lunes, 31 de marzo de 2008

Psicólogos y psiquiatras: binomio incomprensible

Existen multitud de clases hipotéticas a las que todos creemos haber asistido. Pocos negarán su presencia escolar durante las primeras horas lectivas de cálculo (mediante sumas y restas), los tipos de diptongos, la conjugación del pretérito pluscuamperfecto o los reinos en los que se organiza la Vida en nuestro Planeta. Seguramente también consientan en reconocer que saben asimilar a cada producto con un comercio donde se vende, a un médico con la especialidad a la que se dedica. Muchos llegarán, incluso, a recordar las palabras que utilizaban como sucedáneo a otorrinolaringólogo (a mí me lo ha tenido que corregir Word ortográficamente), o las diferencias entre un médico de cabecera y un médico de la cabeza. Seguramente a alguien le suene la distinción entre psiquiatra y neurólogo, entre ellos y el psicólogo. No sé si, como dirían los de mi generación, aquel día me perdí “Barrio Sésamo”, pero la verdad es que jamás he acabado de comprender cuál es la gran diferencia entre ambas profesiones. Unos se centran en los pensamientos, otros en el cerebro; nominalmente unos dominan las causas, los otros los resultados. Dentro de una concepción empírica de todo lo naturalmente biológico, el cerebro es el órgano tratado por ambos cuerpos “médicos”. ¿A qué se debe su distinción?

Siguiendo con el símil, al odontólogo se le asimilará con muelas “carientas”, al oculista con los más variopintos tipos de lentes, mientras que al psicólogo se le ligará el diván, y al psiquiatra las pastillas. Las externalidades, dirían los economistas, tienen sustanciales consecuencias en el análisis de las causas. Yo, a mi humilde entender, opino lo mismo. Que a lo médico se le asigna el medicamento es obvio, pues son estas sustancias (droga) quienes interactúan dentro de nuestro metabolismo, teniendo consecuencias beneficiosas, y alguna otra secundaria. Un médico es, ante todo, un sujeto obligado por su “lex artis”, un profesional cualificado que tiene en sus manos la salud, es decir, la vida de sus pacientes. No puede utilizar el título médico quien no lo es, pues a la vez que intrusismo profesional, ¡sería causa de peligro público! En verdad, visto lo visto, no acabo de convencerme del porqué se sigue discutiendo la pertenencia del psicólogo al campo semántico de lo médico.

Para todo aquel que escribe en un blog, en un diario (personal o público) o en una revista, un buen libro es aquél que le invita a ejercitar su deporte más preciado, aquel desinteresado objeto que brinda ideas por el más caro precio: el tiempo. La lectura no es un pasatiempo sino una inversión, más aún si se tiene la suerte de poder disponer de magníficas obras de referencia, títulos escritos por aquellos que sostienen, o sustentan, la condición (por lo demás profundamente subjetiva) de ser considerados como sabios. Eric Kandel es una de esas personas. Cada lectura, sea diagonal o aleatoria, de su libro: “En busca de la memoria”, me repara gratas reflexiones y pensamientos.

Dice Kandel que “en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, bajo la influencia del psicoanálisis, la psiquiatría dejó de ser una disciplina médica experimental estrechamente vinculada con la neurología para transformarse en una especialidad no empírica, cuyo eje de interés era el arte de la psicoterapia. (...) El psicoanálisis había creado un método novedoso para estudiar la vida mental de los pacientes, que se fundamentaba en la asociación libre y en la interpretación. Freud enseñó a los psiquiatras a escuchar atentamente a los pacientes y a hacerlo de una manera inédita. Ponía el acento en la sensibilidad ante el significado manifiesto y el latente de lo que el paciente expresaba. También ideó un esquema provisorio para interpretar lo que, en caso contrario, podían parecer manifestaciones inconexas e incoherentes”. Por más que halla quien integre ambos métodos (psicoterapia y psiquiatría) no hay que perder el Norte. El cerebro es el órgano padre, o madre, de toda ciencia cognitiva. Todo remedio a síntomas o enfermedades fracasa sino se refiere a él, en tanto que órgano soberano a la vez que parte. Una buena ciencia sanatoria de nuestras eventuales anomalías nerviosas (psíquicas) debe centrarse en él, como bien recoge Kandel. La psicología que se centra en el ejercicio del cerebro es un arte que brinda grandes resultados, de la misma forma que el entrenador de gimnasio es bueno para nuestros músculos o los profesores de matemáticas para nuestra capacidad de cálculo. De la misma forma que ni los primeros ni los segundos son médicos, tampoco pueden serlo los psicólogos. Creo que la especialidad psiquiátrica, legítima profesión dentro de la Medicina, se lleva la fama de “loqueros” y “manipuladores mentales” cuando, en realidad, son los médicos, en exclusiva, para el cerebro. Ciertamente, al igual que uno puede aprender a ser su entrenador personal, existen remedios que pueden llegar a evitar tener que pisar la consulta de un psicólogo (profesional demasiado ligado al dinero, por más que no lo cubra la Seguridad Social). Sin lugar a dudas, uno puede ser también su psiquiatra, ¡sólo que no es demasiado recomendable!

Siguiendo con Kandel, no deben buscarse los problemas en dimensiones metafísicas. Las ciencias deben imperar como método, buscando la generalidad de la enfermedad, tal y como pueda hacerlo el resto de la medicina respecto al cáncer o al catarro. Debemos enaltecer más a Ramón y Cajal y dejar de utilizar a Freud como la panacea contra todos los males de nuestra psique. Los filósofos también son una profesión digna, a la que se han dedicado, y dedican, grandes genios, no por ello dejan de ejercitar nuestro cerebro, sin necesidad de apellidarseBucay” o pretender ser “superior” en salud mental... ¡y recibir la consideración de médico!
  • Primera ilustración: Skulls from Vesalius' De humani corporis fabrica (1543). / Segunda ilustración: Autorretrato de Cajal en su laboratorio de Valencia.

sábado, 29 de marzo de 2008

"La conspiración del pingüino": beneficios del Cambio Climático

ποταμοις τοις αυτοις εμβαινομεν τε και ουκ εμβαινομεν, ειμεν τε και ουκ ειμεν τε En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos [los mismos]

en Diels-Kranz, Fragmente der Vorsokratiker, 22B12

Poca duda cabe de que nos encontramos ante un cambio de paradigma. Los EEUU pierden credibilidad en un mundo globalizado, virtud de sus penosas actuaciones en Irak, Afganistán o en la gestión de su propio huracán Katrina. La “selección natural” que se interrelaciona con la geopolítica hace que la esfera pública internacional se regenere, surgiendo individuos más peligrosos, adaptados, especializados, aptos en definitiva, para los nuevos tiempos. España, por primera vez en mucho tiempo, ve el cambio desde primera línea de fuego. La siderurgia de Bilbao o Avilés, las industrias de Mataró y Elche o el emporio de manufacturas ibéricas variadas, entran en crisis, o desaparecen, ante el empuje de nuevas, y vitales, economías en desarrollo. Todo el mundo tiene en su mente a India o China; sin embargo, pocos son los que reconsideran la posición de países a los que llega el “progreso”, cuanto menos económico, en una hora más tardía de la que nos llegó a nosotros. Me refiero a esas nuevas potencias “de segunda fila” y gigantes envelados por la mentira y la información interesada. Países como Brasil, Argentina y Venezuela, Turquía, Egipto, Pakistán, Indonesia o Nigeria están adquiriendo sus propias credenciales para ser consideradas como países dignos de mención y cita en todos los organismos internacionales de relevancia: se llamen Consejo de Seguridad de Naciones Unidas o Fondo Monetario Internacional.

La inmisericorde partida de ajedrez que rige nuestros designios (quizás como correlato de un inevitable universo caótico) se vuelve a jugar como nunca se ha dejado de hacerlo. Si me apuran, se han cambiado, o modulado, las fichas. Si otrora fueron Roma y Cartago, España y los otomanos, Inglaterra y Francia, ahora lo son otros colores como EEUU, China, India o la renaciente Rusia. En un mundo siempre cambiante, ya lo enunció Heráclito de Éfeso, se suceden las fichas cambiando, siempre, el mismo tablero. Los enclaves de luchas y disputa no son siempre los que parecen. Los medios se centran en unos lugares y ópticas condicionados. Es por ello que, hoy más que nunca, es importantísimo seguir las fuentes comúnmente conocidas como alternativas. Seguramente estén igualmente, o más, condicionadas por sus ideologías pero también es cierto que toman prismas diferentes con resultados diversos. Son pocos los reportajes documentales, y libros de grandes editoriales, que se refieren a los escenarios, que a mi modo de ver, más se están disputando actualmente. La tríada de la discordia no es tan difusa como pudiera parecernos en un primer momento. África y los dos círculos polares (Ártico y Antártico) son los nuevos tableros, no siempre tenidos en consideración.

Algún días he soñado con publicar un libro que se titularía “La conspiración del pingüino”. Individuos como Al Gore se empecinan en mostrarnos cuán malos somos, cuánto contaminamos y abusamos de la madre naturaleza. Esta opinión no deja de ser posible. Que el hombre abusa de la naturaleza es algo que siempre nos ha definido como especie, y constituye el núcleo duro, se quiera o no, del concepto conocido como “civilización”. Opino que el cambio climático sí beneficia a algunos. El catastrofismo existente, pero tan impredecible como inevitable, siempre viene de la madre naturaleza, bien lo saben los mamuts o los propios dinosaurios. No obstante, el resultado material del cambio del clima es un aumento desproporcionado de los campos susceptibles de explotación económica.

Desde “Galatea de las Esferas” me llegó una noticia de lo más indicativa: la compañía norteamericana “Barrick Gold” (de la que forma parte Bush padre) pretende explotar una reserva medioambiental de primera magnitud como son los glaciales de Pascua-Lama en Chile, pues la descongelación de las grandes masas de hielos está mostrando al mundo una gran reserva de oro, plata y demás minerales preciosos. Es presumible que algo así acaezca en la Antártida propiamente (si no se sabe ya) y en diversos lugares del Círculo Ártico (donde Rusia ya ha iniciado maniobras de explotación de copiosos yacimientos).

África es un continente merecedor de un análisis a parte, dejémoslo para otro artículo, pero es igualmente cierto que se trata de continente virgen donde queda mucho por explotar. De hecho, las tierras natales de los Estados hegemónicos (véase también nuestra Península) han sido explotadas desde tiempos antiguos sin haberse agotado del todo sus recursos. Si estos lugares disponen de recursos equiparables... ¿cuántas guerras, enriquecimientos y hegemonías nos quedan por sufrir dentro de nuestro propio Planeta?

Origen de la primera imagen: Chini Open-pit copper mine near Silver City, New Mexico Segunda imagen: Penguin & Gulls, Strait of Magellan. Ambas sujetas a: GNU Free Documentation license

miércoles, 26 de marzo de 2008

La poética del túnel

Ya me dijo mi tía que vigilara con el túnel. Imaginar peligros para el ajeno es pocas veces señal de escaso cariño. No sé si me llevó a Granollers, Argentona, a Ítaca o Fantasía, el túnel es una joya que se disfraza de pesadilla. Una paranoia condenada a ser pasajera. Y es que existen túneles prometidos, seductores, oscuros y luminosos; otros confunden, invitan, o se pierden tras las sombras, riéndose a costa del conductor clase turista. Todo túnel es una metáfora, un entrar para no saber cuándo salir, un salir temido como el entrar, un final que llega a temerse, de tanto saborear el principio.

El túnel es poco misericordioso. Los Evangelios no pudieron con tan artificial accidente geográfico, todo es mentira en sus adentros, sólo vence la longitud, lo finito del recorrido. No quisiera pasar por túnel, teniendo posibilidad de autopista. La conducción siempre fue plácida en carriles amplios, asfaltos de cariños y seguridad en la carretera. ¡¿Por qué ir deprisa cuando se pueda transitar en fiesta?!

Pongamos que la montaña es el Destino, el túnel tus besos, la carretera el transitar de los minutos, el miedo a no poder estar tatuado en tus labios, en tus senos, con tu sonrisa y tu piel de terciopelo. Cual vampiro odio la luminosidad de la salida, ese despertar que me dice que todo fue un sueño. Redundantemente, sueño cíclicamente que estoy contigo en la eternidad, para después deprimirme al despertar, al tomar café, al percatarme de que todo es perecedero.

Perecedero en tanto que temporal. La poética de la carretera hace al túnel poeta, contraste entre las gráciles y excelsas paredes que luchan con lo limitado del trayecto. ¡Quisiera poder respirar sin retirar los labios del beso! ¡Profanar el altar de tu efigie, consiguiendo control del reloj, los segundos, tu cuerpo!

Sí tía, el túnel tiene peligro. Entrar implica salir, el momento implica al finito. Sólo quisiera reivindicar a las simples carreteras, lo mundano del vivir, lo excelso del disfrute, lo mágico de tu rostro, acabar con todo miedo, el deseo de entrar en un túnel, que en tanto me conduzca a ti, sea por siempre infinito...
Imagen: Yerba Buena Island tunnel on the Bay Bridge, 1 de Jacob Davies from Oakland, California, USA

lunes, 17 de marzo de 2008

Los héroes de Tito

Es muy curioso observar cuán común es tener la posibilidad de ver filmes sobre la biografía de Espartaco durante las festividades de Semana Santa. Junto a la Pasión de Cristo, el Éxodo de Moisés y la multiplicación de los panes y los peces, toda película ambientada en Roma parece ser pertinente durante estos días, para el total regocijo de quienes aman la historia, especialmente la de los romanos. Sin embargo, no deja de ser curiosa la extraña relación existente entre Cristo y el tracio.

Sin lugar a dudas, a juzgar por los testimonios que nos han llegado, ambos tenían claramente una cosa en común: ser hombres del pueblo. Intentando ir más lejos, no sin cierta osadía, me atrevería a afirmar que el anhelo de ambos fue uno mismo, permanecer vivos en lo eterno del recuerdo, en la gloria de sus gestas y ejemplos de sus actos. En ambos casos nos encontramos ante dos sujetos objeto de alegoría. Las biografías de tan extraña pareja son convulsas y ambiguas. Muy genéricamente podría llegar a afirmarse que han sido estandarizados uno por la derecha, otro por la izquierda. Lo sempiterno de la lucha de clases bien podría justificar la similitud entre ambas vidas. Más allá de la nación, el derecho común, la autodeterminación o la libertad de los pueblos, en ambas vidas medra el ansia de sobrevivir, de libertad, de ser soberano sobre una propia vida. Definitivamente, debemos ser sumamente cuidadosos con lo que leemos o miramos. La verdad no es la verdad, aunque lo digan Agamenón y su porquero. Todo son matices, retales que debemos ir recopilando para tejer nuestra propia manta de conocimientos. Textil condenado a ser diferente del de los demás, ejemplo de cuán necesaria es la libertad de expresión, y ante todo, el respeto.

Tanto Cristo como Espartaco tienen su propia silueta dentro de mis creencias. Ambos son núcleos de los que irradian ideas y convicciones, tantos prejuicios como historias. Es imposible conocer inmunemente a ambos sin ser objeto de interesados matices y tendencias. Espartaco es la metáfora del obrero contra el patrón, el patricio y el esclavo. Cristo es la alternativa frente al orden correcto, la resistencia en busca de gloria enfrentada a la gloria en resistencia. Ambos personajes son víctimas de un, difícilmente estructurable, cambio intertemporal; pese a todo, es necesario hacer el intento.

Quizás Espartaco fuera un asesino corrupto y el Mesías un agitador, podrían buscarse indicios. Sin embargo son abanderados de algo menos infame, no por méritos propios meramente, sino, más bien, por la necesidad del hombre de buscar orden entre el Caos, ejemplo en lo relativo. Pese a las libertades que nos acompañan como ciudadanos del siglo XXI, seguimos siendo vulnerables (quién sabe si más) a lo que opina el resto. Es difícil escribir, más aún publicar, contra “natura”, ser crítico sin perderse en el mal de los sentimientos. La política muchas veces nos aparece como medio controlador más que como alternativa con la que poder controlar nuestros sueños. Ante el conflicto de polos (riqueza-pobreza) muchos anteponen la historia de Espartaco a la de Cristo, como pudiera hacerse con César y Constantino, con Teodora y Justiniano. Las comparaciones tienen más de mítines que de biografías contrastables. Leer fuentes alternativas, a la vez que ser crítico con la “caja tonta”, nos permite contrastar ideas y abonar reflexiones.

Me gustaría decir algo, una vez más, sobre la crisis yugoslava. Curioseando el libro: “Yugoslavia y los ejércitos: la legitimidad militar en tiempos de genocidio”, de Xabier Agirre Aranburu (Editorial Catarata), topo con una información curiosísima, una contingencia de la que nunca me habían hablado. Una grave contraposición entre los valores encarnados (o mejor dicho, que se han hecho encarnar) por Cristo y Espartaco fue la Guerra Civil Española, corral por el que pasearon los gallos de mejores espolones, afinando para la tragedia que fuera la 2ª Guerra Mundial. Dentro de las historias, varias y manipuladas, del conflicto me llama la atención una especialmente mencionada en el libro citado. Unos, aproximadamente, 1.500 combatientes yugoslavos formaron parte de las Brigadas Internacionales, sobreviviendo sólo unos 300. La mayoría de sus conciudadanos cayeron en el frente de Aragón, para pasar a ser ignorados.

Las contradicciones de la historia son mayúsculas, tan variadas y variables como los intereses de quienes la dirigen. Seguramente ni un bando ni otro fue bueno, de ello no tengo dudas, pero sí que creo que unos jóvenes extranjeros venidos de fuera en defensa de unos ideales son dignos de admiración, objetos de agradecimiento. Tito les honraría como a héroes, los “luchadores españoles”, de hecho, el Mariscal colaboró en su reclutamiento, en un principio en defensa de un proyecto pro-ruso, que luego pasaría a ser conflictivo con el soviético. Unos fueron a evitar lo que luego sufrirían sus familias. Fracasaron en preparación y resultados. Murieron por unos ideales no remunerados, que les matarían, en la vida y en el olvido.

A mí (joven criado en democracis) no es eso lo que me enseñaron sobre los serbios, ni tampoco sobre los yugoslavos. ¿Y si Ítaca fueran ellos? ¿La diversidad compartiendo Estado? De todas formas, cerrando ya el libro y el artículo, me ha encantado saber de estos jóvenes mártires que no alcanzaron a ser Cristo o Espartaco. Hasta el momento no me han manipulado suficientemente, por ello, ¡quisiera hacer un breve homenaje a los que soñaron con Yugoslavia (no sin cierta utopía) y la unión de hombres libres! No fueron espartacos en fama, quizás lleguen a serlo, algún día, en el recuerdo...

sábado, 15 de marzo de 2008

La luciérnaga

La vida es un sinuoso camino, un trayecto de curvas y precipicios. Monolitos de quienes antes pasaron quedando en el recuerdo, árboles dadores de maná, un castillo y una ciudad, un Camelot que medra de entre mis sueños. Camino, como antes tantos anduvieron por su riscos y quebradas, en búsqueda de una particular Meca, un lugar al que peregrinar, un recóndito enclave de mi interior, mi propio lugar, mi propia esencia. El camino es misterioso, solo de la oscuridad me salva una luciérnaga, una luz inesperada que me guía a lo largo del tiempo, los minutos, las horas, los días y los meses. Sigo cual lazarillo las órdenes de mi patrón, de mi ayo del enamoramiento, alma y alter ego. Luciérnaga que no conoce metas o misterios, fuente de amor y de bienaventurados sucesos. Tu vuelo me guía, me arrastra, me conduce a Camelot, a tus cabellos, a tu piel y a rubia mirada. ¡Tocan trompetas!, la meta parece cerca. Todo es un esfuerzo de nunca acabar, una lucha por tenerte entre mis brazos, tatuada, inmutablemente eterna. Luz de luciérnaga que a veces para y seduce. Me ilumina por momentos, aconteciendo el momento singular, sempiterno goce motivador de cálido agradecimiento. ¡Honro a los que hicieran algo que condujera a tu descubrimiento! ¡Fueran parcas, titanes, manes con sus lares!

¡Ciudad ideal que yo amo! ¡Destino fantástico que siempre estás en mi cabeza! ¡Camelot! ¡Utopia! ¡Ciudad para Moro, Bacon o Campanella! Tus torres brillan de madrugada, tus rayos resplandecen concibiendo amanecer, antorcha del Futuro que promete lo dulce y excelso, puro postre de placer y sentimiento. Cada cual se genera su mundo, su espacio vital, su idílico lugar para pacer cual amparada bestia, volar como ave o mordeguís, ¡emplumado embajador del más puro Cielo de entre los herejes! Fantasía tiene su oscuridad y luces. Su eterna niebla que desaparece al revoloteo de esa luciérnaga, ese áureo insecto de Ferro y Nuevo. Bichillo de mis amores, ¡caprichosa joya a la que yo tanto quiero!

Todo son espejismos en tu ausencia. Un continuo llegar a Camelot perdido en meta. Una ausencia incompensable sin llamada, sin petición de cita, sin motivo por el que tener ocasión para el abrazo y el beso. ¡Te creo un Mundo si me das la Vida, bajo la Luna y construyo ciudades de plata fina! Déjame tener un resquicio de esperanza buena dentro de mis sueños fantasiosos, ocupa tu trono en mi reino, tu puesto en mi corazón y organigrama.

¡Vuela luciérnaga! ¡Descansa de madrugada! La alondra canta una hora al día, llamando al recogimiento del lecho, al despertar de mañana. Mi mundo sabe algo al respecto, cuál es su astro que invita a abandonar el techo. Adoro al Sol como tantos antes lo hicieron, solo que ese Sol tiene nombres y apellidos, coraza de hierro, fragancia de nuevo...

miércoles, 12 de marzo de 2008

El caso esloveno

Hay dos cosas de las que yo (...) no logro deshacerme, y esto desde hace ya cuatro años y medio, desde junio de 1991, desde el comienzo de la llamada guerra de los diez días en Eslovenia, el pistoletazo de salida para el desmoronamiento de Yugoslavia; dos cosas: un número y una imagen, una fotografía. El número: unos setenta personas perdieron la vida en aquella guerra inicial; pocos, digamos, en comparación con las muchas decenas de miles de las guerras que siguieron. Sin embargo, ¿cómo fue que casi la totalidad de estas setenta víctimas pertenecían al Ejército Popular Yugoslavo, que por aquel entonces pasaba ya por ser el gran agresor y que, superior con mucho en todos los sentidos, habría tenido un juego (¿juego?) incluso fácil con los pocos eslovenos que luchaban por la independencia? (...) ¿Quién se lió a tiros con quién? (...) Y la foto de la que hablaba la vi luego en la revista Time: un grupo de eslovenos, no especialmente compacto, con vestimenta de guerra ligeramente fantástica, presentando con pancarta y estandarte la recién creada República”.

Peter Handke, “Un viaje de invierno por los ríos Danubio, Save, Morava y Drina”

A todo buen aficionado al baloncesto le sorprenderá el “caso esloveno”, ese Estado (“nación”) capaz de llevar a competiciones internacionales un equipo plagado de NBA’s, teniendo una población que escasamente sobrepasa los dos millones de habitantes; nada más cercano a la realidad, los Lakovic, Vujacic, Nesterovic, Nachbar, Milic o Udrih’s están dentro de la élite del baloncesto europeo. Seguramente, a un profano en el asunto, cualquiera de estos nombres le suene a “jugadores del este”, “yugoslavos”, y con algo de suerte, a “serbio”. El espíritu de Yugoslavia sigue en las mentes de quienes, sin necesidad de ser viejos, han podido leer, oír, escuchar o apreciar algo diferente a la versión oficial sobre el conflicto de lo Balcanes. Para los medios de Occidente Eslovenia es el “hermano superdotado” de los antiguos países comunistas. Su reciente entrada en la UE, por todo lo alto, le ha llevado a acoger al Euro como su moneda en poco tiempo. La renta por cápita del país se dispara vertiginosamente, mientras que sus empresas gozan de buena salud, constituyéndose como uno de los enclaves, económicamente hablando, más prósperos del Viejo Continente. Una bendición de la subyugación del monstruo serbio a los ideales occidentales dirá la mayoría; permítanme que disienta.

Leyendo el, por lo demás siempre interesantísimo, blog de Francisco Veiga, pude informarme de cómo las empresas eslovenas están adquiriendo buena parte del protagonismo dentro del mercado interior serbio. Empresas como Mercator (cadena de hipermercados) o Gorenje (fabricante de electrodomésticos) están monopolizando la actividad empresarial de Belgrado, llegando a controlar buena parte de su sistema financiero. La viabilidad, y restos de antigua prosperidad, del núcleo duro del cadáver yugoslavo es un mercado ideal para un Estado que goza de los beneficios de Occidente y del desigual poder de pertenecer a la Unión Europea.

De la sangre surgió un cártel. Eslovenia es un país que no sólo se parece a Suiza en sus blancas montañas y altos niveles de prosperidad sino también en su sorprendente capacidad para prosperar virtud de las desgracias y crímenes, no sólo practicados en territorios ajenos, sino también en el suyo propio. La “Guerra de los diez días” sirvió, a la vez que para dar oportunidad a sucesos como los narrados por el genial Peter Handke (perpetrados virtud de “opacas alianzas”) o las acusaciones (algo más que fidedignas) del caso Holmec, como acontecimiento primordial mediante el cual interceder Occidente para la creación de un Estado, un tanto parásito, que sirviera de lanzadera para dominar económicamente el territorio del extinto Estado yugoslavo. Creo que Yugoslavia es el más macabro experimento de la vieja guardia europea; quién sabe si el mayor espejo de su sangrienta decadencia. Las comparaciones entre el Estado de Tito y España son obvias, a nadie se le escapa. ¡Dios quiera que lo acaecido en Liubliana (ciudad poco más grande que Tarragona) no sea un prólogo de un futuro País Vasco independiente o una República “libre” catalana! El Estado es una creación social que sirve a las personas, a la sociedad, verdadera causa que, no sólo lo crea, sino que también lo fundamenta. El Estado no puede ser una excusa para la rapiña y el beneficio económico a costa de la máxima eficiencia de las circunstancias geopolíticas que amparen las armas.

Una genial conclusión es aquella a la que llega el profesor Dr. Francesc de Carreras (Catedrático de la UAB): “Desde Hobbes, en el siglo XVII, sabemos que todos los Estados son artificiales porque son un instrumento creado por el hombre -un ser libre, igual y racional- para resolver sus conflictos por métodos no violentos. No hay, por tanto, estados naturales y estados artificiales: hay estados que funcionan bien y estados que funcionan mal. Los primeros son aquellos que resuelven sus conflictos mediante normas jurídicas previamente acordadas por todos, los segundos son aquellos que para resolver sus conflictos desprecian el derecho y acuden a la violencia física y a las guerras para que se imponga la ley del más fuerte. En Yugoslavia se fueron imponiendo, mediante la violencia, los más fuertes: primero violando las leyes internas y, muy poco después, mediante apoyos externos, vulnerándose también el derecho internacional”.

Fuentes:

Handke, Peter, “Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina”, Madrid, Alianza Editorial, 1996

Blog de Francisco Veiga

Artículo de Francesc de Carreras