martes, 23 de diciembre de 2008

Petición a los Reyes Magos

"(...) ha caído la noche y los bárbaros no han venido.
(...)
Y entonces ahora ¿qué va a pasar con nostros sin los bárbaros?
Al menos esa gente era una cierta solución".
"Esperando a los bárbaros" de Constantino Cavafis
Existen varias definiciones relativas a qué es un clásico. Para unos, son aquellas obras que reiteradamente son citadas en escuelas y universidades, para otros, esos gruesos tomos de honorable apariencia, que todo el mundo pretende tener bien visibles en su biblioteca, pese a no haber sido jamás leídos. De lo que no hay la menor duda es de que de los clásicos se puede extraer una innumerable lista de célebres frases. La anteriormente escrita es un ejemplo[i].
Las palabras del griego Cavafis me trasladan a una atmósfera decadente. Un tiempo nubloso en el que el hambre, el miedo y la enfermedad campan a sus anchas. Se me aparece todo como un gran ocaso estereotipado, definitivamente, un cuadro, típico y tópico, de cómo debió ser uno de los últimos días del Imperio Romano. Se me ocurre reflexionar sobre cuáles debieron de ser los pensamientos de cualesquiera de cuántos contemporáneos de aquella época poblaron las grandes urbes romanas. Una cuestión que me preocupa especialmente es la de reflexionar acerca de si esas gentes supieron, ni aunque fuera por un mero atisbo, la gran vorágine que se les venía encima. No podemos saber si el habitante de Aquileya, de Leptis Magna o de Cartago se pudo haber figurado cuál iba a ser el destino de su civilización, de su anciano Imperio. Seguramente los romanos no se figuraron un mundo gobernado por bárbaros. Quienes tienen una existencia acomodada sostienen la “cuasi-divinidad” del orden que les gobierna. Craso error para la razón, al que los humanos parecemos estar genéticamente predeterminados.
Me causa una gran ansiedad pensar que yo bien pudiera ser uno de aquellos “romanos”, partícipe de un gran escenario de decadencia predestinado a la caída, en este caso no del orbe romano. No sé si entre Iraq y los Campos Cataláunicos caben paralelismos, pero cierto es que las batallas distantes estereotipan la fragilidad de quienes nos gobiernan. Las desigualdades fomentan flujos migratorios insostenibles, flujos de “nuevos bárbaros” buscando mejores tierras. Otros de su calificativo amenazan a nuestras estructuras macroeconómicas, mientras que caníbales de nuestra "social" especie se nutren de ideas falsas y especulaciones abusivas. La Bolsa cae, y los sueños con ella.
Como el niño, adulto o anciana romanos del poema de Cavafis, yo sigo buscando a los bárbaros. No sé si debo confiar en quien no supo vigilar que el singular villano se hiciera con las expectativas de cientos o en una sociedad caduca y especialmente desestructurada. Busco soluciones, sin tener tampoco a bárbaros disponibles.
Occidente, y más concretamente Europa, se va progresivamente ninguneando dentro de su fofo conformismo. Los individuos viven sin expectativas, con el único estímulo del chat, el cigarro y las grandes fiestas. Una sola letra separa al matrimonio del patrimonio, mientras que los infantes son considerados como externalidades negativas de coitos nefastos. A todo eso, la familia se descompone dejando su asiento a la perruna mascota, mayormente privilegiada que el abuelo. Un sinnúmero de pequeñas cosas nos conducen al gran efecto. Un mundo caduco, una sociedad sin esperanzas “ni bárbaros”. El potencial del forastero renovador “bárbaro” sólo cabría buscarlo en las nuevas ideologías. ¡Lástima que de éstas estemos faltos!
Me pregunto si en este próximo año surgirá un nuevo Atila o Genserico. Si en los EEUU aparecerá el “nuevo candidato antonino[ii]” o se seguirá la, poco particular, tradición catalana de dejar al hijo mayor, o listo, con la industria y el tonto para la política… Sinceramente, reconozco haber escrito con este post mi carta a los Reyes Magos. Un Mundo que reflexione y encuentre, y que en la medida de mi humano egoísmo, me garantice un futuro personal, y ante todo, para los míos.
Felices fiestas y mejor año nuevo!!!
[i] Estas líneas lo mismo han servido para hacer una alegoría al autor, como para introducir obras sobre la Decadencia y Caída del Imperio Romano, como las inexcusables monografías del profesor Javier Arce (uno de los mejores, quizá el mejor, historiador romanista actual), “Bárbaros y romanos en Hispania” (Marcial Pons, 2005) o del clásico “Esperando a los bárbaros” del Dr. Alonso del Real (Austral, 1972).
[ii] Dinastía a la que pertenecían notabilísimos Emperadores como Trajano, Adriano o Marco Aurelio.
Ilustraciones:
1) Constable, John, "Hadleight Castle (Hadleigh Castle?), Studie" (1829)
2) Honthorst, Gerard van, "Anbetung der Hirten"

domingo, 14 de diciembre de 2008

Propiedad Zoológica

Justo antes de seguir con el estudio, no es extraño que mire, durante un rato, alguno de los documentales de "la 2". Un día, viendo el clásico reportaje de leones y ñus en la sabana africana, a uno de mis tíos (doctos siempre en geniales reflexiones y muestras de gran sabiduría) se le ocurrió decir que “cómo podía ser que en África pastaran grandes rebaños mientras la gente pasaba hambre, cómo no cultivaban esa tierra para conseguir alimentos”. La verdad es que, como buen amante de los animales, mi respuesta no se hizo esperar, pero bien cierto es que la misma no pudo mantenerse ajena al condicionante de considerar cuál pudiera ser la solución a este real binomio entre progreso y naturaleza, agricultores y vida salvaje, animales y personas. Pocos días después de la reflexión de mi tío, pude leer en el diario “elPaís” el artículo: “La tierra para quien la paga”, ciertamente sobrecogedor.

Mi padre, con gran jocosidad, siempre se ha preguntado si supe decir antes “ñu” o “papá”. La verdad es que yo también lo dudo. Mi afición por los animales (y dentro de los mismos, por los dinosaurios) siempre ha sido bastante sólida, desde la infancia y la adolescencia a nuestros días, en los que, aún, con gran fuerza, pervive. Cierto es que todo amante defiende lo que ama, mi caso no es diferente. Sin embargo, propongo una reflexión sobre algunas variables, un pensamiento responsable y congruente con lo que nuestros gobiernos realizan, muy especialmente, en el continente africano.

Dejando a un lado las restricciones a la libre competencia, que entes como la UE protagonizan respecto a los países africanos, grandes proyectos para la humanidad, de mayor o menor ética, se ven implicados en este asunto. A nadie se le escapa que a los habitantes de ciudades, literalmente en el desierto, como Dubai o Doha, requieren de alimentos con los que nutrir a sus habitantes, cada vez más numerosos. De hecho, los países de la Península Arábiga, tienen una consolidada tradición de invertir en la compra de tierras en países extranjeros, para cultivar en ellas los alimentos que posteriormente van a importar a sus feudos domésticos. Con el auge de estos asentamientos las inversiones se han disparado. Más población y más ingresos (en su mayoría “petrodólares”) alimentan al monstruo, con especial virulencia. Esta situación, ya de por sí inquietante, se ha visto acentuada con la aparición en escena de nuevos países.

Según recoge este genial artículo, de más que recomendable lectura, países como Alemania o Corea del Sur están adquiriendo miles de hectáreas en lugares como Tanzania y Madagascar, ambos con un elevadísimo índice de habitantes dentro del umbral de la pobreza. Si bien en el segundo caso se trata de una excusa “mínimamente excusable”, valga la redundancia, en el primer caso no deja de ser miserable que un país como el gigante teutón maquine con sembrar 200.000 hectáreas para biodiesel en Tanzania, un Estado de gran pobreza, a la vez que riqueza medioambiental (caso equivalente, como decimos, a la compra por la coreana Daewoo Logistics Corporation, de la mitad de la superficie cultivable de la isla de Madagascar, uno de los últimos enclaves donde pueden contemplarse ecosistemas vírgenes para la vida salvaje). Más allá del reparto de la riqueza, pues proyectos como estos parecen, prima facie, amenazar sobremanera a los pequeños agricultores (la gran mayoría de ellos sin título dominical alguno), debemos de centrarnos en una disyuntiva vital para la especie humana, la misma que un principio ya apuntábamos. Animales frente a desarrollo.

Una explotación responsable de las tierras africanas, de donde pudiera extraerse alimentos para terceros países (siempre y cuando se asegurara el suministro para los países explotados) podría estudiarse; si bien, el mero pensar en ello ya atenta contra la conservación de la vida salvaje de estos lugares. Pese a todo, llegados a este punto, a nadie se le debe escapar que en los Estados desarrollados, también en España, el propio “desarrollo” ha atentando en infinidad de ocasiones contra la biodiversidad, acabando con buena parte de las especies que antaño poblaron estas ricas naciones. Privar de “su derecho” a los países en desarrollo no es ético, sí que lo es, sin embargo, vigilar que terceros pretendan esgrimir la espada de la justicia distributiva para subyugar los países ricos en terreno cultibable, hoy en día, aconteciendo “ranchos” para el inversor coreano, japonés, saudí o alemán de turno.

Creo que el camino hacia la explotación de las tierras vírgenes es inevitable. Antes o después los lugares fértiles serán explotados, no sólo con el argumento de alimentar a los de nuestra especie, sino también con la expectativa de mantener el nivel de vida de los países desarrollados (y de todos aquellos que desean serlo algún día). La ciudad es un antónimo del campo, ello debe ser recordado. Pero bien cierto es que la vida urbana nos ha brindado, ya desde Mesopotamia, un caldo de cultivo para las ciencias, la técnica y la mejora en nuestras condiciones de vida. Visto todo esto, las especies en peligro de extinción parecen condenadas al abismo. Defendiendo siempre el superior valor del bienestar de las personas (no siendo tolerable la pobreza y hambre de miles de millones de seres), debemos asimilar una filosofía “ambiental” que nos permita hacer posible una conservación de aquellos animales a los que tanto amamos. Por mi parte, la solución se centra en un concepto, la idea de “patrimonio zoológico”.

No puede sostenerse, por más que se empeñe el movimiento ecologista más radicalizado, que los animales tengan derechos; pues “tener un derecho” implica un potencial sapiencial por parte del beneficiado, circunstancia, que hasta día de hoy, nos pertenece en exclusiva a los Homo Sapiens Sapiens. Sin embargo, parafraseando al inmortal Ihering, bien pudiéramos hablar de un “interés jurídicamente protegible”, en este caso, la biodiversidad global.
El futuro son las reservas, las grandes extensiones de parques naturales, nacionales y reservas de la biosfera. Una distribución del globo que reconozca la hegemonía humana, pero siempre supeditada al interés de conservar la Tierra y sus especies para quienes vengan después, o lo que es lo mismo, una solidaridad intergeneracional que nos lleve a preservar los animales en peligro de extinción. Es por ello, que los proyectos de protección de los animales son tan necesarios, no como una suerte de "reunión constituyente" reconocedora de derechos, sino más bien como proyectos de restauración, ideas conservacionistas que asimilen la Naturaleza con el Patrimonio histórico, pues a nadie se le debe escapar, la Historia Natural es un concepto que incluye a la genuinamente nuestra.

* Casos donde la intervención humana ha asegurado la pervivencia de especies "virtualmente extintas" son los del bisonte europeo y, muy notoriamente, el ñú de cola blanca (criado en reservas y granjas de Sudáfrica).

Enlace recomendado:
Imágenes:
En primer lugar, "Drawing of Nyassaland Wildebeest ((Connochaetes taurinus johnstoni), from "British Central Africa", Sir H. H. Johnston" (1903).
En segundo lugar, "The skyline of dubai from sheik zayed road" de Iardo, sujeta a GNU Free Documentation License.

sábado, 6 de diciembre de 2008

El Imperio calavera

Platón fue el sumo creador de un mundo de ideas. Por él pululaban caballos, yetis, uzbekos, parroquianos, gladiadores, futbolistas y malabaristas. Las gentes acudían a la discoteca, al Coliseo o los burdeles y clubes de ambiente. En aquel lugar no habían familias, sólo campos semánticos. El infinito saber eventual se representaba en ideas, nominalmente puras. La falta de profanación del templo sapiencial impedía que se hiciera mella en un mundo, por definición, ideal. Todo tenía una recreación terrena o una eventual salida en el Futuro, si es que no la había tenido ya, en el pretérito Pasado.
Como genuina entelequia, ésta tuvo su fin. Los de la contrada de la Cruz, haciendo honor al corporativismo de los de su campo semántico, sometieron a las ideas a esclavitud, y el recto camino se impuso, llamando al mundo ideal, Cielo. Como vieran que ello les parecía bueno, crearon a su vez el Infierno. Todo lo residual de entre lo completo fue a parar a este cajón de sastre del Demonio; fiel servidor inventado, persa a la vez que sagrado. No obstante, de entre todos estos campos, destacaba el de las ideologías. Una, la cristiandad, decidió monopolizar los cielos, sirviéndose de las caras de la religión, como si de un mismo fenómeno pareciera haber varios (Islam, hinduismo, judaísmo…). El resto de las ideas huyó al suelo. Como si de lozanas novatas se tratare, sin control, se dejaron fecundar por los humanos, pariendo seres perturbados, cosas malas, imperios…
El ser de la calavera entró entre las estalactitas de “kalagnikovs” y las quebradas de espadas, gladius y hachas incrustadas. Allá no crecían telarañas, sino que pendían medievales mazas. No había fuegos, sino hipocresía. Las “calles” de lamentos estaban pobladas por ladrones, estafadores, rufianes, contrabandistas, irreverentes y ministros. El lugar era fúnebre como el Hades, en gran parte, porque de ello se trataba. Calavera caminaba, con cigarrillo en boca. No sabía dónde se hallaba, pues era nuevo en el lugar, no podía hablar con nadie de los que le rodeaban, pues ninguno era de confianza.
Absorto en el whisky y su paquete de Malboro, rápidamente, el de la calavera se acercó a un fuego donde había un grupo asando patatas. El grupo era peculiar, pues cada cual tenía unos atributos y características tan detonantes como asonantes. Había uno con casco de legionario, túnica de lado a lado, calígulas en pies y traje trapero de esclavo. Otro no era del todo humano, tenía ojos orientales, efigie de centauro, con pies de caballo; en la espalda llevaba un curioso arco y de su barbilla colgaba una rala perilla. Dos de sus acompañantes, cada uno a un lado, rivalizaban con él en originalidad: pues uno de ellos enseñaba su palpitante corazón ensangrentado, mientras lucía penacho de quetzal y bebía chocolate caducado. Al otro lado del ser acaballado, un genuino ser de dos caras, de expresión anciana en una y faraónica en otra, hacia galas de superior, vistiendo alas en la espalda, y pies de león por zapatos. De entre todos, había dos especialmente curiosos. El niño adulto, con casco de león de plata y rizos de oro, de expresión un tanto sensual, y a la vez, amanerada y el espigado hombre de castizo acento, con lonchas de jamón por orejas, cantimpalo por nariz y quijotesco casco por segundo cráneo. La conversación que entre ellos tenían versaba sobre cómo habían conseguido la patata.
El de la toga decía no conocerla, a lo cual, el de las dos caras asentía. Ambos proponían cultivarlas manteniendo a mano de obra barata: endeudados, criminales, opositores, y en definitiva, esclavos; sólo que uno los prefería del detrito social y el bifronte por derecho divino. El de alma extremeña dijo que él las tendría que descubrir primero, para luego implantar entre los jornaleros, a lo que el centauro dijo que él no las quería ver, pues tenía mucho de carnicero, y las hierbas y tubérculos eran para tiempos de hambre. Calavera se sentó en un lugar, que aparentemente, tenía pre-asignado. Sentóse en él y abogó por conseguir copiosas cantidades de patata sometiendo a pueblos de los que no estaban representados. A todos les pareció curioso y, alguno incluso se sorprendió por la intervención del nuevo huésped.
A la reunión llegaron dos nuevos huéspedes. Uno leía Fausto mientras se tocaba el bigote con la otra mano, y el segundo llevaba botella de vodka por compañera, cuales dos amigos, en verdad, borrachos. Ellos no se sorprendieron tanto al ver al inquilino. Calavera por fin se congratuló de poder ver a quienes consideraba los Srs. Comunismo y Fascismo; gran decepción se llevó cuando se enteró de que tales, no eran sus nombres.
Calavera se vio, de repente, sumergido en un lugar fuera de sus reglas. Sentía que algo en su realidad había cambiado, que todo lo que veía no acontecía lo creído, y que lo soñado no parecía tampoco lo visto, sino lo deseado. Ambos parecían conocer las vestiduras del nuevo. Sobre su cuerpo llevaba una chaqueta negra con aires de militar, con un águila calva grabada en hilo barato. Su trasero se sponsorizaba por CocaCola y, de entre sus peticiones, dos de tres eran alcohol y tabaco. Para cerciorarse, los de acentos del Rhin uno, y de los Urales el otro, le preguntaron por su nombre, el de la calavera dijo que le podían llamar “Capital”, aunque en verdad, su verdadero nombre, fuere acompañado por un “ismo”. Todos empezaron a reír, pues el “ismo” era el “Expósito” de entre los de aquél lugar. El nombre utilizado por quienes no sabían su verdadero nombre. La pareja de tertulianos se sentó, con risa entrecortada. Saludaron al nuevo con acento tejano, presentándose como Rusia y Alemania, dos de los del grupo de “Imperios” que allá se reunían.
A él lo trataron por EEUU, él no se dio por aludido, pues su nombre era Capital, y en todo caso, Capitalismo. Pregunto al frío bebedor de vodka si conocía a un tal Comun, y él le contestó que tal era el nombre del hijo que pretendía tener, sólo que jamás había sido concebido. Todos los Imperios comenzaron a reír en el Infierno, riéndose de las gruesas, y tetudas, madres ideologías que a todos ellos parieron. El mongol trotaba de alegría, el romano se moría de risa. El español no paraba de dar en la espalda al azteca, y éste sonreía al niño adulto, para algunos Magno. Calavera cambio su Expósito por nombre real, y díose cuenta de que estaba muerte en el Infierno de los Imperios, y de que su nombre, era EEUU…
Primera imagen: Sodom and Gomorrha, a painting by en:John Martin (artist), died 1854, thus 100 years.
Segunda imagen: dibujo del prometedor, y notabilísimo, ilustrador, D. Rodrigo Martín Campo, de Mar de Plata, "lugar de buenas ensaladeras" ;-)

domingo, 30 de noviembre de 2008

La mitología de los dinosaurios

Según definición de la Real Academia un “mito” es una “narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad”. De estas, estandarizadas, palabras seguramente deduzcan a Héctor, Aquiles, Hércules, Agamenón, Gilgamesh, Isis u Osiris. Sin embargo, debo “salir del libro”, y confesarles que, para mí y buena parte de los de mi generación, lo legendario, apoteósico, maravilloso y hegemónico no viene de ningún ser antropomorfo, ni de ninguna deidad ajena a la propia Tierra, mis protagonistas no son del todo inventados, y los fondos son, ante todo, terrenos de hoy, en tiempos pasados. Si me preguntaran por un lucha, una batalla titánica y primordial, yo les contestaría con la protagonizada, en un eventual pasado, por el Tyrannosaurus Rex y el Triceratops.
Desde que un servidor era pequeño, a uno siempre se le ha representado como el fiero ser que busca comida en el bonachón reptil con cuernos. Sus luchas siempre las recreaba con mis reproducciones de plástico. ¿Qué le iba a hacer si las revistas de paleontología me eran más atractivas que la Odisea, la Eneida o la Ilíada? Sobre la “mitología de los dinosaurios” han escrito autores de renombre, siendo especialmente oportuno destacar la aportación del más grande paleontólogo patrio, José Luís Sanz (a quien hoy se sitúa, por parte de “otro grande” como Fernando Savater, entre los 100 hispanoamericanos del año en el Semanal de ElPaís). Nada más lejos de la realidad, los dinosaurios siempre se nos han representado como seres, acaso mágicos, dotados de unos atributos, en no pocas veces falsos, y por definición, imaginados. La mitología de los dinosaurios, ahora ya sin paréntesis, podría ser una categoría científica en sí misma, quizá, más concretamente, antropológica. Y es que hay una reflexión que bien puede unir al tiranosaurio con el león de Menea (tal vez del Moncayo según la leyenda…), y más concretamente, con la Hidra de Lerna (presunta hermana del león, quien quiso vengarse de su muerte) y el resto de los dragones. Los fósiles de dinosaurio, hallados en tiempos de inocente ciencia, fueron interpretados como restos de dragones, infernales fieras con atributos de ofidios, lagartos, diablos y canes. Dentro de un concepto amplio de “dragón” puede incluirse a la propia hidra, el “Drac de Banyoles” o el propio Fujur de “La Historia Interminable”.
El dragón chino, el de San Jordi o Kukulkán (la serpiente emplumada), son manifestaciones de una misma idea primordial, procedente de diversos lugares ailados entre sí. Fuera de la vertiente científica, del más puro análisis de huesos y taxones evolutivos, los dinosaurios "continúan" estos mitos. Los seres de Jurassic Park o de las películas de King Kong y Godzilla no son más que recreaciones contemporáneos de largo acervo humano. Mencionemos algunos mitos, creencias falsas y estereotipos acerca de estos seres:
1) El mito de T. Rex. Tal y como ya se ha citado, el tiranosaurio es el “dinosaurio” por excelencia; una encuesta entre la opinión pública nos lo confirmaría. Sus catorce metros de longitud, junto con su descomunal cabeza armada con unas potentes mandíbulas le honran en pavorosidad, por más que hubiera otros que le ganaran en tamaño.
Sí. Este animal, para algunos cuasi sacro, no fue ni mucho menos, el mayor depredador que haya pisado la Tierra. (Al respecto, véanse los africanos Spinosaurus y Carcharadontosaurus, y, ante todo, el argentino Giganotosaurus).
2) Los “dinosaurios inteligentes”. Está bastante extendida entre la comunidad la idea de que hubieron seres dotados de una de las máximas inteligencias que ha dado la evolución, hasta la llegada del hombre. Hallazgos como los de Troodon o Saurornitholestes nos muestran especímenes dotados de una eminente capacidad encefálica. De hecho bien podría decirse que fueron los animales más “inteligentes” hasta la fecha. Sin embargo, una comparativa actual nos demostraría cómo sus cráneos eran semejantes a los de los avestruces, por lo que no es de extrañar que los científicos opinen que el “coeficiente” de ambas especies debió de ser semejante.
3) Las mentiras de Jurassic Park. Este tema nos daría material para todo un artículo, sólo se escribirán unas líneas muy sintéticas. Obviando las impreciones en cuanto a la recreación de seres como T. Rex o Brachiosaurus se refiere, en la película de Spielberg destacan dos crasos errores: los relativos a Velociraptor y a Dilophosaurus.
La “yanquización” de todo lo paleontológico acontece en este caso un tanto más patética. Resulta que Velociraptor fue una especie poco más alta que un niño de corta edad (y vivió en Mongolia), mientras que el animal que “más” podría parecer al de la película vivió en EEUU, eso sí, con un nombre “menos mediático”: Deinonychus.
Por otra parte, a Dilophosaurus se nos presenta como un pequeño saurio dotado de un “collar” de piel semejante a un paraguas, capaz de escupir veneno. Sea considerado carroñero o depredador, cosa aún en discusión, el animal resulta ser más terrorífico que en la película (diferentes “atributos” de depredación y mayor tamaño, 6 m de largo y 2,50 m de alto).
Imágenes:
1) Antonio Pollaiuolo: Hércules y la Hidra, sobre 1475. Galleria degli Uffizi, Florencia.
2) Genial imagen de D. Luis Rey: http://www.luisrey.ndtilda.co.uk/html/bakker.htm

domingo, 23 de noviembre de 2008

Gomorra o sobre el eterno problema de Italia

Se dice que el Emperador Nerón gustaba de ir camuflado por entre las calles de Roma. Escoltado por guardias, igualmente disfrazados, veía, gozaba y reflexionaba acerca de la vida nocturna de su capital. Prostíbulos, tabernas… el ojo purpúreo del César ansiaba conocer los vicios y costumbres de su pueblo. Posiblemente fuere en una de estas visitas cuando se le ocurriera la idea de quemar el grueso de la ciudad, eliminar el desorden reconstruyendo una urbe nueva.
Nerón fue uno más en una sucesión de viciosos. Los biógrafos del Poder, en aquel momento romano, nos hablan de un Augusto, ávido desvirgador” de niñas inocentes, de un promiscuo Tiberio, un obseso Calígula o un “curioso”, con todos los significados posibles, Nerón. Pese a todo, no cabe duda de que fue uno de los gobernantes más ingeniosos, un Emperador equiparable al más grande, una persona enigmática. No cuesta pensar que los continuos disturbios callejeros le molestaran. El orden era su obligación, y la plebe más radicalizada, unos incómodos inquilinos.
El Imperio Romano, en cuanto a su nacimiento se refiere, mucho debería a la Guerra Civil entre Pompeyo y César, y la victoria de éste, al domino en la guerra de “pandillas”. Estuvieren inmersos en la lascivia del lupanar, o en el enojo de no ser recompensando por un pueblo honorable, está meridianamente claro que pensar en los ojos de Nerón, del Princeps de la antigua Roma y haber visto el film-documental, “Gomorra”, sirven para recapacitar sobre el problema italiano, cuasi por necesaria definición, mediterráneo. Hace un tiempo tuve a un entrañable profesor de italiano, D. Giaccomo. Cuando aún no había sido, siquiera, traducida al español, fue la primera persona de la que oí hablar respecto al libro, en lo sucesivo “obra maestra”, de Roberto Saviano. Mi “primordial” nivel de italiano en aquel momento me privó de poder hacerle caso, sólo ahora he podido comprender cuánto me arrepiento. Tal y como ya se hiciera en España con el memorable “Diario de un Skin”, Saviano se sumerge en las vergüenzas de Italia, no sin peligros, sí con coraje y rigurosidad. Nerón, haciendo un cambio de paradigma en el tiempo, que no en el espacio, bien podría haber sacado provecho del mismo libro.
Italia se caracteriza por ser un país densamente poblado, ya desde la antigüedad. La abundante emigración italiana, a lo largo del globo, es proverbial, fácilmente comprensible si tenemos en cuenta el tamaño de su territorio en comparación, por ejemplo, con España. Muy intuitivamente, creo ver cierta correlación entre la densidad y la violencia. La sobrepoblación de los barrios bajos con una autonomía del Poder, monopolizada por aquellos que mejor saben valerse, es decir, los violentos. César ganó su Guerra Civil en parte a ellos, algunos políticos actuales ganan elecciones. El fenómeno “mafioso” no es tanto un tipo delictivo como una estructura de poder. Sin miedo a equivocarnos, podríamos llegar a decir que Italia forma parte del G-8, en parte por su mayor internacional, la propia mafia.
De la misma forma que es cuasi imposible acabar con el árbol sin desenterrar sus raíces, algo semejante pasa con la mafia. Los motivos, en no pocas veces, nos remiten a misteriosos intereses, pendientes resbaladizas donde sólo los valientes, como Saviano, son capaces de husmear. Allá donde actúa, monopoliza la delincuencia. No existen bandas de albano-kosovares o de gitanos rumanos donde se alza el águila de Roma. Sufrirla siempre implica monopolizarla, pues se trata de un segundo Estado, que como tal, intenta monopolizar el uso de la violencia.
Siendo utilitaristas, y en esta ocasión “egoístas” al preocuparnos sólo de nuestro problema interno, debemos decir que España se halla, según se nos informa por multitud de medios, en el punto de mira de los mafiosos. Sin llegar a envenenar la tierra sepultando bidones de residuos tóxicos (véase el “caso de la mozzarella”), o el alto índice de asesinatos de la región de Nápoles, diversos enclaves de la geografía patria comienzan a sufrir los achaques de esta genuina internacional (sobre todo, en forma de semi-desiertas pizzerías).
La globalización, una vez más, extiende los tentáculos del pulpo local hacia el global océano. Somos víctimas de unos mismos males, al igual que partícipes de una misma economía internacionalizada. Los problemas de unos nos agotan al resto, no habiendo sido capaces, aún, de percatarnos sobre cómo los problemas de un rincón de Europa son capaces de ensuciar al resto de la Unión Europea. ¿A qué espera la “eventual potencia”? ¿Cuándo habrá una firme respuesta contra los violentos camorristas? ¿Será posible que vuelva a pasar un tiempo como el que nos separa de Nerón? Esperemos que nuestros hijos, no vean a través de los ojos del César…
Ilustraciones:
1) Image by John Leech, from: The Comic History of Rome by Gilbert Abbott A Beckett.
2) Frank_Costello_-_Kefauver_Committee

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Acerca de... Anguita

Es bien conocida la rivalidad “inter pueblos” que existe entre las diferentes aldeas de la región de la Serranía. Quizá como herencia celtíbera, o mejor dicho, en consecuencia con nuestra propia naturaleza humana, animal por definición, los clanes, grupos, y en este caso, pueblos, se configuran como organizaciones con una “identidad propia” (para nada nacional, pero sí, en mucho, nostálgica). Lo que los italianos conocen como “campanilismo” bien puede servirnos para esta exposición desde dos puntos de vista. En un sentido “negativo”, tanto Anguita como Luzón tienen merecida fama de ser pueblos un tanto chulescos, presumidos; aldeas dotadas de río y hermosas tierras, o de lo que es lo mismo, de una natural e inexpropiable riqueza. Mas en honra de ambos, también es muy cierto que entre ambos lugares no existe rivalidad, cuasi alguna. Anguita y Luzón son dos pueblos de conocido, y consolidado, “buen rollo”, dos pueblos vecinos, compañeros de río, pero ante todo, de destino. Ya desde la antigüedad, Luzón y Anguita fueron puntos clave en lo que a la Celtiberia histórica se refiere. Anguita, más aún si incluimos a sus pedanías (especialmente a Aguilar), es uno de los términos, posiblemente el más, densamente “poblado” por castros, necrópolis y demás testimonios de la cultura celtíbera. A una eventual ciudad prerromana sin excavar, “La Cerca”, hay que añadirle castros como el del Hocincavero (semejante al de “La Cava” de Luzón, en cuanto a período y características) y las copiosas necrópolis de “el Altillo” o de “la Carretera Vieja” (las más ricas en lo que a esta cultura se refiere). A la vez que una intensa presencia celtíbera, ambos pueblos compartieron enclaves romanos, si bien, en ello quizá quede algo de “campanilismo”, Anguita goza de preeminencia, comparativamente, si tenemos en cuenta, no sólo el posterior “campamento romano” de la Cerca, sino también testimonios con el puente sobre el arroyo del Prado de Aguilar o la villa romana hallada en las cercanía de la Ermita del Robusto. Anguita propiamente dicha, “surgiría” históricamente (en lo que a su situación se refiere) en los convulsos tiempos de la Alta Edad Media. Dos torreones vigías, uno en Torremocha y otro en el propio pueblo, la “Torre de la Cigüeña”, demuestran cuán conflictiva fue la zona en tiempos de la Marca Media (frontera entre la España cristiana y al-Ándalus). La “Torre del Moro” del propio Luzón o la existente en la Riba de Saelices, se suman a estas dos torres de Anguita, en lo que fue un complejo sistema de vigilancia, quién sabe si con antecedentes romanos. Por aquellos tiempos pasó Don Rodrigo por el lugar, dejándose constancia de ello en el propio Cantar de Mío Cid: “por las Cuevas d’Anquita ellos passando van, passaron las aguas, entrando al campo de Taranz,”. Precisamente, el Campo Taranz, junto al río Tajuña, es uno de los elementos que mayormente unen a estos dos pueblos (por más que, ni en el caso de Anguita, ni en el de Luzón, tampoco para Layna o Benamira, haya salido una mención ni en la página del Consorcio del Camino del Cid, ni tampoco en las famosos “cupones” que tanto han molestado a estos pueblos, o cuanto menos, a su propio orgullo). Una desgracia uniría más a ambos pueblos. Allá por el año 1197, cuando ambos pertenecían al Común de Villa y Tierra de Medinaceli, se negaron a pagar el “catedralicio”, es decir, el impuesto requerido para la construcción de Sigüenza, motivo por el cual, fuimos excomulgados. La Edad Moderna es, por excelencia, la edad de máximo esplendor de Anguita. Al anterior paso de Sancho IV por el pueblo, se le sumaría la pernoctación de Felipe II y, lo que es aún más importante, el papel clave del lugar en la Guerra de la Independencia (muy especialmente con la constitución de la primera Diputación Provincial siguiendo a la Constitución de Cádiz). Que fuera Anguita un lugar de tanta importancia no es casualidad. La riqueza de sus molinos, batanes y tintes (“en Luzón carpinteros, en Anguita tintoreros”, dice el refrán), ayudarían a configurar a Anguita como el centro administrativo del Ducado de Medinaceli, siendo su actual ayuntamiento, el pósito, cárcel y casa del Recaudador de los Medina. No es de extrañar que la riqueza del pueblo haya quedado registrada en la construcción de tres grandes templos: la ermita (con función “parroquial”) de Nuestra Señora de la Lastra, la parroquia de San Pedro y la ermita de la Soledad (a las cuales se les debe sumar, el pairón de San Vicente y múltiples santuarios, hoy desaparecidos, en cuanto a construcciones religiosas se refiere). Especialmente importante, por su valor histórico-artístico, es la iglesia de San Pedro, con su estilo románico-gótico. Decir que este templo goza de un perfecto estado de conservación, virtud de las obras promocionadas por otro de los mayores patrimonios comunes entre ambos pueblos: la figura de nuestro entrañable párroco D. Rafael Pascual Galán. De la debacle regional acaecida con la industrialización no se salvaría el pueblo; si bien, pese a todo, pudo seguir cosechando éxitos de especial renombre en su haber, muy especialmente la construcción de “la Central” hidroeléctrica, en plena Postguerra española. Cabeza de partido judicial, centro administrativo y lugar de reunión del Ducado de Medinaceli, pueblo citado en el Cantar de Mío Cid… Anguita es un lugar a tener en cuenta, y de obligatorio conocimiento, no sólo por las gentes de España en general, sino, muy especialmente, también por quienes tuvieron la suerte, “campanilismo” fragante por mí parte, de ser nuestros vecinos. Más información en: Serrano Copete, Javier, “Una historia de Anguita: el pueblo y su entorno”, Guadalajara, ediciones Aache, 2008.
Javier Serrano Copete

domingo, 16 de noviembre de 2008

El legendario Moncayo

La antigua Turiaso, hoy Tarazona (Zaragoza), luce una bellísima portada renacentista en la fachada de su ayuntamiento. En ella, junto a una representación de la coronación del Emperador Carlos V, lucen tres imágenes de especial contenido simbólico-mitológico: Pierres, Caco y Hércules. A primera vista nada peculiar, pues como en otras tantas ciudades de España, la tradición sitúa a Hércules como fundador de la vieja urbe aragonesa siendo, tal vez en este caso más que en otros, la leyenda de especial interés.
Quizá en aquélla que sea la más profunda de todas las Españas, exista un país de leyenda, un lugar mitológico del cual sólo queden pequeños rastros, sutiles huellas. Carrascas, sabinas albares, endrinos, espinos, y ante todo, tomillos y trigo, configuran el carácter de esta fría tierra, fuerte y guerrera. Coronando el “país de los celtíberos”, región de Celtiberia, está su monte sagrado, mojón entre Soria y Aragón, punto de unión entre los antepasados maños y castellanos. Moncayo es su nombre, ésta una de sus muchas leyendas.
Tal y como contara D. Antonio Beltrán Rodríguez (insigne historiador aragonés), no es extraño que el alto monte fuere motivo de mitos y leyendas. De hecho, otros picos de la geografía aragonesa, como el Monte Perdido o el Aneto custodian historias de semejante inspiración (ejemplo es la identificación del nombre Aneto con el dios íbero “Neitin”, según una estela hallada en Binéfar). En lo que al Moncayo se refiere, cuenta la leyenda que fue en él donde se realizó uno de los Doce Trabajos más célebres del héroe greco-romano: la caza del león de Nemea.
Marcial, el gran literato romano (oriundo de Bílbilis, Calatayud), identificaba etimológicamente al monte con las canas de un anciano (“senemque Caium nivibus”), si bien, sus “descendientes” aragoneses (haciendo gala de su proverbial “sencillez” y “falta de exageración” en cuanto a describir lo propio se refiere), identificaron Moncayo con el Monte de Caco, el legendario ladrón, (“Mons Caci”).
Los romanos veían a Caco como a un peligroso gigante, mitad hombre, mitad sátiro. Hijo de Vulcano, Caco se alimentaba de carne humana (colgando las cabezas ensangrentadas de sus víctimas en la entrada a su cueva). Covarrubias decía de él que «siendo ladrón famoso hacía grandes estragos de robos, muertes e incendios». En lo referente a su descripción, las diferentes leyendas son contradictorias, como no podía ser de otra forma, en relación con este peculiar sujeto. Unos cuentan que fue vencido por Hércules, otros que Caco le perdonó la vida a éste, una vez resucitó de su inicial derrota. La versión “turiasoniense” versa algo diferente.
Hércules y Pierres (su compañero), quisieron ir en busca del inquietante malhechor, con la mala suerte de no alcanzar a localizar cuál era su morada. Allá por donde creían poder encontrarlo, se toparon con una gigantesca mujer que estaba arando sus campos. La mujer, serrana en cuanto a su descripción (recordar las del “Libro de Buen Amor”), les señaló la guarida de aquél que resultó ser su hermano, ¡cogiendo los bueyes y el arado para señalizarlo!.
Una vez encontraron la “cueva de Caco”, se toparon con el ladrón, justo cuando éste estaba disfrutando de un ágape acompañado por buen vino (una tinaja de veinticinco cántaros de cabida). Los amigos compartieron los víveres, yendo después a cazar, no sin demasiada suerte. Justo cuando volvían desanimados, un gran león se abalanzó sobre ellos, siendo Caco quien lo cazó e hizo una capa con su piel. Impresionados nuestro héroe y su amigo, Pierre se cargó una vaca al hombro, sin mayor esfuerzo, demostrando que él era igualmente fuerte. Hércules, o Heracles según sea en su versión latina o griega, no se quiso quedar atrás, y arrancó un haya entera para usarla de bastón. Una vez acabaron su peculiar “salida campestre”, nuestros protagonistas volvieron a Tarazona.
Definitivamente, si de sacar una moraleja o conclusión se trata, se mire por donde se mire, tal y como nos recuerda Beltrán Rodríguez en su narración, el Moncayo sería símbolo de virilidad, fortaleza inexpugnable en tierras firmes y férreas, pasto de batallas y leyendas. En Anguita, aún hoy en día, es común decir, cuando se acercan los primeros fríos, “ya ha nevado en el Moncayo”, y, de hecho, los celtíberos siempre lo consideraron una deidad merecedora del más sacro respeto (pues de sus entrañas se extraía el mineral de hierro con el que hacer sus armas).
Bibliografía:
Beltrán Rodríguez, Antonio, "Etnología y antropología cultural en la comarca del Moncayo", publicado en TVRIASO, Tarazona, Centro de Estudios Tvriasonienses, 1992.
Enlaces:
- Moncayo in Autumn; Moncayo en Otoño, de Eloy Cotallo
- Litografía con motivo en Caco (Beham, (Hans) Sebald (1500-1550): Hercules killing Cacus at his cave, from The Labours of Hercules (1542-1548). Engraving, 1545. B.104, P.102. 2 X 2 7/8 inches, possibly i/iv. A very good, strong impression, the area around Cacus somewhat dryer than the rest of the image (possibly characteristic of the print), with thread margins.)

domingo, 9 de noviembre de 2008

Lucha por la Tierra: el combate que los dinosaurios nos ganaron.

Hace unos 251 millones de años (inicios del Triásico), la Tierra se estaba recuperando de una de las peores catástrofes que jamás haya sufrido: la extinción masiva del Pérmico (“Great Dying”). Ésta había acabado con buena parte de las especies vivas (96% de las marinas, 70% de las terrestres), dejando a la Tierra prácticamente huérfana de habitantes. Jamás tuvo tanto significado el postulado de “supervivencia de los más aptos”, pues fueron pocos, pero selectos, los taxones que sobrevivieron a tan perverso acontecimiento.
Los reptiles, no dispuestos a abandonar un planeta que hasta aquel momento les había pertenecido, no sin previas “luchas evolutivas”, continuaron detentando el cetro, pues fueron los más aptos para tamaña odisea. De entre los supervivientes destacarían dos grandes grupos reptilianos: los arcosaurios (“reptiles dominantes”) y los reptiles mamiferoides (en concreto, los terápsidos, su orden más evolucionado). De ambos bandos tenemos supervivientes (aves, cocodrilos o nosotros mismos), pues hay que decirlo, la “lucha” que en ese período geológico se produjo, condicionó, en demasía, la terrena posteridad.
Los terápsidos ya habían medrado por la Tierra durante el Pérmico. Célebres especies como Estemmenosuchus o Moschops, pastaban por las llanuras pérmicas, siendo víctimas de especies de lo más pavorosas (véanse, por ejemplo, el extenso linaje de los Gorgonópsidos, cuyo nombre se remite a las mitológicas gorgonas, bestias femeninas de la religión griega arcaica). En la extinción del Pérmico, fueron de los pocos grupos capaces de mantener a sus representantes en la “pole position” de la lucha por la Vida, bien lo sabría el eminente geológo, Alfred Wegener.
Imagínense un mundo poblado, cuasi exclusivamente, por una sola especie animal. Algo así sucedió a principios del Triásico. Lystrosaurus, pues así se conoce al animal, poblaba buena parte del Globo, habiéndose encontrado sus fósiles en lugares tan distantes entre sí como la India, África o la Antártida. Éste, junto con otros, fue uno de los argumentos de los que se valió Wegener para probar su “teoría de la deriva continental”, demostrando que el subcontinente indio, la Antártida, Sudamérica y África antaño estuvieron unidas en un mismo supercontinente: Gondwana (respecto a éstas dos últimas contrástese lo dicho con un mapa para ver cómo encajan, como si de un puzle se tratara). Los enormes rebaños de Placerias, Kannemeyerias y Lystrosaurus, cazados por terroríficos Cynognathus (primera ilustración)hacían presagiar que la balanza se decantaría a favor de ellos, sin embargo, no fue lo que aconteció.
Al mismo tiempo, en virtud del enorme potencial dado por la última extinción (fenómeno enervador de la maquinaria evolutiva), un nuevo grupo de reptiles, conocido genéricamente como arcosaurios, daba sus primeros, y exitosos, pinitos. El paso del desierto (de inicios del Triásico) a un clima cada vez más húmedo (conforme se acercaba el Jurásico), prestó una gamma de hábitats a los arcosaurios, que lejos de desaprovechar, ocuparon. Rutiodon fue un ejemplo del nuevo orden. El fitosaurio fue una de las especies, depredadoras, más abundantes en aquel ecosistema. Junto a él, aparecerían otros grupos, destacando el próspero taxón de los cocodrilos. Postosuchus y Erythrosaurus (dos enormes depredadores, a mitad de camino entre cocodrilos y dinosaurios), Desmatosuchus (un alargado reptil acorazado, herbívoro), o el propio Rutiodon, fueron algunas de las especies más características del momento.
Pasaba el tiempo, y como si de la más maravillosa de las historias se tratase, ambos grupos luchaban en sus respectivos ecosistemas. Poco a poco comenzaron a salir los testigos de futuras especies, algunas predestinadas al dominio. De entre los arcosaurios destacarían los cocodrilos, los pterosaurios, y muy especialmente, los dinosaurios. No cabe duda de que el éxito de éstos arrinconó a los terápsidos, condenándolos a una suerte de “exilio”, preferiría decir “retiro”, evolutivo. Eoraptor o Herrerasaurus nos demuestran que los primeros dinosaurios, de medianos a finales del Triásico, fueron eminentemente depredadores. Presa de ellos, manteniendo pocas especies preeminentes, los terápsidos fueron reduciendo su tamaño, evolucionando silenciosamente, preparándose para una fría venganza, un mejor porvenir. El pelo de estos animales nos da una pista de su próximo éxito. Una rama de los terápsidos halló un arma evolutiva de primer nivel: el cuidado de sus hijos. Ese fue el principio de la más exitosa legión, los mamíferos estaban a la vista.
Si bien los mamíferos son los actuales dominantes del planeta (siendo el hombre el más poderoso de todos ellos), cierto es que antaño los arcosaurios “nos ganaron la partida”. Muchas veces se ha oído que la extinción de los grandes saurios permitió el inicio de un proceso evolutivo que condujo al hombre. La realidad geológica parece demostrar este trayecto. Somos herederos de los terápsidos, un grupo animal tan enigmático como apasionante. Quién sabe cómo será el futuro, pero por el momento, ¡finalmente vencimos a los arcosaurios!.
Ilustraciones:
1) El terápsido Cynognathus, gentileza de Luis Rey (http://www.luisrey.ndtilda.co.uk/).
2) Ceratosaurus, un dinosaurio (arcosaurio) del periodo Jurásico, cortesía de Fabio Pastori (http://www.fabiopastori.it/).
Nota: un “nuevo” taxón evolutivo surgiría, en el Jurásico, de entre los arcosaurios, de los dinosaurios, en concreto, dando lugar a las aves modernas.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Numerología barata

miércoles 5 de noviembre de 2008

Es una experiencia única el haberse acostado con 22 años (bueno, en verdad ya con 23, pues nací a las 00:30 del día 5, y la verdad es que transñoche un poquito), y levantarse con 23 años teniendo, ya confirmado, un Presidente de los EEUU negro. Y es que mamá te haga un regalo, te lo haga tu novia, tu abuelo o tus tíos tiene cierto aire a normalidad, pero que el mismo te lo haga la mayoría del pueblo estadoudinense tiene su guasa.

Fuera de ello, con motivo de mi aniversario, os propongo un juego, una lista de reflexiones, frases e ideas haciendo juego con los números, mágicos, que "sacralizan" este día tan especial para mí.

1) 3 + 5 suman 8, entre 2 y 8 quedan 2 ceros para el 2008.

2) 3 son mis identificadores: Javier Serrano Copete, 2 los otros dos primer apellidos de mis abuelos: de Nicolás y Álvarez.

3) 2 son mis adjetivos patrios: catalán y español; tres "mis pueblos": Vilassar de Mar, La Puebla de Cazalla... y Anguita.

4) 2 son mis más magníficos amigos, tres sus nombre y apellidos.

5) 2 son mis libros ("Di que fue un sueño" y "Una historia de Anguita: el pueblo y su entorno"), tres son mis blogs: (Nubiru, El Cantón de Anguita y Libros de Guadalajara).

6) 3 son mis mentores (Josep, Juan y Manuel), dos mis propósitos (aprovechar sus enseñanzas, dejar las mismas en un lugar bien alto).

7) 3 fueron mis centros de enseñanza (Juan XXIII, Vilatzara y Pompeu Fabra), dos mis asignaturas favoritas: Ciencias Naturales y Sociales.

8) 2 son algunos de los sentimientos que tengo por una persona (amor y pasión), 3 los distintivos de la misma.

9) 2 van a ser los años que llevo escribiendo en Nubiru, 3 los objetivos para lo venidero (mejorarlo, aprender con él, mantenerlo vivo).

10) 3 adjetivos me pintó la escritura: orgullo, pasión e ilusión, 2 mis palabras a todos los que me han leído, leen o leerán:

MUCHAS GRACIAS!!

domingo, 2 de noviembre de 2008

Argelia y el peligro del islamismo

“El rasgo más singular de la política exterior soviética es, por supuesto, la ideología comunista, que transforma a las relaciones entre estados en conflictos entre filosofías. Es una doctrina de la historia y también una fuerza motivante. Desde Lenin a Stalin, Khrushchev, Brezhnev y quienquiera que le suceda, los líderes soviéticos han estado parcialmente motivados por una autoproclamada perspicacia para interpretar las fuerzas de la historia, y por la convicción de que la causa de ellos es la causa de la inevitabilidad histórica. Su ideología enseña que la lucha de clases y el determinismo económico hacen inevitable el alzamiento revolucionario. El conflicto entre las fuerzas de la revolución y la contravolución es irreconciliable. Para las democracias industriales, la paz aparece como una condición naturalmente alcanzable; es la composición de las diferencias, la ausencia de lucha. Para los líderes soviéticos, por el contrario, la lucha no termina con la transacción sino con la victoria de un bando. La paz permanente, según la teoría comunista, solamente puede lograrse aboliendo la lucha de clases, y la lucha de clases sólo puede terminar con la victoria comunista”.
Henry Kissinger, “Mis memorias”.
A priori, Kissinger es un personaje que podría causar recelos, cuanto menos en lo que a mí respecta. Halcón del neoconservadurismo de los EEUU (sigue siendo uno de los más relevantes en la actual administración Bush, por no decir “el más”), responsable de la conspiración contra Allende…, Kissinger es una personalidad de la máxima importancia, quizá, a mi ver, una de las cinco personas más importantes del pasado siglo XX. De lo que no hay duda es de su perspicaz, y raramente superable, inteligencia. Leo las frases arriba transcritas y no acabo de poder diferenciar la situación que motivó la redacción de estas palabras (la “Guerra Fría” en los años 70) con la situación que ahora bien las podría motivar. Me gustaría quedarme, muy especialmente, con la idea de que el comunismo es una “es una doctrina de la historia y también una fuerza motivante”, ¿qué pasaría si cambiáramos a la hoz y el martillo por la media luna islámica?
Como es bien sabido, Islam significa “sumisión”. Desde esta óptica, la yihad de los fundamentalistas islámicos bien puede verse a la luz del texto de Kissinger. Con ellos no puede haber transacción, sino sólo la derrota de un bando. Tal y como acaece en muy raras ocasiones, la lectura de este monumental, e indispensable, obra se me juntó con el análisis de un estudio, no menos interesante. Se trata de “El Sahara: vínculos sociales y retos geoestratégicos”, de Mohamed Cherkaoui (Director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés, CNRS), (Bardwell Press-Siglo XXI, 2008). Gracias a la lectura de esta obra he podido saber de la situación “geopolítica” de uno de los países que siempre más me han incomodado: Argelia.
Si tuviera que elegir uno de los países que mayor pavor me genera, sería éste. Su vasta extensión (en su mayor parte desértica) junto con una casta militar que monopoliza el poder, en un país “rico”, virtud de los hidrocarburos y demás recursos en su haber, me hacen ver el país con suma desconfianza. Cherkaoui habla de una “unificación de la unidad nacional argelina” dentro de un contexto de “conflicto (incompatibilidad) con el resto de sociedades”, véase, un nuevo y “sui generis” imperialismo. Sin querer pensar al son de las trompetas de los EEUU, o al menos intentando ser un tanto independiente en mi pensamiento, debe decirse que el “islam”, no en todo, pero sí en su variante más integrista y genuinamente “purificadora” es un enemigo de primer nivel.
En Oriente Medio cada día se constata, con mayor intensidad, el auge de Irán en países como Siria, Líbano o Palestina, ¡qué decir en Iraq, pese a los intentos fallidos de dominación por parte de EEUU! Como países “contenedores” siguen estando Pakistán, Marruecos y Egipto, a la vez que el eterno enemigo iraní: Turquía.
Que hay una necesidad global de establecer un “derecho democrático cosmopolita”, institucionalizado en organismos representativos de verdadera soberanía (véase una nueva, y en cierto modo imperial, Organización de Naciones Unidas) es evidente. Sin embargo, asimilando a este contexto las palabras de otro genio: no se hará de golpe, sino sumando pequeños pasos. Por el momento debe vigilarse a países infernales como Argelia. Intentar que no forme alianzas potencialmente fatales con el eje iraní. Debe acabarse de integrar a Turquía y utilizar su “autoridad geopolítica” para sembrar el orden, junto a su “rival” Egipto.
El enemigo, para el caso de Europa, está dentro, pero también cerca de nuestras fronteras. ¿Cómo imponer el derecho democrático global cosmopolita? ¿Es conveniente hacerlo en gentes con cultura limitada, impregnada de los valores violentos del islamismo radical?. Quizá sea el momento de recordar el modelo turco, y ver los pros y contras de la figura de Atatürk y el kemalismo.

martes, 28 de octubre de 2008

Dos disparatados filósofos, en un mundo improbable

Un joven Marco Aurelio que viaja en el tiempo encuentra a un Rutiodon (fitosaurio del Triásico) que habla. El joven Marco representa al estoicismo más genuino, a la vez que el temperamento de la juventud; El Rutiodon es la metáfora de un viejo espécimen víctima del tiempo y además un escandaloso disparate puesto que él habla, y los animales no lo hacen.
El Rutiodon hace más de 200 millones de años que dejó de habitar el planeta Tierra y el emperador Marco Aurelio murió en 180 d.C. pero en esta situación solamente es un futuro emperador, un proyecto de César. Rutiodon es el más genuino de los fitosaurios, un reptil carnívoro parecido al cocodrilo, aunque de diferente familia; un caso singular de evolución convergente. El animal encarna en el diálogo lo inescrutable de la Naturaleza y el romano el intento humano de raciocinio. Una vez presentados así los contrincantes, enmarcados en el triásico escenario, imaginemos el diálogo:
"El joven romano se preguntaba qué hacía él dentro de aquella húmeda caverna, de aquella platónica covacha donde sólo se hallaban él y un peculiar reptil semejante a un cocodrilo. El primer sentimiento de Marco fue de alerta. Los dientes “frontales” y laterales del tecodonto le hacían dudar acerca de su seguridad. Todo se calmó cuando el esperpéntico animal comenzó el discurso.
-Estás ante mí, como jamás podrías haber estado. Soy alguien que sólo existe en la dimensión fantástica, la misma en la que tú medrarás, una vez cumplas tu circunstancia.
Marco quedose dubitativo. –El perseguir imposibles es locura. Y es imposible que los malvados no cometan tales acciones.
Rutiodon constató la sabiduría del autor de las Meditaciones, le contestó si el pensaba, en verdad, que ganaría su vientre beneficio alguno alimentándose de un sabio escuálido en tierra de especies, tan titánicas como ignorantes. Marco pensó y se calmó. El animal hablaba, cosa imposible, y él se hallaba en un lugar nada probable. Rutiodon continuó.
-Ambos estamos en un escenario dibujado por nuestro creador escriba. Estamos aquí para comparar lo eterno de tu doctrina, con lo cambiante de nuestra historia natural.
-¿Por qué razón las almas incultas e ignorantes han de perturbar el alma cultivada y sabia?.- Enmendó el inexperto imberbe.
El fitosaurio esperaba esa contestación, pues así está escrito. Sin enojo, intentando subyugar al imperioso carácter del lozano César, Rutiodon siguió su monólogo a dos, dando forma a nuestro imposible.
-Parezco un cocodrilo, pero no lo soy. Mis descendientes desaparecerán del árbol evolutivo de la vida. Otros, ahora “lagartos de considerable tamaño”, se adaptarán hasta conseguir, una vez más, mi forma para la biodiversidad de este planeta. Yo viviré este período, ellos vivirán hasta los tiempos humanos, sobreviviendo a los dinosaurios. ¿Dónde residen las ideas inmutables, joven Marco, y porqué, siendo todo perecedero, yo vuelvo a surgir en la imaginación de quien escribe, y tú, vienes a su recuerdo?
Marco Aurelio se quedó un tanto confuso con la pregunta. No había leído a Darwin, ni mucho menos “El gen egoísta”. Sus ideas se basaban en Frontón y Epicteto, y ninguno de ellos había sido “invitado” al debate. – El movimiento de los átomos corre hacia arriba, hacia abajo, circularmente. Pero el curso de la virtud no está sujeto a ninguno de estos giros. Tiene, más bien, un no sé qué de divino, de modo que hace su jornada por una órbita difícil e incomprensible.
-Mmmm –murmulló el fitosaurio- Piensas cristianamente sin serlo, obvias la evolución y respondes con los inmutables. Sin embargo, sigue mi pregunta en el aire, ¿Por qué surgirá de nuevo mi “modelo evolutivo”, si yo sostengo que no hay nadie en el Cielo, y tú no te consideras “cristiano”, pese a dejar entrever sus doctrinas?
Aurelio no supo qué decir, aquello que había oído de la evolución, en boca del reptil, no le convencía; pero el miedo a ser cristiano le horripilaba.
El sueño acabó y todos volvieron a sus aposentos de la dimensión de Fantasía".
Efectivamente, pese a que Marco Aurelio (cuyas respuestas son todas frases escogidas de sus “Meditaciones”) no era cristiano, pensaba en lo efímero e irrelevante de nuestra terrena existencia singular. En contraposición a sus postulados, ¿cómo es que a él lo recordamos como algo “vivo”, ni que sea en el pensamiento?
Rutiodon es alguien que jamás pensó, como tampoco lo hizo ningún taxón animal hasta nuestra aparición como especie. ¿Es la inteligencia la prueba de Dios? ¿O el Caos se manifiesta en ella porqué no podemos resolver, por más que queramos, la existencial pregunta?
Sólo una moraleja se me ocurre. Rutiodon y Marco Aurelio surgen de unas mismas letras escritas por una misma persona; yo mismo. Si no hubiere pensado en ambos, ellos, seguirían siendo “un poco más” de nada. El hecho de que queden en libros y pensamientos, no los hace desaparecer. Sin embargo, habitan un mundo que es eterno, pero, al mismo tiempo, exclusivamente humano.
No se me ocurre que jamás algún animal pueda redescubrir los fósiles de Rutiodon y ponerle nombre, tal y como hemos hecho los humanos. ¿Somos imagen, o los propios Dioses? ¿Es la consciencia lo que nos hace humanos? ¿Aquella “droga sapiencial” que nos hace “parecer ser” diferentes al resto? Quizá Rutiodon y Marco Aurelio pudieran concluir esta frase, esta reflexión, de ficticio común acuerdo.
Primera ilustración: Rutiodon ("Machaeroprosopus") validus de dmitrchel@mail.ru. GNU Free Documentation License
Segunda imagen: Portrait of Emperor Marcus Aurelius as a boy. Marble, Roman artwork, 161–180 CE.

viernes, 17 de octubre de 2008

Por siempre. Para mi Maestro

Nubiru hoy pierde un lector, un comentarista de excepción y, ante todo, gran profesor y amigo. Ha muerto D. Juan Miquel González de Audicana
Recuerdo aquel día como si fuera ayer. El alumnado hablaba de sus cosas e iba llegando al aula asignada (en el edificio de Jaume I de la UPF de Ciutadella); todo ello esperando la llegada del profesor. Yo me encontraba entre ellos. Era el primer día de clase y nadie sabía qué era lo que nos iba a reparar aquella asignatura: “Instituciones Jurídicas Comparadas”. El temario era un tanto curioso, con puntos del programa ciertamente “sui generis”. Hoy, una vez licenciado, se puede decir que todos los asistentes estábamos un tanto “preocupados”, al saber, en lo referente a la asignatura, sólo de la entidad y prestigio del profesor, y nada del contenido de esa misteriosa materia. Repentinamente se abre la puerta de la “ensardinada” aula. Por ella entra un hombre de edad avanzada, vestido elegantemente (sin necesidad de aparentar grandes facturas de abogacía, ni mayor meritocracia que la de ser eminente en mil y una materias). Empieza a hablar y todos escuchamos, no olvidemos que es la primera sesión, con la mayor atención y curiosidad por lo que nos explica. Pasan los días y uno se da cuenta de que no se encuentra en una asignatura común. Aquel momento tantas veces soñado, una clase con un maestro “aristotélico”, sabio y bondadoso, se hace realidad con la docencia del Dr. Miquel. Sus alumnos le contemplan entusiasmados, como no podía ser de otra forma. Sería la primera vez que oíamos hablar de Confucio, las “normas jurídicas” del Corán o de las más variopintas anécdotas y consejos, de ese hercúleo titán del saber, a la sazón, vestido de eminencia. Aquella asignatura me dejó marcado, fue el inicio de una relación Maestro-discípulo.
No pasaría curso sin que fuera, en varias ocasiones, a saludar al Dr. Miquel. Su eterna sonrisa y sabia tertulia eran, para el tiempo por pasar, de lo más seductoras. Siempre tenía un asunto entre manos, un nuevo estudio o fecundas ideas que compartir con quien tuviere la suerte, en ese instante, de estar practicando el noble arte de la tertulia o conversa. Joan Miquel era así, un hombre enorme con la más sincera, bonachona, humilde, y a la vez admirada, figura. A sus setenta años no conocía límites de futuro. Planeaba visitar la “Patria chica” de todo gran romanista, véase Constantinopla, a la vez que hacía planes sobre cuál iba a ser la próxima Universidad que iba a gozar de su privilegiada docencia. Japón, Múnich, Bolonia, La Laguna o Valencia bien sabían de su notabilísima mente. En los últimos meses le habían propuesto cambiar “su Universidad”, o lo que es lo mismo, la Universidad Pompeu Fabra, por la de la capital bávara. Lugar donde la guadaña tenebrosa le sorprendió, cómo no, en acto de servicio: estudiando, a la vez que enseñando.
Son muchas las cosas que recuerdo de tan querida persona, en lo personal, mi más notorio e inolvidable Maestro. Quisiera citar algunas, perlas de mi joven vida que me sonrojan al recordarlas, que me alegran al pensar que yo fui afortunado por recibir sombra de tan fuerte roble. Como en un resto de infinidad de cosas, el profesor Miquel era un ejemplo de vida sana. Le gustaba caminar, no siendo extraño que fuera, y lo que era aún más meritorio para su edad, volviera, cuasi cada día desde su residencia hasta el Campus de Ciutadella. Precisamente, acompañándole en una de sus caminatas, me acaeció una de las experiencias más maravillosas que me han ocurrido a mis 22 años.
A la altura de la Plaza Urquinaona, el Profesor se encontró con una de sus innumerables discípulas. Al preguntarle dónde iba, mi Maestro le contestó que iba de paseo con su “Discípulo predilecto”. Además de un contundente sonrojo, la afirmación motivó que me dieran ganas de enmendar el adjetivo, cambiando el “predilecto” por un “afortunado”. Precisamente, fortuna fue lo que me faltó cuando, hace poco menos de un mes, hablaba con él por teléfono. Mientras me comentaba el nacimiento de su nuevo nieto, y la lectura de la tesis doctoral por parte de su queridísima hija (ambas cosas acaecidas en dos días, el niño en la barriga de la madre cuando ésta leía el texto ante el Tribunal), el teléfono de su despacho se estropeó, teniéndose que posponer, forzosamente, nuestra conversación pendiente. Quizá como manía, decidí llamarle 3, 4 o 5 veces cada semana, desde entonces, con la esperanza de poder acabar esta “conversa". Sin embargo, el infortunio del teléfono me privó de esta conversación, que tanto deseaba. Hoy he vuelto a llamar a ese número, esperando que ese “sí, dígame”, tan familiar como cariñoso, me brindara la ocasión de poder relajarme con un tiempo de sano intercambio de ideas y experiencias. Ello no ha pasado, la pesadilla no ha desaparecido, dejando lugar a un nuevo momento.
No creo ser capaz de poder desearle que descanse en paz, pues sé que ello es imposible. Donde quiera que medre desde ahora, seguro que seguirá hablando de Justiniano, Ihering, Confucio o Kunkel. Seguro que continua enseñando al primero que pase por delante de su sabia efigie. No tengo dudas. Allá donde quieras que estés, Maestro, seguirás siendo la misma dinamo incansable, el mismo sabio perdido, la última gran eminencia que ha sabido enseñar como Aristóteles, aun siendo romanista, en vez de griego.
Por siempre, Dr. Miquel.
Alguien que, desgraciadamente sin ser familia, siempre te seguirá recordando y queriendo, como buen ayo y mejor amigo, Maestro del que siempre, aún en el infinito, seguiré sintiéndome honrado por poder haber sido uno de sus últimos discípulos.
Origen de las fotos: Universidad Pompeu Fabra.
*Artículo sobre el Dr. Miquel, del Dr. Alejandro Nieto, publicado en el diario "ElPaís" de 23 de octubre de 2008:
* Una nuevo artículo conmemorativo en: http://dragon.blogalia.com/historias/60174#comentarios
* Artículo de Lothar Siemens Hernández en "La Opinión de Tenerife":
* El 12 de Diciembre, de 2008, se le otorga, a título póstumo, la Medalla de la UPF.
(Artículo publicado en la "Revista General de Derecho Romano", Iustel, diciembre de 2008)