jueves, 30 de septiembre de 2010

Los muros de Santa Sofía.

Recuerdo a Santa Sofía con fresca rigurosidad. Jamás un monumento significó tanto para mí, en esencia, y para con mis aficiones. Fuera de Anguita o Barcelona, en la meridianamente lejana Turquía, pocos buscarían un edificio al que yo tenga tanta reverencia y admiración. Sí, digo bien, pues Santa Sofía hoy es turca, como otrora lo fuera bizantina. Es el tiempo quien me ha dado la oportunidad de conocerla, de incluso verla en persona, ¿por qué voy a negarle su valor performativo, y quedarme con lo rancio y pasado? Santa Sofía es algo “en el presente”, y otra cosa “en lo pensado”.
Frente a la Mezquita Azul no es nada más que su hermana mayor, un templo más grande y vetusto. En lo imaginado es el templo que viera algunos de los acontecimientos más importantes de la Historia, así como algunos de sus autores. No es necesario ser griego o turco para querer a esas paredes. Simplemente basta con amar sus vivencias pasadas, y los estilos que la vistieron tan hermosa como elegantemente. Santa Sofía es uno de los grandes hitos en la Historia, un monumento a la altura de cualquiera que se haya construido ya, o en el futuro pueda. Pensar en clave de actualidad que Santa Sofía es bizantina es una realidad a medias. Pensar que Santa Sofía pertenece a la cultura y al imaginario griegos, un descenso a problemas de la política.
Guste o no, las paredes no tienen ni sentimientos ni psiques, sólo formas. La configuración que llega hasta nosotros es una, la actual, por necesidad producto del devenir de los tiempos y de las diferentes influencias que han recaído sobre “la cosa”. Santa Sofía es bizantina, romana, turca y otomana. Santa Sofía es un crisol, cual la Mezquita de Córdoba, un lugar en el que ha recaído el peso, y la herencia, de mil y una culturas y civilizaciones.
Las sensaciones son reacciones psicológicas ante elementos físicos. La “edificación” es lo realmente existente, “lo visto” es lo realmente vivido. Tendemos a confundir dimensiones que jamás tuvieron esperanza de reconciliarse, son simples prismas que jamás tendrán mayor nexo de unión que nosotros mismos. De ahí que querer imponer identidades sea una aberración, un fracaso, pues cada cual sentirá por cada edificación, por ejemplo, algo diferente.
Es incorrecto decir que Estambul es Constantinopla, ciudad “cuasi celestial” para las aspiraciones históricas griegas. Defender lo contrario es fomentar el conflicto, tal y como hacen, casi por definición, los nacionalismos. Las identidades personales, que de alguna forma le hacen ser “turcófilo” a un servidor, no pueden trasladarse tal cual a un concepto único y genérico. Las identidades grupales, si es que existen, no son más que sumatorios de las individuales, resultados estadísticos que, en no poca medida, acaban por mostrar simples datos genéricos (como el amor por una bebida o la preferencia por un tipo de música).
Defender la “helenidad” de Santa Sofía es despojarle de sus minaretes, recolocando los mosaicos, que por circunstancias históricas, le fueron arrebatados. Ello implica conflicto, violencia, y por ende, algo “intolerable” en mentes sanas y equilibradas. El problema muchas veces recae en pretender tener una “identidad histórica” cuando, siempre e inevitablemente, se tiene “dinámica”. Cada cual se identifica con sus vivencias, con sus visitas pasadas, sus personas queridas y sus aficiones. No existen gustos comunes más allá de la estadística. Todos somos diferentes en pensamiento, por el mero hecho del Azar, única fuerza metafísica realmente probada.
Es por lo aquí escrito, en muy buena parte, por lo que sueño con volver a ver, ojalá en varias ocasiones, a Santa Sofía. Son éstas las fuerzas internas que me llevan a querer a este antiguo templo más que a otros edificios más cercanos. Mis gustos, mis aficiones, mis vivencias y sueños me acercan a ella en ocasiones. Santa Sofía me sirve mismamente de metáfora. Si no hubiera tenido la historia que tiene, yo no hubiera llegado hasta ella.
Los pasados son herramientas para el estudio, para enriquecer, pero jamás condicionantes estancos para el cambio y el progresismo frente al Futuro. Las identidades son personales y cambiantes, cada cuál tiene la suya, personal e intransferible, todo intento de cambiarla será inútil, todo intento de imponerla será brutal.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Reflexiones varias, pensamientos diversos.

Tal vez por estar en el "calor de la gandulería", o simplemente por tener ganas de compartir algo más que grafias con los lectores, les propongo la lectura de algunas de mis "máximas de vida", pensamientos que he querido plasmar en algunas frases, por lo demás, muy descriptivas de mis sentimientos y convicciones. Espero que les gusten.
El conocimiento es el primer paso hacia el respeto.
La suerte no respira sin el esfuerzo.
La memoria es la gimnasia de la mente.
El hombre es gandul y egoísta por naturaleza, la educación es lo que nos hace buenos y trabajadores.
Todos tendemos, o queremos procurarnos, el calor de la gandulería.
La mejor disciplina es tener necesidad.
Hablar mucho ayuda a uno a equivocarse, pero también a reflexionar.
De los errores se aprende, pero es mejor haber aprendido antes de caer en ellos.
Quien se enamora es el cerebro, el corazón sólo mantiene vivo el cuerpo.
Comer antes que disfrutar.
La gula es un exceso, la gandulería una falta.
No te digas inútil, sin haberte preguntado antes por cuál es tu camino.
Cada uno no tiene un destino, se lo fabrica.
El futuro es lo único sobre lo que podemos influir.
No hay más noble, ni mayor, religión que seguir a quienes fueron ejemplares en vida.
Un tonto siempre es más peligroso que un hijo de puta.
Quien en nada presume, es muy probable que en mucho le falte.
Pasadas las doce el cuerpo siempre quiere reposo, todo lo demás es producto del alcohol.
La democracia es la suma de dictaduras individuales.
La mejor garantía para la democracia es controlar la posesión de armas.
Para ser demócrata, antes hay que ser ciudadano.
La tolerancia implica hacer oídos sordos a las provocaciones.
Pegar saben las fieras, dialogar, ni tan siquiera los loros.
Nadie tiene cien hermanos, no pretendas tener tantos buenos amigos.
Todos somos nacionalistas, cuando nos frustramos o chuleamos de lo propio.
Las lenguas son diferentes ruidos para decir un mismo contenido.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Barracudas sociales

Artículo publicado en El Reformista: Periódico Liberal
Nos acercamos a las próximas elecciones al Parlamento Autonómico catalán, y una baja participación en los comicios parece ser que se confirmará, una vez más, el próximo 28 de noviembre (día del F.C.Barcelona – Real Madrid). Lejos de preocupar en exceso, la falta de participación se antoja como un beneficio, en parte buscado, para ciertos partidos políticos. Aquellos partidos con un electorado más disciplinado (generalmente los partidos nacionalistas) se ven beneficiados por la baja participación, más cuando, como bien se sabe, los simpatizantes de centro-izquierda (PSC y Ciutadans) son más propensos al “absentismo electoral”. Para los gorrones, “free riders” que dirían los ingleses, echar a las partes del organismo es ley de vida. Me explico.
Ya en la Edad de Oro de la literatura en lengua catalana, Francesc Eiximenis escribió acerca de la sociedad como un todo, como un cuerpo, donde cada parte del hombre figurado representaba un estamento, un sector de la sociedad real (los brazos eran los hombres de armas, los ojos y oídos, los jueces y oficiales). Todo está en perfecta armonía dentro de la ciudad ideal de Eiximenis. Más tarde, Thomas Hobbes tomaría un modelo similar, representado a su “leviatánico” Estado de una forma similar.
Sin querer emular la sabiduría del célebre gerundense, compararía la sociedad actual con un banco de peces. Dentro de él hay miles de individuos formando un sólo todo, por más que, en no pocas ocasiones, existan otros especímenes interesados en hacerles “romper filas”, y conseguir que el cuerpo único se desinfle, echando a la parte del organismo común. Estos individuos de malévolo propósito pudieran recibir el nombre de “barracudas sociales”, seres depredadores que intentan agujerear el cuerpo social, para sus propios propósitos. Gentes que, lejos de tener prejuicio alguno, se nutren de la desunión con el fin de alimentar una situación de privilegio (so pena de dañar a la representatividad real). Guste o no, hay a quien le gusta que el “banco” democrático esté disperso, que no todos formen parte del sistema electoral. Una participación masiva perjudica a los partidos del “establishment” político... ¿qué interés van a tener en promover la participación ciudadana masiva en las elecciones? Utilizar a la gente, sacándola del organismo democrático, es una forma de sujetar el Poder.
Recuerdo cómo uno de mis más entrañables profesores nos exhortaba en clases de Derecho Administrativo a que jamás dejáramos de participar en política, que no permitiéramos que la política no fuera terreno para las mentes más preparadas, dejando el paso libre a los interesados de turno. Ciertamente, suscribí esa afirmación entonces, y lo hago ahora. La participación política no sólo debe de manifestarse en las urnas, sino también en la participación dentro de los partidos políticos. El trabajo de militante debe de dejar de parecerse al del sindicalista (gente interesada por el ámbito público, desconectada de la realidad, y sin dar cuentas directas con el pueblo). Debemos adaptar nuestro sistema representativo a la cambiante sociedad que representa.
La regeneración democrática se hace indispensable. No sólo se requiere que el “banco” vuelva a funcionar, sino que lo haga antes de ser carroña para barracudas (algo que ya está sucediendo...). Hablar de política no puede llegar a convertirse en un “hablar de cosa ajena”, de “negocios de otros”. La “cosa pública” debe ser una parte de nosotros mismos, no podemos obviar que nuestra vida como animal social se basa en la convivencia, y sin política, ésta es imposible. Debemos volver al ágora de la oratoria, volver a vivir la política, participando en todo aquello que nos afecta.
Tal vez la falta de solidaridad social, el incivismo y demás actos vandálicos tengan algo que ver con ello. El Estado (o la Comunidad Autónoma, el Ayuntamiento o la Provincia), no es visto como algo propio de cada cuál, sino como un “individuo social” ajeno. Las propiedades públicas son sólo de los entes públicos (entes ajenos a nosotros), colarse en el tren es robar a Renfe, y no a cada cuál de los ciudadanos que con nuestros impuestos sufragamos las infraestructuras de este país... La desconexión entre realidad y urnas es flagrante. ¿Podrán ser capaces aquellos que se benefician (nuestras “barracudas”) de buscar una solución para el problema? Por mi parte lo dudo, pero no por ello dejaré de participar o hablar de política.
* Aprovecho para recordar a un defensor de la libertad recién difunto. ¡Descanse en Paz, D. José Antonio Labordeta!

jueves, 9 de septiembre de 2010

¡Bienvenido Don Pepito!

Cada cual tiene unos sueños para su país. Algunos anhelan la plena legalización de las drogas, el establecimiento del mayor parque de atracciones mundial o el nudismo obligatorio, otros sueñan con un país dirigido sólo por las mujeres, mientras que hay quien opina que su Estado sería mejor si fuera una potencia nuclear. Uno de mis mayores sueños, bien sabido por quienes me conocen, es que España algún día se convierta en una superpotencia en lo que a dinosaurios se refiere, y según parece, va camino de ello.
Con el hermetismo que caracteriza a todo lo universitario, tras siete años, ha sido presentado a los medios el Concavenator Corcovatus, el terrorífico superdepredador de la Hispania mesozoica. Con sus 6 metros de largo, “Pepito”, pues así es conocido coloquialmente, es un miembro de la familia de los carnosaurios, concretamente, de la de los carcharodontosáuridos (o dinosaurios con dientes de tiburón).
Lo más característico de este curioso espécimen es su joroba. Sin llegar a ser una vela dorsal, como en el caso de Spinosaurus o del pelicosaurio (que no dinosaurio) Dimetrodon, la joroba del Concavenator es un gran misterio. Existen quienes opinan que bien pudiera haber servido como termorregulador (de forma análoga a como lo hicieran las velas, parece ser, de los anteriores reptiles citados, o las orejas del elefante africano), si bien hay también quienes ven en ella un almacén de grasa (como los camellos y dromedarios) o, incluso, un signo distintivo. Junto a esta joroba destaca el descubrimiento de una serie de bultos en la úlna (cúbito, gracias a la aclaración hecha por Jorge W. Moreno-Bernal) que sirven de inserción a las plumas de mayor tamaño) en los antebrazos del animal (tal y como se ha descubierto en reptiles estrictamente más avianos, como el Velociraptor).
El descubrimiento se ha realizado en Las Hoyas (Cuenca), lugar donde también se encontraron los restos del Iberomesornis y del Pelecanimimus (el único ornitomimosaurio (dinosaurio avestruz) hallado en Europa). Como no podía ser de otra forma en España, la presentación de “Pepito” ha coincidido con el anuncio de una gran inversión para la construcción de un centro de investigación de los dinosaurios en Cuenca (existiendo ya una institución “equivalente” en Teruel, Dinópolis, y a pocos meses de unas elecciones...). Si algo ha cambiado es que el fósil (el más completo de un dinosaurio encontrado en España) se podrá visitar, según parece, en el Museo de Ciencias Naturales de Cuenca.
Veamos en qué queda el compromiso de la Administración con el nuevo centro, y si podremos ver el fósil junto a otros en un museo atractivo. Por el momento hay muchas especulaciones, pero, al menos, “Pepito” ha alegrado el día a muchos, que en estos tiempos ya se necesitaba...
* Ilustración: "Dinosaurs, the end", ilustración de Ivan Salio. Concavenator estaba emparentado con el Carcharodontosaurus, especie representado en la imagen.

sábado, 4 de septiembre de 2010

"Centurión"

Este no es el principio de mi historia, ni tampoco el final”. Así empieza “Centurión”, película, dirigida por Neil Marshall, que nos traslada a la época del Emperador Adriano, cuando Roma decidió construir el célebre muro, renunciando a luchar más con los temibles pictos. Michael Fassbender (Centurion Quintus Dias) es tomado como prisionero al caer su guarnición, logra escaparse y enrolarse en la 9ª Legión (que si bien dice tener 3000 miembros, en la película no aparecen ni 30). Víctima de una traición, los legionarios son barridos por las tribus pictas, sobreviviendo sólo un grupo de soldados (que en lo sucesivo intentarán, primero salvar a su general (hecho preso), y segundo, salvarse a sí mismos). La “compañía” de supervivientes, tal y como afirma la crítica, recuerda en exceso a la de Frodo en "El Señor de los Anillos".
El presupuesto del film es comparativamente bajo, y a una muy buena puesta en escena (con geniales paisajes) no le acompaña un detallismo realista, aproximando a la película, peligrosamente, al cada vez más típico género de película histórica de acción (¿se acuerdan de la última sobre “El Rey Arturo”?). Aparentando tener acciones en “tomatera británica”, la película abunda en sangre, tripas y demás repugnancias, queriendo dotar de realismo a la acción (so precio de asimilar la partición de cabezas a la de calabazas). Sin embargo, es precisamente algo relacionado con este aspecto lo que no sólo "salva" a la película sino que la convierte en algo "digno de ver".
Continuando con las tendencias de los últimos tiempos, los soldados de “Centurión” se alejan claramente de los “militares poetas” de los antiguos filmes de Charlton Heston, mostrando los horrores de toda guerra con una crueldad, en ocasiones excesiva. Los excesos en uno y otro bando no dejan de ser una crítica a las guerras en su totalidad. Mujeres violadas, niños asesinados... las “hazañas” de romanos y pictos recuerdan, no gratuitamente, a las de estadoudinenses e iraquíes. El Centurión Quintus Dias se ve traicionado, junto con sus tropas, por la bellísima Olga Kurylenko (Etain en la película), quien, en un principio, estaba enrolada con los romanos (pese a ser de origen picto). La biografía imaginada de Etain es elocuente. Sus padres, pictos, fueron torturados por las tropas del Imperio (su padre cegado, su madre violada, y ella violada, a la vez que le cortaron la lengua para que jamás pudiera contar lo sucedido). Los excesos recuerdan, y mucho, a los cometidos por los militares en la vieja Mesopotamia, actual Iraq... Si bien es cierto que en “Centurión” los personajes son retratadas muy deficientemente en cuanto a su psicología, no deja de serlo menos que la “moraleja” de la película es encomiable y necesaria.
Después de ser traicionado por una rastreadora picta y de sufrir el hostigamiento de un comando picto dirigido por la misma traidora (motivado por el asesinato, en represalia, del hijo del jefe por parte de un romano), nuestro centurión es, en última instancia, traicionado por los romanos. Primero por su Emperador, quien retira la frontera al célebre muro que ostentará su nombre, luego por los guardias del mismo (que dispararán a uno de los supervivientes, cuando éste se acercaba al muro, jubiloso, tras pasar todas las penurias posibles), y por último, por el político romano destinado a la región (quien ve en los supervivientes de la 9ª un peligro para su honra y méritos). El final es previsible, el centurión es el único superviviente y encuentra su amor en la hermosísima Imogen Poots (Arianne), quien había sido antes repudiada por los pictos, al considerársele una hechizera.
Después del éxtasis de sangre y malos hábitos, “Centurión” nos conduce a una reflexión final: el peligro de las identidades no individuales. Nuestro matrimonio final nos hace ver las incongruencias, excesos y demás aspectos para la repulsión, tanto entre los pictos como entre los romanos. En la película se hace mención, en muchas ocasiones, de lo poco que vale una vida humana (sea de un esclavo o de un picto que la pierde buscando vengar al hijo del jefe). Ideas como “en la Guerra mueren hombres y no políticos” se suceden, la crítica es obvia.
La solución, si bien previsible, me parece muy poética. Ambos enamorados (el romano y la picta) renuncian a su “nacionalidad” enfrentada en pro del amor. Nuestro soldado, incluso, afirma irse a “su lugar” cuando planta a los romanos (que han intentado asesinarle a traición) para acompañar a su amor. Las identidades son individuales e intransferibles, jamás colectivas. Las guerras por ideales no son tales, sino instrumentos por los que los dirigentes “juegan” y “cotizan” en el “mercado del Poder y la geoestrategia”. Quizá, si bien sea pedirle mucho a la película, la cuestión clave que se plantea sea la siguiente... ¿acaso no es el mayor misterio de la Humanidad el porque jamás se extinguen las guerras?
Vayan a ver esta película y reflexionen sobre estas ideas. Eso sí, no la vean en más ocasiones, la sangre ofende, más que ilustra.