lunes, 29 de octubre de 2007

El culto del sacrificio

Comprar un libro acontece una experiencia maravillosa si se hace en un librería oscura, en un sótano, en uno de esos lugares donde amaga con aparecerse una Historia Interminable en su formato original o un viejo tomo de la Iliada o del Señor de los Anillos. Todo con su magia, ese librero barbudo que te enseña los productos más arcaicos y anticuados de la estantería, materiales que simplemente por su condición, pasan de ser libros para mutarse en joyas. Existen librerías, pocas, que guardan los requisitos de todo lugar para la reflexión y la sabiduría; otras conservan alguna de sus partes en estas condiciones, ello por lo menos, ya es algo.

En una de esas escenas pude hacerme con “Mito y culto entre los pueblos primitivos” de Ad. E. Jensen, editado por el genial Fondo de Cultura Económica. La imagen del tótem que preside la portada ya valía, de por sí, la compra de un ejemplar. El elemento fantasioso de mi encéfalo comenzó a emitir ondas. Mi hermana seguía la broma, y el azar quiso que el viento diera un gran portazo al meter el inofensivo, probadamente, libro en mi habitación-biblioteca. Sacrificios, Señor de los Animales, Moral Religiosa… éstos son los nombres de algunos de sus apartados, temas arcanos y de moda, en una sociedad sensacionalista y ranciamente morbosa y amante del vicio. Aquello que más me sorprendió fue la lúcida visión que hiciera el autor de las prácticas religiosas de los pueblos objeto del estudio antropológico. De entre todos los temas (lo siento sigo siendo humano pese a todo) aquél que más me interesó, desde el primer momento, fue el estudio realizado sobre el sacrificio de personas y su significado.

Dentro de las antiguas culturas que practicaron el ritual del sacrificio humano, siempre nos viene a la cabeza la civilización de los aztecas. Es difícil justificar la práctica, por más que intentemos ponernos en la posición del precolombino en su creencia del poder supremo del dios solar Huitzilopochtli: quien necesitaba alimentarse de la sangre humana (mayor de nuestros tesoros) para poder seguir iluminando. No sé, y quizás sea algo osado decir, si pudiéramos considerar que el sacrificio de personas, así como la caza de cabezas indonesia y demás prácticas afines, no tendrían algo de técnicas con las que controlar la superpoblación (uniéndose a las epidemias y a las guerras siguiendo las explicaciones de Malthus). No hay duda de que las exigencias del medio condicionan a la especie, incluida la humana. Con ello no quiero decir que no exista una moral mejor que otras, pero a diferencia de otros, no pienso ver nada bueno en la práctica del sacrificio humano. Hay quien ha llegado a justificar la conquista por la Corona Hispánica y correlativo imperio del cristianismo en la zona como una medida de choque esencial con la que acabar la barbarie de la religión azteca, así como de buena parte de los pueblos mesoamericanos. Como “sacrificios menores” decir que era común entre los pueblos de Mesoamérica infligirse cortes y heridas con los que ofrecer sangre propia al culto de los dioses. Parece ser que existieron pueblos más flagelados que otros con la práctica, viéndose en ello uno de los motivos por los que Tlaxcala odiaba a sus vecinos de Tenochtitlán.

El caso es que, como recoge Jensen, estos pueblos tenían igualmente tipificado el asesinato como conducta reprobable. Debiéndose diferenciar la muerte indebida y la ritual, dos prácticas diferentes siendo una perseguida y la otra necesaria. Más allá de la tesis darwinista de “método con el que controlar la población” o manifestación en grupos humanos de la Selección Natural, Jensen ve cierto paralelismo con la actitud del ser humano para la caza. De hecho, las pinturas y grabados rupestres no dejan de tener un componente ritual-sacro que trasciende lo eminentemente estético. Tenemos evidencias que apuntan hacia religiones animistas en tiempos prehistóricos, existiendo cultos de “exculpación” por haber cazado, para sobrevivir, uno de los miembros de la diosa suprema, la Madre Naturaleza.

Bien podría llegarse a opinar que el ser humano posee cierto condicionamiento que le exige destruir, matar, sean lagartijas, o en este caso, vidas humanas. Me niego a ver en ello una exigencia de nuestros genes. Si acaso, bien pudiéramos hablar de que nacemos con la madera necesaria para ser violentos por naturaleza, siendo de funestas consecuencias la cuestión si se nos “ayuda” afilando el arma con “deseducación” y creencias erróneas.

(La visión aquí citada bien debiera completarse con la lectura del libro de Christian Duverger: La flor letal (la economía del sacrificio azteca), de la misma editorial y, así mismo, algo más realista que el terrorífico film: Apocalypto.)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

muy rico este artículo, muy completo. respecto a los sacrificios tengo que decir que se siguen haciendo, en algunos paises donde exsiste pena de muerte se sacrifican personas para dar miedo al resto y que no se atrevan a pecar, en paises donde la pena de muerte es algo ultrapúblico, en mi opinión, estan haciendo un seguidismo de los antiguos rituales a dioses variados,

respecto a la peli apocalipto, me decepcionó bastante, ya que soy amante del caribe mejicano, y en los viajes, pues voy visitando el pais, y lo que vi allí, no es ni por asomo la mitad de cruel y falto de sentido que lo que enseña en la peli, además de que su civilización estaba algo mas evolucionada, dentro de ser un pueblo muy arcáico.

besos

AnaR dijo...

Te leo escuchando a Pergolesi y me digo que alguien que ha compuesto semejante maravilla es imposible que tenga semejantes instintos.Y la voz de T.Berganza me inspira que los hombres estamos llamados a crear y a expandír el arte , la palabra y eso tan importante que aludes...la educación.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Que buena esa descripción que haces de la librería donde buscar "libros joya", la verdad es que te leía y visualizaba el lugar. Recuerdo cuando era bastante jovencita y me iba por las librerías que había por la zona dela catedral de Barcelona, aquel olor a libro viejo y rancio, poca luz, libros desordenadamente ordenados... Te leo y evoco aquellos hermosos lugares, que no sé si existen.

Anónimo dijo...

¿Tu también te "tragaste" lo de apocalypto?

creo que haré un tema respecto a eso. Ah ya publique la primera parte de la leyenda del enano de uxmal.

Una cosa más: el título del libro, hace que para mí ya sea repelente (