Hay quienes jamás pudieron dormir tranquilos por miedo a que les raptara el hombre del saco; otros, malaventurados todos ellos, por temer a Belcebú. Como miembro de la quinta del 85, yo lloré con el suceso de Atenas, y mi pesadilla, sin afán racista, tenía tez negra, y apellido Desailly. ¡Cuánto me deprimí ante el televisor, viendo cómo el Milán de Capello (para el resto de mis días el Club más temido) nos arrebataba nuestra segunda Copa de Europa! Hoy al fin puedo saludar, con muy buenas ganas, a mi cómoda almohada.
Que nadie se engañe. El Barça tenía “otros motivos” por los que ganar, obligatoriamente, esta Copa, mal llamada Liga, de Campeones. España gana en número de copas a las poderosas ligas inglesa e italiana. El Barcelona, no sólo ha evitado que el Manchester United consiga el doble de Copas de Europa, sino que le ha igualado. Ya ganamos a Inter y Juventus, también al Oporto y, ¡gracias a Dios!, al Nottingham Forest. La inercia del palmarés más reciente nos hace estar, a los culés, orgullosos de un equipo plagado de valores, en su mayoría, centrifugados por una única y sublime persona: Pep Guardiola.
Escucharlo hablar es un placer, tanto como ver jugar a su equipo, observar su estilo y vestimenta, o sus gestos con los jóvenes valores de la cantera. Se intentó personificar en él, hace no tanto tiempo, todos los siniestros designios del proceso de “construcción nacional”, cosa que rechazó de la mejor manera de entre las posibles... no haciendo caso. Disciplina, justicia, honradez y humildad son algunas de esas ideas que, esta vez en serio, dan sentido al eslogan de “ser més que un Club”. Sólo el condal Alcalde sabrá el por qué aún no se está proyectando dedicarle una plaza bien grande (donde pueda ir la afición culé a celebrar, sus cada vez más frecuentes, copas).
El partido, por lo demás, fue insustituible. En él se vieron reflejados, y al fin superados, muchos de los defectos, precisamente, producto de ese acerbo histórico al que nos refiríamos. El Barça demostró sobriedad defensiva, un gran portero, presión por todo el campo… y un gol marcado en su primera ocasión (como queriendo reivindicar que allá en Roma, hacía lo que hacen los romanos, o mejor dicho, futbolistas italianos). Los ingleses no se esperaron un equipo tan “veteranamente” curtido en cuanto a psicología. Pasados unos, inquietantes, primeros minutos, el fútbol inglés desapareció, quedándose la escudería anglosajona sin circo ni payaso (sí, ese Cristiano Ronaldo).
El Barça lideró la rebelión de los jugones. Supo no hacer notar, trabajo de estrategia y maestría (cuasi-íntegramente imputable a la labor de Pep), las carencias defensivas de un equipo plagado de lesiones, así como las molestias de algunos jugadores en baja forma. Lo demás fue pura literatura cervantina, en contradicción con las galeras del buen Felipe que no lograron vencer, ni tan si quiera, con tamaña honra.
Este Barça no es sentimiento, es fútbol y espectáculo. Un motivo por el que sentirse orgullosos por un buen rato, pues, hoy más que nunca, me siento miembro activo de un grupo de individuos unidos por su amor a un lugar del Mediterráneo: Barcelona, la ciudad campeona de Europa. No obstante, antes de acabar debo reconocer que hay algo que me hace más feliz que todo lo dicho (más aún que el 2-6 o la paliza al Bayern) y es que, después de varios años de penurias, podemos volver a pensar que las Copas de Europa de Di Stefano y compañía… ¡fueron en blanco y negro!.
FORÇA BARÇA
*Origen foto: http://www.futbolflash.com/wp-content/uploads/2008/12/guardiola2.jpg