“Todo es efímero: el que sugiere un elogio, como el mismo objeto que lo inspira”
Marco Aurelio
Edgard Gibbon, uno de los mayores historiadores de todos los tiempos, afirmó que jamás estuvo el Mundo mejor gobernado como con la dinastía de los Antoninos: Nerva, Trajano, Adriano, Antonio Pío, Vero y Marco Aurelio (aunque también debiera incluirse a su, no tan brillante, hijo: Cómodo). Se dice que bajo su gobierno el orbe romano alcanzó sus mayores niveles de prosperidad, no sólo en cuanto a expansión territorial sino también en lo referente al poder del Emperador y sus ejércitos. Partia fue cuasi totalmente subyugada, los dacios vencidos, nadie se atrevía a soplar en latín, estableciendo el César toda gramática… Durante este periodo llegaría a existir una institución de beneficencia tan exitosa como fueron los alimenta de Trajano. Adriano mandaría construir monumentos como el Panteón, mientras que Marco Aurelio llevaría la filosofía al trono, llegando Roma a sus máximos niveles en lo intelectual: valga citar nombres como el de Apuleyo. Todo ello sin perjuicio de que, lejos de un Mundo ideal de buenos ángeles, existieran conflictos de gran entidad como una nueva rebelión en Palestina (con el liderazgo de Simón Bar-Koheba, presunto “Mesías”) en tiempos de Adriano, o la guerra con los marcomanos, bajo los reinados de Marco Aurelio y su hijo Cómodo.
Roma se fundaba sobre un constitución mixta (equilibrio entre la monarquía, la aristocracia y la democracia), un invento tan presuntamente genial como glorificado por autores de la eventual talla de Polibio. Valga decir que de ello, autores actuales como Michael Parenti tildan a la constitución mixta, a semejanza de la actual Constitución de los Estados Unidos, como “una constitución “mezclada” que permita sólo una participación limitada a la gente y un papel dominante a la elite del poder ejecutivo”.
Público y notorio es que Julio César siempre ha sido visto como un tirano, destructor de las libertades del pueblo romano, encarnadas éstas en la institución de la República. No obstante, un análisis, condicionado como todo lo humano, pero cuanto menos compartido por mi persona, es aquél que nos sitúa a la República como un sistema que sólo beneficiaba a unos pocos, siendo el Senado una mera representación de ellos.
Frente a este fenómeno, siempre se nos han presentado los requisitos para ser político en democracia como nulos, no siendo éstos más que el apoyo popular manifestado en las urnas. El argumento parece obvio (o así lo expresó al menos un político español de relieve en un pasado, y reciente, debate): evitar que sólo aquellos que puedan acceder a unos estudios cualificados puedan llegar a ser representantes del pueblo. Siendo consciente del atrevimiento me dispongo a hacer una pregunta: ¿preferimos a nuestra actual clase política o una “dictadura”, acaso eterna, de emperadores como Marco Aurelio? Mi respuesta es relativa, no se decanta ni por uno ni otro extremo.
Bajo mi punto de vista, parece ser obvio que existen posiciones dentro del Poder soberano que difieren en cuanto a los requisitos esenciales de quienes, eventualmente, las pueden ejercitar. No veo porqué debe estar correlacionada la militancia política con la ocupación de un ministerio. Es totalmente razonable opinar que existen gentes con el don de la oratoria y el carisma, plenamente aptas para la política (y su irremediable cara pública), mientras que otros son, o serían, mejores administradores (ministros) que portavoces de ideas o movimientos. Todo político puede ser un ciudadano llano, los ministros, discúlpenme, no creo que puedan serlo.
Edgard Gibbon, uno de los mayores historiadores de todos los tiempos, afirmó que jamás estuvo el Mundo mejor gobernado como con la dinastía de los Antoninos: Nerva, Trajano, Adriano, Antonio Pío, Vero y Marco Aurelio (aunque también debiera incluirse a su, no tan brillante, hijo: Cómodo). Se dice que bajo su gobierno el orbe romano alcanzó sus mayores niveles de prosperidad, no sólo en cuanto a expansión territorial sino también en lo referente al poder del Emperador y sus ejércitos. Partia fue cuasi totalmente subyugada, los dacios vencidos, nadie se atrevía a soplar en latín, estableciendo el César toda gramática… Durante este periodo llegaría a existir una institución de beneficencia tan exitosa como fueron los alimenta de Trajano. Adriano mandaría construir monumentos como el Panteón, mientras que Marco Aurelio llevaría la filosofía al trono, llegando Roma a sus máximos niveles en lo intelectual: valga citar nombres como el de Apuleyo. Todo ello sin perjuicio de que, lejos de un Mundo ideal de buenos ángeles, existieran conflictos de gran entidad como una nueva rebelión en Palestina (con el liderazgo de Simón Bar-Koheba, presunto “Mesías”) en tiempos de Adriano, o la guerra con los marcomanos, bajo los reinados de Marco Aurelio y su hijo Cómodo.
Roma se fundaba sobre un constitución mixta (equilibrio entre la monarquía, la aristocracia y la democracia), un invento tan presuntamente genial como glorificado por autores de la eventual talla de Polibio. Valga decir que de ello, autores actuales como Michael Parenti tildan a la constitución mixta, a semejanza de la actual Constitución de los Estados Unidos, como “una constitución “mezclada” que permita sólo una participación limitada a la gente y un papel dominante a la elite del poder ejecutivo”.
Público y notorio es que Julio César siempre ha sido visto como un tirano, destructor de las libertades del pueblo romano, encarnadas éstas en la institución de la República. No obstante, un análisis, condicionado como todo lo humano, pero cuanto menos compartido por mi persona, es aquél que nos sitúa a la República como un sistema que sólo beneficiaba a unos pocos, siendo el Senado una mera representación de ellos.
Frente a este fenómeno, siempre se nos han presentado los requisitos para ser político en democracia como nulos, no siendo éstos más que el apoyo popular manifestado en las urnas. El argumento parece obvio (o así lo expresó al menos un político español de relieve en un pasado, y reciente, debate): evitar que sólo aquellos que puedan acceder a unos estudios cualificados puedan llegar a ser representantes del pueblo. Siendo consciente del atrevimiento me dispongo a hacer una pregunta: ¿preferimos a nuestra actual clase política o una “dictadura”, acaso eterna, de emperadores como Marco Aurelio? Mi respuesta es relativa, no se decanta ni por uno ni otro extremo.
Bajo mi punto de vista, parece ser obvio que existen posiciones dentro del Poder soberano que difieren en cuanto a los requisitos esenciales de quienes, eventualmente, las pueden ejercitar. No veo porqué debe estar correlacionada la militancia política con la ocupación de un ministerio. Es totalmente razonable opinar que existen gentes con el don de la oratoria y el carisma, plenamente aptas para la política (y su irremediable cara pública), mientras que otros son, o serían, mejores administradores (ministros) que portavoces de ideas o movimientos. Todo político puede ser un ciudadano llano, los ministros, discúlpenme, no creo que puedan serlo.
No alcanzo a comprender porqué la posición de Agripa puede ser ocupada por alguien sin demasiados, y cualificados, conocimientos. Cómo dirigir el departamento de justicia quien no cursó Derecho, o el de economía quien no conoce los postulados de Keynes, Nash o Smith. ¡Basta ya de demagogias y manipulaciones! Una cosa es no preguntar al pueblo y otra, muy diferente, manipularlo como instrumento de legitimación. Debemos replantearnos la democracia y el porqué debemos defender un sistema que sirve, muchas veces, de acomodo para dirigentes ineptos. El debate está abierto, no podemos combatir los movimientos populistas y demás dictaduras sin dar un paso en frente de quienes pervierten el genial invento. ¿Es posible una democracia que tienda hacia el ideal o, simplemente, es algo que esta totalmente en contra de la perversa y egoísta esencia del ser humano?
1 comentario:
quando o homem em vez de usar a parte boa e racional e evoluida do cerebro usou a parte instintiva e de vontade(mau vontade bem razão)se tornou essencialmente mau, querem um governo mundial para acabar com a maldade humano mas... governado por humanos! o mal só acabará quando Jesus voltar para tomar o poder na terra como diz a biblia, um dos motivos que os judeus não aceitaram Jesus como messias (embora não todos pois até século II o cristianismo era judeu) por acharem que ele tomaria o poder imediatamente mas a biblia não diz isto
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