de Tito

“Si consideramos estos Estados universales, no como observadores ajenos a ellos, sino a través de los ojos de sus propios ciudadanos, veremos que éstos no sólo desean que tales comunidades terrenales, a las que pertenecen, vivan eternamente, sino real y verdaderamente creen que está asegurada la inmortalidad de estas instituciones humanas”.
Arnold J. Toynbee, “Estudio de la Historia”.
Es bueno soñar despierto, fomenta la motivación y el esfuerzo. Cuando tengo “tiempos muertos”, valiosos éstos por su escasez, me sumerjo en interminables viajes por Google Earth. Veo lugares a los que quisiera viajar, contemplo monumentos frente a los cuales quisiera estar algún día, y de paso, me ilustro con referencias de Wikipedia y alguna que otra búsqueda de información por Google. No acostumbro a “visitar” localizaciones en las antípodas, ni islas recónditas del Pacífico, acostumbro a fijarme en lugares, que con cierta suerte, es bien probable que algún día alcance a visitar. Uno de esos viajes, espero que “inminentes” (siempre en un sentido relativo), es el que algún dia espero hacer a la Provenza francesa.
Concorde a mis aficiones, sueño con visitar las ciudades de Arles, Nimes o Orange. Sueño con ver sus anfiteatros, teatros, templos y demás monumentos romanos. Motivos de inspiración para Van Gogh, entre otros muchos artistas, los restos romanos son uno de los máximos exponentes de cómo Francia es el ejemplo mundial a seguir en lo que a conservación del patrimonio nacional se refiere. No sé si por sufrir momentáneos “síndromes de Stendhal” contemplar este tipo de edificios me llevan a los más recónditos lugares de un mundo imaginado. Romántico en tierra de teorías económicas, disfruto mayormente con un edificio con historia que con un edificio doblemente vistoso: disfruté más viendo Santa Sofía en Estambul que subiendo a cualquier rascacielos.
Muy especialmente, en relación con el caso, recuerdo cierta sensación de majestuosidad al contemplar el arco de Tito, cerca del Coliseo de Roma. Aun siendo un ambiente ciertamente hostil (viaje de final de ESO, con no muchos compañeros prestos al conocimiento), recuerdo “disfrutar como un enano” al ver el gran monumento al genio romano. Al leer durante la pasada noche a Toynbee (fragmento que arriba cito), no pude dejar de pensar en Santa Sofía, en el Coliseo, y cómo no, en el arco de Tito.
Es inherente a la naturaleza humana ese sentimiento, falso, de superioridad que nos hace creernos, en no pocas ocasiones, inmunes e inmortales. Quizá como sumatorio de percepciones individuales, los imperios tienden a ello. Se piense en la antigua Roma, en Asiria o en los EEUU todos los ciudadanos de estos “estados universales” han creído en su momento ser inmunes al paso del tiempo. Los imperios siempre tienden a considerarse “únicos”, pueblos elegidos exonerados del paso del tiempo.
Estoy seguro de que buena parte de los habitantes de la Roma imperial lo creían al contemplar el arco de Tito. Sus sensaciones no debieron ser muy diferentes a las experimentadas por el común de los habitantes del Estado de Israel, en el año 2008, cuando George W. Bush, con ocasión del 60º aniversario del nacimiento de Israel como Estado, afirmó que: “Israel es el pueblo elegido”. Es curioso, ¿se han dado cuenta de que la desconfianza conduce, en no pocas ocasiones, a la supervivencia? Si la preponderancia del judaísmo como poder económico es tal, se debe, en no poca medida, al pragmatismo de su “clase dirigente” (muy distinta al pueblo llano ciudadano de Israel, y mayoritariamente residente en EEUU, Londres o Moscú). Aun tras el saqueo de Roma por Genserico, y anterioramente, por Alarico, los romanos pensaron que su Estado era “inmortal”, que el nombre de Roma perduraría hasta el infinito. Si algo de ello se cumplió, fíjense, fue porque la Iglesia católica, representada por el Santo Pontífice, desconfió de los tiempos, y aceptó a los nuevos jefes bárbaros como gobernantes.
El arco de Tito, Santa Sofía o el Capitolio de los EEUU nos hacen sentir la grandeza de los grandes imperios. Como diría la típica canción progre “antisistema”: “los imperios caerán”. La excesiva confianza y vanagloria lleva al fracaso, la desconfianza sabia, al éxito. El Mundo es una mezcla de contrastes y antónimos que no parece cambiar con el paso del tiempo. ¿Naturaleza Divina de las fuerzas del Tiempo? Permítanme dudarlo, pero es difícil hablar con propiedad de “Selección natural dentro de las sociedades humanas”, y por ende, también en los imperios. ¿O no?
Ilustraciones:
2) Detalle de la Capilla Sixtina

lunes, 19 de abril de 2010

La música de los Balcanes

De entre la ceniza siempre acaba saliendo la vegetación, la gracia de la Primavera y el más mágico arco iris botánico; algo así pasa en los Balcanes, la región más castigada por los excesos de Occidente, la mayor víctima de la idiosincrasia de los tiempos actuales. Yugoslavia, el espíritu de lo que podría haber sido, es ahora un territorio dividido por la sangre. Culturas, religiones, ideas y literaturas chocan donde antes se cultivaron las artes, la diversidad y la innovación cultural.
No deja de ser curioso cómo algunos éxitos culturales son producto del auge de los imperios. Si bien, en no pocas ocasiones, a gran coste, los imperios comunican grandes extensiones, fomentando la mezcla de elementos procedentes de lugares distantes. Tal y como ya lo hicieran persas y romanos, los turcos otomanos fueron capaces de unir bajo la soberanía del Sultán de Topkapi a gentes de las más diversas procedencias.
Lejos del fundamentalismo propio del buena parte del Islam actual, los turcos de la antigüedad fueron pueblos nómadas beligerantes, amantes de la bebida... y la buena música. Algo compartieron Constantinopla y Viena, y no fue, por suerte, el resultado. Los ejércitos turcos atemorizaban a sus adversarios con el aterrador ruido de sus tambores, siendo uno de los primeros ejércitos en popularizar sus bandas militares. La Mehter, la banda jenízara del Sultán, aún puede escucharse de visitarse el Museo Militar de Estambul (si bien, más a efectos turísticos, que puramente culturales). Se dice que la influencia de este “contingente músico-militar” inspiró a los propios Mozart y Beethoven. ¿Cómo no tenerles en consideración, siendo, esta afirmación, probadamente cierta? No deja de ser “proverbial” la paradoja de que fuera la banda Mehter, una de las más antiguas orquestas modernas, quizá la primera; no pudiendo haber sido posible el auge de la música clásica en la Viena de los Habsburgos... ¡de no ser por Turquía!
Se mire por donde se mire, las notas de estas bandas y sus instrumentos dejaron huella en los angostos, cortadas y valles balcánicos. Tal vez tuviera algo que ver que los jóvenes balcánicos y griegos fueran los elegidos para formar las tropas del Sultán (a través de su reclutamiento forzoso (“impuesto en tropas”), siendo aún impúberes, el “devshirmeh”). Lo cierto es que el elevado porcentaje de población gitana, zíngara, dedicada a la música en los países de la antigua Yugoslavia, ligado a una tradición musical, no sólo eslava, sino como se ha visto, fundamentalmente otomana, hace que los Balcanes sean una de las regiones del Mundo más “ricas”, musicalmente hablando.
Un nombre sobresale al tratar este tipo de música, para mi tan exquisita, Goran Bregović. Compositor de numerosísimas bandas sonoras: destacando las de las películas de Emir Kusturica, Bregović es, hoy en día, el “artista balcánico” por antonomasia. Hijo de padre croata y madre serbia, él siempre se ha declarado “yugoslavo”, reivindicando la diversidad de su persona, en sangre y música. Las influencias búlgaras, turcas, gitanas... son todo un cóctel con el que poder haber sido capaz de crear algunas de las melodías más significativas de este estilo musical, por lo demás, ciertamente único. Bregović representa la vanguardia creadora de un país ya difunto. Encarna la fiel tradición balcánica de las bandas musicales, peculiares “charangas” que se encuentran presentes en todos los lugares de la geografía balcánica.
Esta cara amable de Serbia, que cada año muestra en el certamen, tan manipulado, y en no pocos aspectos infame, de Eurovisión, ya es algo que muchos tenemos en mente. Marija Serifovic con “Molitva” (ganadores en 2007) o la esplendida Jelena Tomašević con su canción “Oro” son claros ejemplos. Precisamente Bregović será protagonista en la próxima edición, al componer la letra de la canción de Serbia. Fuera del "festival", a estos nombres cabría unir el nombre de Sanja Ilic y Balkanica una de las bandas de música balcánica más innovadoras, con estilos que van desde el más puro folk-instrumental a la música electrónica, pasando por el Chill Out o el New age.
Se mire por donde se mire, los lloros de una región entristecida por culpa de nuestros gobiernos (por unos más que otros) se van convirtiendo, poco a poco, en lo que tradicionalmente han sido, melodías de un pasado histórico plural y diverso. No deja de ser paradigmático el “caso yugoslavo” en una Europa cada vez más “melting-pot”, con más culturas, lenguas y religiones. Definitivamente, dentro de tanta tragedia, los Balcanes sí nos han dado una lección en positivo, su música...

domingo, 20 de diciembre de 2009

Por sus ciudades los conoceréis.

Ya hace un tiempo que me apetece escribir un artículo un tanto "sui generis". Quisiera hacer un breve estudio conforme a unos datos, quizá, un tanto escolares, y de cualquiera de las maneras, subjetivos. Me propongo reflexionar sobre "los países" en base a sus "nombres". Aquí va la muestra. Escogeré 10 nombres que a lo largo de la historia han sobresalido en alguna disciplina, característica, arte..., para después hacer algunas reflexiones.
* 10 escritores: 1) Dante (It), 2) Cervantes (Esp), 3) Shakespeare (Ing), 4) Dostoyesvski (Ru), 5) Dickens (Ing), 6) Víctor Hugo (Fr), 7) Tolstói (Ru), 8) Goethe (Ale), 9) Borges (Arg), 10) Ovidio (It).
* 10 capitales de la Historia: 1) Roma (It), 2) Londres (Ing), 3) París (Fr), 4) Estambul-Constantinopla (Tur-Gre), 5) Atenas (Gre), 6) Alejandría (Eg.), 7) Nueva York (EEUU), 8) Viena (Aust), 9) Venecia (It), 10) Pekín (Ch).
* Músicos-Compositores: 1) Bach (Al), 2) Beethoven (Al), 3) Mozart (Aust), 4) Wagner (Ale), 5) Beatles (Ing), 6) Chopin (Pl-Fr), 7) Tchaicovsky (Ru), 8) Verdi (It), 9) Michael Jackson (EEUU) 10) Haendel (Al).
* Pintores: 1) Rembrandt (Hol), 2) Velázquez (Esp), 3) Durero (Al), 4) Rubens (Hol), 5) Miguel Ángel (It), 6) Da Vinci (It), 7) Picasso (Esp), 8) Boticelli (It), 9) van Gogh (Hol), 10) Rafael (It).
* Puertos históricos: 1) Amsterdam (Hol), 2) Sevilla (Esp), 3) Estambul-Constantinopla (Tur), 4) Alejandría (Eg), 5) Lisboa (Por), 6) Los Ángeles (EEUU), 7) Hamburgo (Al), 8) Rotterdam (Hol), 9) Venecia (It), 10) Singapur.
* Filósofos: 1) Aristóteles (Gr), 2) Platón (Gr), 3) Erasmo (Hol), 4) Séneca (Esp), 5) Maquiavelo (It), 6) Nietzsche (Al), 7) Confucio (Ch.), 8) Santo Tomás Aquino (It), 9) Marx (Al), 10) Descartes (Fr.).
* Reyes-Emperadores: 1) César (It.), 2) Augusto (It.), 3) Justiniano (Yug), 4) Napoleón (Fr.), 5) Felipe II (Esp), 6) Carlos V (Esp), 7) Victoria (Ingl), 8) Solimán (Tur), 9) Gengis Khan (Mong), 10) Stalin (Ru).
* Científicos: 1) Galileo (It), 2) Copérnico (Pol), 3) Arquímedes (Gr-It), 4) Flemming (Ing), 5) Pasteur (Fr), 6) Mendel (Che), 7) Edison (EEUU), 8) Newton (Ing), 9) Einstein (Al), 10) Darwin (Ing).
* Juristas: 1) Papiniano, 2) Ulpiano, 3) Triboniano (Tur), 4) Grocio (Hol), 5) De Vitoria (Esp), 6) Kelsen (Aust), 7) Ihering (Al), 8) Savigny (Al), 9) Pothier (Fr), 10) Bártolo (It).
Antes de continuar, una "fe de prejuicios": las elecciones arriba hechas están condicionadas, obviamente por mi persona y mis ideas y convicciones, pero ante todo, por le hecho de ser europeo "occidental". Seguramente falten representantes del mundo islámico, chino, hindú o de la América Precolombina, sin embargo, creo que la mayoría de los lectores podrán llegar a una elección "similar" a la arriba hecha. Dicho esto, valga decir que de los resultados se pueden sacar unos resultados, ciertamente, muy significativos.
El país ganador, con bastante diferencia, es Italia (16), seguida por Alemania (11) (sin tener en cuenta algunos de los nacidos en la actual Italia, romanos, ni tratando como alemanes a los austriacos, pese a formar parte de una misma "unión cultural" a lo largo de la historia). Dejando esto a un margen, choca cuán potente fue la cultura greco-romana (17), o el elevadísimo "índice de genios-puntos significativos" de los Países Bajos (si dividimos su número de apariciones por habitante). ¿Qué conclusiones podemos sacar de este "rudimentario y simple" estudio? ¿Qué tienen en común nuestras grandes vencedoras (Italia, Alemania y Holanda)? Ello bien puede reducirse al concepto de "ciudad".

Decía Marx que: "la oposición entre campo y ciudad comienza en el momento en que se pasa de la barbarie a la civilización". No es ningún secreto que las grandes civilizaciones SIEMPRE tuvieron a "la ciudad" como núcleo vertebrador, célula creadora de imperios. Se llamare Babilonia, Samarcanda, Bagdad, Memfis, Antioquía o Roma, las grandes hazañas, los grandes avances siempre tuvieron a la ciudad como centro creador.

Es una idea muy corriente aquella que afirma que "lo que no vale para la ciudad, no tiene valor alguno". La ciudad siempre significa avance, movimiento y superación. Igualmente, también acontece "selva", medio hostil en el que el "animal social" humano tiene su vida, y ante todo, se relaciona.

Un historiador romano, o griego o bizantino, siempre te preguntaría por cómo son las ciudades de tu país. Para ellos las grandes construcciones públicas daban sentido a "la cultura", y por ende, a "la civilización". Bárbaro, ante todo, no sólo era el que llevaba barba y vivía tras las fronteras, o las montañas de la "Catena Mundi". Bárbaro, ante todo, era quien no podía ir al teatro, bañarse en las termas o discutir sobre filosofía (o la Santísima Trinidad), fuere en las puertas de la iglesia o del templo. Le Goff (eminente medievalista de los tiempos modernos) afirma que en la Edad Media la contraposición era "desierto vs ciudad". La ciudad siempre dispone de un "hiterland", un campo que le alimenta, frente al desierto, carente de vida por naturaleza (en el sentido humano del concepto).

Nuestros tres países ganadores poseen grandes ciudades, y de hecho, desde que produjeron genios, las tuvieron. A diferencia del huevo y la gallina, sí que sabemos que "la ciudad" fue antes que "el genio". Después de todo... el desarrollo, el avance ¿no es también mérito de la sociedad, y no sólo de quien inventa?.

Veremos que España está presente en estas listas, eso sí, con carácter secundario. De poco sirve que fuera núcleo del Imperio más extenso que jamás haya existido (superando al mongol, y qué decir, al inglés o al romano). España siempre careció de ciudades. Madrid, hasta finales del siglo XX, no se desligó, definitivamente, de su carácter de "villa", y en España sólo existieron dos ciudades: Sevilla y Barcelona (junto a otras como Zaragoza, Valencia o Córdoba). La elevada densidad de Holanda o Italia, no sólo fomenta las posibilidades de generar "genios" sino que constituyen una alegoría de "la ciudad".

El pueblo es calma, naturaleza, trabajo (según los romanos el más noble, el de la tierra). Sin embargo... ¿habríamos avanzado sin ciudades? ¿es posible "desarrollarse" sin el estrés de las urbes? ¿Acaso la "hostilidad" inherente al nerviosismo... no es la materia prima para la superación?

domingo, 8 de marzo de 2009

Azerbaiyán: la perla del Cáucaso

Desde junio del pasado año, Madrid es candidata para albergar los Juegos Olímpicos del año 2016, junto a otras megalópolis como: Tokio, Río de Janeiro o Chicago. No obstante, las urbes que me llamaron más la atención, fueron las ciudades que se quedaron a las puertas de su nombramiento como candidatas. No me estoy refiriendo a Praga (ni tampoco, en esta ocasión, a la enigmática Doha), en verdad, y de ello trata este artículo, me refiero a la capital de Azerbaiyán, Bakú (Baky). Y es que no sólo los 6.000 millones de inversión prevista (que no le han servido para ser proclamada como candidata) me llaman la atención respecto a esta urbe, y por extensión, respecto a todo el país (cultura, pueblo, nación o etnia). Son múltiples, e importantísimos, los detalles que justifican que tengamos en cuenta a este Estado, observándolo con un prisma especial, quizá algo caprichoso. Azerbaiyán es un enclave estratégico, cuna de grandes ajedrecistas (Kasparov) y lugar donde generaran grandes fortunas gentes como los hermanos Nobel. A falta de ser un solo país, Azerbaiyán tiene condicionantes que lo hacen ser, él sólo, toda una región “geoestratégica”, hagamos referencia a algunos de ellos.
Sin caer en “nacionalismo” alguno, cuanto menos en su declinación “ibérica”, Azerbaiyán está compuesto por un Estado y dos territorios iraníes: Azerbaiyán Occidental y Azerbaiyán Oriental (con capital en Tabriz, histórica ciudad de 2 millones de habitantes). Al igual que en toda la zona de Asia Central, la dinámica histórica y política de esta región se ha regido por baremos muy diferentes a los vigentes en la Vieja Europa. La extinta URSS, los continuos cambios políticos en la antigua Persia, así como la conflictividad inherente a la región, han moldeado a los azerbaiyanos como una “nación sin Estado”, o mejor dicho, una etnia sin identidad política, unida, reconocida.
Religión y Nación han sido dos de las armas arrojadizas utilizadas en la región, tanto por parte de Irán como por parte rusa, turca y occidental. A principios de los años 90 surge el fenómeno del “Movimiento Despertar Nacional del Sur de Azerbaiyán”, con sede en Trabiz. Su jefe, el profesor universitario Mahmudali Chehraqanly, fue detenido, y posteriormente deportado a EEUU (quizás refugiándose en quien le había “pagado” su propaganda…). Nunca mejor dicho, dice Arif Yunusov (Jefe del Departamento de Estudios sobre Conflictos del Instituto de Paz y Democracia de Azerbaiyán), a los persas les “salió el tiro por la culata”.
Irán se acoge al islamismo radical con afán de convencer a las poblaciones (esencialmente rurales) de azerbaiyanos, intentado encontrar “aliados” entre las minorías kurdas, tayikas…. Por su parte, hordas de muyahidines, amaestrados en los riscos y quebradas de Afganistán, penetran en territorio azerbaiyano con el ánimo de “ayudar” en la lucha contra Armenia por el control del Alto Karabaj.
El Alto Karabaj se trata de una región “de iure” en territorio azerbaiyano, pero, “de facto”, administrado por las fuerzas de la República Independiente del Alto Karabaj (sólo reconocida por Armenia, siendo la mayoría étnica de la región armenios). La disputa por este territorio conllevó un conflicto armado que duraría, oficialmente, desde febrero de 1988 hasta mayo de 1994.
Intentando mediar entre Armenia y Azerbaiyán, Irán quiso consolidar su influencia en la región, con muy malos resultados. En pleno periodo de negociaciones, Armenia se hizo con el control, por sorpresa, de una de las plazas fuertes azerbaiyanas en el lugar (Shusha). El hecho de que Irán hubiere garantizado el cese, temporal, de cualquier hostilidad por parte de los armenios, hizo que Azerbaiyán culpara de los hechos a sus vecinos de Teherán. Era el principio, oficial, de unas tensas relaciones entre ambos países.
La rivalidad entre el “David” de Bakú y el “Goliat” persa debe buscarse, igualmente, en la gran disputa existente entre ambos países por hacerse con el control de los hidrocarburos del Mar Caspio (tema que será para otro artículo), eso sí, siempre ante la atenta mirada de EEUU y Rusia. La burocracia azerbaiyana supo aprovecharse de las hostilidades entre americanos e iraníes, aceptando (y a la vez rechazando) la instalación de bases estadoudinenses en su territorio. Irán ha amenazado a los de Bakú con la guerra, de aceptar éstos las bases del “enemigo yanqui”. No cabe duda de que en un hipotético conflicto EEUU-Irán, Azerbaiyán sería una de las claves… Algunas de las fuentes que se han seguido, principalmente:
- "Los conflictos del Cáucaso", Vanguardia Dossier Nº30, Enero-Marzo 2009.
Ilustraciones:
1) Baku. General view of town.
2) Situación del Alto Karabaj (Nagorno Karabaj)

domingo, 2 de noviembre de 2008

Argelia y el peligro del islamismo

“El rasgo más singular de la política exterior soviética es, por supuesto, la ideología comunista, que transforma a las relaciones entre estados en conflictos entre filosofías. Es una doctrina de la historia y también una fuerza motivante. Desde Lenin a Stalin, Khrushchev, Brezhnev y quienquiera que le suceda, los líderes soviéticos han estado parcialmente motivados por una autoproclamada perspicacia para interpretar las fuerzas de la historia, y por la convicción de que la causa de ellos es la causa de la inevitabilidad histórica. Su ideología enseña que la lucha de clases y el determinismo económico hacen inevitable el alzamiento revolucionario. El conflicto entre las fuerzas de la revolución y la contravolución es irreconciliable. Para las democracias industriales, la paz aparece como una condición naturalmente alcanzable; es la composición de las diferencias, la ausencia de lucha. Para los líderes soviéticos, por el contrario, la lucha no termina con la transacción sino con la victoria de un bando. La paz permanente, según la teoría comunista, solamente puede lograrse aboliendo la lucha de clases, y la lucha de clases sólo puede terminar con la victoria comunista”.
Henry Kissinger, “Mis memorias”.
A priori, Kissinger es un personaje que podría causar recelos, cuanto menos en lo que a mí respecta. Halcón del neoconservadurismo de los EEUU (sigue siendo uno de los más relevantes en la actual administración Bush, por no decir “el más”), responsable de la conspiración contra Allende…, Kissinger es una personalidad de la máxima importancia, quizá, a mi ver, una de las cinco personas más importantes del pasado siglo XX. De lo que no hay duda es de su perspicaz, y raramente superable, inteligencia. Leo las frases arriba transcritas y no acabo de poder diferenciar la situación que motivó la redacción de estas palabras (la “Guerra Fría” en los años 70) con la situación que ahora bien las podría motivar. Me gustaría quedarme, muy especialmente, con la idea de que el comunismo es una “es una doctrina de la historia y también una fuerza motivante”, ¿qué pasaría si cambiáramos a la hoz y el martillo por la media luna islámica?
Como es bien sabido, Islam significa “sumisión”. Desde esta óptica, la yihad de los fundamentalistas islámicos bien puede verse a la luz del texto de Kissinger. Con ellos no puede haber transacción, sino sólo la derrota de un bando. Tal y como acaece en muy raras ocasiones, la lectura de este monumental, e indispensable, obra se me juntó con el análisis de un estudio, no menos interesante. Se trata de “El Sahara: vínculos sociales y retos geoestratégicos”, de Mohamed Cherkaoui (Director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés, CNRS), (Bardwell Press-Siglo XXI, 2008). Gracias a la lectura de esta obra he podido saber de la situación “geopolítica” de uno de los países que siempre más me han incomodado: Argelia.
Si tuviera que elegir uno de los países que mayor pavor me genera, sería éste. Su vasta extensión (en su mayor parte desértica) junto con una casta militar que monopoliza el poder, en un país “rico”, virtud de los hidrocarburos y demás recursos en su haber, me hacen ver el país con suma desconfianza. Cherkaoui habla de una “unificación de la unidad nacional argelina” dentro de un contexto de “conflicto (incompatibilidad) con el resto de sociedades”, véase, un nuevo y “sui generis” imperialismo. Sin querer pensar al son de las trompetas de los EEUU, o al menos intentando ser un tanto independiente en mi pensamiento, debe decirse que el “islam”, no en todo, pero sí en su variante más integrista y genuinamente “purificadora” es un enemigo de primer nivel.
En Oriente Medio cada día se constata, con mayor intensidad, el auge de Irán en países como Siria, Líbano o Palestina, ¡qué decir en Iraq, pese a los intentos fallidos de dominación por parte de EEUU! Como países “contenedores” siguen estando Pakistán, Marruecos y Egipto, a la vez que el eterno enemigo iraní: Turquía.
Que hay una necesidad global de establecer un “derecho democrático cosmopolita”, institucionalizado en organismos representativos de verdadera soberanía (véase una nueva, y en cierto modo imperial, Organización de Naciones Unidas) es evidente. Sin embargo, asimilando a este contexto las palabras de otro genio: no se hará de golpe, sino sumando pequeños pasos. Por el momento debe vigilarse a países infernales como Argelia. Intentar que no forme alianzas potencialmente fatales con el eje iraní. Debe acabarse de integrar a Turquía y utilizar su “autoridad geopolítica” para sembrar el orden, junto a su “rival” Egipto.
El enemigo, para el caso de Europa, está dentro, pero también cerca de nuestras fronteras. ¿Cómo imponer el derecho democrático global cosmopolita? ¿Es conveniente hacerlo en gentes con cultura limitada, impregnada de los valores violentos del islamismo radical?. Quizá sea el momento de recordar el modelo turco, y ver los pros y contras de la figura de Atatürk y el kemalismo.

miércoles, 16 de julio de 2008

Una "caída" controvertida

“El Turco si nos tomare Sisak,
todo nos los pondrá patas arriba, la ciudad de Ljubljana será campo, una provincia turca la Carniola”.
Romance popular esloveno (siglo XVI) Vivimos en la era de la información y de la informática. Los más variopintos, e inverosímiles, rumores nos son accesibles virtud de un tic en el teclado, un movimiento del ratón o un rato de televisión o radio. Sin embargo, de no ser que alguno de nosotros sea un veraneante de Marbella o Formentera, o un vecino de la Moraleja, acontecerá muy difícil que en estos medios se hable de nosotros, a diferencia de lo que sucede, por dinámica y esencia, con los rumores callejeros de vecindario. Con el alzamiento de la familia nuclear frente a la de parentesco, las relaciones íntimas se estrechan, cuasi sobrenaturalmente. Los amigos ocupan lugares en los que otrora estuvieran nuestros primos, y los abuelos disponen de mayor ocio, que el de cuidar de sus nietos. Poca duda cabe de que nuestros conocimientos acerca de la vida de quienes nos rodean es ínfimamente peor al que tuvieran, de sus vecinos, nuestros abuelos y más remotos ascendientes. Para la ciencia de la historia, una fuente de inexcusable valor, precisamente, son estos “rumores”. Y es que, no sólo de pergaminos, libros, documentos, bulas y archivos vive el historiador, profesional o aficionado. Fuentes que nos remiten al pensar, y a las preocupaciones, de la vida cotidiana del pueblo que medrara por aquellos tiempos, acostumbran a ser, cuanto menos, de igual o mayor valor que las fuentes más “estandarizadas”. Un fenómeno que es de especial interés contrastar con las gentes que lo sufrieron, bien podría ser la Caída de Constantinopla. Para el común del gran público, no existe mayor información que la que se publica en los medios "oficiosos" u "oficiales", o lo que no necesariamente es lo mismo, masificados. La Caída de Constantinopla en no pocas ocasiones ha sido vista como el final de la Edad Media, y principio del Mundo Moderno; el fin del último bastión cristiano en Oriente y el auge del endemoniado enemigo turco. Son muy escasos, por no decir inexistentes, quienes se atreven a reflexionar sobre otras posibles versiones de fenómenos, que como éste, son muchas veces tergiversados, e incluso, politizados. Para enjuiciar la situación, de forma irremediablemente sensacionalista, por definición, humana, siempre nos fijamos en una Constantinopla esplendorosa donde prosperaba el comercio y las diferentes culturas a la sombra de la maravillosa Santa Sofía. Desde una óptica “occidental”, no turca (aunque no sea por definición), es una herejía decir que la conquista otomana revitalizó la antigua capital devolviéndole una vida que acaso había perdido desde los tiempos del gran Basilio. Nadie se atreverá a ver a la antigua Bizancio como un obstáculo para la eficiencia del comercio en el ámbito turco. Nadie se centrará en los “piratas” e inconvenientes que desde las murallas de Constantinopla debieron de crearse a las, cada vez más prósperas, flujos de comunicación otomanos. El Conquistador, Mehmet, no fue, en ningún caso, un asesino sangriento. Claro que debieron haber muertes, como en todo conflicto bélico, sin excepción, más aún en un duelo de la intensidad de un asedio. Sin embargo, no podemos obviar que Mehmet no exilió a la población originaria de la capital, permitiendo que siguiera, la mayoría, en sus puestos laborales; llegando, incluso, a adoptar como consejeros a miembros de la antigua corte bizantina. Según qué parámetros se utilicen, el Estambul otomano preservó más características de la antaño próspera Bizancio que cualquier otra cultura sobre la faz de la Tierra. Trascendiendo a la Religión, de forma equivalente a lo que sucede con los conflictos actuales, la lucha entre cristianos y turcos tuvo más de económico que de ideológico.
Si con la Caída (Conquista, según se enseña en Turquía) de Constantinopla no se exiliaron la mayor parte de los antiguos habitantes griegos de la ciudad, sí que lo harían como consecuencia del conflicto greco-turco de primeros del Siglo XX, siendo el creador de la patria turca, Atatürk, quien promovió una “Turquía para los turco” echando a los griegos a Grecia y éstos a sus turcos. Corroborando tal hecho, debe decirse que Mehmet no se consideró así mismo como alguien ajeno a la tradición romana, llegándose a considerar, en un primer momento, sucesor de los Emperadores del Imperio. Obviamente Europa no lo vería con buenos ojos, si bien, ¿alguien puede sostener que fueron los bizantinos, anteriormente, vistos como hermanos por las gentes del Occidente europeo? Obviamente no. Si Constantinopla “cayó” fue en buena parte por la desidia y desentendimiento de las grandes potencias europeas de la época (Alemania, Castilla, Francia o la propia Rusia). Según qué región las simpatías se identificarían con una u otra posición. Así, el agravio griego de principios del pasado siglo se identificó con el sueño de reconquistar Constantinopla (en Grecia, se conserva la expresión, equivalente a “cobardica”, de decir: ¿Así vamos a reconquistar Constantinopla?) y los países eslavos identificaron la caída bizantina con el final de un gran aliado frente al nuevo invasor turco. La resistencia hacia los otomanos sería una de los factores de mayor relevancia para la configuración de los actuales Balcanes, pero eso, bien lo saben, es ya otra historia.

martes, 13 de mayo de 2008

Vlad "El Empalador"

Por lo general, al menos idealmente, la brutalidad es plenamente proporcional a la antigüedad de los tiempos. Muchos dirán que por el imperio de la moral cristiana, otros argumentarán en pro del auge de los derechos fundamentales, mientras que el resto quizás piense en los métodos humanistas en tanto que disuasorios de la brutalidad institucionalizada, la utilización del hombre como un medio, y no como un fin en sí mismo. Del antiguo Próximo Oriente es de donde tenemos más testimonios antiguos. Ello no se debe, precisamente, al hecho de ser la zona donde mayores brutalidades se realizaban. Nada más lejos de la realidad, es del vergel mesopotámico desde donde han surgido los más fiables testimonios, en ciudades-estado como Ur, Kish, Lagash o Uruk, producto de ser estas urbes, cunas primordiales del arte de la escritura.

De entre todas las culturas mesopotámicas destacó Asiria. En verdad, fueron sus tropas las primeras en fundar un imperio de garantías, un organismo soberano capaz de subyugar a una vasta extensión de territorio con vocación de permanencia. Fuera mediante una refinada y compleja estructura política-económica, o por la introducción del hierro en la fabricación de armas para el combate (tecnología que antes utilizaron hititas, y quien sabe si también los urarteos), está, a día de hoy, meridianamente claro que Asiria se alzó con el poder virtud de un pródigo, y brutal, uso de la violencia, no sólo en sede penal, sino también en la guerra, fuere ésta actual o preventiva. Métodos sancionadores locales se exageraron y diversificaron generando toda una maquinaria para el terror, que asustara a los vecinos del exterior con el afán de ser, inmediatamente, subyugados. El más terrorífico de entre todos estos medios seguramente fue la técnica del empalamiento. Desde su origen, presumiblemente en Asiria, el empalamiento se configuraría como la medida coercitiva más temida y efectiva.

Ésta era una muerte singularmente terrible. Primero los ejecutores cortaban una estaca de madera de unos tres metros de largo, bastante delgada en una punta, siendo esta punta finalmente afilada y bien engrasada con manteca de cerdo. El otro extremo era más grueso, para que actuase como una base segura. Las piernas de la víctima eran separadas por unos hombres que tiraban de cuerdas, su ropa cordada, y la estaca martillada dentro del ano con exquisito cuidado y frecuentes pausas para no dañar los órganos internos. La estaca avanzaba a empujones apartando los intestinos, el colon, el estómago, el hígado y los pulmones, hasta que llegaba al hombro, saliendo con la ayuda de un cuchillo a través de la piel de la parte superior de la espalda, a un lado de la columna”. Así describe John Man (“Atila: el rey bárbaro que desafió a Roma”), siguiendo, en cuanto a los detalles, la magnífica obra del Nobel, Ivo Andric (“Un puente sobre el Drina”), la horrible técnica del empalamiento. Sin ánimo de caer en la redundancia, desde antiguo sería una técnica practicada por diversas civilizaciones: Asiria, Persia, Hunos, Turcos y Turcomanos, Otomanos, Mongoles y valacos, entre otros (todo ello sin olvidar la técnica romana de la crucifixión, no diferente en exceso de la aquí mencionada). Fue un gobernante de la Valaquia (sur de Rumania), quien popularizó tan cruel práctica. Vlad Tepes “El Empalador”, más conocido por Conde Drácula.

La leyenda del Conde Drácula alcanzaría la popularidad virtud de la célebre obra de Bram Stroker (sus hechos fueron inmortalizados, anteriormente, por por el juglar alemán Michel Beheim, en su obra poética Von ainem wutrich der hies Trakle waida von der Walachei en 1463), si bien el personaje ya disponía en su biografía, de peripecias algo más que negras. De hecho, a tan funesto personaje se le atribuyen méritos de lo más rocambolescos. Más allá de su afición por el “arte” del empalamiento, Vlad sería recordado por hechos tales como la petición de que se quitaran el turbante en señal de respeto a unos embajadores del poderoso Sultán turco, a cuya negativa respondió el príncipe devolviendo a la Sublime Puerta los mismos, clavados en sus respectivos cráneos.

Sería considerado héroe nacional por Ceauşescu, azote y gran enemigo para los turcos. Vlad es una alegoría a la miseria del hombre, sea considerado éste en singular, o en masa. Los valacos sufrieron en sus carnes el eslizón del tirano, quizás no tanto como el miedo que irradió a sus vecinos. Sean bombas en Irak o Afganistán, caídas de Roma o Constantinoplas, el miedo sigue venciendo a la razón, la prevención de desobediencia es una herramienta cruel y efectiva. Sólo nos faltaría reflexión sobre si existe una solución alternativa, ¿cuál será? ¿por cuánto tiempo?
  • Imágenes: en primer lugar, Vlad III. of Wallachia. Known as Vlad Tepes - The Impaler or Dracula. Portrait. Bamberg, 1491 (British Library). En segundo término: Theodor Aman - Vlad the Impaler and the Turkish Envoys

jueves, 10 de abril de 2008

Turcos en Montenegro

Cuando Dios acabó de hacer el mundo se dio cuenta de que se había quedado con muchas rocas en el bolsillo; entonces las dejó caer en una pequeña comarca agreste y desolada. Así es como se formó Montenegro”.

Antiguo proverbio

El 3 de junio del año 2006 Montenegro proclamó su independencia. Ejerciendo su derecho de autodeterminación (reconocido por el Derecho constitucional de su anterior Estado), Montenegro adquirió la independencia cumpliendo todos los requisitos conforme a Derecho Internacional. Los intereses (acercamiento a la Unión Europea) de quienes la promovieron no han dejado ver los inconvenientes de constituir un Estado más pequeño e irrelevante que aquel que otrora formaron con Serbia. Pese a todo, Montenegro tiene unos rasgos que le identifican como un territorio singular, un sujeto pasivo para cábalas, leyendas y pensamientos. Para bien o para mal, Montenegro tiene una historia, sui generis, que le define como un territorio especial.

En los Balcanes “lo turco” es un factor definitorio. Las diferencias identitarias, y acaso también de idiosincrasia, se fundamentan en la antigua presencia, o no, de los otomanos y en lo duradero, o efímero, del tiempo por el que pertenecieron al Imperio de la Sublime Puerta. Montenegro, en su mayor parte, jamás fue subyugado; los copiosos riscos y quebradas que configuran el relieve del país lo convierten en un terreno, arado a conciencia para la resistencia y la guerra de guerrillas. Vivo ejemplo de ello, sobre sus riscos surgió una clase dominante que concentraba el poder, no solo terreno sino también espiritual.

Dentro de la resistencia montenegrina adquirirá tintes de leyenda la efigie de Iván “el Negro”. Una leyenda narraba la profecía de que él sería quien algún día se levantaría con sus huestes y echaría a los turcos de Europa. Nada más lejos de la realidad, el soberano se conformó con fundar un obispado en la ciudad de Cetinia, lugar donde se construiría un monasterio. Los obispos que en él vivían, una vez muerto el último soberano de la estirpe del “Negro”, adquirieron el poder absoluto sobre el país, siendo conocidos como los Vladikas. Primero electos, luego hereditarios, concentraron el poder de la Iglesias y de las armas sobre el terreno, practicando razzias e incursiones continuas contra el invasor turco.

Frente a Serbia, Montenegro dice ostentar “pureza”. Si Belgrado adquirió, incluso cierta prosperidad, durante el gobierno del Sultán de Estambul, Montenegro “resistió” en lo austero de las montañas y sus rebaños. Lo agreste se esgrime como prueba para exaltar y glorificar, por más que los Vladikas no permitieran más religiones que la suya propia. Más allá del medio físico, “lo turco” define a Montenegro. Algo así acontece con Kosovo, con Bosnia, Albania y un largo etcétera. Por más que nos neguemos a verlo, Turquía forma parte, en un lugar privilegiado, de la cultura-historia europea.

Los Balcanes son tierra de nadie, de sangre, de cruces y movimientos migratorios que hacen, más que nunca, imposible el anhelo de la igualdad de “raza” pura, identidad o sentimientos. “Lo turco" decide, mostrándonos cómo para países más opuestos a nuestros ideales como Albania y Kosovo, más rústicos e islámicos que los vecinos de la Mezquita Azul, no existen dudas sobre su pertenencia a Europa.

Si Montenegro es un Estado europeo por resistir a los turcos, más puro que Belgrado. Si admitimos que Kosovo es un estado, no sólo soberano sino digno de necesaria ayuda. Si negamos su historia a Rumania, Bulgaria, Albania, Bosnia-Herzegovina, Creta, Chipre o a la propia Grecia, y privamos a Turquía de su entrada comunitaria... ¿qué papel queda para el juicio neutral, para los criterios, para las balanzas de valores no practicada con interesada alevosía...?

Imágenes: en primer lugar, el Monte Durmitor; segunda imagen: vista de la localidad de Kotor. Ambas sujetas a: GNU Free Documentation license. Origen: http://commons.wikimedia.org/
Artículo publicado en WebIslam: http://www.webislam.com/?idt=10398

lunes, 25 de febrero de 2008

Islam: ¿sumisión o revolución?

Es altamente probable que la separación entre ciencias sociales y naturales se deba a un profundo temor. Si integramos, en una única filosofía, historia y teoría del Caos nos damos cuenta de que el oficio del historiador es, ante todo, literario, y de que la narración de hechos pasados acontece, irremediablemente, una mayor o menor mentira. Todo lo que sabemos de tiempos pasados es mediato. Lo imposible de retroceder en el tiempo hace que todo aquello que supere el ámbito generacional sea de difícil reflejo. Cada sujeto incidirá en unos factores u otros, no digamos ya si la descripción se halla condicionada por prejuicios sociales, políticas de los regimenes de turno. Un, tan afortunado como acertado, regalo me ha hecho reflexionar al respecto.

Si bien las Santas Escrituras fueron dictadas por un ser metafísico, no menos idílico fue la efigie que me reparó la “Historia Turco-Bizantina” de Ducas (editorial Antonio Machado). Esta ediciónde la célebre crónica del autor bizantino, por fin en lengua hispana, es todo un tesoro. Ducas perteneció al partido “unionista”, es decir, a aquel sector de Bizancio que abogaba por una unión con la Iglesia de Roma con el ánimo de recabar refuerzos con los que poder hacer frente al enemigo turco. Por contra, el partido “ultra-ortodoxo”, o mejor dicho, “pro-turco”, contemplaba con mejor ojos la barba del sultán que el gorro del Santo Padre vaticano. El aristócrata Lucas Notarás, principal valedor de éstos, creía en la subordinación al turco como instrumento con el que conseguir un cambio de régimen.

La toma de Constantinopla por los turcos (año 1453) no deja de tener cierto olor a revolución. En una sociedad decadente, saturada de golpes de Estado y guerras civiles, la población civil no veía otra solución que unirse al superior enemigo. Los turcos eran islámicos, cierto, pero la alternativa romana a buena parte de la población le parecía infinitamente peor (valga recordar que la verdadera “caída de Constantinopla” no fue ante los turcos sino en el año 1204 ante los católicos venecianos). El Islam, una vez más, entraba por las puertas de la urbe de Constantino aprovechándose de un conflicto social, semejante al que antes le sirviera para hacerse con Alejandría, inmersa en su eterna disputa con la centralista capital bizantina.

Definitivamente, el mundo islámico es uno de los aspectos más agraviados de nuestra común historia. Estamos hartos de oír pasadas invasiones masivas de bereberes que sometieron el reino godo a su soberanía. Roza lo socialmente penado opinar que la etapa islámica de nuestro país no deja de ser un movimiento social, endémico, de una diferente aristocracia, gobernante sobre una misma gente.

Ignacio Olagüe, ninguneado historiador donde los haya, propuso una nueva teoría respecto a la invasión árabe de la península. A través de su libro: “La Revolución islámica en Occidente” (editorial plurabelle), el autor vasco expuso sus dudas respecto a una gran invasión en masa procedente de las arenas de África o Arabia. Más bien, no sin cierta razón, cree en la conversión al Islam de Hispania como respuesta a una sociedad en crisis, un ejemplo de cómo Occidente había caído en discusiones mundanas (trinitarismo frente a arrianismo) en un contexto de gentes empobrecidas y faltas de tutela. El Islam, en contra de su significado etimológico, aconteció más una “revolución” que “sumisión”; Hispania era presa fácil para unos exiguos guerreros-predicadores que daban más soluciones que cuestiones, de forma, un tanto análoga, a como antes lo hubieran hecho, salvando las distancias, los celtas, los romanos o los godos.

Estudios dirigidos por el Catedrático de Genética de la Universidad Pompeu Fabra, Jaume Bertranpetit, demuestran que los habitantes de la Península Ibérica están más emparentados con los propios habitantes de Oriente Próximo (y el resto de europeos) que con los bereberes de allende el Mediterráneo. La Ciencia, una vez más dinamita las creencias establecidas por una ciencia histórica politizada, irremediablemente, desde los primeros tiempos escritos.

Reflexionemos. Una vez más en la historia, actualmente el Islam (como cualquier otra religión en sus circunstancias) no puede ser visto como la causa, sino más bien como el síntoma de una enfermedad global, basada en las diferencias y el neoimperialismo. Nadie debe de obviar a las necesidades humanas, más exageradamente atávicas, en un mundo globalizado donde los medios nos hacen ver irracionales controversias religiosas o ideológicas. Los fundamentos son y serán siempre el hambre, la desesperación, la injusticia o la falta de aprendizaje. Seamos honestos en la reflexión, críticos con las consecuencias, ¡quién sabe si la irracional hipocresía de nuestros gobernantes no sea más que una inevitable consecuencia del Caos que todo lo impregna! Quizás sea que esté equivocado, sea un mal historiador aficionado, o simplemente, que haya caído en la trampa de la literatura, vestir de verdad lo que está condenado a ser mentira...

Primera ilustración: grabado de Doré: Gustave Doré (1832-1883), Entry of the Crusaders into Constantinopel. . Segunda ilustración: Painter: Charles Gleyre, 1835 Title: fr: Trois fellahs en: Three Fellahs de: Drei Fellachen

martes, 8 de enero de 2008

Armenia: "el instrumento"

Lo más sobresaliente de la Naturaleza siempre ha sido susceptible de recibir culto por parte de la especie humana. La fertilidad dada por la crecida del río Nilo, el cálido amanecer del Sol de Oriente o las lluvias purificadoras del Monzón Índico, son ejemplos de factores del biotopo que han sido deificados por las diferentes religiones que han poblado nuestro planeta. Las grandes montañas no han sido una excepción: el Moncayo fue una deidad para las tribus celtíberas, de forma equivalente a cómo el Monte Olimpo llegaría a ser la sede de los antiguos dioses griegos. Una de estas cimas mágicas, mitológicas, y ante todo, simbólicas, es el Monte Ararat. Con sus cerca de 5.200 metros, el Monte Ararat se alza en terreno turco, destacando en las tierras de kurdos y armenios. La tradición dice que en sus nieves descansa el Arca de Noé, en tanto que recordatorio de toda, eventual, impiedad humana. El caso es que la Iglesia de Armenia es una de las más antiguas del globo (junto con la Copta). La población de lugar destaca en un enclave donde imperan las mayores potencias del mundo islámico (Turquía e Irán, antiguos Bizantinos-Otomanos, Partos-Sasánidas-Islámicos, respectivamente). Buena parte de los oyentes del término “armenio” lo relacionan con el genocidio de principios del Siglo XX, finales de XIX. El Dragoman Jefe (intérprete turco) de la embajada británica informaba de las matanzas de 1894-96 afirmando que: “[Los autores] son guiados en su actuación general por las prescripciones de la charia. Esa ley prescribe que si los “rayah” [dhimmíes] cristianos intentan, recurriendo a las potencias extranjeras, sobrepasar los límites de los privilegios concedidos por sus amos musulmanes, y se liberan de su yugo, pierden el derecho a sus vidas y propiedades, y están a merced de los musulmanes. Para la mentalidad turca los armenios habían intentado sobrepasar esos límites apelando a potencias extranjeras, especialmente Inglaterra. En consecuencia consideraban que era su deber religioso y un acto justo destruir y apoderarse de las vidas y de las propiedades de los armenios...” El genocidio armenio no sería más que la última, y más dramática, instrumentalización a la que fueron sometidos los armenios. Para Roma (Bizancio) y Persia (partos, sasánidas), Armenia era una mesa de negociaciones: un trozo de tierra en el que poder cambiar, irracionalmente, el monarca de turno, sin mayor objetivo que el de provocar y/o maniobrar contra el contrario (finalidad equivalente a la que tuviera para otomanos y rusos antes del genocidio). Respeto a su notabilísimo pasado, la relación que tiene Armenia con la antigua Urartu parece indudable. Ereván (capital del actual estado) fue fundada por el poderoso estado de los urarteos, civilización que llegaría a ser una de las más poderosas dentro de su paradigma histórico: archienemiga de rivales tales como los medos o los asirios. Posteriormente llegarían los tiempos del gran Tigranes (y el Imperio contra el que luchó el romano Pompeyo), monarca que fuera capaz de formar un imperio que incluía la mayor parte del Creciente Fértil (Fenicia, Siria, siendo el antiguo reino de Israel vasallo). Tigranes llegó a tratar con Roma con la igualdad que suele desembocar en guerra. Su derrota le alejaría de su alianza con el terrible Mitrídates, dejándose así la etapa de mayor esplendor armenio. Definitivamente, por más que el Monte Ararat siga mirando hacia la capital armena, esta región, cerca de donde nacen los ríos Tigris y Éufrates, sigue desconociendo qué es la piedad del hombre. Quizás debiera irse en busca del Arca, escalar las nieves del coloso geológico. ¿Quién sabe?. El futuro del país no parece reparar mayores glorias que un romántico recuerdo por parte de Occidente o una nueva instrumentalización, no sólo por quienes quieren hacer pasar por ella oleoductos o gaseoductos, sino también por aquellos que pretenden justificar la no entrada de Turquía en la Unión Económica Europea basada en el no reconocimiento turco del genocidio.
Imágenes sujetas a GNU Free Documentation License. Autor de la primera: Andrew Behesnilian (MrAndrew47), autor de la segunda: Eupator

miércoles, 11 de abril de 2007

Testimonio desde el Cielo

El Caos parece ımperar en la atmosfera de esta gran urbe entre todas las cıudades. La utıl herramıenta que es el telefono mobıl se manıfıesta en una, algo malıntencıonada, vespertına alarma. Los moacınes llaman a la oracıon, dıfundıendo el canto de Ala por lo ınfınıto de los aıres. Las mezquıtas parecen hablar, entre grıtos del mas fenıcıo de los mercaderes y olores a especıas, calles en putefraccıon y algo de excesıva contamınacıon ambıental y de trafıco de consıderacıon, cıertamente desenfrenada.

El desarrollo rıge en la mas melancolıca de las cıudades, ya lo dıjo Pamuk y parece confırmarlo el alto ındıce de monumentabılıdad y de ruıdo sagrado. Estambul es Constantınopla, ası como tambıen es Bızancıo, nombres de un mısmo cuerpo. Eterno, sagrado, seductor, ınımagınable. De entre todo el cumulo de sensacıones que ırrıgan mıs sentıdos bıen pudıera destacarse lo reına de las sofıas, esa catedral en buen hora enmezquıtada. Quıen sabe sı por no ofender ahora sea museo, o sımplemente por el afan de cobrar entrada. El caso es que es la nueva Babılonıa, prostıtuta de todas las dolencıas del Mundo y de las vırtudes de la socıedad globalızada.

Es tan seductora como bastarda; es musulmana, judıa y tambıen algo crıstıana. Es la mas bella de las cıudades, lo reconozco, pero a la vez es contradıctorıa, y eso es lo que mas me agrada. La escrıtura de este texto ası lo delata. Las neglıgentes faltas son producto de una contradıccıon enteclada. La arcaıca cıvılızacıon musulmana se conecta por claves a la Red, con teclados no aptos a automatısmos, pues las ıs no tıenen puntos, nı mucho menos c trencades.
Es genıal. Topkapı, Santa Sofıa, Mezquıta Azul: todo es un meeltıng pot de sensacıones y de fragancıas. Acaso ınevıtables enemıgas pero necesarıamente emperentadas. Algo ası como el aspecto de las calles, jovenes trajeados y ancıanos con largas barbas se juntan a turıstas en mınıfalda y mujeres enveladas. Europa parece quedar en una orılla, pero quızas pudıera parecer algo mas lejana. La semılla parece estar plantada, la tıerra regada, pero algo falta, no es ılusıon, pero sı la ımposıbılıdad de las cabalas. Turquıa parece estar cercana a sus cercanos paıses, como cualquıer Estado o, dıcen algunos, patrıas. Todos son parte del Mundo, y parece que la gente no lo comprende. Todo es producto de la lascıva globalızacıon, portadora de malestares, pero tambıen de ganancıas.
La globalızacıon es un camıno sın marcha atras. Y quızas yo dıera las gracıas. Hay grandes ventajas. Poder dısfrutar de Turquıa y constatar como la gente es, en todo el mundo, algo sınverguenza, servıcıal, carınyosa (no hay enyes en mı teclado) o ıncluso borracha, y algo desenfrenada. Todos somos sapıens o al menos lo decımos. Santa Sonfıa es mezquıta, catedral y museo, es el orgasmıco clımax de la humanıdad globalızada.

La tradıcıon en Turquıa se me manıfıesta a dıarıo en graves comıdas, seductoras en sensacıones, gustos y calıdad ınesperada. Me gusta todo parece ser y no solo por mı atavıco apetıto que me enclaustra. Turquıa es cojonuda y bıen pudıera ser aquello que le dıera la realısıma gana. Me gusta, me encanta. Es un espejo de este Mundo, de mıs suenyos, de mıs gustos, de una forma, que realmente no me esperaba lo sufıcıentemente, aunque mı mente sıga, por momentos, exponencıalmente tendente al desenfreno de la obsesıon y de la gran gracıa que de arrıba agnostıcamente esperas, acaso ınmejorablemente perfeccıonada.