miércoles, 31 de octubre de 2007

"Manos terribles":la historia de un pavo entre dinosaurios

Varsovia posee uno de los más cualificados museos de historia natural del Mundo. Las expediciones polaco-mongolas por el desierto de Gobi repararon descubrimientos tales como Tarbosaurus (primo hermano de T.Rex, cuyo significado es el “reptil pavoroso”), Saichania, Pinacosaurus (ambos dinosaurios acorazados provistos de “porra” ósea en el final de la cola), Protoceratops y Velociraptor. Para un aficionado a la paleontología es sorprendente cómo Polonia puede llegar a ser considerada como una de las mayores “potencias” en temática sauriana. Pese al ilustre panteón de bellos fósiles que se hallan en su haber, aquél, sin lugar a dudas, más misterioso sería el de Deinocherius, del cual sólo se encontrarían dos brazos de… ¡2,4 metros de longitud! El hallazgo fue realizado en el año 1965 por científicos polacos que, absortos ante el descubrimiento, decidieron bautizarlo como “mano terrible”. Lo primero que pensó la comunidad científica es que nos hallábamos ante un superdepredador del ecosistema mongol, capaz de plantar cara a cualquiera de las fieras reptilianas que lo poblaron, alimentándose, sólo de tanto en tanto, de restos de carroña. Cierto es que Mongolia fue, por aquél entonces, un rico ecosistema en cuanto a poblaciones de dinosaurios. El alimento con el que nutrir a los depredadores no escaseaba, si bien, todo sea dicho, Tarbosaurus sería menor que su primo Tyrannosaurus. ¿A qué viene este salto?, la explicación es obvia. El tamaño de los depredadores, en todo ecosistema que se conozca, está correlativamente ligado al de sus potenciales presas. ¡Es difícil mantener a una población de leones dentro de un mundo de conejos! Alguien alegará que los dinosaurios eran animales de sangre fría, capaces de soportar largos ayunos, de forma equivalente a los cocodrilos o las grandes serpientes. No obstante, y ligado con el origen “saurio” de las aves actuales, los científicos están cada día más convencidos de que nos encontramos ante “reptiles de sangre caliente”. Ello querrá decir que la cantidad de alimento requerida por estos animales será mayor, o lo que es lo mismo, un cocodrilo necesita mucho menos alimento para medrar que un jaguar o un leopardo. Luego, es mucho más probable, a primera vista, que seres de este tamaño buscaran alimento en las copas de los árboles (en el Mesozoico no había aparecido aún la hierba siendo el sotobosque el reino de los equisetos y los helechos) de forma similar a como lo hicieran los saurópodos: tales como Diplodocus o Brachiosaurus. La contingencia es una demostración más de cuán condicionada está nuestra visión de la naturaleza. Lo esbelto y sensacionalista impera sobre lo verídico, viéndose a dragones donde hubiera seres más próximos al pavo. Descubrimientos, posteriores, como los del Alxasaurus, el Erlikosaurus o el Therizinosaurus, nos muestra toda un serie de grandes saurios, presumiblemente omnívoros (aunque sólo se tenga constancia de su dieta vegetariana), que poblaron los bosques del Cretácico tardío, ramoneando la vegetación de los bosques de su tiempo, manteniéndose en alerta por si fuera el caso de que un eventual tiranosaurio quisiera obtener su cena. Las garras de cerca de un metro que poseyeran estas criaturas, debieron ser más unos mecanismos de defensa que armas de ataque, quién sabe si no serían excavadoras manuales con las que poder sacar raíces, tubérculos y demás cretácicos ultramarinos que les sirvieran de alimento. Y es que los animales que poblaron la tierra nunca fueron tan diferentes de los actuales, quizás seamos, simplemente, nosotros mismos quines vemos seres mágicos donde solo hay especies adaptadas a un medio, que pese a la física cuántica y las leyes del Caos, dista mucho de ser siempre diferente.
Ilustraciones de: Dinosauromorpha (Cría de Therizinosaurus) y Luis Rey la segunda (Deinocherius).

lunes, 29 de octubre de 2007

El culto del sacrificio

Comprar un libro acontece una experiencia maravillosa si se hace en un librería oscura, en un sótano, en uno de esos lugares donde amaga con aparecerse una Historia Interminable en su formato original o un viejo tomo de la Iliada o del Señor de los Anillos. Todo con su magia, ese librero barbudo que te enseña los productos más arcaicos y anticuados de la estantería, materiales que simplemente por su condición, pasan de ser libros para mutarse en joyas. Existen librerías, pocas, que guardan los requisitos de todo lugar para la reflexión y la sabiduría; otras conservan alguna de sus partes en estas condiciones, ello por lo menos, ya es algo.

En una de esas escenas pude hacerme con “Mito y culto entre los pueblos primitivos” de Ad. E. Jensen, editado por el genial Fondo de Cultura Económica. La imagen del tótem que preside la portada ya valía, de por sí, la compra de un ejemplar. El elemento fantasioso de mi encéfalo comenzó a emitir ondas. Mi hermana seguía la broma, y el azar quiso que el viento diera un gran portazo al meter el inofensivo, probadamente, libro en mi habitación-biblioteca. Sacrificios, Señor de los Animales, Moral Religiosa… éstos son los nombres de algunos de sus apartados, temas arcanos y de moda, en una sociedad sensacionalista y ranciamente morbosa y amante del vicio. Aquello que más me sorprendió fue la lúcida visión que hiciera el autor de las prácticas religiosas de los pueblos objeto del estudio antropológico. De entre todos los temas (lo siento sigo siendo humano pese a todo) aquél que más me interesó, desde el primer momento, fue el estudio realizado sobre el sacrificio de personas y su significado.

Dentro de las antiguas culturas que practicaron el ritual del sacrificio humano, siempre nos viene a la cabeza la civilización de los aztecas. Es difícil justificar la práctica, por más que intentemos ponernos en la posición del precolombino en su creencia del poder supremo del dios solar Huitzilopochtli: quien necesitaba alimentarse de la sangre humana (mayor de nuestros tesoros) para poder seguir iluminando. No sé, y quizás sea algo osado decir, si pudiéramos considerar que el sacrificio de personas, así como la caza de cabezas indonesia y demás prácticas afines, no tendrían algo de técnicas con las que controlar la superpoblación (uniéndose a las epidemias y a las guerras siguiendo las explicaciones de Malthus). No hay duda de que las exigencias del medio condicionan a la especie, incluida la humana. Con ello no quiero decir que no exista una moral mejor que otras, pero a diferencia de otros, no pienso ver nada bueno en la práctica del sacrificio humano. Hay quien ha llegado a justificar la conquista por la Corona Hispánica y correlativo imperio del cristianismo en la zona como una medida de choque esencial con la que acabar la barbarie de la religión azteca, así como de buena parte de los pueblos mesoamericanos. Como “sacrificios menores” decir que era común entre los pueblos de Mesoamérica infligirse cortes y heridas con los que ofrecer sangre propia al culto de los dioses. Parece ser que existieron pueblos más flagelados que otros con la práctica, viéndose en ello uno de los motivos por los que Tlaxcala odiaba a sus vecinos de Tenochtitlán.

El caso es que, como recoge Jensen, estos pueblos tenían igualmente tipificado el asesinato como conducta reprobable. Debiéndose diferenciar la muerte indebida y la ritual, dos prácticas diferentes siendo una perseguida y la otra necesaria. Más allá de la tesis darwinista de “método con el que controlar la población” o manifestación en grupos humanos de la Selección Natural, Jensen ve cierto paralelismo con la actitud del ser humano para la caza. De hecho, las pinturas y grabados rupestres no dejan de tener un componente ritual-sacro que trasciende lo eminentemente estético. Tenemos evidencias que apuntan hacia religiones animistas en tiempos prehistóricos, existiendo cultos de “exculpación” por haber cazado, para sobrevivir, uno de los miembros de la diosa suprema, la Madre Naturaleza.

Bien podría llegarse a opinar que el ser humano posee cierto condicionamiento que le exige destruir, matar, sean lagartijas, o en este caso, vidas humanas. Me niego a ver en ello una exigencia de nuestros genes. Si acaso, bien pudiéramos hablar de que nacemos con la madera necesaria para ser violentos por naturaleza, siendo de funestas consecuencias la cuestión si se nos “ayuda” afilando el arma con “deseducación” y creencias erróneas.

(La visión aquí citada bien debiera completarse con la lectura del libro de Christian Duverger: La flor letal (la economía del sacrificio azteca), de la misma editorial y, así mismo, algo más realista que el terrorífico film: Apocalypto.)

viernes, 26 de octubre de 2007

Rusia y el problema de Europa

No cabe duda de que hombres como León Tolstoi o Fedor Dostoievski constituyen nombres claves para la literatura europea en particular y, por derivación, de la cultura y civilización europea. Un célebre en la materia, como es Coudenhove-Kalergi, fundamenta su proyecto de Paneuropa en torno a la idea de “civilización europea”, con todos los problemas que ello comporta… Al referirnos a Europa no podemos hacer mención a una unidad geográfica perfectamente diferenciada, de realizarse ello caeríamos en un insalvable sin sentido. ¿Cómo podría argumentarse la pertenencia indubitada de Albania o Estambul a Europa, dejando a un lado a Israel, Canadá o Malta? Sin lugar a dudas, más allá de toda la problemática que entraña la discusión sobre si debe, o no, entrar Turquía, Rusia es la verdadera cuestión vital para el futuro de la Unión Europea, sea bien en clave energética, militar, o simplemente, de hermandad de cultura.

Coudenhove-Kalergi, como buen historiador aristócrata, considera la irrupción del comunismo en tierras rusas como un desfiladero, insalvable, sobre el cual no puede fundarse Unión Europea alguna. La historia contemporánea no ha dejado de dar la razón a quienes la escriben y la división en dos bloques de la cenicienta capital berlinesa así lo dejó en herencia. La Guerra Fría ahondó en las diferencias entre países hermanos, compañeros, no sólo de buena parte de genes, sino también de cultura.

Estudios genéticos, en los que participa el catedrático de la UPF, Jaume Bertranpetit, nos muestra cómo la “raza europea” se halla más próxima en lo genético a los habitantes de Oriente Próximo que a los magrebíes del otro lado del Estrecho. Algo similar pudiera afirmarse de todas las gentes que comparten el continente de Euroasia. De hecho, los rasgos de quienes habitamos en este trozo de Tierra no pocas veces se han encubierto bajo el nombre de caucásico. Varios son los asuntos que separan a Rusia y Europa, quizás tendríamos que centrarnos en aquellos, no menos abundantes, que nos unen dentro de un mismo Destino.

El autor de Panaeuropa ve un grave peligro en una eventual unión, aunque fuera sólo de intereses, entre Alemania y Rusia. El hambriento gigante que se concebiría del pacto sería, no sólo imparable, sino también un irremediable hundimiento de la “abstracta” igualdad de todos los países del orbe europeo. A nadie se le escapa que Aristóteles bien se aproxima a la realidad última cuando afirma que la igualdad no estriba en tratar a todos por igual sino en tratar lo igual por igual y lo desigual por desigual. Rusia es un gigante político, social, económico, cultural, demográfico… y militar. Su fagotización dentro del seguro del pacifismo no es sólo un desideratum sino una necesidad última, un seguro de vida, una forma de sellar la continuidad de Europa dentro del dominio específico de nuestro planeta.

Buena parte de las razones que frenan a la Unión frente a Turquía se esgrimen para el caso de Rusia. Buena parte de los países de la UE no están demasiado poblados, caso de España, y dos gigantes de este tamaño bien podrían ostentar el poder absoluto, de aliarse frente al resto, siempre y cuando se guardara cierta proporcionalidad en el reparto de centros de decisión. A todo ello, debe unirse el problema de los países anteriormente miembros de la URSS, ¿cómo ignorarlos mientras su gran matriz entra dentro? Kazajistán, Turkemistán o Azerbaiyán puede que sean tan europeos como Bulgaria o Rumania, los mares no separan siempre a las civilizaciones, muchas veces también las unen.

Igualmente, debe constatarse que Rusia es un país que ha, literalmente, “engullido” a sus colonias siberianas haciéndolas parte, en pie de igualdad, del vasto país ruso. Las diferencias de rasgos en la piel o de religión no se le pueden oponer, en buena parte por ser nuestras ciudades, grandes “melting pot”, donde la homogeneidad, afortunadamente, brilla por su ausencia. ¿Diremos que no pueden entrar por las morsas del Ártico o por los osos pardos de Kamchatka?

Otra cosa es el esqueleto político que sustenta a la bestia. El régimen de Putin, de facto autoritario, no puede tolerarse en los ideales de Europa. Su sistema de delincuencia organizada bien pudiera representarse en nuestro núcleo de veintisiete por la Camorra o la Cosa Nostra. Dónde están los límites, si es que alguna vez existieron. Necesitamos peso específico, a poder ser sin guerras ni explotación del prójimo. ¿Alguien ve solución mejor que integrar a Rusia y/o Turquía? ¿Quién permanecerá tranquilo con ambas bestias sueltas a sus anchas?

Ilustraciones procedentes de Wikimedia Commons, sujeta la primera a
Creative Commons Attribution 2.0: autor http://fotki.azovtsev.com/en/

jueves, 25 de octubre de 2007

El Aristóteles del Mesozoico

Es curioso cómo el más temible de los dinosaurios, en cuanto a medios y filmografía, pareciera ser el Velociraptor. Más allá de que su tamaño en Jurassic Park se asemejara más bien a parientes como Deinonychus (parece que el nombre de su “primo” de menor tamaño es bastante más fácil de pronunciar) aquello que más puede hacer fantasear al espectador es ver cómo un dinosaurio pudiera haber llegado a ser capaz de abrir puertas o perseguir, cual frío asesino en serie, los movimientos de su eventual capricho alimenticio de turno. Todo lo sensacionalista y exagerado que envuelve a un mundo como el de los dinosaurios, ya de por sí fascinante, impera en la percepción que nosotros tenemos de ellos, y Velociraptor o Troodon son, quizás quienes más, víctimas de ello. Troodon es la especie sauriana, hasta ahora descubierta, con mayor índice en cuanto a proporción cerebro-masa corporal. Se han conservado notables marcas en el encéfalo del cráneo del animal, indicando cuán grande debió ser su órgano (quién sabe si poseedor, no sólo de instinto, sino también de un humilde baño de intelecto a semejanza de nosotros). Aquello que más sorprenderá a todo neurólogo, profesional o aficionado, será el considerable tamaño de su lóbulo occipital, a saber, la zona donde se concentra la actividad de nuestro cerebro en lo referente a visión y memoria. Un examen de los restos hallados nos muestra unos ojos exageradamente grandes, quién sabe si en tanto que instrumentos con los que poder cazar, exitosamente, durante las noches de finales del Cretácico (hace 65 millones de años). El nicho que ocupara era el del oportunismo, alimentarse de caza menor por las noches, y de algún que otro huevo robado, frutos o carroñas que quedaran por los suelos del Mesozoico. La variabilidad de su dieta denota una vida desordenada, una existencia poco dada a las pautas predeterminadas, siendo quizás aquello que más une a la extinta fiera con nosotros. En definitiva, saber encontrar alimento diverso para cada cual de las posibles circunstancias. Una mera visita a nuestros anales evolutivos nos enseña que el nicho ocupado por Troodon tiene cierto parecido con aquél que ocuparan los primates que precedieron a nuestra especie. Más allá de presas y depredadores, de vegetales o hongos, es decir, un lugar predestinado a criaturas, que con mayor o menor fortuna, puedan desarrollar un cierto cerebro. No caigamos en el sensacionalismo ya advertido. Troodon no debió superar con creces al emú o al avestruz en cuanto a capacidad intelectiva. Lejos quedan esos seres capaces de declararnos la guerra, de facto, al encontrarse con los de nuestra estirpe. Spilberg poco argumento podría sacar de estos animalillos, más allá del consecuente de describir a un fascinante reptil, cercano ya a las aves, que era capaz de cazar en la noche más cerrada procesando imágenes de su entorno, de forma privilegiada, dado el tamaño de su enorme celebro. Troodon es el paradigma de especie oportunista. En un mundo que aún no conoce a la hiena, el buitre, el chacal o el político, el celurosaurio da homenaje a futuros premios. Su vida denota algo más que la avestruz, quizás por no haberlo visto, tal vez por “razonar” en su búsqueda de presas y ser capaz de hacer frente a un mundo peligroso por tiranosaurios y demás titanes encarnizados, sin esconder la cabeza bajo tierra, abriendo un nicho que ocuparán especies que, después de todo, con el paso del tiempo, no se diferenciarán tanto, en tanto que primates, de nosotros mismos. imagen de Fabio Pastori

miércoles, 24 de octubre de 2007

La mente de la serpiente

Haz lo que ordeno o la serpiente te devorará

Alí Bajá, el León de Janina (gobernador del bajanato de Albania)

Afirma Carl Sagan, en su obra maestra: “Los Dragones del Edén” que “MacLean (director del laboratorio de evolución cerebral y conducta del Instituto Nacional de Salud Pública de EEUU) ha demostrado que el complejo R (reptílico) desempeña un papel importante en la conducta agresiva, la territorialidad, los actos rituales y el establecimiento de jerarquías sociales”. Se trata de una reflexión en torno al complejo R, parte del cerebro, que siguiendo la teoría de este autor, compartimos, dentro de la historia evolutiva de la Vida, con los reptiles. En definitiva, para Sagan, no sin cierta ironía, esto vendría a dar sentido a expresiones de nuestro lenguaje común tales como “asesinar a sangre fría” o, como dijera Maquiavelo, “actuar a sabiendas como las alimañas”.

La idea no deja de ser hartamente curiosa. Resulta que nuestro comportamiento bien pudiera estar determinado por sendas partes de nuestro cerebro. Determinando este núcleo, antiguo evolutivamente, nuestra agresividad innata de forma equivalente a como lo hiciera con el velociraptor o el tiranosaurio, y en la actualidad, con la serpiente y el dragón de Komodo. La cuestión dista de ser novedosa, no se nos debe escapar el veneno derramado en guerras y violentas revueltas, o la maldad, tan real como atávica, del fascismo, el stalinismo y demás vertientes de la especie nacionalista. El lagarto viste de militar, la serpiente de político. Todos buscamos, intentamos sentido al inevitable amor por lo propio descartando lo hipotético de nuestra psique resptiliana. No obstante, Carl Sagan nos propone una solución. Toda diferencia relativa incluye semejanzas, y además, en este caso, profundas divergencias. El cerebro del cocodrilo y el nuestro puede que compartan una parte primordial, pero debe tenerse en cuenta que es diferente en el resto…

Del análisis comparativo de los cerebros de mamíferos, reptiles y el caso singular del hombre, se constata cómo los cerebros del ser humano, del chimpancé, o del propio gato, son mayores que los del lagarto o el canario, esencialmente en lo que a la parte del neocórtex se refiere. Ésta es el armazón característico del órgano, esa imagen que al tratar del cerebro humano nos viene a todos a la cabeza. No cabe duda de que su proporción vence con creces a nuestra herencia “reptiliana”, no pudiéndose afirmar que la capacidad cerebral, que específicamente nos define, nos prive de modular nuestra herencia evolutiva y genética.

Se me acontece una profunda reflexión, casi con toda seguridad inadecuada. Me pregunto si no llevará Hobbes razón y el hombre es un lobo con el resto por naturaleza. No me estoy refiriendo a Freud y a su teoría del pensamiento evolutivo (en la que cree que el infante de corta edad experimenta la fase de cavernícola) sino que me refiero a la maldad y el egoísmo como carácter innato, siendo la educación, a la vez que un instrumento de éxito masivo en lo evolutivo, aquello que nos hace pasar la frontera del maleducado al cultivado, del naturalmente desclimatado al hombre en sí, comprensivo y evolucionado.

Quisiera pensar que la bondad es la cúspide lo humano y adecuado. Que la selección natural no prima la maldad y al egoísmo. Que todo cambio requiere cierto nexo con el Pasado, sea en forma de semejanzas en las diferentes fases embrionarias o en partes de nuestro cerebro. Quisiera pensar que la educación es una de las joyas del orfebre neocórtex, y que el humano, lejos de ser ya lobo, ha acabado por el ser, por razón de supervivencia y desarrollo, alguien que con la civilización y cultura, se ha domesticado. Hagamos lo pertinente para que así sea, aunque ello sea parte de un irreal desideratum, la bondad debe prevalecer dentro del don, no siendo lo malo un instrumento. Posiblemente piense en mundos de ángeles, pero hago una propuesta al respecto: ante los actos maleducados y perversos pensemos en los reptiles, en el veneno de la serpiente, no é si en el Pecado Original. Debemos comportarnos como mamíferos evolucionados, vigilando que no nos coma la serpiente…

lunes, 22 de octubre de 2007

Se buscan buenos gobernantes

Todo es efímero: el que sugiere un elogio, como el mismo objeto que lo inspira
Marco Aurelio

Edgard Gibbon, uno de los mayores historiadores de todos los tiempos, afirmó que jamás estuvo el Mundo mejor gobernado como con la dinastía de los Antoninos: Nerva, Trajano, Adriano, Antonio Pío, Vero y Marco Aurelio (aunque también debiera incluirse a su, no tan brillante, hijo: Cómodo). Se dice que bajo su gobierno el orbe romano alcanzó sus mayores niveles de prosperidad, no sólo en cuanto a expansión territorial sino también en lo referente al poder del Emperador y sus ejércitos. Partia fue cuasi totalmente subyugada, los dacios vencidos, nadie se atrevía a soplar en latín, estableciendo el César toda gramática… Durante este periodo llegaría a existir una institución de beneficencia tan exitosa como fueron los alimenta de Trajano. Adriano mandaría construir monumentos como el Panteón, mientras que Marco Aurelio llevaría la filosofía al trono, llegando Roma a sus máximos niveles en lo intelectual: valga citar nombres como el de Apuleyo. Todo ello sin perjuicio de que, lejos de un Mundo ideal de buenos ángeles, existieran conflictos de gran entidad como una nueva rebelión en Palestina (con el liderazgo de Simón Bar-Koheba, presunto “Mesías”) en tiempos de Adriano, o la guerra con los marcomanos, bajo los reinados de Marco Aurelio y su hijo Cómodo.

Roma se fundaba sobre un constitución mixta (equilibrio entre la monarquía, la aristocracia y la democracia), un invento tan presuntamente genial como glorificado por autores de la eventual talla de Polibio. Valga decir que de ello, autores actuales como Michael Parenti tildan a la constitución mixta, a semejanza de la actual Constitución de los Estados Unidos, como “una constitución “mezclada” que permita sólo una participación limitada a la gente y un papel dominante a la elite del poder ejecutivo”.

Público y notorio es que Julio César siempre ha sido visto como un tirano, destructor de las libertades del pueblo romano, encarnadas éstas en la institución de la República. No obstante, un análisis, condicionado como todo lo humano, pero cuanto menos compartido por mi persona, es aquél que nos sitúa a la República como un sistema que sólo beneficiaba a unos pocos, siendo el Senado una mera representación de ellos.

Frente a este fenómeno, siempre se nos han presentado los requisitos para ser político en democracia como nulos, no siendo éstos más que el apoyo popular manifestado en las urnas. El argumento parece obvio (o así lo expresó al menos un político español de relieve en un pasado, y reciente, debate): evitar que sólo aquellos que puedan acceder a unos estudios cualificados puedan llegar a ser representantes del pueblo. Siendo consciente del atrevimiento me dispongo a hacer una pregunta: ¿preferimos a nuestra actual clase política o una “dictadura”, acaso eterna, de emperadores como Marco Aurelio? Mi respuesta es relativa, no se decanta ni por uno ni otro extremo.

Bajo mi punto de vista, parece ser obvio que existen posiciones dentro del Poder soberano que difieren en cuanto a los requisitos esenciales de quienes, eventualmente, las pueden ejercitar. No veo porqué debe estar correlacionada la militancia política con la ocupación de un ministerio. Es totalmente razonable opinar que existen gentes con el don de la oratoria y el carisma, plenamente aptas para la política (y su irremediable cara pública), mientras que otros son, o serían, mejores administradores (ministros) que portavoces de ideas o movimientos. Todo político puede ser un ciudadano llano, los ministros, discúlpenme, no creo que puedan serlo.

No alcanzo a comprender porqué la posición de Agripa puede ser ocupada por alguien sin demasiados, y cualificados, conocimientos. Cómo dirigir el departamento de justicia quien no cursó Derecho, o el de economía quien no conoce los postulados de Keynes, Nash o Smith. ¡Basta ya de demagogias y manipulaciones! Una cosa es no preguntar al pueblo y otra, muy diferente, manipularlo como instrumento de legitimación. Debemos replantearnos la democracia y el porqué debemos defender un sistema que sirve, muchas veces, de acomodo para dirigentes ineptos. El debate está abierto, no podemos combatir los movimientos populistas y demás dictaduras sin dar un paso en frente de quienes pervierten el genial invento. ¿Es posible una democracia que tienda hacia el ideal o, simplemente, es algo que esta totalmente en contra de la perversa y egoísta esencia del ser humano?

domingo, 21 de octubre de 2007

Ejemplo de generosidad: desideratum de futura existencia


Dicen que la más maravillosa de las vidas surgió de los mares cámbricos. Que la medusa no deja de estar emparentada con nosotros, ni tampoco los gusanos, los labros, los tiburones y esas gráciles tortugas que vuelan por las aguas cuáles gaviotas por riscos y acantilados. Toda la Vida está relacionada, aunque sea por compartir una unidad de concepto. El mar es gran anfitrión tanto para las mañanas como para la reflexión, definitivamente, un eterno e inspirador recuerdo. Desde el colibrí al armadillo, pasando por el águila monera de las Filipinas, todos nos movemos al son de la Selección Natural, del medrar en el medio y competir compartiendo.

La adaptación novedosa destaca por parecer inadecuada al resto. La especificidad de la bueno lo hace destacar de entre la bastamente malo. Todo es fuego, aire, agua y tierra cuando tiene la mágica de saber ser tan estable como placentero. Placer para los oídos y el resto de los sentidos, soporte sobre el que compartir un gran tiempo. Las pilares sobre los que se alza la empresa no saben del mentir más allá de lo otrora leído: no practican más sátira que la común de saber vivir sin esconderse ni arrepentirse de ser como han sido y fueron. El esfuerzo encuentra correlato para escarmiento de quienes por no haberlo vivido o pensado, no supieron jamás a qué me estoy refiriendo. La gracia del convite estriba en saber vivir en lo recíproco, no sacar interesado provecho del manjar, y saber aplaudir lo que con tanto cariño estuvo hecho. Ante la sofisticada gastronomía: la pilota y el bogavante la hacen parecer para lerdos, dónde está el gusto por la Dolce Vita sino se sabe cómo se consiguió, ni porqué unos envidian lo que otros vencieron…

No comprendo si el bello pueblo que tantos recuerdos me diera, recuerda más a la ola asesina o los paseos con mi tío y mi difunta abuela; los libros de animales o las enciclopedias de fauna salvaje, mis ficticias operaciones de veterinaria o mis risas con las señoras de la notaría, dueñas del lugar y del dicho lugar de Caldetes. Sitio que más que ser de Estrac, parece el nombre querer decir que el que fue justo en el Mundo siempre tendrá un lugar para “estrac a gusto” en conciencia y descanso placentero.

Los encasillados de las vidas programadas no sirven ni para San Juan ni luminarias, la vejez no es nada más que un atesoramiento de juventud, no siendo, más que una obra de la popular mitología, aquello que dijera que entrar en años no es nada más que estornudar, toser y preguntar en qué hora nos hallamos. Haber sido pilar en nombre y oficio nos recuerda al genial oficio de matrona, heroínas, más que esclavas, de tiempos difíciles en los que supieron dar abundancia donde otrora hubo mucha falta.

La anterior falta de ortografía en el artículo plural no es más que un homenaje a quienes en mi corazón siempre estuvieron. Anfitrionas del más afortunado convite imaginado hacedoras de pilotas y arroces, zarzuelas y chistes, reflexiones y consejos, amigos de veras, y no imitadores de afecto poco verdadero. Puede que quizás hayan faltado en lo genético, pero poco importa. Dawkins tendrá que conformarse, el trato siempre ha sido soberano y el Mundo un nicho sobre el, que lejos de decidir, nos moldeamos la existencia. Unos viven alegremente otros se desnutren en cortijo grande. Puede que nos hallan separado tres o cuatros pueblos pero jamás en el ser conscientes en apreciar lo sencillo y enriquecedor de saber hacer con sus vidas, un flagrante ejemplo.

A mis milianes y su paladín, mi amigo Don Pedro.

sábado, 20 de octubre de 2007

El asiento de Rodin

Pese a la, relativa, moda actual de la cuestión, siempre ha sido una suerte de ofensa compararnos con nuestros hermanos animales. Pese a dar el pecho, como cualquier mamífero, practicar el sexo, como todo animal vertebrado, o tener una existencia finita, como el resto de los seres vivos, siempre hemos soñado, quién sabe si por condicionamiento devoto de un mecanismo mental de supervivencia, a vernos como la imagen de Dios, seres con misión divina que trascienden a la existencia de cualesquiera de las bestias. No nos relacionamos, tenemos cultura, no nos reproducimos, practicamos el Kamasutra y, des luego, no nos nutrimos sin cultivar, aun muy someramente, la gastronomía. Nuestra rectitud de ideas, y empecinamiento en el inmovilismo, lejos de alejarnos del mono parece convertirnos en vegetales, ¡quién sabe si en rosas o tomateras!

No he tenido la suerte de visitar Paris, aunque me gustaría. Más allá de la Torre Eiffel (monumento que repudiara Barcelona, eligiendo las Fuentes de Colores de Montjuic), Les Invalides o Le Louvre, una de las imágenes más recordadas de la Isla de Francia es el Pensador de Rodin. Sentado en no se sabe bien qué comodidad de las habidas, su asiento no hace más que parecerse al más igualitario de los elementos de cualquier morada estándar. Compañero diario, tan común como alternamente, leal cómplice de males, así como solidario ser en el sufrimiento de nuestras enfermedades. Bien pudiera haber dejado Rodin claro que el buen hombre estaba en la Academia de Atenas, en la Sorbona o, simplemente, platicando en una silla de madera, pero la ventura quiso que el sujeto parezca estar sentado en el inodoro, allá donde surgen tantas ideas, donde la mente se libera de más de un condicionamiento, estando alerta como lo animal de nuestra esencia.

El sacro monumento a lo cotidiano nos hace reflexionar en cuán vulnerable es nuestro cuerpo durante aquellos momentos. Se estar sitos en la jungla bien pudiera ser una situación de extremo peligro, el hombre quieto y absorto en sus cosas, mientras el tigre se esconde entre mangles y palmeras. La mente se halla durante tales momentos alerta, al igual que pasa en la ducha, y es que en eses momentos, so que nos pese, somos más vulnerables que vestidos y en plena forma para correr o defendernos ante el agresor de turno.

La ansiedad y sus ataques no son más que el acervo de haber sido presa. No hay nadie más nervioso que un conejo, sólo hace falta ver cuánto tiembla en cualquier momento, pendiente de que salga el zorro, aun estando en mi terraza. Quizás sea el motivo por el que los depredadores siempre sean más listos que sus presas. Esta correlacionada la dieta rica en proteínas (que proceden de la carne) y la formación de encéfalos de mayor consistencia. El paso de una dieta vegetariana a una, esencialmente, omnívora, acaso demasiado carnívora, ha liberado a nuestras tripas para que éstas no estén siempre pendientes de la digestión del follaje. Al hombre le entra la “morriña” durante la digestión en tanto que vencedor de la depredación, la inteligencia está más avispada con el hambre, pues la búsqueda de sustento más que deseo es necesidad para que el encéfalo, y el resto del cuerpo, puedan seguir funcionando.

La relación entre nuestros actos fisiológicos y nuestra condición de animales es una lacra, para algunos, que nos recuerda cuáles son nuestros orígenes. Existen instintos tan necesarios como imposiblemente eliminables. Nuestro cuerpo es un animal, cautivo en las redes de la cultura. Quizás todos nuestros conceptos sean un sueño, y un nuestro lugar en el mundo un mero nicho ecológico para nuestro animal, hecho, eso sí, a nuestra arbitraria medida…

Imagen sujeta a GNU Free Documentation License, origen: Wikimedia Commons

jueves, 18 de octubre de 2007

La Barcelona de Nerón y el Petronio del mal gusto

El Paseo de Gracia es una de las calles más señoriales de España. Lo elevado de sus precios, las tiendas de moda a lo Beverly Hills, edificios propios de la Nueva Babilonia, y seres de la más variopinta consideración así parecen corroborarlo. Un vuelta por sus contornos no deja de recordarme a la corte de Nerón y a Quo vadis. Gentes de todas las nacionalidades posibles, pedigüeños en busca de una eventual fortuna, individuos asexuados en gestos y vestimenta, pingüinos trabajando en bancos y buffets, chicas propias de revista y maniquís dotados de vida, quién sabe si por sus respectivos progenitores o más bien por las caprichosas maniobras del Doctor Frankestein y semejantes. Poca duda cabe de que existen tanto Vitelios de manjares, como Petronios del buen gusto, Lucanos exaltadores y Sénecas, que queriéndosele comparar, se quedaron en intelectuales. Todo en menor cuantía, acaso también más notables en cuanto a imagen. La sociedad se canta a si misma. “You are beautiful” de James Blunt escucha al ritmo de Mika, todo es felicidad: desde las margaritas de Guru al McDonalds y sus patatas fritas.

La especialización del trabajo sobrepasa la bestialidad. Existen guardas para la ciudad, y otros para los cacos, banqueros y cajeros automáticos, profesores de Universidad y jovenzuelas que los hacen, más que dar clases, ir de cuando en cuando despistados. El Arcipreste de Hita sería muy feliz, ¡por fin entiendo aquellas clases de literatura y la historia de Don Carnal y Doña Cuaresma!

Lo variopinto del panorama me recuerda a Ihering, la lucha por la justicia es la lucha de los intereses, una lucha, que por definición, durará lo mismo que el propio Mundo. Ricos contra pobres, esa lucha de clases que por más muerta que se considere resurge con mayor fuerza, cansinamente, sin que entienda ni de tabúes, ni mucho menos de reglas. Lo ingenuo del gentío, la comodidad de la ineficiencia, el peligro del trabajo exhaustivo, hacen que pensemos que todo se halla en equilibrio. Todo es ley de Vida y los pobres mero residuo de la precipitación de nuestro Destino.

Leer el “El espíritu del Derecho romano” puede ser un gozo intelectual, pero también una pesadilla. Sorprende al lector que Ihering pueda llegar a defender la guerra como un agente purificador. Cloro que echar en la sociedad y su putrefacta piscina.

El rap de los breake-dance me suena al arpa de los rapsodas de la tradición grecolatina. Los sex-shops a sus bacanales, los restaurantes de moda a sus opíparas comidas. El “beautiful” de la canción parece tan nono como imbécil, todo es bonito para el que gana y triste para el que pierde, la atmósfera sabe mucho de ello, y de que el hombre tiende a tropezar, con demasiada frecuencia, con la misma piedra.

Comida para hoy, mierda para mañana. La Historia parece servir de ejemplo mientras se le utiliza como instrumento de control de mentes. Todo es contaminación, y la del aire es la menos dañina. Quién sabe si los nuevos bárbaros germánicos tendrán ojos rasgados o llevarán turbante con el que rezar dirección a La Meca, racismo es un síntoma de la ansiedad del peligro, de perder un puesto acomodado y tener que trabajar, substancialmente más, para poder recibir la correspondiente ración de pienso.

Porca miseria del italiano, incomprensión para el español. Los oropeles de Roma se transforman en la resurrección de los laureles, los juegos del Coliseo en mimados perros, las carreras de carros en tifosis y Alonsos. El Mundo cambia mientras ciertas pautas parecen seguir intactas con el Tiempo. Quién sabe si somos nosotros aquéllos que no percibimos, por haber vivido una milésima de existencia dentro del espectro de una especie. Sólo espero que no llegue el meteorito, que no nos matemos a bombazos, después de todo resulta que aún tendremos que trabajar y todo, y al respecto, no nos engañemos, antes que el encuentro frontal con los pobres y desvalidos, eso es lo que para nosotros resulta ser más duro…

miércoles, 17 de octubre de 2007

Una artista invitada: mi hermana Mabel

Es curioso cómo la sociedad poco a poco se acostumbra a los nuevos tiempos, hace sesenta años no se veía con los mismos ojos a los inmigrantes. Se da por descontado que se trata de algo normal y que es irremediable. ¿Pero es eso cierto? ¿Es verdad que el fenómeno de la inmigración es algo que nunca podrá desaparecer?

Cuando hablamos de inmigrantes normalmente asociamos esta imagen a personas procedentes de otros países que actualmente tienen su residencia en nuestro país, pero la realidad va más allá. Hoy en día quizás sí que es la única imagen que se le puede par pero qué hay de nuestros abuelos o bisabuelos, ellos en su época entendían la inmigración de una manera muy diferente a la actual, ellos eran los que en busca de trabajo tenían que moverse de su lugar de residencia.

Otro hecho importante es que la inmigración no se trata sólo de cambiar de país, de ir en busca de un país con un situación económica, social, mejor. También es inmigración el hecho de moverse dentro del país.

Hace mil quinientos años, en lo que actualmente conocemos como Moscú, no había un sólo ruso, en Hungría no había un sólo húngaro, en Turquía no había turcos, en América sólo vivían indígenas, en Australia sólo polinesios y melanesios, en la región de Kosovo vivían servios... Esto demuestra el camino que han sufrido numerosos países como consecuencia de este fenómeno.

Por lo tanto respecto a si es posible que en un futuro la inmigración desaparezca no se puede asegurar, nadie tiene el poder de saber el futuro. Eso sí, podemos tener claro que eso sería un milagro prácticamente imposible. Para la desaparición de esta primero tendría que desaparecer otra cosa, la pobreza, que ya es la principal causa de existencia de este fenómeno. Por lo tanto, las posibilidades son remotas porque mientras el Mundo siga en este ritmo, no podemos esperar ningún cambio.
  • Imagen sacada de la Web de la Universidad de Valencia. Artículo escrito por Mabel Serrano Copete

lunes, 15 de octubre de 2007

Propiedad biológica

Uno de los libros científico-divulgativos de mayor éxito en los últimos tiempos es “El gen egoísta” del genial Richard Dawkins. En esta genial publicación se narra el iter del gen en tanto que “unidad de selección natural”, es otras palabras, se nos presenta al gen (mejor dicho al conjunto de ellos) como unidad que “lucha” por medrar, sobrevivir, a través del tiempo (de alguna forma los genes son inmortales al pasar de generación en generación) siendo todo ser vivo un mero “mecanismo de supervivencia”, todo sea dicho de paso, de duración finita.

Toda la existencia singular de ese gran conjunto que conocemos como biosfera se mueve al son de la competencia entre individuos, o mejor dicho, entre genes egoístas. El altruismo llega a verse como una manifestación de cómo se puede adquirir una mejor posición biológica a través de la cooperación, no dándose un gran papel a la bondad, la ética o la moral, más que como correlativos a instituciones convenientes para nuestra natural supervivencia.

Navegando por Internet me llamó enormemente la atención encontrar, atribuida a los economistas, la siguiente definición: "por ejemplo, la defensa de los derechos de propiedad sobre la tierra parece ser la forma en que se manifiesta en la especie humana la territorialidad tan común entre los restantes mamíferos y muchas otras especies. Uno de los atributos necesarios de la propiedad es la publicidad, el que "los otros" puedan reconocer que se encuentran ante una propiedad ajena. Como sabemos, los animales territoriales etiquetan su territorio mediante marcas olfativas, visuales y sonoras al igual que nosotros lo hacemos mediante letreros. Además no sólo saben interpretar las etiquetas dejadas por otros, sino que su comportamiento varía totalmente si están en un territorio propio o en uno ajeno (ALBERTO SIGALES)."

Edward Wilson, a la vez que uno de los mejores divulgadores científicos de los últimos tiempos, es el máximo defensor de la inexcusable, y necesaria, unión entre todas las ciencias (véase su libro: "Consilience: The Unity of Knowledge". El texto hallado no hace más que confirmar esa prolepsis, tan acertada bajo mi punto de vista, que tiende a ver toda manifestación social de los humanos en tanto que herramienta encaminada a nuestra más cómoda y satisfactoria supervivencia. No seré yo quien quiera dar la razón a movimientos neoliberales que se amparan en ese neodarwinismo tan dañino, otrora, durante el pasado siglo, véase el super-hombre de Nietzsche, no obstante, sí que es verdad que la competencia es un término en boca de cualquier análisis empírico-estadístico realizado en cualquier vertiente de ese metafísico concepto que denominamos ciencias sociales. Dentro de este concepto bien pudiera decirse que la competencia, sea la libre competencia económica o la incluso, mayormente cruel, laboral, son manifestaciones del motor de selección natural que nos está, insalvablemente, asociado a nuestros egoístas genes. ¿Qué decir del Derecho?

Existe cierta corriente doctrinal, nacida en los EEUU, que aboga por un análisis evolutivo de las instituciones jurídicas. Manteniéndonos al margen de proyectos que nos recuerden a tiempos funestos, y teniendo en cuenta la dignidad de la persona, probadamente efectiva en cuanto a sustentador de la paz entre los de nuestra especie, dicha escuela se decanta por considerar al Derecho, y demás ciencias sociales, como parte del nicho que se construye el hombre con el sino de ocupar una posición en un Mundo, natural por exigencia.

Uno de los mayores exponentes de esta escuela, J.E. STAKE, afirma que: “Our property instinct or mental adaptation might be nothing more than a natural inclination to learn the rules that other humans use to resolve the coordination problem inherent in resource disputes, much as we learn new words as toddlers to resolve the coordination problem inherent in communication. But it is also possible that the property instinct is more. An ability to recognize and, in appropriate contexts, adhere to specific conventions may be part of our behavioural repertoire”. Realmente genial. Los lémures de cola anillada, suricatos, así como los leones marinos californianos o los leones del cráter Ngorongoro no dejan de ser civilistas por naturaleza, siendo nuestra institución dominical más un instrumento de supervivencia que producto de la metafísica psique humana.

Quizás estemos ante la explicación del porqué todo proyecto del Comunismo ha fracasado, o derivado en corrupción, al querer eliminar la propiedad privada. ¿Qué pasaría si, como abogan los partícipes de esta teoría, la propiedad no sólo estuviera asociada a nuestros genes sino a la estructura de nuestro cerebro, la mayor de nuestras adaptaciones cerebrales? Sólo nos queda por ver si el único remedio para el común contento con ello es asegurar el “contenido” universalmente (si es que se puede), constatándose que ello no es sino el maná que buscan nuestros genes egoístas para poder seguir existiendo. Quizás el territorio del león sirva para lo mismo, ¿de qué sirve una sabana sin gacelas? ¿dónde están los sentimientos por un territorio sino es un correlato de supervivencia asegurada con correlacionado enriquecimiento?

Ambas imágenes proceden de Wikimedia Commons, están sujetas a Creative Commons Attribution ShareAlike 2.5.

sábado, 13 de octubre de 2007

Vuelta en tren tardía: reflexiones de medianoche

El obrero no entendía de reglas, aun sabiéndose bien el razonamiento. El billete era caro para quien no tenía apenas un céntimo, víctima de la esclavitud y del motor de nuestra economía: su trabajo. Nada con celulosa había en su inventario, ni T-10 ni papeles, acaso tampoco sueños, solamente trabajo. El guardia le explicaba los motivos en un cariñoso dialecto, su corazón amaga no conocer el mal, y su buen ser se lo confirma a cualquier intelecto. El truhán y el guarda, una vez más en conflicto, esta vez no por robar, sino simplemente por querer uno irse a casa. Es fácil tener clara la idea de Estado de Derecho dentro de una posición que da chuletas un día y bistec el segundo de la semana. El Derecho es convivencia, el trabajo exigencia. El guarda, una vez más con gentileza, se aproxima a dos nuevos inmigrantes asistiéndoles en su búsqueda del tren que le llevará por la mañana a Tortosa. Todo se aclara, uno del par deja sus maletas en un rincón, a muy buen recaudo. La excusa de tomar el fresco le sirve para coger sitio; a falta de dinero y papeles, el suelo de la estación le parece suite digna del paraíso europeo. El último tren a Mataró, siempre tardío, me priva de contemplar el final de la escena; de ver si el magrebí pudo llegar a casa o el viajero encontrar hacienda. En el tren escucho a Emile Simon, “all is white” es una canción profética para el momento. Se trata de la banda sonora del genial documental: “El viaje del emperador”, la canción hace referencia a que todo es blanco en el paraíso del Sur, allá donde la letra dice que el narrador quiere vivir. La referencia a la Antártida no acaba de dejarnos claro si existe alguna “segunda interpretación”, quizás sea la noche o un malvado subconsciente, ¿no es un paraíso para nosotros, los blancos, el trabajo, menospreciado, de nuestros vecinos terrenos del Sur? La ganga es contradicción, la escena remordimiento. Lamento no haber dado algún billete de la cartera a cada uno de los necesitados. Seguramente se me pasó por la cabeza, al igual que las pateras, la esclavitud, los Derechos del Hombre y el sueño de una justa Unión Europea, precisamente por ello quizás alcancé a recordar que era un buen europeo y que acostumbrar al bien a la mula le hace más perezosa para hacer el grueso del labrado. Nuestra economía se sustenta en razones oscuras. Hitler parece estar muerto en un mundo contaminado de armamentos y atómicas. La idea fuerza que mueve la globalización es el Imperio de Maese Dinero y de sus vasallos, los petrodólares. ¿A dónde llega nuestra idea de Justicia y de los Derechos Humanos, si nuestro bienestar se funda en el saqueo y la explotación, y las Guerras en controles de población y bombardeos a civiles? El despertar siempre nos hace salir, junto de la Pesadilla, también irremediablemente del Sueño. La Realidad dista mucho de poder ser bien peinada a base de sectarismo y conveniencia. ¿Dónde se hallan las bases de una justa idea-fuerza? ¿Dónde un derecho democrático cosmopolita? La ampliación de la Modernidad tiene mucho de dictadura careciendo el tinte de democracia. Los hombres siguen compartiendo especie y no igualdades, saltando como langures, macacos, geladas, mandriles y babuinos de la sabana. Dominantes y vencidos, el control población, el saqueo sistemático, las matanzas de civiles y las desigualdades a sabiendas parecen ser indispensables para nuestros argumentos. ¿Quién está dispuesto a privar de algo a sus hijos para hacer primar una nueva idea fuerza? ¿Quién dijo que nuestros genes no eran egoístas? La Naturaleza parece ser sabía, pero a veces peca de estupidez. El mejor remedio es forjar una gran idea-fuerza, los Derechos Humanos en Democracia, el sacrificio personal por alcanzar, o aproximarnos al País de los Ángeles del que sus seguidores son llamados incrédulos. Demostrar que la educación no solo es un medio sino el sistema de pasar la fase de selección evolutiva. La cooperación siempre da buenos frutos, quizás de forma menos barata que la esclavitud y el saqueo.

miércoles, 10 de octubre de 2007

La herejía de la Mente

Todo depende del ojo con el que se mira. Nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestras sensaciones, nuestros sentimientos.... la visión que tenemos del mundo es propia, resultante de los estímulos nerviosos que recomponen nuestra imagen de lo Otro. Es aquello en lo que se transforma nuestra visión, nuestro propio mundo, el legado que nos brindan los ojos. El cerebro parece funcionar como un ojo interno. La imaginación siempre tiende hacia lo que conocemos y hemos representado, los movimientos de aquel ser soñado, las escamas del dragón o la lengua del extinto lagarto. Desde la propia aparición del intelecto el hombre ha confundido realidad con antropomorfizar lo que le rodea.

De Zeus a Ra, de Jahvé a Velociraptores, todo lo no visto se parece a lo visto, todo lo soñado, a lo contemplado. Lo desconocido no existe en la medida en que no se puede reconocer dentro de la niebla de lo nunca representado. El Futuro es impredecible, quizás como correlato de la existencia del Caos. Todos los extraterrestres son hombrecillos verdes con sentidos, no mocos amorfos ni seres con formas inimaginables. Los velociraptores piensan como científicos, asesinando como soldados mientras que el T. Rex se parece más a Pinochet que a un pollo o a un lagarto.

A qué se deben estas representaciones dista mucho de ser desconocido. Se debe a nosotros mismos, al mismo motivo por el que funcionamos como espejos. Nos educamos según lo visto, nos gustan las historias que nos contaron, el lugar en el que nacimos o los platos típicos que nuestros abuelos cocinaron. Nacionalismo, identidad, individualidad y gustos deben mucho a ello. Nuestro cerebro es un espejo, las neuronas no mucho más que vidrios, demasiadas veces empañados.

Pasa con lo bueno y con lo malo. Toda diosa de la mitología encarna los valores de belleza del momento. Venus es seductora y hegemónica entre las psiques masculinas. Isis la más bella de las bailarinas celestiales, Diana una doncella a esperas de ser propiamente cazada. ¿Dónde están las descarriadas de lo bello en un mundo que se alza sobre el Olimpo? ¿En el mismo lugar que los participantes de los carteles publicitarios, o en el almacén de nuestras fantasías de medianoche? Todo es subjetividad en cuanto que es nuestro. Lo mismo pasa con la pesadilla.

Un velociraptor, por ejemplo, tiene cerebro de killer humano, garras de felino (archienemigo de nuestros antepasados de la sabana), lengua viperina (bestia del Pecado), velocidad del coche (que a tantos mata) y coordinación de legionario (asesino encubierto por coraza). Los parecidos evolutivos ni se representan ni venden. La mitología lejos de estar en decadencia lo impregna todo. Desde a las mujeres, u hombres en su caso, de nuestros sueños, a los monstruos que nos desvelan de madrugada. Todo es arte de lo infame o sal en lo sublime, todo es pintura mental y representación propia.

La herejía de la Mente consiste en no creer en lo Único, en dar sentido a lo subjetivo, ver cómo no existe la verdad cierta, ni Agamenón y su porquero. Todo es un sueño, una nebulosa, un mar en el que se necesita barco con el que evitar el naufragio. La barca a veces se sueña, se dibuja, se inventa o se pinta. Otras se consigue, pues en torno a ella te realizas, cual mente que ha encontrado un tesoro, o cuanto menos, vista en la inevitable sombra del Caos y de la Existencia…

martes, 9 de octubre de 2007

Cuando se desequilibra la balanza

La estación de Plaza Cataluña dista mucho de ser mínimamente conforme a cualquier parámetro de belleza, cuanto menos mayor que el de lo cotidiano. El renfiano invento se transforma en cueva moderna, aposento de trenes, selva de gentes. Multitud de individuos se mueven por ella como si se tratara de una clase de anatomía humana, siendo el tema las arterias. Quizás como el plasma o los leucocitos, Plaza Cataluña disfruta de una universalidad de rostros, gentes, y acaso también de almas. A los pingüinos de las finanzas les acompañan mayores de paseo, jóvenes universitarios y mozas que salen de trabajar para beneplácito de la mirada del cansado obrero de turno. Todo se transforma en ecosistema, desde los ratones camicaces con sus paseos por las vías, pasando por el engreído activista de turno, la buena compañía, el revisor desposeído de imperio o el mendigo que, con menos éxito que desvergüenza, intenta medrar como Lázaro por Tormes, cogiendo migajas donde a duras penas se reparte algo de pan que justifique, en la vida cotidiana, la decencia.

Existe un resquicio de población que vive al margen del paradigma social, no del ecosistema. Unos se convierten en carnívoros de las expectativas ajenas, otros pastan lo común del sistema mientras que un marginal resquicio amaga con nutrirse de los deshechos de los primeros, cuales hongos u otros organismos siervos de lo descompuesto. La Ley no la conocen, ni aunque sea porque con ellos no fuere justa.

Me percato de que alguien pasa la mano por donde apenas la he sacado después de recoger mi tarjeta integrada. Ningún céntimo se halla quieto en la frecuentada madriguera, más que por haber aborrecido la cueva el habitante por haber encontrado mejor, y liviano auxilio, en mi propia cartera. La señora, entrada en años, sigue con su técnica; pesca en la confianza excesiva de quienes no subieron apreciar su maná dorado. La falta de falta, el olvido de presencia, el dinero encuentra manos más necesitadas que la de aquel que lo dejara huérfano entre metales, plásticos y demás hojalatas. Alguno se acuerda del Código Penal y de su artículo 20 quinto, del estado necesidad y demás enseñanzas de penalística. ¿Dónde está la culpa de quienes ocupan un nicho ecológico allá donde nadie lo frecuenta?

Uno ve cómo la justicia social y la beneficencia son las mejores consejeras de la prevención y su función en las penas. El hombre que come no piensa en robar, quien roba piensa en comer. Descartamos mafiosos, corruptos, políticos engreídos y demás pingüinos carnívoros. Hacemos referencia a quienes medran en lo paupérrimo, haciendo naufragio donde otros gastan un Poseidón o un Titanic. Ni qué decir queda que las penas rara vez pueden ser generalizadas. Quien jamás se arrepintió del delito no pueda salir a la pública palestra. El terrorista convencido debe hallarse en el desván de los recuerdos, encadenado a la Ley y al Estado de Derecho. La equivalencia en lo malhechor entre el Lázaro de turno y el horrible De Juana no deja de parecerse a la comparación entre alimento y excremento en tanto que compuestos orgánicos. Todo se reduce a una cosmovisión, un mero pensamiento. Quien justifica la muerte no puede estar disponible para sus designios.

La dignidad se defiende como límite mientras perjudica la vida de algunos. La tapadera fijada con el sino de intentar encubrir el arbitrio deja tufo a cocción maligna, no siendo ésta otra más que la injusticia de la excusa y del peligro para el inocente. Por favor legislador, no confunda químicas ni recetas, no pretenda imponer el mismo ungüento para quienes viven y quienes matan, no quiera ser farmacéutico y extender una pandemia al mismo tiempo.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Los elefantes de Aníbal

Un animal en peligro de extinción es, ante todo, una responsabilidad nuestra, en exclusiva, de preservar algo más que un patrimonio. Más que un mero cúmulo de genes, fibras y biomasa, una especie es un valor siempre al alza, fuere animal, hongo o vegetal, más aún cuando la fiera se hace fantasía y sus manadas pintan bellos frescos en el mundo de los sueños. El valor de una especie trasciende lo estrictamente genético, así nos lo demuestra la gran tradición, no sólo europea, de crear bestiarios en cuanto a la descripción de los seres de la Naturaleza en base a mitos y leyendas. Dicho esto, poca duda cabe que la Historia Natural siempre se narra desde un punto de vista, inevitablemente, el nuestro.

Dentro de su monumental obra, “El Criterio”, Jaime Balmes afirmó que: “En el retrato que se nos hace del carácter cartaginés, en el señalamiento de las causas que provocaron los rompimientos, en la narración de las batallas, de las negaciones y otros puntos semejantes, ¿sería posible que hubiésemos sido engañados? Los historiadores romanos, de quienes hemos recibido la mayor parte de las noticias, ¿no habrán mezclado mucho de favorable a su nación y de contrario a la rival? Aquí entra la duda, aquí entra ora el deshechar sin reparo, ora el suspender con mucha frecuencia el juicio”.

Y qué decir de nosotros mismos en tanto que especie. Siempre nos vemos en el centro del huracán, nosotros somos responsables únicos del Cambio Climático, de la extinción del oso polar, de la del mamut, y sólo faltaría decir que el Amazonas desaparece por culpa de los brasileños y que el desierto avanza por acción de las escondidas armas bacteriológicas… Anibal no utilizó grandes paquidermos de la sabana africana para su invasión a Roma (quien resistiera gloriosamente...), se limitó a usar la especie, actualmente extinta, que habitaba la región del Magreb, especie norteafricana de elefante menor a sus actuales congéneres, tanto de Asia como de África.

El caso es que el elefante, y mucho más el rinoceronte, son animales que tuvieron en el Pasado mayor importancia que en el presente. Mamuts lanudos, emperadores, de Columbia, mastodontes, deinodontes y todo un largo etcétera, son ejemplos de la decadencia y/o extinción de especies respecto a las que el ser humano no ha tenido implicación alguna. ¡Qué decir de los rinocerontes! Durante el Oligoceno, rinocerontes de seis metros de alto, por ocho de largo, poblaron las estepas de Mongolia convirtiéndose en los mayores mamíferos terrestres de la Historia. Y es que durante todo el Terciario (época que empieza con la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años) llegarían a aparecer rinocerontes del tamaño de un cabrito, pasando por veloces rinocerontes semejantes a caballos, gigantes unicornios y demás especímenes válidos para el más fantasioso de los bestiarios. En fin, el declive de ambas especies se debe a más a otros factores que el estrictamente humano. ¿Quién nos asegura no ser el meteorito asesino de turno? Nuestra visión de la Historia, sea ésta Natural o simplemente Humana, está siempre, inexcusablemente, condicionada por el cerebro de quien la narra. Existe explicación neurológica al respecto.

Antonio Damasio (en su, más que recomendable, obra: “El error de Descartes”) afirma que la verdad absoluta no existe en Ciencia, nada nuevo al respecto, sin embargo, la clave de la explicación es constatar cómo “Si nuestros organismos estuvieran diseñados de manera distinta, las construcciones que hacemos del mundo que nos rodea también serían diferentes. No sabemos, y es improbable que lo lleguemos a saber nunca, a qué se parece la realidad absoluta”, es decir, la visión depende del ojo, diferente ojo diferente visión.

Entonces todo podría llegar a reducirse a un sueño, o cuanto menos, a un pensamiento humano. Alguno quizás llegara a afirmar que así se entra en contacto con la divinidad, otros que ese el misterio del Caos y de nuestro propio Mundo. La visión siempre dependerá de quien la haga, pues es mero estímulo nervioso de nuestros sentidos posteriormente transmitido a nuestros cerebros. Si no sabemos la verdad absoluta, ni podemos llegar a ella por definición, ¿qué sentido tiene entonces hablar de historia compartida?

lunes, 1 de octubre de 2007

En honor a un maestro nunca conocido

Una de las cosas que más me gusta de leer a autores clásicos como Petronio, Juvenal, Marcial o Cicerón es constatar cómo la belleza y gracia de sus discursos pasa toda dimensión espacio-tiempo superando cualquier traducción, cualquier cúmulo de frases en el idioma de reproducción de turno. El mensaje trasciende del papel poblando la esfera de lo platónicamente ideal. Existen autores clásicos para el insulto, para el reproche o la burla, así como también los hay para el discurso de bienvenida, el trato diplomático, la declaración de amor o la tan simple, como divertida, sátira acerca del gobernante de turno o sobre sus eternamente subordinados. La lectura de un clásico no repara ni en políticas ni idiomas, cada uno puede recibir el mensaje en su propio código, pues existen traducciones para todos. Grandeza pasada que se mantiene aún con las torpezas editoriales del presente, letras que transmiten un mensaje nítido y esperado, la demostración de cuán neutral es la sana y eterna literatura, siendo totalmente cierta la frase de aquel gran maestro que afirmara, con gracia y pluma fina que: “El nacionalisme es com un pet, només li agrada a qui se'l tira”.

Una sátira de Petronio gustará o no, pero no distingue entre si uno es de izquierdas o de derechas, simplemente se limita a bromear refiriéndose a la sociedad de su tiempo, cogiendo bellas perlas dentro del mar de los posibles, caracteres, que no por ser válidos en sus descripciones, dejan de permanecer en nuestra conciencia colectiva como constantes de los que compartimos una misma especie. La idealización es un método en perfecto choque con los llamados especialistas, quizás sea porque se encuentre en ello lo banal y manipulador de nuestras visiones particulares, dentro de una sociedad atea, que a falta de Dios, busca santidad en el morbo y la demagogia del político. Las letras puras están llenas dentro del vacío. Su ideología es universal, sus discursos oratoria, la rítmica supera su paso al chino o al vietnamita, la ideología se perpetua con la alternanza política, el éxito estriba en alcanzar los conceptos reales utilizando la lengua como simple instrumento, a poder ser, universalmente estético.

Leer a Josep Pla es, respecto a lo dicho, un craso ejemplo. Un monumento a la picardía del literato y al clasicismo de aquellos que supieron escribir con buen gusto. Dícese que fue un gran lector de Boswell, Leopardi o Montaigne. Vivió dentro del hedonismo más conservador y severo, el del placer propio, sin conocer más ideologías que la suya propia. Una lectura de su “Quadern gris” (obra que se ha traducido al serbio) deja en el paladar un gustito sano a buen tinto, buen libro de bellota emplumada, eso sí, curtido de sabiduría sincera.

La teoria oriental –que he sentit defensar a moltes persones- segons la qual es pot arribar a saber més per estat de gràcia que per estudi i paciència, deu estar basada en la gran capacitat per a la trampa i la mistificació que sovint tenen certes persones irresistiblement simpàtiques

Sin lugar a dudas ese fue él. Alguien capaz de desencajar la más seria de las mandíbulas a base de palabras tinas afiladas de sutil ironía. La jocosidad del galante, del paladín de la literatura, no deja de ser una muestra de cuán desagradecida es la sociedad que con él compartió lengua. Verdadero “normalizador” de lo per se, existencialmente normalizado, Pla fue capaz de utilizar un léxico inteligible para todo el lector latino, traducible con la vehemencia de los clásicos, textos que no dejan de derrochar suco fuere en catalán, castellano, chino, japonés o italiano. Pla es un gramático, un literato, un sinvergüenza, y sin embargo, un genio, un mago.

Lejos queda su papel dentro de un movimiento que le priva de sus éxitos. Representar lo verídico es molesto para muchos, lo ideal pocas veces es “unanimizado”, la crítica con lo común difícilmente salvada de la marginación del soberano. Pla es un hereje, una muestra de que la lengua puede servir única y exclusivamente para el mensaje receptible por quienes la leen o deben traducirla. Las pancartas quedan con él en casa de políticos y sindicalistas, él habla de sus lecturas, sus experiencias, comidas y bebidas, fueran en Llofriu o contemplando su querida Costa Brava. El aroma a zarzuela, a paella marinera, impregna la lectura de todos los valores conocedores del arte de demoler analíticas. Pla es un maestro, que no necesita ser enseñado.