Era un día típico de septiembre. La temperatura, moderada para la época, no daba ningún exceso de calor a mi dubitativo corazón melancólico, preocupado. La ventana permanecía vidente, persianas levantadas, sólo que con otras gentes. Una modesta iglesia daba pie a un edificio de interesantes proporciones, sin ser acaso gótico ni tampoco modernista o romano, es ciertamente moderno y presentable, tal vez tenga más melancolía que cemento, recuerdos y no macedonia de males y lamentos. La mole escolar observaba el paseo, imponente como siempre, sólo que con otras aulas, otros alumnos, en definitiva, otras gentes. Todo el barrio había cambiado para mí, los caminos, antaño tan transitados, denunciaban mi extranjería; antiguos compañeros de escuela que no me conocían, personas de alta edad que apenas me han visto ni recordado como aquél muchacho cogido de la mano. Poco permanece inerte en un Mundo en constante cambio. Los lares y manes de los grandes barrios han desaparecido para mí, pero tu recuerdo permanece en lo trascendente del espacio, en el diario de la piedra, el recuerdo de un barrio.
Recuerdo tu manto protector en un patio que se convertía, aun temporalmente, en colmado de aeropuerto para centenares de grandes gaviotas, acaso también las visitas tan inesperadas como queridas, comidas servidas con el cariño que sólo una persona de corazón apenas supiera darte por comitiva. Ese colegio, esos muros que chillan mi pasado recordándome a ti y a mi abuela, a mis padres, a mis tíos. Bellvitge es un sueño en mi corazón, un fardo de imágenes que no por no ser lo suficientemente amplio no se me hace pesado, una orgía de recuerdos, una ilusión de que el Tiempo no pasara y todo permaneciera quieto, simplemente calmado. Los trigos necesitan quién les siegue, el barrio añora a quien paseara por sus calles, cuales pasos de matrona grande, cariñosa cuidadora de pequeños infantes. Los baenales pronuncian tu nombre, su sonido resuena por estas calles, aún estando el vegetal en otros mundos, otros valles.
La ventana permanece abierta, pero no veo nada más que tu mirada observando nuestro corto viaje, cómo mi hermana y yo vamos camino de la escuela, esperando que vengas a por nosotros, que pase la jornada, que llegue la Tarde. El Recuerdo empaña mis ojos, pero el Presente me consuela con el Futuro y el paso del Tiempo que, a grandes pasados, hacía mí cada día más te acerca, a tu nuevo barrio, tus queridas gentes.
Los trigos rejuvenecen, también los baenales, las crisis son pequeños inviernos que preceden a lozanas primaveras. Una recuperación no deja de ser ley de vida, un recuerdo de cuánto vale la Salud, y el cariño de quienes por ti se preocupan. Los vientos cantan serenatas anunciando tu venida, la cama se siente cansada de tu peso, cariñosamente, pues aún te queda que hacer grandes cosas en la vida.
Mis manos amagan con aplaudir tus andanzas y peripecias, pero no se atreven a rivalizar con mi corazón, que tanto te añora, que de ti tanto se acuerda. Vuelan las gaviotas y el niño permanece en el patio, espera quién le recoja, espera que vengas y puedas darle un tesoro, una recompensa, una contraprestación, un regalo, maná dorado, manjar de reyes, afortunado acontecimiento o sencillamente, para quién no supiera adivinar la notoriedad en lo sobrante de la gran presencia, un abrazo tuyo, simplemente, un beso.
Recuerdo tu manto protector en un patio que se convertía, aun temporalmente, en colmado de aeropuerto para centenares de grandes gaviotas, acaso también las visitas tan inesperadas como queridas, comidas servidas con el cariño que sólo una persona de corazón apenas supiera darte por comitiva. Ese colegio, esos muros que chillan mi pasado recordándome a ti y a mi abuela, a mis padres, a mis tíos. Bellvitge es un sueño en mi corazón, un fardo de imágenes que no por no ser lo suficientemente amplio no se me hace pesado, una orgía de recuerdos, una ilusión de que el Tiempo no pasara y todo permaneciera quieto, simplemente calmado. Los trigos necesitan quién les siegue, el barrio añora a quien paseara por sus calles, cuales pasos de matrona grande, cariñosa cuidadora de pequeños infantes. Los baenales pronuncian tu nombre, su sonido resuena por estas calles, aún estando el vegetal en otros mundos, otros valles.
La ventana permanece abierta, pero no veo nada más que tu mirada observando nuestro corto viaje, cómo mi hermana y yo vamos camino de la escuela, esperando que vengas a por nosotros, que pase la jornada, que llegue la Tarde. El Recuerdo empaña mis ojos, pero el Presente me consuela con el Futuro y el paso del Tiempo que, a grandes pasados, hacía mí cada día más te acerca, a tu nuevo barrio, tus queridas gentes.
Los trigos rejuvenecen, también los baenales, las crisis son pequeños inviernos que preceden a lozanas primaveras. Una recuperación no deja de ser ley de vida, un recuerdo de cuánto vale la Salud, y el cariño de quienes por ti se preocupan. Los vientos cantan serenatas anunciando tu venida, la cama se siente cansada de tu peso, cariñosamente, pues aún te queda que hacer grandes cosas en la vida.
Mis manos amagan con aplaudir tus andanzas y peripecias, pero no se atreven a rivalizar con mi corazón, que tanto te añora, que de ti tanto se acuerda. Vuelan las gaviotas y el niño permanece en el patio, espera quién le recoja, espera que vengas y puedas darle un tesoro, una recompensa, una contraprestación, un regalo, maná dorado, manjar de reyes, afortunado acontecimiento o sencillamente, para quién no supiera adivinar la notoriedad en lo sobrante de la gran presencia, un abrazo tuyo, simplemente, un beso.
Imagen de la gaviota procede de Wikipedia Commons, sujeta a GNU Free Documentation License.
6 comentarios:
Dado que de ordinario estás genial, y algunos días sencillamente sublime, hoy es, sin duda, sublime la genialidad.
Así es...sublime canto de nostalgia en esta narración digna de releerse.Tremendamente emotiva.
Muy grato volver a pasar por aqui.
Abrazos
Han llegado las gaviotas como cada septiembre a las orillas de Río de la Plata. Algunas van más allá y se adentran en las Sierras de la Ventana. Hoy cuando la lluvia se detuvo las escuché cantar jugando con el agua. La mía, la que hace su nido en la salida externa del extractor de la cocina cada año, aún no da señales. Yo espero...
Muy bella elegía, amigo Nubiru.
Realmente me has emocionado.
Recibe un fuerte abrazo
Sin comentarios. Pocos sentimientos se pueden expresar mejor, con más precisión, ternura, calidez y amor, te lo dice de corazón tu amiga Pili.
Precioso, me has dejado maravillada leyéndote. ^_^
Besotessssssssssss
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