jueves, 27 de octubre de 2011

La muerte de Gadafi: ¿tiranicidio o barbarie?


El pasado jueves veinte de octubre de dos mil once pasará a la hemeroteca como fecha histórica. Gadafi, o lo que es lo mismo, el tirano más singular y déspota en tiempos recientes, cayó asesinado en su ciudad natal de Sirte. La muerte del tirano, como cualquier acontecimiento de importancia, no se le escapa al omnisciente prisma del Derecho, y plantea algunas cuestiones, que lejos de ser solucionadas en este breve artículo, no podemos dejar de plantear.

Un tirano es aquél que «sustrae la propiedad de los particulares y la saquea, impelido por vicios tan impropios de un rey como la lujuria, la avaricia, la crueldad y el fraude... los tiranos intentan perjudicar y arruinar a todo el mundo, pero dirigen sus ataques en especial contra los hombres ricos y justos que viven en su reino, consideran el bien más sospechoso que el mal, y temen como a nada precisamente esas mismas virtudes de las que carecen... los tiranos expulsan del reino a los mejores con la excusa de que ha de rebajarse a quienquiera que destaque sobre el resto... dejan exhausto al pueblo para que no pueda reunirse, exigiendo casi a diario nuevos tributos, promoviendo disputas entre los ciudadanos y empalmando el fin de una guerra con el comienzo de otra. De situaciones así surgieron las pirámides de Egipto... el tirano no puede menos de temer que aquellos a quienes esclaviza puedan intentar derrocarlo... por eso prohíbe que los ciudadanos se reúnan o formen asambleas o discutan en común los asuntos del reino, arrebatándoles con métodos propios de policía secreta la ocasión misma de hablar o escuchar con libertad, impidiendo incluso que puedan expresar sus quejas libremente...».

Obviamente, bien se habrá percatado el lector, estas palabras no son propias sino de un ilustre clásico español, Juan de Mariana. Las palabras del inmortal jesuita nos confirman, por si acaso alguien pudiera tener duda alguna, que Gadafi era un tirano. Virtud de las tesis del autor, creador de la doctrina del “tiranicidio”, Gadafi bien pudo acabar sus días de la forma más conforme al Derecho Natural. Sin embargo, y no sólo por haber pasados largos siglos desde esta afirmación, la opinión aquí defendida no puede sostener a ultranza la consecuencia “lógica” de una interpretación “mariánica” de estos hechos.

Más allá del prisma de quien analiza los hechos, debemos observar quiénes realizaron estos hechos. Los verdugos del dictador no le hicieron saber que iba a pagar sus crímenes con una ejecución sumaria. Los asesinos del sátrapa invocaban a Alá, mostrando cómo el islamismo, lejos de haber sido motivo por el que Occidente ha ayudado al derribo del general, es una de las opciones, que en puros términos democráticos, parece estar abriéndose puertas.

La doctrina de Mariana, tan presente en el subconsciente de la psique occidental común, no es aplicable al caso. Los presupuestos que impregnaron al jesuita, más allá de Aristóteles o los Evangelios, no han sido invocados mentalmente por los verdugos de Gadafi, no pensando en ningún momento en términos de justicia, sino de venganza. La “cruzada por una democracia global” que tanto mencionó el Presidente Bush vuelve a caer en el ridículo, tal y como ya lo hiciera con Sadam o Bin Laden. Los crímenes de la Alemania Nazi, si bien no en plenitud, bien pueden servirnos de ejemplo de cómo hasta el más villano debe ser objeto de juicio (véanse los “Procesos de Nurémberg”). La norma justificadora es premisa inexcusable para todo sistema organizado en torno a unas leyes y un Estado de Derecho.

Para un mundo globalizado, nominalmente construido en torno a unos derechos y libertades irrenunciables, hubiera sido necesario el juicio de los tres villanos. Más allá del morbo, en buena parte periodístico, de oír a Gadafi dando la lista de todos los beneficiarios de sus interesadas dádivas, hubiera sido todo un ejemplo para la ciudadanía, una muestra de cómo los jueces son siempre pieza clave en el engranaje, no prescindible. La lucha nominalmente a favor de los derechos humanos y de la justicia se está convirtiendo en una gran parodia respecto a los objetivos inicialmente perseguidos.

El asesinato inmisericorde del sanguinario líder derrocado es una flecha afilada que ataca frontalmente a una eventual, y necesaria, pedagogía del Estado de Derecho. No deja de ser una muestra de cómo los países ocupantes de Libia no están interesados por crear un Estado fuerte, socio privilegiado y próspero que sepa aprovechar justamente sus recursos. La pedagogía indispensable para ejercer la democracia falta, y tampoco va a ser fomentada. Es mucho más fácil negociar con cuatro jefes tribales analfabetos que con un loco tirano, aunque débil y manejable.

Tremendamente gráfico es enterarse de cuánto se parecieron los ejecutores de Gadafi a los bonobos (o chimpancés pigmeos)... sodomizaron al líder derrocado antes de ser ejecutado. ¿Furia incontrolada o “derecho al tiranicidio”? Soluciones así, aun con Hitler o con el Diablo, no dejan lugar a dudas del porcentaje de material genético que compartimos con nuestros primos primates... aunque, tampoco esto, sea visto así por el islamismo.

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Teoria/practica/tiranicidio/elpepisoc/20111028elpepisoc_1/Tes horas después de publicar mi post... sacan esto en ElPais, muy concorde con las tesis de este artículo.

Imagen: "El Día del Juicio Final", Musées royaux des Beaux-Arts de Belgique
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lunes, 26 de septiembre de 2011

Poesía paras las Fiestas de Anguita 2011

Os paso el texto que he compuesto para las fiestas de mi pueblo. La foto de las "Peñas de Ratilla" tuneada por mi buen amigo Vicen, es de lo mejor del texto. ;-)


El resto del programa lo podéis consultar en:  http://canton-anguita.blogspot.com/2011/09/programa-de-las-fiestas-de-anguita-2011.html

sábado, 3 de septiembre de 2011

Popurrí de actualidad


Guerras evitadas y nuevas potencias haciendo ostentación.

En el mundo occidental, cuanto menos en la región mediterránea, un gran indicio de independencia soberana y geopolítica es el grado de descontento que un país, oficialmente, puede tener frente a las acciones del gobierno de Israel en Palestina. Es un tema delicado y espinoso, una auténtica patata caliente que ningún político racional puede atreverse a tocar sin riesgo a ser quemado.

Desde tiempos del esplendor otomano, Turquía jamás había mostrado un potencial tan evidente. Su “conflicto diplomático” con Israel así lo demuestra. Se trata de uno de los Estados con mayor potencial militar, e incluso, se plantea iniciar una carrera espacial en solitario. Más allá de los problemas “religiosos”, cada vez es más evidente que Turquía (ese país soberano que se atreve a contradecir a Israel) no entró en la Unión Europea, ni lo hará, porque de hacerlo Francia y Alemania deberían compartir la dirección del superente. Si a todo ello le sumamos los “millones” de turcos que habitan el gigante germano... la razón resulta algo evidente. Pese a no estar en la UE, es de esperar que el elevadísimo grado de integración de los turcos en la estructura político-económica occidental evite que existan problemas serios de conflicto de intereses, ¡qué decir con armas!.

El “neo-imperialismo” franco-alemán no sólo se manifiesta en su capacidad de cerrar las puertas a Turquía. El invento del euro, por lo demás beneficioso para España (todo sea dicho) es una muestra más, lo mismo que la capacidad para manipular cifras de déficit y paro, o de imponer medidas a los países sureños, tan mal vistos por la opinión pública de esos países.

En cuanto a Francia, y Reino Unido, la UE ha evitado un conflicto actualmente, entre muchos posibles, materializando su función de límite a los conflictos entre países europeos. El interés interesado, y nada comunicado, de Sarkozy y Cameron por los pozos petroleros de Líbia choca frontalmente con las prerrogativas que tuviera Italia sobre el territorio, como antigua metrópolis. La consideración de la UE como “enano político” permite que existan intereses contrapuestos dentro de la propia Unión, pudiendo decirse que la misma, tiene como gran éxito en su palmarés ser capaz de fagotizar eventuales conflictos entre Estados europeos.

La perversión de los medios: los goles de Raúl y el español en la escuela pública catalana.

La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”. Así comienza la célebre obra de Jean-François Revel: “El conocimiento inútil”. La cantidad de información que tenemos a nuestra disposición es algo más que exorbitante y excesiva. Más allá de saturarnos de conocimientos, fomentando la creación de opiniones propias, los medios de información se han convertido en instrumentos de poder y sujeción más efectivos que las propias armas. La mentira, dice bien Revel, es la gran fuerza que mueve la opinión pública, y por ende, la conciencia ciudadana global. Les pondré un ejemplo.

Ayer mismo, mientras cenaba, tuve ocasión de leer el siguiente titular en las noticias de TV3 (canal autonómico catalán), algo así como: “el Tribunal Superior de Justicia impone el castellano en las escuelas”. Este titular nos remite al franquismo, al gran ogro interiorizado que siempre es efectivo entre la población. El titular, del todo incierto y manipulador, poco tiene que ver con el titular que pone el mismo canal en su web, mucho más conforme con la realidad de los hechos: “El TSJC da dos meses para que el castellano también sea lengua vehicular en las escuelas”. Que un ente de comunicación público utilice discursos tan diferentes (en uno habla de “imponer”, en otro de “compartir” la consideración de lengua vehicular, todo ello conforme con una sociedad bilingüe) nos da un buen ejemplo de la afirmación, por lo demás exacta, del gran Revel.

Los medios de comunicación tienen una gran potencialidad para dañar la convivencia y manipular la opinión pública, tanto activa como pasivamente. Desconozco si fue esa la finalidad de quienes lo propusieron, pero no deja de ser impertinente que Raúl (el célebre exjugador del Real Madrid) haya sido finalista del premio Príncipe de Asturias de los Deportes (uno de los premios más relevantes mundialmente, tras el Nobel, y a mucha distancia). En un paradigma donde impera el fútbol de la factoría blaugrana, donde los jugadores insignia, tanto del Barcelona como de la Selección Española, son Xavi e Iniesta, no deja de ser una provocación honrar al jugador que, precisamente, dejó la Selección Española (por no ser llamado, no por voluntad propia) justo antes de que ésta, con Luis Aragonés como Seleccionador, empezara a ganar títulos.

Lo digo y lo reitero, las contingencias partidistas en el mundo del fútbol son mucho más efectivas, para mal, entre la población, que los mitines de partidos secesionistas. Un partido Barcelona-Real Madrid con medidas arbitrales claramente a favor de los blancos en vísperas de una elecciones catalanas bien puede incrementar, más que notoriamente, el porcentaje de votos independentistas. Me pregunto si mi psique animal, su parte tribal e incontrolada, no hubiera sido capaz incluso de plantearse la independencia si le hubiera sido concedido el Premio Príncipe de Asturias a Raúl... Confio en que mi parte racional me hubiese frenado en un pensamiento tan calamitoso.

Un lugar cercano tras Laponia: la España despoblada.

Una pequeña vuelta por Francia rápidamente nos muestra cuál es una de las mayores diferencias entre los países galo y español. Desde Perpiñán, Francia es un país en “tela de araña”, la población se halla dispersa por todo el territorio, habiendo sólo una gran metrópolis, París, 2-3 ciudades grandes (Lyon-Marsella-Lille) y un gran tejido rural con una densidad de población aceptable. En Francia la agricultura “da de comer”. No es extraño ver a franceses que viven rodeados de vacas y hortalizas, conectados a intenet con la mayor velocidad y con un gran supermercado a una distancia más que razonable. La vertebración, que no integración, del territorio en Francia creo que es un éxito.
España, por contra, es un país de ciudades y páramos. Tenemos una gran metrópolis cada vez más cercana a París y Londres, Madrid, una gran urbe metropolitana con cuasi la misma población y mayor potencial industrial y turístico, como es Barcelona, y “muchas” ciudades-áreas metropolitanas que superan con creces el medio millón de habitantes: Sevilla, Zaragoza, Valencia, Bilbao, Gijón-Avilés-Oviedo, Elche-Alicante-Murcia, Málaga... Junto a estas grandes urbes no tenemos más que campos despoblados donde la gente apenas puede medrar con la agricultura y la ganadería y donde las comunicaciones, sea por internet o carretera, son precarias. España, país “potencia” en cuanto a extensión de territorio, sin embargo, es capaz de tener una región, la Celtiberia histórica, que se aproxima a Laponia en cuanto a densidad de población...

La zona que engloba, Soria, la mayor parte de Guadalajara y Zaragoza, Teruel, sur de Burgos y de la Rioja y Cuenca es una de las zonas menos densamente pobladas de Occidente. No hay ninguna gran urbe y las carreteras son precarias. La producción agrícola, además de ser difícil por lo extremo del clima (con oscilaciones térmicas propias de Siberia) es poco fomentada por la UE, que parece estar más pendiente de los agricultores franceses. Vivir en Molina de Aragón, Anguita, Ateca, Cervera del río Alhama, Coruña del Conde o Tarazona es, cuanto menos, arriesgado socialmente. Uno tiene que resignarse a tener a la “civilización urbana” a una cierta distancia, sin supermercados próximos, sin grandes centros de comercio, industrias, cines, parques de ocio o, por así decirlo, fuentes de progreso. España no puede entrar en una carrera espacial o de lucha por el Ártico o el Antártico... ¡bastante tiene con “repoblar” la Celtibera!

Imágenes:
1) Bandera turca gigante fotografiada desde el Bósforo (foto del autor).
2) Sculpture: Kommunikation (1986) by Heinrich Brockmeier in Herten/Germany (Commons).
3) Molina de Aragón (foto del autor).

lunes, 1 de agosto de 2011

"El olor de los pedos" (reflexiones evolutivas)

No hace mucho tuve la suerte de leer algunos fragmentos de la obra: “Soy un gato”, de Natsume Soseki. Sin lugar a dudas, lo que más que me atrajo de ese libro fue el hecho de que antaño soñara con escribir un cuento “ecologista” donde el narrador fuera un lince ibérico que reflexionara sobre la idiotez humana, en persona y comportamiento. ¡Mira por dónde, alguien mucho más reconocido escribió algo parecido, también con un felino, adelantándoseme!
Algunas de las reflexiones gatunas que tuve ocasión de leer son de lo más sugerentes. En general, la tónica es la de criticar la renuncia humana a las características que la Naturaleza nos ha brindado como especie. La excusa me sirvió para reflexionar y recordar algunos pensamientos que en muchas ocasiones me vienen a la cabeza, no pensando como un gato, pero sí con cierto sigilo mental felino y vergüenza, que la ocasión hace que quiera plasmar por escrito. Sin ánimo de reducirme a lo coloquial, pero con ansias de incentivar una reflexión sobre algo plenamente mundano, me atrevo a hacer la siguiente afirmación: ¿se han fijado que no todos los pedos huelen iguales? Sin risa, y con intento de usar un “bisturí” científico, que no penetre en la materia física sino en lo que connota, me gustaría sugerir que prueben de “oler” un lavabo propio (de ser hombres) antes y después de haber pasado otro hombre por él. Pruébenlo después con su mujer, ¿son las mismas sensaciones? ¿los mismos “olores”?.
Generalmente, los animales carnívoros, u omnívoros, producen unas heces más olorosas. No es de extrañar que muchas especies las utilicen con “otros propósitos” que los meramente evacuatorios, particularmente, para delimitar su territorio. Dejando a un margen la polisemia del término “mojón”, no puedo dejar de pensar en que nuestros olores más íntimos quizá tengan algo de “identificativo”. Con todo, no puede desconocerse que nos encontramos ante uno de los ejemplos más claros, y olorosos, valga la broma, de cómo el ser humano “ha renunciado” a características dadas por la evolución, en pro de una “evolución cultural”, que en no pocas ocasiones ha inhibido buena parte de nuestras particulares adaptaciones físicas. Ello, incluso, ocurre muy especialmente con las funciones de uno nuestros sentidos.
No será nada innovador decir que la nariz es nuestro sentido más abandonado. En comparación con el resto de mamíferos, la nariz no pasa de ser una protuberancia en la faz que guarda, ínfimamente, alguna utilidad en casos extremos. La higiene, por otro lado recomendable, ha acabado con nuestro “hedor” personal, haciendo que perdamos la “adaptación biológica” de ser capaces de identificarnos por el olor. Quizá queden vestigios de ello en nuestro “poco agradable” ejemplo anterior, quién sabe.
El eminente biólogo inglés, Desmond Morris (autor de “El mono desnudo”) es el autor de algunas de las observaciones evolucionistas más llamativas (entre las que se encuentran buena parte de las vertidas en este artículo). Morris defiende que la función de nuestra nariz es, en cierto modo, eminentemente sexual. Dado que hemos conseguido prescindir, cuasi totalmente, de nuestro sentido del olfato, no deja de ser paradójico que la evolución nos haya dotado de preeminentes narices (algunas superlativas, como dijera Quevedo). Poniendo el ejemplo de una especie africana de babuino, los gelada (que tienen “señales sexuales”, en forma de colores, tanto en sus genitales como en sus pechos), el insigne científico opina que tal vez nuestra nariz sea una “señal sexual”, guardando correlato con nuestro pene.
Sea a través del desuso de partes de nuestro cuerpo, sea a través del abandono de la percepción de señales naturales antaño usadas (campo magnético por poner otro ejemplo), el cambio de “animal común” a “animal cultural” es más que evidente, evolutivamente hablando. Si bien, nuestra cultura no queda jamás totalmente al margen de nuestra naturaleza congénita, nutriéndose de ella en no pocas ocasiones.
Quizá coincidiendo con algunos psicoanalistas (pero sin reconocerles la consideración de “científicos” infalibles), cabe decir que muchas manifestaciones sociales del humano de hoy en día tienen un trasfondo fálico que obviamos. Sea a través del típico corte de mangas, con la apertura de la botella de cava en una celebración (similar a una eyaculación), con la forma de las guitarras (sean españolas o eléctricas), o con el diseño de los coches deportivos, el trasfondo “sexual-natural” parece presente. ¿Nos desvinculamos de lo naturalmente predeterminado o, simplemente, evolucionamos, como todo ser en este Mundo, sin apenas darnos cuenta, dejando en vigor, camuflándolo, aquello que la Naturaleza nos regala en tanto que predeterminado?
* Sobre la segunda imagen: sujeta a GNU Free Documentation License.

sábado, 2 de julio de 2011

El Ártico "entre visillos".

Tendemos a ver en la inmensidad del Espacio, aquello que quizá tengamos más cerca. La Ciencia Ficción, siempre tan interesante en lo que a previsión geopolítica y científica se refiere, se centra en viajes a la Luna, Marte u otros planetas, como si nuestro planeta Tierra fuera ya un territorio sin nada que poder colonizar. Hizo falta la gran labor divulgativa del “viejo” Cousteau para que el gran pública abriera sus ojos hacia el Mar, ese gran desconocido que impera en el espacio físico terrestre. ¿Hará falta que llegue la “realidad política” para que el gran público mire hacia el Ártico y la Antártida? Centrémonos en el primero.
La desaparición de los polos es motivo productor de “lágrimas de cocodrilo” entre la élite dominante. Como si de los pastos del lejano Oeste americano se tratara, la apertura de un nuevo continente (Antártida) y de un vasto espacio marino (Ártico), anuncian negocio y enriquecimiento para las potencias hegemónicas.
El Ártico contiene preciados recursos. No importando ni osos polares, ni belugas o focas de casco, el oceáno Ártico es por todos sabido que tiene petróleo, gas, oro y otros minerales de gran interés. Las discusiones en torno a la propiedad de los terrenos árticos están presentes en el debate geopolítico global, sólo que no transcienden al gran público. Da la sensación, una vez más, de que existen temas de sumo interés que no son analizados por la comunidad internacional. Temas que interesa que queden, como dijera la Gaite, “entre visillos”.
El 2 de agosto de 2007, una expedición rusa reclamó haber colocado, exitosamente, una bandera rusa en el fondo del Ártico (plantando una cápsula de titanio). Cabe decir que nadie vio en ello un parecido con la declaración que hiciera Cristóbal Colón reclamando la propiedad de las Indias para la Corona castellana. Nada más lejos de la realidad, lo que entonces fue un hecho debatido, hoy totalmente admitido, hoy ha sido (pese a seguir los “tratados” en la materia) un hecho interesadamente ninguneado. Siberia y su entorno han pertenecido a Rusia mientras fueron hielo y renos, ahora, el Círculo Polar Ártico interesa.
La propiedad del fondo ártico es un conflicto latente, de muy difícil solución. A nivel pequeño pueden verse ciertos paralelismos con los conflictos derivados de la discusión en torno a la propiedad del mar Caspio (problema que enfrenta a Azerbaiyán, Irán, Rusia...). Los criterios seguidos por las partes implicadas, una vez más, difieren, y no es de esperar que se llegue a una solución paccionada equitativa, si es queda algún atisbo para la apropiación.
En lo que al “conflicto ártico” se refiere, las partes colindantes implicadas son: Canadá, EEUU (vía Alaska), Noruega, Rusia y Dinamarca (mediante Groenlandia). Todos estos países tienen reconocida un área económica exclusiva de 200 millas al norte de su costa ártica, establecida bajo leyes internacionales. Sin embargo, Rusia ha efectuado un movimiento “de apropiación” (o de “reconocimiento”, según la postura que uno adopte) reclamando los derechos sobre un área mucho mayor. Para Rusia el Polo Norte les pertenece dado que se trata de una extensión de su propia plataforma continental (Dorsal de Lomonosov). Rusia ha planteado el tema a la ONU, si bien, y este es un dato capital, EEUU no ha reconocido la Convención sobre el Derecho del Mar. Una vez más, dejando el “espejismo chino” (que sólo es una potencia en lo económico, y por ende, político en parte) a un lado, el conflicto entre los dos grandes bloques hegemónicos, cuanto menos en lo armamentístico, es evidente. Rusia y el Imperio de EEUU (Occidente) se rifan un terreno virgen.
Los movimientos de unos y otros están produciéndose, sólo que al margen de la luz y los taquígrafos. No sabemos cuándo estallará la chispa, o si lo hará en algún momento, pero es evidente que el tema es preocupante, demostrándose, una vez más, la irrelevancia total de un supuesto “poder equitativo global” encarnado por la ONU. En relación con todo ello, y como cuestión para el análisis, sospecho que el “caso islandés” no es ajeno a la controversia.
Los “indignados” de Puerta del Sol (Madrid) y de Plaza Cataluña (Barcelona) citan continuamente el ejemplo de los “vikingos” de Reykjavík como modelo a seguir. “¡Islandia se opone a pagar las deudas que han contraído sus políticos! ¡El pueblo islandés se ha revelado contra los poderes económicos!” se dice. Sin embargo, las sumas elementales, y algún que otro razonamiento deductivo, me hacen dudar de este “buenismogeneralizado en torno a Islandia.
Les facilito unos datos y una opinión personal. Los datos son que Islandia se halla justo en el margen del Océano Ártico (cerca del Polo). Se trata de un país de tamaño considerable pero muy escasa población (poco más de trescientos mil habitantes). Rusia ha concedido “desinteresadamente” un millonario préstamo a Islandia. Rusia es la principal interesada en el “tesoro ártico”. Gozando del favor, y privilegios sobre Islandia, los rusos tienen una punta de lanza a su favor. Con dar una porción minúscula de sus beneficios a Islandia se conseguiría que los “pobres” vikingos fueran millonarios con el acuerdo. ¿Soy muy mal pensado si creo que los movimientos en Islandia forman parte de una táctica rusa para hacerse con el “control” del país y su zona?
La verdad no sale en los telediarios, ni la puede saber nadie con certeza, pero las especulaciones, en un país libre, deben poderse hacerse, y en mi opinión, es muy saludable que SIEMPRE se hagan. Lleguen ustedes a sus propias conclusiones, pues son cabezas pensantes.

sábado, 4 de junio de 2011

Asclepio

Zalakín entró en aquella suerte de tétrico edificio clavado entre las rocas. Riscos y quebradas hacían que su destino se encontrara en absoluta armonía con todo aquello que le rodeaba. Sin lugar a dudas, era el lugar que le había indicado su abuelo. Cogió, una vez más, aquel trozo de corteza donde estaba escrito el enigmático nombre sagrado. No sabía bien bien qué sería aquello que le aguardaría en aquel templo de rocosos sillares. Las hiedras salvajes sacaban pequeñas hojas negras entre grandes troncos decadentes. La sala por la que el pequeño duende bellotín transitaba carecía de mayor limpieza que la brindada por las ventiscas que, hasta allí incluso, soplaban con frecuencia.
Pese a ese punto tétrico, que hace distinguir a lo real de lo propio de Imagina, el lugar gozaba de aires de santidad. Las estalactitas y estalagmitas de diamante apuntaban todas hacia un mismo centro equidistante. Zalakin se adentró por el pasillo que las luces fluorescentes de éstas iluminaban. Para su sorpresa, allá no encontró trono, altar o grimonio alguno. Destrozada, partida por los años y las ventiscas, yacía una estatua humanoide de pálida tez blanca.
Zalakín extrajo el trozo de corteza de su zurrón, y con alta voz, cual tenor o Cicerón, pronunció las mágicas palabras que su abuelo le había entregado. ¡Asclepio! Los trozos de blanco mármol comenzaron a rodar mágicamente. Uno a uno, la estatua comenzó a rehacerse tras largos siglos de letargo. Todo el cuerpo fue tomando forma hasta que una cara, imponente, de mirada soberana, surgió de entre lo que, hasta aquél entonces, sólo habían sido restos de una antigua estatua.
No cabía duda de que aquélla era la divinidad que estaba buscando. Sabiendo de sus dudas, el dios Esculapio comenzó a escudriñar las neuronas del duende. Una a una hizo terapia de sus dudas, y sin magia ni hechizo alguno, consiguió conjurar realidad en un duende, Zalakín, que habita en un mundo donde todo es imaginado. No quísole dar riquezas, pues aunque no soñara con ellas, de dárselas le haría avaricioso. No le concedió un mejor porte, pues la esencia de su persona se distorsionaría con la de imponentes bárbaros musculados y seductores elfos rondanoches. Tan si quiera le concedió un amuleto, un pergamino o un mero escudo protector.
Zalakin salió del templo sin magia, pues ya tenía, pero sí con lo más valioso en aquel mundo, tan improbable de encontrar en su universo paralelo. El dios Asclepio le reconoció una educación, el mayor poder que jamás pudiera tener un ser humano. Le afirmó al duende que era lo único que compartía valor en su mundo y en el de la Realidad. Le aseveró que nadie podría darle aquel don, y que al tenerlo, sólo podía reconocerle su dicha. Zalakín salió del templo con dos armas para su eterno viaje: conocimiento y autoestima. Ni la serpiente que rodeaba al dios, ni el liso mármol que le constituía se quedaron recompuestos. La marcha de Zalakín no les daba motivos para sobrevivir, su labor estaba hecha, después de miles de siglos, alguien había recordado los escritos clásicos... siendo listo y honrado, aprovechando lo que las deidades de Imagina sellaron en letras de bismuto.
Foto: célebre estatua de Asclepio (Esculapio romano), en Ampurias. Foto del autor (y gracias al conductor).