sábado, 27 de marzo de 2010

Telepost: la televisión y la actual incultura

Leer biografías es un ejercicio intelectual bastante provechoso. Casanova, Stephen King, García Márquez, Unamuno, Kissinger o el propio Obama escribieron autobiografías y/o memorias que son objeto de análisis por centenares de lectores cada día. El “parecerse a alguien grande”, ese “arrímate a los buenos, para ser uno de ellos” que le recomendaba su madre a Lázaro es una constante en la vida de cualquier individuo. Unos tienen como ejemplo a sus padres, otros a un tío, a un abuelo, a un cantante de música, un futbolista, un reportero deportivo, o incluso, un torero. La variedad de perfiles es innata en una sociedad real, no imaginada; la propia división del trabajo, o la organización social, se sustentan en ello, así como la pluralidad de pensamiento. Controlar “quiénes” son los personajes que van a influenciar a nuestros jóvenes, potenciar el esfuerzo, fomentar la búsqueda de la perfección (por definición inalcanzable) son mandamientos tácitos al dirigente que pretende “hacer bien” a su pueblo.

Es común hablar de la ineptitud e incultura de los jóvenes actuales, sin embargo, son muy pocos quienes piensan en sus causas. Los “referentes” que los infantes imberbes tienen dejan mucho que desear, desde un punto de vista, no sin poca pretensión, intelectualmente objetivo. B.E., reina de los programas del corazón (y recaudadora de fondos por lo que Telecinco ha podido adquirir los derechos televisivos del próximo Mundial de Sudáfrica), Cayetano y Francisquín, la pobre Duquesa, Carmeles y Güizas... son doblemente más conocidos que Bernanke, Ontiveros, Mas Colell, García de Enterría o Tomás y Valiente. Son “pocos” los que no quisieran cambiar su sitio en la vida por el de Dinio, el de Guti o el de no se quién de los Jurado, el culto al “mínimo esfuerzo”, al parasitismo, a la chulería inculta y al desprecio por las artes de la razón sienta cátedra dentro de nuestro espectro televisivo. ¿Por dónde acabar con esta sangría? ¿Puede la autoridad pública mantenerse mucho tiempo ajena a este fenómeno?

Recientemente, las reformas y re-estructuraciones llevadas a cabo en Radiotelevisión Española (RTVE) han sido muy criticadas. Obviando lo poco “ético” de colocar en su más alto cargo a un octagenario, se ha criticado la obligación impuesta a empresas como Telefónica de tener que “pagar”, en parte, la programación de RTVE ("sistema francés" de gravar a los operadores de telecomunicaciones con un impuesto al efecto), el hecho de haber quitado totalmente los anuncios, o, últimamente, el de vender los derechos televisivos de diferentes acontecimientos y/o programas y franquicias. ¿Qué sentido tiene retransmitir Formula 1 en una cadena pública como TV3, cuando hoy en día existen los duales para poder hacerlo en diferentes idiomas? Ciertamente, el modelo “BBC” tiende a imponerse en la televisión pública española, por más que, en no pocos sentidos, tenga grandes lacras.

Más allá del capital, creo que pública y privada se diferencian, o debieran hacerlo, en “finalidad”. Es evidente que el juego de la “oferta-demanda” está mucho más presente en aquellas cadenas que soportan el riesgo de ser una empresa privada; sin embargo, no es menos cierto que la televisión pública más que una empresa es un “medio”, una vía en la que se invierten impuestos de los ciudadanos con una finalidad. Desde una perspectiva externa, no parece moralmente aceptable que determinados programas sean dados por TVE o las autonómicas. Las actuales reformas en RTVE tienden a ello, y de ahí que coincida con esta necesidad de innovación y, ante todo, “adecuación” de la parrilla televisiva a unas finalidades y a unas pautas. La televisión pública debe centrarse en información, documentales, programas educativos, debates, retransmisiones de plenos parlamentarios, entrevistas con personalidades... Es la mejor herramienta que tiene el poder público para poder “influenciar”, ante todo, en los jóvenes. Por influenciar no me estoy refiriendo a “lavados de celebro” ni condicionamientos psicológicos (al más puro estilo huxleiano). La televisión pública debe promover la inserción de valores y conocimientos, siendo, en cualquier caso, una herramienta a servicio de la pluralidad y la libertad (con el límite de la buena fe y el orden público, en terminología algo “civilista”).

¿Qué hay del equilibrio libertad de empresa - control público en lo que se refiere a las cadenas privadas? Creo que el equilibrio tiene un límite, previamente citado. La “imposición” de los valores racionalistas ilustrados es necesario en orden a poder fomentar la diversidad y el librepensamiento. Las ideologías que se fundan en dogmas sólo manipulan, estrechando, los ya de por sí escasos, callejones de la reflexión. No podemos tolerar que personajes de poca calificación moral, menos aún intelectual, ocupen la cuasi totalidad de los horarios de máxima audiencia. No puede haber un programa como “Corazón Corazón” cada día en una cadena pública. Los medios de comunicación son un instrumento de poder mucho más eficaz de lo que pudieran serlo antes la censura, la represión ideológica o la manipulación de los servicios religiosos. Debemos reflexionar sobre muchos aspectos de la televisión actual, y no sólo sobre los relativos a la “prensa rosa” y el incremento, cada vez mayor, de “reallitys”. ¿Se han fijado en cuánto influencia el “juego” de las horas prestadas a los diferentes partidos políticos en el resultado electoral final? ¿En cuánto influencian las encuestas, muchas veces manipuladas y posteriormente publicadas en los medios? ¿Se dan cuenta de que los diferentes canales “públicos” no sirven a la razón sino a los intereses de los gobernantes que los, valga el juego de palabras, “teledirigen”?

Falta una idea motora que centre el progreso en el esfuerzo, que premie las ideas necesarias y la exquisitez en el comportamiento. Roma tenía el recurso del “héroe”, otorgando esta consideración, incluso, a aquellos enemigos que en algo les había servido de ejemplo: caso típico de Aníbal. Quizá debiéramos plantearnos qué sentido, y cuánto mal nos hace, que la “aristocracia del corazón” inunde horas, muchas veces infantiles, que podrían invertirse en herramientas para el progreso ¿estos son los modelos para nuestro jóvenes? Deben controlarse las privadas, al menos con mayor contundencia, pero las públicas deben ser controladas, ante todo, por el ciudadano. La televisión pública vive de nuestros impuestos, que cumpla una función pública educativa e informativa ¡y deje el mercado de las audiencias para quienes son empresas que participan de un mercado (en cualquier caso, regulado)!

lunes, 15 de marzo de 2010

Contra el nacionalismo (Segunda parte)

Pero ¿sabe qué quiere decir una nación?; y aquél responde: "Una nación es la misma gente viviendo en el mismo sitio".
J. Joyce, Ulises.
"Para nosotros, ciudadanos de la República Federal, el patriotismo de la Constitución significa, entre otras cosas, el orgullo de haber logrado superar duraderamente el fascismo, establecer un Estado de Derecho y anclar éste en una cultura política, que, pese a todo, es más o menos liberal".
Jurgen Habermas

Muchos serán quienes se habrán dado cuenta de los problemas sociales que, poco a poco, va causando el nacionalismo catalán dentro de la sociedad catalana. Aún a riesgo de parecer querer tirar “piedras sobre mi tejado”, he traspasado las fronteras de lo “oficialista” para ejercer de blogger, es decir, expresarme libremente. Sin embargo, la primera parte de mi ensayo no acaba de tener “todo” su significado, si no se lee también esta segunda sección.

Se ha escrito antes sobre uno de los más genuinos “nacionalismos periféricos”, tratemos, ahora, el no menos criticable, a mi modo de ver, “nacionalismo centrípeto”. Junto a la “ley de convocatoria de referéndums con permiso del Estado”, a lo largo de la semana pasada destacaron las diferentes comparecencias en orden a discutir la prohibición, o no, de las corridas de toros en Cataluña. Coincidiendo con esta iniciativa, para nada centrada en el sufrimiento animal (o al menos no tanto como en el debate identitario), el gobierno de la Comunidad de Madrid ha propuesto declarar a la “fiesta nacional” como bien de interés cultural. Este juego de “vasos comunicantes” es un ejemplo de cómo funciona, en la mayoría de los casos, el fenómeno nacionalista.

Comúnmente se afirma que existen dos tipos de nacionalismos (así lo hace, por ejemplo, Walter Feinberg, de la Universidad de Illinois): el nacionalismo de exclusión y el nacionalismo de resistencia (pudiendo darse casos en el que ambos se predican en un mismo ámbito, por ejemplo, de resistencia frente al Estado, y de exclusión frente a los inmigrantes)1. El alza de uno es correlativamente proporcional al aumento del otro; el aumento del centralismo madrileño siempre provoca un auge del independentismo catalán. Cuando a “unos” se les ocurre prohibir los toros, a “otros” les falta tiempo para declarar las corridas como “bien de interés cultural”. Ello está claramente correlacionado, y encuentra su fundamento en una misma cosmovisión nacionalista, instrumentalizada, del mundo que les rodea.

Desde el gobierno de Madrid se cree en una nación española imaginaria. Se identifica a los toros como un “bien propio”, una “fiesta nacional”, obviando su hondo arraigo en Latinoamérica, Portugal o sur de Francia. Precisamente, con motivo de la discusión actualmente en curso en el Parlament de Cataluña, el Alcalde de Arlés (Francia) ha tenido ocasión de defender a los toros como un patrimonio del sur de Europa. No entraremos en temas de tauromaquia, pero es evidente que la manipulación del toreo es un hecho en el debate, no sólo catalán, sino también del resto de España. España equivale a Estado Español, y Cataluña a Comunidad Autónoma de Cataluña, en ambos casos contraponemos el nombre “oficial” a la administración que le representa. No podemos reconocer “culturas” o “identidades” propias de una u otra, cuando precisamente, el criticar los excesos de una, implica criticar los de la otra. Analicemos, visto esto, un ejemplo un tanto “populista”.

Para todo buen aficionado catalán “culé”, los lunes son un día de honda indignación “nacionalista”. Los comentarios de la “totalidad” de emisoras con sede en Madrid (por nombre “nacionales”) critican al equipo de la periferia por excelencia, el F.C. Barcelona, hablando, en muchas ocasiones, con prepotencia, de cagómetros, “villaratos” y demás entelequias de poca monta, propias del periodismo malo, caduco, y en muchas ocasiones, ofensivo. En alguna ocasión habrán visto que afirmo que no hay mayor “fábrica de independentistas” que una mala actuación arbitral en contra del F.C. Barcelona, o la lectura de uno de los periódicos de “ámbito nacional”, con sede en Madrid: véanse diario As o Marca. El fútbol es un fruto, claro, del tribalismo que reside en los nacionalismos. Solo hace falta ver cómo se esgrime la bandera de “la nación común” por algunos aficionados del Real Madrid, siempre que va a jugar el F.C. Barcelona, Atlétic de Bilbao o Real Sociedad.

En su brillantísimo artículo, Glover2 hace mención de un estudio psicosocial practicado hace ya algunos años3. Se hicieron dos grupos de chavales (unos serían, durante bastante tiempo, “policías”, y los otros “ladrones”). La duración del juego hizo que el mismo se debiera suspender por el surgimiento de roces e inicios de “crueldad” en el trato de unos contra los otros. ¿Qué nos indica un común juego de “polis” y “cacos”? Que las rivalidades deportivas comparten con los juegos muestras de un tribalismo (una peligrosa relación entre “identifiación” y “hostilidad”), quién sabe si no inherente a nuestra especie.

Ello puede verse en relación con el nacionalismo. El nacionalismo de “imposición” (desde el centro) provoca siempre un nacionalismo de “frustración”, fuere en la periferia o, en otros casos (no en el español), en las minorías étnicas. Insistiré en lo dicho en la primera parte (pasado post), las ideas, y citas, propuestas por los autores ya vistos pueden aplicarse a “cualquier” tipo de nacionalismo, fuere éste español, vasco, catalán, serbio, galés o canadiense. Tan nocivos son los informativos manipuladores del centro hispano como los discursos populistas de políticos secesionistas. La “razón” no es que sea necesariamente una, pero como dicen los neurocientíficos, no tiene por qué venir del mismo lugar que los sentimientos, que el tribalismo, que el nacionalismo. Separemos lo correcto de lo querido. Espero que, con esta segunda parte, queden más claros los “conceptos”. ¿Qué opinan?

Ejemplos de binominos naconalistas:

Ejemplo 1: Se construyen la mayoría de instalaciones olímpicas sin haber ganado su candidatura. En Madrid se dice que es un valor de la propia candidatura, y que, en todo caso, son equipamientos que requiere la urbe capitalina. En Barcelona se afirma que, con el pretexto olímpico, se han asignado fondos a Madrid, cuando no tenían que ser necesariamente, ni para esa región, ni para ese proyecto. Antes, no en modo marginal alguno, se dijo que Madrid y el resto de España estaban pagando los juegos olímpicos a Barcelona.

Ejemplo 2: Un actor conocido en su región aparece en un partido F.C. Barcelona - Valencia clamando por la independencia de los “Países catalanes”. Mientras, en la cadena pública de Madrid, TeleMadrid, existen ciertos periodistas que atacan, reiteradamente, a los que viven en Cataluña.

Ejemplo 3: En Madrid, dicen en Barcelona, son “catetos”; en Barcelona, dicen en Madrid, son “peseteros” y hablan “polaco” (la cadena pública de Cataluña, con esa broma, tiene un programa de humor titulado: “Polonia”).

…. los ejemplos son varios, seguramente muy similares a los que tengan Marsella y Lyon con París, o Milán con Roma. Son síntomas de “populismo”, “sentimientos comunes”, y como en el experimento entre “policías y ladrones”, de tribalismo. El propio Glover hace una excepcional referencia a un fragmento de la “Guerra del Peloponeso” de Tucídides: “Lo que hizo inevitable la guerra fue el crecimiento del poder de Atenas y el temor que esto causó en Esparta”. Obviamente, la antigua Grecia Clásica se caracterizó por no ser un sólo Estado, cuestión que no se solventaría hasta la conquista macedonia. Pero no deja de ser “indicativo” el correlato entre los sentimientos espartanos y atenienses.

¿Es capaz que exista un país sin nacionalismos? ¿Es el nacionalismo un factor con beneficios y lacras, o, simplemente, un “mal necesario”? ¿Qué opinan?

* Nota final: vistos el nacionalismo “periférico” y el nacionalismo “centralista”, queda un tercer tipo, más que de nacionalismo, de “conflicto identitario”. Se intentará hacerle mención en otro post pero, a modo de avance, quisiera dejar claro que, en comparación con los “problemas” existentes en países como España, Bélgica o Italia, hay un problema europeo que sobrepasará, con creces, lo hasta aquí visto. ¿Qué sucederá cuando un partido islamista turco consiga representación parlamentaria en Alemania? Virtud del principio de libertad religiosa ¿es posible la construcción de la mezquita más grande de Europa en Sevilla, cuando el islamismo radical sigue reivindicando el sur de España como territorio musulmán?

Los problemas “nacionalistas-identitarios” tienen una magnitud “in crescendo”, y en cualquier caso, como ya recogiera Alexis de Tocqueville en su Democracia en América, no podemos comparar estos problemas, ante todo europeos, con ejemplos norteamericanos. Los modelos defendidos, por ejemplo, por Kymlicka (aplicables al Québec), no son de posible aplicación en España o cualquier otro país europeo. ¿Por qué? Por los restos de aristocracia, historia y privilegios sociales... Aunque, como afirmo, esto es motivo para otros posts.

1W. Feinber, “El nacionalismo desde una perspectiva comparada. Una respuesta a Charles Taylor” en La moral del nacionalismo, Barcelona, Gedisa editorial, 2003.
2Glover, “Naciones, identidad y conflicto” en La moral del nacionalismo, Barcelona, Gedisa editorial, 2003.
3 C. Haney, C. Banks, y P. Zimbardo, “International Dynamics in a Simulated Prison”, International Journal of Criminology and Penology, 1973.

sábado, 13 de marzo de 2010

Contra el nacionalismo

En Cataluña cada vez es más frecuente jugar con las abstracciones. Hace ya años que se utilizan estratagemas filosófico-surrealistas con el fin de fomentar el ego nacional del pueblo (o de parte de él, mejor dicho), vulnerando el mayor derecho político que se conoce en democracia, poder votar y ser justamente representado. Los mismos diputados que no fueron capaces de reformar una ley electoral (existiendo propuestas donde se defendían límites temporales en los mandatos y listas abiertas) esgrimen derechos ciudadanos como panacea por la que solventar todos, o buena parte, de los problemas de los catalanes.

El pasado miércoles, día 10 de marzo de 2010, se aprobó por el Parlament de Cataluña la “Ley de consultas populares por vía de referéndum”, norma que “autoriza” la convocatoria de un referéndum (se piensa, claro está, en la “independencia de Cataluña”), siempre y cuando, se tenga “el permiso del Estado”. Ni aún soñando la sabiduría de Odiseo (Ulises), los nacionalistas, con “socialistas”, han construido un caballo de Troya (quizá “ruc” mejor, después de todo) en el que pretenden caber ellos solos, sin necesidad de otros partidos, ni de normas. El objetivo no es otro que entrar de lleno en la política española, su feroz enemiga, embaucando y consiguiendo discusiones que buen rédito electoral les reparará, con toda seguridad. Con disfraz y una constitucionalidad rígida (en cuanto a la “forma” se respeta plenamente la Constitución de 1978), la nueva ley nace en un clima de consultas populares por la independencia. Consultas, que por otro lado, han sido de minoritaria participación. ¿Fiesta de la democracia? El nacionalismo es un campo semántico en el que han cabido, especialmente en los últimos tiempos, buena parte de los peores sucesos que ha conocido la especie humana: la trágica desmembración de Yugoslavia o el conflicto árabe-israelí.

“Una alta cultura impregna toda la sociedad, la define y exige ser sostenida por esa forma de sociedad y de organización política. “Ese” es el secreto del nacionalismo”. Ernest Gellner1, teórico esencial del nacionalismo, escribió estas palabras en su obra clave: “Naciones y nacionalismo”, por razones temporales, sin haber sido capaz de poder ver la situación catalana de nuestros días. La “cultura superior” es aquélla que sale de las fuentes “autorizadas”: prensa nacionalista, o afín, canales públicos (controlados por el nacionalismo) y libros, personajes famosos y demás maquinaria que pretenden gobernar los fondos de un “corral” al que aspiran gobernar como “gallos” únicos.

"Para decirlo en pocas palabras, el nacionalismo es una teoría de legitimidad política que prescribe que los límites étnicos no deben contraponerse a los políticos, y especialmente —posibilidad ya formalmente excluida por el principio en su formulación general— que no deben distinguir a los detentadores del poder del resto dentro de un estado dado”. Es así como define Gellner al nacionalismo, considerando que, a diferencia de lo que pretende, se caracteriza por confundir “discurso” y “efectos reales de la acción”2 . Generalmente, el nacionalismo “inventa” naciones, no las resucita, ni mucho menos, reconoce. Los mitos de una “lengua común” y de una “historia común” son falacias abocadas al absurdo.

Empezando por la “historia común”, el nacionalismo requiere, por definición, de una “nación”, búsqueda que tradicionalmente se hace, como ya sucediera con el Romanticismo, en el Medievo. Grave error. El problema nacionalista es, siempre, así opina la ciencia, un problema “moderno”, propio de los estados industrializados. Como bien expresa Jonathan Glover, “historiadores y los científicos sociales tienden a describir a las naciones como productos de los Estados-nación y no lo contrario. Y los Estados-nación, a su vez, se explican recurriendo a su utilidad, bien para los industriales y los capitalistas, bien para los gobernantes coloniales3”. Es decir, bien puede defenderse que el “nacionalismo” intenta un proceso de “construcción nacional” con el orden de perseguir un futuro estado. La “nación catalana” jamás ha existido, es una creación política, abstracta, por parte de un movimiento secundado por una pequeña parte, poderosa, de la burguesía catalana. El correlato económico ha sido obvio a lo largo de los últimos tiempos, fuere con los anteriores “proteccionismos” o las actuales demandas por agravio y déficit fiscal. Con todo, el nacionalismo catalán pudiera llegar a estar en auge. Un control, como el que se tiene, sobre la educación de los niños asegura un porcentaje, nada despreciable, de futuros partidarios. La permeabilidad de los niños para aprender una ideología y una lengua, cuasi como “selladas” en su subconsciente, es increíble. Poco a poco comienzan a verse sus frutos.

No es extraño ver cómo los nuevos jóvenes catalanes hablan un catalán más estándar, próximo a la lengua formal de Pompeu Fabra, que el de sus abuelos catalanoparlantes (en el caso, por nada mayoritario, de que se tengan). Ello no deja de recordarme a la célebre anécdota de que en Italia un porcentaje ínfimo de la población hablaba un italiano estándar antes de la creación del Estado Italiano... La lengua es un instrumento, en el caso de los nacionalistas, con clara finalidad de manipulación política.

Steven Pinker4, quizá el más conocido neurocientífico de nuestros tiempos, defiende que “lengua” y “pensamiento” tienen un origen diferente dentro de nuestro cerebro. Es decir, ambos nacen en lugares diferentes, no estando vinculados el uno al otro. De ser esto cierto, como bien deduce el profesor George Fletcher (poseedor de la cátedra Cardozo de Jurisprudencia en la Facultad de Derecho de Columbia), ello significaría que “el pensamiento opera de forma autónoma respecto de la lengua, lo que implica que la estructura de la lengua es irrelevante respecto de nuestra propensión a pensar de una u otra forma5”. Dicho por mí, el asunto carece de rigurosidad, corroborado por personalidades de la talla de Pinker o Fletcher, la afirmación “la lengua sólo es un conjunto de ruidos que sirve como instrumento”, empieza a coger fuerza. “Desde mi punto de vista, la única forma auténtica de multiculturalismo es el multiculturalismo lingüístico”, afirma Fletcher.

Se mire por donde se mire, el nacionalismo puede llegar a ser más perverso de lo que muchos creen. Mis ideas no importan, pues pudieran, a priori, llegar a ser fruto de la juventud y la inexperiencia, sin embargo, ¿existen argumentos fáciles por los que poder discutir con las referencias aquí esgrimidas? Incito al desafío, al diálogo, incito a la democracia discursiva. Hablemos, escribamos aquí, o en otro sitio, dejemos las patéticas leyes del nacionalismo a un lado, y tratemos temas empíricos como la electricidad o las carreteras. El nacionalismo es invención, y para ello, sigo prefiriendo muchas novelas.

1Gellner, Naciones y Nacionalismo, Madrid, Alianza Editorial, 2001

2Cruz Revueltas, “Estado y nacionalismo tras Gellner, evaluación de su teoría” en Historia Mexicana, octubre-diciembre año/volumen LIII, número 002, El Colegio de México, México D.F.

3Glover, “Naciones, identidad y conflicto” en La moral del nacionalismo, Barcelona, Gedisa editorial, 2003.

4Pinker, The Language Instinct, 1994

5Fletcher, George, “Razones para la autodefensa lingüística” en La moral del nacionalismo, Barcelona, Gedisa editorial, 2003.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Tres años con Nubiru

El hijo varón es naturalmente del lado mejor, el derecho (Orib., XXII, 3, Gal.), procedente del esperma salido del testículo derecho del padre y alojado en la parte derecha de la matriz. De todos modos, si el esperma masculino no es suficientemente denso, hay el riesgo de que predomine el femenino. A quien quería procrear hijos se le aconsejaba por tanto atarse el testículo izquierdo a fin de que sólo el derecho aportase el esperma (CH, Superf., 31), y a la inversa para procrear hijas”.
A. Rousselle, Porneia: Del dominio del cuerpo a la privación sensorial.

«Empachados con tanta decoración, nos disponíamos a penetrar en el triclinio, cuando un esclavo encargado de esta función especial, gritó: 'Primero con el pie derecho, señores”

Petronio, Satiricón, xxx:

«Os declaro que a partir de ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Poder [de Dios] y venir sobre las nubes del cielo» (Mt 26,64).

Quisiera que el lector no hubiera estudiado en tiempos del franquismo, siendo zurdo; tampoco me gustaría que se hubiera levantado con el pie izquierdo esta mañana, ni que, de ser Obama, no hubiera jurado su cargo como presidente de los EEUU con “la mano derecha en alto, la mano izquierda sobre la Biblia”. Bienaventurado será quien se siente a la “derecha” del señor, caído fue quien fuera a parar a lo más bajo. La “derecha” es sinónimo de rectitud, de continuador de la tradición, de correcto. El inglés conduce por la izquierda con el afán de poder tener la mano derecha libre (a diferencia del resto de orbe, excluidos algunos países anglosajones, donde, por influencia de Napoleón, se conduce por la derecha). Visto esto, “Derecha” no tiene sólo un significado geográfico, cultural o religioso.

Políticamente, no tengo dudas de que el discurso “izquierda - derecha” se halla en plena decadencia. Sin lugar a dudas, la distinción, hoy como siempre, sigue siendo entre ricos y pobres, y desde luego, es imposible ser socialista siendo rico, a la vez que es poco probable ser de ultra-derecha, racionalmente, siendo pobre. De este discurso, un tanto infantiloide, quisiera extraer una idea. Considero que la “derecha”, en su sentido religioso, místico, religioso, se identifica con las corrientes eternas, con “lo correcto”, aquello que sigue la norma. Sin caer en la justificación de los excesos y/o el delito, quisiera aplicar la teoría de Dostoievski, de defender a aquéllos que traen “la palabra nueva”.

El cambio, la “izquierda” en este sentido, siempre es necesario para evitar el inmovilismo, con él me identifico, aunque no sea plenamente en lo político. Creo que la labor del blogger es, precisamente, no sé si tanto buscar “la palabra nueva” como buscar a todos los significados y significantes posibles, o cuanto menos, aquéllos que se le ocurran. La libertad de expresión, el “vuelo de la palabra” es aquello que hace ya tres años quise buscar, curiosamente en período de exámenes, no podía ser de otra manera.

El blogger es un servidor de la “izquierda”, en el sentido que acabo de explicar. El blogger es un paladín de Occidente, un “santo” defensor del mayor, y más preciable, ideal de cuantos nos ha dejado el pensamiento ilustrado, el uso de la razón, o cuanto menos, de aquella que reside, subjetivamente, en todos y cada uno de nosotros. Frente al islamismo radical, o el autoritarismo chino, “Occidente” debe defender, férreamente, todas las libertades que han desembocado en que yo, hoy, pueda estar aquí, libremente escribiendo.

Por Occidente no se entenderá Europa, sino todos los países que comparten estos valores, libertades, que en España muchas veces han sido coartadas por acción del contrareformismo, nacionalcatolicismo y, hoy, nacionalismos periféricos. El campo de la lengua libre es un lugar común que no conoce, o no debería conocer, nada sobre los lobos de la censura. Celebro que haya llegado este tercer año y la luz del planeta Nubiru siga luciendo, más que nunca en mi corazón, en mis más profundos sentimientos. A esta criatura le debo el organismo de mis sueños, su sangre, son aquéllos, que con mayor o menor atención, dais sentido, leyendo, a estas humildes letras.

Por siempre libre, por siempre devoto de mis pensamientos, por ello felicito a la creación de hace, ya, tres años, ese “alter ego” llamado... Nubiru. Más allá que su lectura, les recomiendo algo distinto: atrévanse a escribir un blog, créanme es muy positivo, y de las cosas que he ido haciendo en la vida, está entre “lo más bonito”. Saludos.