De entre la ceniza siempre acaba saliendo la vegetación, la gracia de la Primavera y el más mágico arco iris botánico; algo así pasa en los Balcanes, la región más castigada por los excesos de Occidente, la mayor víctima de la idiosincrasia de los tiempos actuales. Yugoslavia, el espíritu de lo que podría haber sido, es ahora un territorio dividido por la sangre. Culturas, religiones, ideas y literaturas chocan donde antes se cultivaron las artes, la diversidad y la innovación cultural.
No deja de ser curioso cómo algunos éxitos culturales son producto del auge de los imperios. Si bien, en no pocas ocasiones, a gran coste, los imperios comunican grandes extensiones, fomentando la mezcla de elementos procedentes de lugares distantes. Tal y como ya lo hicieran persas y romanos, los turcos otomanos fueron capaces de unir bajo la soberanía del Sultán de Topkapi a gentes de las más diversas procedencias.
Lejos del fundamentalismo propio del buena parte del Islam actual, los turcos de la antigüedad fueron pueblos nómadas beligerantes, amantes de la bebida... y la buena música. Algo compartieron Constantinopla y Viena, y no fue, por suerte, el resultado. Los ejércitos turcos atemorizaban a sus adversarios con el aterrador ruido de sus tambores, siendo uno de los primeros ejércitos en popularizar sus bandas militares. La Mehter, la banda jenízara del Sultán, aún puede escucharse de visitarse el Museo Militar de Estambul (si bien, más a efectos turísticos, que puramente culturales). Se dice que la influencia de este “contingente músico-militar” inspiró a los propios Mozart y Beethoven. ¿Cómo no tenerles en consideración, siendo, esta afirmación, probadamente cierta? No deja de ser “proverbial” la paradoja de que fuera la banda Mehter, una de las más antiguas orquestas modernas, quizá la primera; no pudiendo haber sido posible el auge de la música clásica en la Viena de los Habsburgos... ¡de no ser por Turquía!
Se mire por donde se mire, las notas de estas bandas y sus instrumentos dejaron huella en los angostos, cortadas y valles balcánicos. Tal vez tuviera algo que ver que los jóvenes balcánicos y griegos fueran los elegidos para formar las tropas del Sultán (a través de su reclutamiento forzoso (“impuesto en tropas”), siendo aún impúberes, el “devshirmeh”). Lo cierto es que el elevado porcentaje de población gitana, zíngara, dedicada a la música en los países de la antigua Yugoslavia, ligado a una tradición musical, no sólo eslava, sino como se ha visto, fundamentalmente otomana, hace que los Balcanes sean una de las regiones del Mundo más “ricas”, musicalmente hablando.
Un nombre sobresale al tratar este tipo de música, para mi tan exquisita, Goran Bregović. Compositor de numerosísimas bandas sonoras: destacando las de las películas de Emir Kusturica, Bregović es, hoy en día, el “artista balcánico” por antonomasia. Hijo de padre croata y madre serbia, él siempre se ha declarado “yugoslavo”, reivindicando la diversidad de su persona, en sangre y música. Las influencias búlgaras, turcas, gitanas... son todo un cóctel con el que poder haber sido capaz de crear algunas de las melodías más significativas de este estilo musical, por lo demás, ciertamente único. Bregović representa la vanguardia creadora de un país ya difunto. Encarna la fiel tradición balcánica de las bandas musicales, peculiares “charangas” que se encuentran presentes en todos los lugares de la geografía balcánica.
Esta cara amable de Serbia, que cada año muestra en el certamen, tan manipulado, y en no pocos aspectos infame, de Eurovisión, ya es algo que muchos tenemos en mente. Marija Serifovic con “Molitva” (ganadores en 2007) o la esplendida Jelena Tomašević con su canción “Oro” son claros ejemplos. Precisamente Bregović será protagonista en la próxima edición, al componer la letra de la canción de Serbia. Fuera del "festival", a estos nombres cabría unir el nombre de Sanja Ilic y Balkanica una de las bandas de música balcánica más innovadoras, con estilos que van desde el más puro folk-instrumental a la música electrónica, pasando por el Chill Out o el New age.
Se mire por donde se mire, los lloros de una región entristecida por culpa de nuestros gobiernos (por unos más que otros) se van convirtiendo, poco a poco, en lo que tradicionalmente han sido, melodías de un pasado histórico plural y diverso. No deja de ser paradigmático el “caso yugoslavo” en una Europa cada vez más “melting-pot”, con más culturas, lenguas y religiones. Definitivamente, dentro de tanta tragedia, los Balcanes sí nos han dado una lección en positivo, su música...
4 comentarios:
No puedo estar más de acuerdo en todo...un post espléndido, Fujur, como siempre.
Un abrazo
M.
hummm, no conocía mucho de tu faceta melómana
No Javi... Siento decepcionarte pero no se permiten textos en castellano... El que yo entregué era en catalán, pero aquí he colgado el original para no discriminar a aquellos que por culpa de sus padres no han nacido en Cataluña... Y digo original porque, en efecto, la copia es la que entregué al concurso, la escrita en catalán. Por tanto, como ves, los castellanoparlantes en estos temas siempre tenemos más faena (y me atrevería a decir que más mérito).
La verdad es que es de los relatos de que menos orgulloso me siento, pero bueno, no voy a negar que que no perdí el tiempo en recoger mi compensación económica.
A ver si nos vemos tío! Por cierto, ahora que empieza a hacer buen tiempo a ver si nos llevas al sitio aquel de Calella que nos dijiste! Un abrazo
Tocas una de mis musicas favoritas.
He visto en directo ya a :
goran bregovic
emir kusturica & non smoking orchestra
gogol bordello
fanfare ciocarlia.
Es un mundo apasionante del que algun dia hare un programa de radio, ederlezi es de la banda sonora de mi peli favorito de kusturica "el tiempo de los gitanos" la escena en que los dos protas estan en una barca mientras el resto del pueblo canta con velas dentro del rio.
Precioso
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