sábado, 29 de septiembre de 2007

Cuando la Cultura es nobleza

nuestra percepción histórica está formada no sólo por nuestro nivel socioeconómico actual, sino por el sesgo ideológico y de clase de los historiadores del pasado, en los que confiamos. (…) “sin saberlo, percibimos el pasado de acuerdo con paradigmas creados hace muchos siglos”. Y los creadores de esos viejos paradigmas generalmente hablaron con el acento de la clase superior

Michael Parenti, El asesinato de Julio César

Hoy ha sido un día en el que el acceso a la cultura, quizás más que nunca, se me ha presentado como un pequeño dulce totalmente privilegiado. Esa manzana de la discordia tan poco accesible, que reposa, a tu disposición, en tu económico frutero. Lo reconozco, el esfuerzo ajeno me hace poder consultar, leer e incluso adquirir algunos bellos ejemplares de libros de Historia, Ciencia o Filosofía. Es fácil leer cuando no se tiene ni el pico ni la pala a la espalda. La división del trabajo que antaño se hiciera no ha dejado de perfeccionarse en un mundo totalmente imbuido por los excesos de la especialización. Hoy, como siempre, la cultura sigue siendo un privilegio. Más allá de la vanagloria barata de poder disfrutar de este altruista premio aquello que se me pasa por la cabeza es observar cómo es de variable aquello que llamamos cultura, cómo sus puertas son variadamente múltiples y sus accesos cuantiosos.

Existe la vía “económica” de best-seller de entretenimiento o la más dura, y dineraria, universitaria, aquella poseedora de una, presunta calificación pública. El intermediario se forra haciendo caso de maese gobernante; la censura es económica, puesto que en política ya está algo mal vista. La lectura de autores, algo atrevidos, me repara un pensamiento pocas veces realizado. Exactamente es el que me lleva a estas reflexiones, y en correlación con todo ello, a este artículo. Mommsen, Gibbon, Muntaner, Lucano, Suetonio, Tácito… son nombres de individuos tan grandiosos como aristocráticos, ejemplos de cómo la biología antepone las tripas a las neuronas, cómo la supervivencia exige comer para después pensar en estudiar, leer o utilizar el excedente de fuerzas en algo que no sea lo indispensablemente nutritivo. Muchas veces nos falta contradicción, crónicas que no se vean condicionadas por la tan inexcusable, como atávica, necesidad de no salir del grupo. No tirar piedras a tejado propio, no producir marea alguna donde, desde el Principio de los Tiempos, están bien separadas las aguas. El pueblo receptor del discurso lo acepta como otrora el pan y el circo, la subvención y la prima, pareciéndose al pienso para el ministro o a la alfalfa para el ternero.

Personajes como Caligula o Nerón son puestos como tiranos desalmados con los que Roma estuviera en peligro siendo esplendorosa, vulnerable cuando nadie la atacaba. El incendio, las orgías, bacanales y demás excesos nublan la visión, imposiblemente neutral, de personajes que quizás quisieran haber llegado a ser originales a su manera. Haber navegado, con gran capricho y novedad, entre el límite de ambas aguas que separan nuestros dos mares, aquellos de plebeyos y patricios, aquellos que nos flagelan susurrando cuánto de cierto tienen aquellos que delatan la existencia de clases sociales. Augusto y Trajano son los mejores ejemplos de romanos, el abusador de niñas y el colonizador de tierras lejanas. Son contraposiciones a los dos monstruos Claudios, ¿no hecha en falta alguien una visión igualmente subjetiva?

Diocleciano, Constantino, Teodosio o el propio Justiniano son los grandes dirigentes de la Historia Romana, basileos detentadores del poder absoluto, reyes divinos que se ríen de quienes asesinaron, presumiblemente por rey, aquél al que todo el mundo conoce como primer César. ¡Cuánta hipocresía tiene la Historia! Unos emperadores son ejemplos y otros motivo de novelas morbosas, fantasías exóticas y alguna que otra película pornográfica. Roma es Francia, España, Jerusalén, Babilonia y Madrás, son las clases sociales, el monopolio de la cultura y la narración de la historia. Tal vez es que sigamos siendo monos regidos por la Selección Natural, existiendo dominantes y dominados, sólo que no vamos con la cola levantada sino comprando libros mientras que otros leen basura o pican haciendo vías en el subsuelo.

Última imagen, Caligula, está sujeta a Creative Commons Attribution 2.0 (origen: Commons)

jueves, 27 de septiembre de 2007

Llemosí organisme, malament representat...

Francesc Eiximenis ha estat un dels més importants escriptors, en llengua catalana, de tota la Història. La seva teoria organicista del Estat no solsament era una idea indubtablemente novitosa sino que esdevenia una mostra de praxis política i imaginativa a la qual molt poca gent ha pogut arrivar a través dels temps. I es que el geni d’Eiximenis representava a un Estat que es basà en l’anatomia humana. El veritable interès que per mi té la seva proposta és la de crear-la tenint en compte una gran constant en el pensament humà. Quelcom del que opinen sempre s’impregna de la nostra concepció personal, quasi per definició, humana. Per molts d’aquests motius, la teoria política d’aquest clàssic mitjeval no deixa de ser una eina amb la que il.lustrar un pensament que moltes vegades m’ha passat pel meu cap.

Els meus orígens “hospitalencs” no m’han portat, al menys fins ara, a una fase d’oblit de les arrels que, no a poca gent, sembla invair-li un cop han, eventualment, progressat tant en el món de la classe social com en el del sobirà, montsenyor euro. Hospitalet és un poble de 300.000 habitants, un dels pocs llocs de la zona on l’origen sembla no importar i el treball és el company, inel.ludible, de la jornada. L’atur ha fet metja en els seus carrers, però el dinamisme del indret no deixa de provocar esllevisades de gran inèrcia on el moviment econòmic-social es presenta com una solució i, també, com a quelcom inevitable.

Dins del cos del organisme polític-català, Hospitalet ompliria el lloc dels pulmons del meu ésser fictici, en tant que òrgan sustentador del metabolisme del conjunt, donant oxígen i energia per a que funcioni tot l’engranatge social. És difícil imaginar a algú sense pulmó, o encara més a un cor o a un cervell que sàpiguen funcionar sense l’ajuda d’aquests òrgans. Potser podríem dir que Badalona i Santa Coloma són l’altre pulmó al model, siguent les extremitats: port, aeroport i carreteres i el cor i cervell la ciutat de Barcelona. Cada matí al cor entren nutrients provinents dels moviments, metabòlics, dels pulmons; tot això representat en el gran cúmul de treballadors que van als seus llocs de treball jornada rera jornada.

Un organisme, un plànol de l’estructura orgànica d’una persona no pot ésser difuixada sense pulmons, de la mateix forma que no pot tenir ni cervell ni cor. Obviament l’organisme necessitarà cumplir les tres funcions vitals de tot allò que està viu: nutrir-se, reproduir-se i relacionar-se. En el nostre esquema això es traduiria en no estar tancats en sí matexios, tenir óptimes comunicacions i ésser oberts a la regeneració, en tant a l’edat, d’una població requerida de treballadors foren aquests nacionals o extrangers.

Sembla que Catalunya té un gran problema social. Els òrgans existeixen i el dibuix parlamentari no segueix les instruccions de la sobirana Necessitat caiguent, cada cop més, en els dictàmens de la demagogia i el “clientelisme”. Dibuiexem als pulmons! Fem un organisme viu! Donem més representació a aquells que ens omplen d’oxígen i diguem en veu alta que els pulmons són igualment importants que el cervell o el cor, Catalunya no és una sino milers, un “meelting pot” de gents i cultures, com els nutrients de la sang, aquells que fan que el cos funcioni i que es representi en l’esfera de la Realitat que no de allò que no deixa de ser fantàstic...

martes, 25 de septiembre de 2007

El viaje de Pedro

Pedro abandonó Tauresiana con poco más que un fardo y una acémila de, exageradamente, corriente figura. Sus pasos, después de todo juveniles, eran inversamente proporcionales a la grandeza de su futuro. Los montes balcánicos iban a dejar paso a la mayor prostituta urbana de aquel mundo, Constantinopla, la esplendorosa, le aguardaba como obstinada madre que espera al hijo que se retrasa en su llegada. Sus pasos eran empíricos en un sentido intertemporal, su progreso hazaña pocas veces recordada, menos aún, quizás, repetida. La llamada de su tío le había raptado de las bucólicas manos de sus padres labriegos, la capital le gritaba vientos de futuro áureo, el Azar es Sofía, el recuerdo en estos casos, simplemente melancolía.

Era un joven apto para el estudio, el rudo, excampesino, Justino le había convocado como asistente para su nuevo, y cualificado, puesto. Poco tardaría en ser emperador, y su sobrino basileo en la sombra. Justiniano, pues así se llamaría al alcanzar la púrpura, honraría la decisión de su tío a base del Corpus Iuris, conquistas y la magnificente basílica de Santa Sofía. Es curioso cómo del suelo agreste y rudo de la actual Serbia pudo nacer un emperador predestinado al éxito. Años atrás un joven de mejor linaje había perdido a su padre, era de la noble familia de los Julio (emparentados por afinidad con Mario), y su nombre era César.



Después de la tempestad llega la calma dice el dicho, quizás algo de razón tenga, ni que sea en cuanto a que la entropía del Caos siempre tiende al desorden y la Vida a llevarnos en un estable, no siempre, barco que nos da un sentido. Los golpes parecen fagotizarse en energía para el alma. Nadie desea la causa, necesaria es la fuerza para su supervivencia. La admiración llega por los éxitos, no por la materia prima, ni tampoco por la envidia por las vivencias de quien se lo gana.

Muchas veces tendemos a exaltar a quienes poco tienen que agradecer a la permeabilidad de las circunstancias. Los más grandes de entre “mis grandes”: Justiniano y César, escalaron mayor o menormente, según se equilibre la romana; quién es quién y cuándo se es algo es el misterio de lo inescrutable del Futuro: fuente de augures, sean estos vuelos de pájaros o sueños fantasiosos vestidos de Medianoche.

Los trigos ilíricos no dejan de encañar como los de Castilla, sus fríos silban a los tímpanos del viajero como lo hace el bierzo de las Alcarrias o de Soria. La migración y la tragedia son bombas vitales que estallan en el ardor de la venganza contra el Destino, contra el menosprecio y contra quienes se ocuparon de llenar el sillón de acomodo y aristocracia a base de pisotear a aquél que, por cuna o raza, no pasó de ser jamás pedigüeño o mendigo.

Justiniano es un personaje al que admiro. Escaló donde pocos saben, se casó con quien ningún noble querría, todo ello gobernando a un Imperio con el muchos soñáramos. Cómo alcanzar el mérito es misterio para alquimistas, sea como el volar de los cielos, sea como el resucitar a difuntos muertos. La tragedia es clave de éxito, yo no la quiero, ¿pues dónde está, dónde hallar el camino hacia el mérito?

lunes, 24 de septiembre de 2007

Manifiesto de un, posiblemente ciego, ciudadano

Puede haber un derecho que nace de la Historia, pero ese derecho siempre será a crear un futuro, no el derecho tradicionalista a heredar un privilegio. Hacer castillo de los derechos históricos es fijar España a su pasado, es vivir gobernados y oprimidos por una oligarquía de muertos, vivir una cornucopia de diferencias de rango, de oxidadas alcurnias y vejatorias exigencias de primacía, vivir en las estrecheces mentales de quienes trataron y tratan de preservar el Pasado que es siempre una fantasía inútil y utópica”.

García de Cortázar dixit

Posiblemente no lo sea siempre, pero existen ocasiones en que es todo un privilegio escuchar, o en este caso leer, aquello que tienen que decir catedráticos que, lejos de permanecer en los mínimos de su función académica (ante todo pública), transcienden su entorno universitario asemejándose a esos “superhombres” de los que hablara Nietzsche. Uno de los grandes misterios de la enseñanza es cómo una genial explicación puede llegar a dilucidar la más enterrada de nuestras dudas, esa respecto a la cual tenemos posición y no argumentos. Siento decir que jamás he sido un gran nacionalista. Lo fashion del movimiento me hace ser cada vez, quizás aún más clasicista, que no clasista, independiente, que no independentista. Sí, lo reconozco, me siento ciudadano, por consecuente dotado de la facultad de poder escribir y decir lo que me de la realísima gana, después de todo esto es un blog y ese es su mayor mérito como instrumento para un discutible intelecto.

La excusa del hallazgo de estas palabras me dan una genial oportunidad para explicar mi postura ante un tema candente como son los derechos históricos. Mi eventual pedantería en lo jurídico me hace coincidir con el profesor Cortázar en que quienes dan derechos son las Constituciones y no la Historia. La norma normarum hegemoniza nuestro sistema de fuentes positivas, únicas normas existentes para alguien manifiestamente ciudadano, libre y sin mayor yugo que el de su Ordenamiento Jurídico. Cortázar dijera que los derechos históricos serían en todo caso los de los muertos y que, en ningún caso, pueden a las vivos hipotecar su presente o futuro. Quizás pudiera añadirse que como cualquier patrimonial herencia, sólo nos puede “obligar” a ser capaces de construir con ella un futuro, sin anclarnos en lo determinista del Pasado, que no tiene mayor determinación, bajo mi punto de vista, que poco más que los genes de nuestros padres en la medida de que así pudieran influir mediante las leyes de la genética.

No puedo hablar de la tenencia de derechos históricos por mi semejantes, similitud que viene de ser ciudadanos y no por acontecer feligreses acérrimos de una ideología; quizás sea precisamente esa la mayor virtud de la democracia y lo que nos diferencia de la uniformidad de una, real o fáctica, dictadura. Acabemos con la manipulación de la historia, su narración es subjetiva por necesidad y es totalmente ético que se permita hacer con ella literatura, no normativa, ya que para eso tenemos el Derecho, o al menos eso es lo que he estudiado.

Basta de llamar opresión a la creación del Mercado único español y del proteccionismo, de la apertura del puerto de Barcelona a las Américas y demás reformas uniformadoras, que no necesariamente castellanizantes, del Estado. ¿Donde está el agravio cuando la hucha se llena con la economía? Quizás lo esté en los rebaños, fueran estoso sorianos o alcarreños, de corderos que no dadores de mayor ganancia que las de sus carnes y lanas, quizás lo esté en lo textil de su manufactura, quizás, simplemente, sea una invención de dominación, un atisbo de dictadura de rancia y cansina oligarquía. El derecho histórico es pasado, el pasado es historia, la historia una disciplina, ¿el derecho no es otra? En el ciudadano descansa la soberanía, el soberano tiene derechos, la soberanía da derechos, si la soberanía descansa en los territorios, ¿tienen estos derechos? Se me acaba el tiempo, tengo obligaciones cotidianas, no quisiera malgastar más mi tiempo en discusiones banales, más propias de lo bizantino de la oratoria barata que de las necesidades de un cúmulo de personas…

domingo, 23 de septiembre de 2007

La Homosexualiad en Roma: ¿amor o dominación?

Es verdad que tus miembros peludos y las cerdas duras de tus brazos sugieren un espíritu aterrador, pero de tu culo depilado te extirpa el médico entre risas almorranas hinchadas como higos” (Juvenal)

Todos los maricones te invitan a cenar, Febo. A quien da de comer una polla, creo yo que no es un hombre sin tacha”.
Afirmas que les huela mal la boca a los picapleitos y a los poestas. Pero Zoilo, peor le huele al chupapollas”. (Marcial)


Calígula, Nerón… son nombres de emperadores romanos que siempre se han asociado a la sodomía, las bacanales y a los más variopintos excesos. La homosexualidad es un tema del que presumiblemente no existía tabú alguno en la antigua Roma. Los hombres de la eterna urbe dícese que eran ambiguos, gustadores tanto de un sexo como del otro, siempre y cuando atisbaran alguna promesa de placer inminente en lugar alguno. La falta de pudor al defecar en letrinas públicas, sentados unos al lado de otro y en conversación (se dice que San Pablo adoctrinó a varios discípulos en ellas), o al bañarse cada día en las cotidianas termas de turno, nos hacen pensar en una sociedad sin demasiados tabúes, donde hedonismo era entretenimiento y no pecado.

La lectura de varios autores contemporáneos nos repara sorpresas para nuestras ideas preconcebidas. Cierto es que la homosexualidad no se persiguió con especial dureza y que la tolerancia, mínima, tiene algún fundamento, sin embargo, las practicas sexuales, como reflejo de la sociedad que las practicaba, nos repara sorpresas en lo referente a lo teatral del dominio y lo simbólico del status.

“Chúpamela” o “Que te den por culo” son dos expresiones, más que válidas, para degradar lo poco serio de este artículo hasta sus más coloquiales cimientos. Sin embargo, no deja de ser una prueba evidente de cómo ciertas prácticas-opiniones del Pasado han llegado hasta nuestros días camufladas en nuestro lenguaje cotidiano, aún siendo en insultos. Para los romanos existían pocas ofensas equiparables a sodomizar a un ciudadano. Ello se debía a la pérdida instantánea de su, tan preciada, virilidad romana, característica que parecía definir al romano frente al resto de los terráqueos. El sexo pasivo y las fellatio sólo podían practicarse con mujeres y esclavos; individuos que dentro de la organización social del Imperio ocupaban los últimos escalones en cuanto a rango. El desprestigio de tales prácticas se denota de testimonios como el de Cicerón al referirse a la "guardia pretoriana de maricones de Catilina" o en leyes como la lex scantinia, en virtud de la cual se amenazaba con azotes hasta la muerte a todo soldado que tuviera tales prácticas.

Un pensamiento que me viene a la cabeza es su semejanza a la “sumisión sexual” practicada por varios primates en el seno del grupo. Los babuinos dominantes, por poner un ejemplo, son muy celosos en cuanto a quién puede copular con las hembras (al igual que otros animales como los elefantes marinos), llegando a usar a las relaciones homosexuales como objeto de negociación en la formación de alianzas. En muchos primates llegan a manifestarse prácticas homosexuales como correlato de una posición dominante por quien desarrolla una función activa. ¿El sexo como medio de dominación? ¿La homosexualidad como manifestación última de subordinación? Sin lugar a dudas nos hallamos ante un terreno sumamente pantanoso del que es realmente difícil sacar tesoro alguno que nos reluzca con el don de la razón absoluta…

jueves, 20 de septiembre de 2007

La oveja y el liquen: nosotros y la Renfe

El partido fue lo de menos. Disfrutar de una infinitesimal parte de mi Vida en tan perfecta compañía era un aliciente más que superior a todos los goles de Ronaldinhos, Bojanes o Henries que pudieran darse. Quizás por el hecho de haber finalizado mi licenciatura, constaté en primera persona qué es eso de usucapir un lugar en el Cielo, y cómo la apropiación de lo prestado es una tentación para la que no siempre estamos inhibidos. Bromas a parte, el partido fue más bien flojillo, los gritos de la, un tanto envejecida, grada daba pocos ánimos a un equipo más pendiente de los impuestos y la subida del IPC en correlación con su salario que del marcaje del rival o de las jugadas del compañero versado de turno. La Vida puede ser maravillosa diría aquél, sin embargo, la alegría del momento no me priva de constatar cuán feliz sería el Mundo si los asientos del Camp Nou fueran de la sippe y la propiedad privada, en este caso, nada más que un fallido invento. Me surge la vena del comunismo en lo que no tengo, un asiento en el verdadero anfiteatro de los sueños, cierto liberalismo exaltado cuando alguien amenaza mis instante de gloria, o me priva de mi asiento en el tren de cercanías. Lo privatizamos todo, el auge del individualismo nos hace ciegos ante los ojos de lo colectivo. De nombre todos comunistas, la solidaridad es mercancía de otro estilo.

La vuelta a mi domicilio me lo confirma. Caras largas, y algún que otro mosqueo, me corroboran que no hay trenes disponibles en ese momento. En fin. No sé si será por estar cayendo en la hecatombe colectiva, o por solidaridad con mis compañeros de Odisea, pero me siento agraviado por unas obras, las del AVE, que se me acontecen como problemas de otro sitio, de otras gentes, ultraje a mi esfera privada y a mis ganas de llegar a casa. Al menos la hora, las once y pico de un día entre semana, me priva de este fotograma, tan exaltado como irreal, de ciudad en estado de sitio, de fin del Mundo o invasión de hostiles alienígenas del espacio. La gente parece parecerse más a la oveja que al mono, los cabezazos, ya sólo faltaría que fueran literales, por ocupar un asiento del transporte de turno, no dejan de asemejarnos a lo ovino, de la misma forma que nuestras estampidas ante trenes que se marchan o el quejar, angustioso en cuanto a su manifestación, de gentes que reclaman innovación donde, sencillamente, se está realizando la obra.

Recuerdo al liquen. Sí, ese organismo, o asociación de los mismos, dentro del cual viven un alga que alimenta al hongo que le sirve de protección. Dos individualidades, dos organismos, dos reinos. El liquen sirve de metáfora y demostración empírica al mismo tiempo. Demostración de cuán sabia es la Naturaleza o, cuanto menos, las fuerzas selectivas que mueven a los organismos; por otro lado, la metáfora es ver como medran seres distintos cuando existe provecho alguno. De la misma forma sobreviven los enjambres, las manadas o los bancos de peces, a veces la colectividad brinda ventajas superiores al más potente de los individuos. El altruismo no es una conducta sino una adaptación, el egoísmo se ve minimizado por el bien del grupo.

Qué tiene que ver el liquen con RENFE no se explica en sede de parásitos, más quisieran quienes viven de nuestra elección y calzan mercedes y audies en autopistas de peaje, sino que son las gentes, antes ovejas, que pueblan los trenes quienes se ríen de la Naturaleza no sabiendo sacar provecho de la comprensión, la tranquilidad, así como el esfuerzo colectivo, en una sociedad ansiosa de reformas. Cabezazos y empujones, gritos y quejas son el resentimiento del que se valen demagogos de turno para flagelar al Estado, sí, ese ente de Poder que, al menos nominalmente, somos todos, no sólo la Administración, sino quines debemos de facilitar el dinamismo de nuestras infraestructuras y apreciar los cuantiosos esfuerzos que se realizan mientras nosotros balamos como corderos…

primera imagen protegida por GNU Free Documentation License.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Sobre el hilo de la Vida

Pensaba que el funambulismo era cosa de locos. Andar sobre cables colgados sobre el Precipicio. Jugar con la Vida, caminar por el hilo como si ambos estuvieran en eterna cópula, siendo cada uno un no singular, siendo cada uno su otro. El Cable une sobre el abismo, hace jugar al funambulista, caminando por el hilo, apostando por la Vida. El hilo es vital juego de las Parcas, las tres hermanas de la Muerte: Cloto lo hila, Láquesis lo mide, Atropo lo corta. La última es la más pequeña de la triada de hermanas, también la más infame. Sus tijeras cortan la Vida, por orden de Zeus, dios padre. Sus órdenes son vientos para el circense, vendavales de la muerte, bien aires reparadores. Cuán caprichoso es el Destino, el Hospital, el Accidente, la Muerte.

Las parcas jamás fueron cosa seria, tampoco jocosa o con capricho alguno, ni ricas ni pobres, ni jóvenes ni viejas, cuando nació la primera la Vida estaba hay, reproduciéndose en sus términos, demostrando que son partes del mismo Ciclo Vital, reino de reyes, tragedia que el Tiempo no evita. El funambulista es un héroe, un animal ilusionado en su trabajo, su lucha. Sus tirabuzones están ausentes, asegura la presa, que no es alimento alguno, simplemente su Vida.

El funambulista se para, mira el abismo, el cable titubea, Cloto le da al pedal, Láquesis saca el metro. El personaje duda pero sigue adelante, ningunea a la Parca, ve al Futuro con ojos del Presente, el fallo es posible, la concentración necesaria. La Voluntad le da fuerzas, la Seguridad alas, el Miedo amaga con soplar ventisca, Zeus observa, es el padre. Las parcas desesperan, estando tranquilas, lloran bailando, no entienden de órdenes o caprichos, son esencia, soplo de vida y muerte, el propio misterio y gen primordial, la Creación buscando su propia suerte.

El funambulista sigue adelante, la meta se esconde cada vez más lejos. Comprende que quedarse quieto es el Fin y Vivir no llegar nunca a Destino. El actor de circo se imagina un jarrón lleno de frutas, servido por gráciles y hermosas musas, arpas tocando allá y aquí, rodeando a base de suspiros una meta que nunca le espera.

El funambulista se identifica con su otro. El lector con el observador, la letra con lo escrito, lo gráfico con lo pensado. El seguir la meta es el Existir, el vacío el último Destino, el Cariño es seguridad, la Duda perdición. ¡No corras funambulista, no muevas el cable a brincos, todos por ahí tenemos que pasar, aun sintiéndome fuerte con mi escudo, mi amor, mi identificación con quien sufre, haciéndome sufrir a mi, como sentimental hijo, como circense que actúa, buscando el aplauso, de darte el sincero beso, que en mi boca arde!

domingo, 16 de septiembre de 2007

Lo sentimental del Tiempo


In the beginning there was Aristotle/and objects at rest tended to remain at rest/and objects in motion tended to come to rest/and God saw that it was boring, although very restful.

Then God created Newton/and objects at rest tended to remain at rest/and objects in motion tended to remain in motion/and energy was conserved, and momentum was conserved,/and matter was conserved/and God saw that it was conservative.

The God created Einstein/and everything was relative/and fast things became short/and straight things became curved/and the universe was filled with inertial frames/and God saw that it was relatively general/but some of it was especially relative./Then God created Bohr/and there was the principle/and the principle was quantum/and all things were quantified/but some things were still relative/and God saw that it was confusing.

The God was going to create Ferguson/and Ferguson would have unified/and he would have fielded a theory/and all would have been one./But it was the seventh day/and God rested/and objects at rest tend to remain at rest
.”

Ferguson and the Grand Unified Theory” de Tim Joseph

Einstein está considerado como uno de los mayores genios de la Humanidad. Su teoría de la relatividad revolucionó nuestra cosmovisión del Mundo, “lo rápido se hizo corto” y “el Universo se llenó de sistemas de referencia inerciales”. El poema de Tim Joseph hallado en la, por otra parte maravillosa, obra de Detlev Ganten: Vida, Naturaleza y Ciencia (todo lo que hay que saber) de la Editorial Taurus, es un resumen, ejemplar, tanto en lo estético como en lo enunciativo, del pensamiento de los mayores genios respecto al espacio y el tiempo. Las grandes religiones monoteístas de la Actualidad, se han empeñado en diferenciar lo Eterno de lo Temporal. Así, tal y como recoge Coomaraswamy en su ya clásico “El tiempo y la eternidad” (Ed. Kairós) “en arjei, in prinicipio, no implica un “comienzo en el tiempo” sino un origen en el primer principio; y de esto se sigue la deducción lógica de que Dios lo eterno está creando ahora, lo mismo que siempre”.

Una ayuda de Fabber, a quién se lo agradezco muy especialmente, me informaba de la genial frase de Lovecraf que afirmaba que “nuestro mundo es una isla de orden en medio de un océano de entropía”. Algo así es lo que se nos viene a la cabeza cuando hablamos del concepto de Tiempo. Tal reflexión no me vino por aburrimiento, más bien por todo lo contrario, al constatar cómo existen momentos que pasan cortos, sin percibirse el tiempo, mientras que otros se hacen eternos en cuanto a irremediablemente largos y severos. Una cita con tu pareja siempre se hace más brece que un tedioso examen de matemáticas, la física se caracteriza por tener ejemplos tópicos y cotidianos, quienes se refereren a ella por no comprenderla del todo y la materia en sí misma a escabullirse de cualquier encasillado con el sino de hacer sufrir a nuestros cerebros.

Dudo que los animales, y mucho menos las plantas, sean conscientes de lo temporal. El cambio climático nos lo demuestra al mostrarnos plantas que florecen en invierno, al hacer temperaturas primaverales, o constatar cómo animales como el oso no hibernan o las cigüeñas dejan de volar al Ecuador por estar cómodas en las antaño gélidas cumbres de los campanarios. Se me ocurre que la “percepción temporal” de la que disponen estos seres no es más que un cúmulo de sensaciones entre las que se encuentran el frío, el calor, el hambre o la alarma. El ser humano, en tanto que animal, no es en exceso diferente. El tiempo es una magnitud “metafísica” por antonomasia. Nadie lo ha visto pero todo el mundo lo vigila. El Tiempo es oro dicen, pero lo es, quizás, más su contenido. El tiempo son emociones y sentimientos. El componente sentimental-emocional lo distorsiona haciéndolo poco empírico para nuestros sentidos. Quizás el amor no sea más que una fuerza de la entropía, relatividad en estado puro, comportamiento caótico sin razón absoluta que sólo entiende de lo inescrutable y no de lo contrastable o predecible. El Tiempo nos “determiniza”, nos sirve de pauta y falsa referencia. El envejecimiento parece apoyarse en él, cuando en Realidad el Tiempo es más Estadística que números enteros. Que el tiempo nos conduce a la Muerte es una idea devota de no haber conocido ningún inmortal, de la misma forma que el sospechar de una muerte inminente, menos en jóvenes que en viejos, no deja de ser pura estadística que no nos asegura frente al acaecimiento de un accidente de tráfico, un cáncer o un infarto para el lozano en existencia. El Tiempo no es soberano, y a caso tampoco relevante, el Tiempo son sensaciones de lo eternamente caótico de nuestro Mundo. Lo que trasciende de nuestras vidas es en qué se materializa su uso y no en su paso.

jueves, 13 de septiembre de 2007

La calzada


La calzada me observaba pétreamente, con puro aroma mineral, grata rigidez de los tiempos. Sus severas calizas formaban esqueleto, su efigie pensamientos. Los romanos la hicieron y allá permanece, dura, inerte. Sus miles de años no le quitan más brillo que el consecuente del polvo estepario, no hay mayor cosmético, ni mejor cutis, que el aroma a campo ibérico, poso del paso del viento por antiguos páramos. La calzada me hace pensar en el recuerdo, reflexionar sobre los avances que constituyen las infraestructuras, el choque de males, la elección trágica y el criterio.

Toda gran infraestructura tiene un coste, social o ecológico. Los romanos “civilizaron” la región a base de calzadas, todo producto de la búsqueda de eficiencia económica, conexión postal y militar, de mercancías y monedas por las arterias del orbe romano. Para llegar requirieron guerras, subyugar a gentes indómitas sin mayor señor que la oveja y el tiempo, gentes celtíberas, a la sazón, quizás mis antepasados.

Es curioso constatar cómo el progreso estuvo precedido de guerra, de conquista, de muertos. El Amazonas desaparece, pero Brasil ya es potencia, España fue grande, los bosques cubrían la Meseta. El progreso se nutre de la naturaleza cual vil enredadera, mostrándonos sus caprichosos frutos no sólo sobre el biotopo sino sobre buena parte de los de nuestra común existencia. El binomio tranquilidad-progreso, paz-guerra, humildad-riqueza no deja de ser eterno. Alguno verá entropía, la inercia de los tiempos, cómo el Caos aparece de nuevo, sin haber ido nunca. El río del eterno cambio, caprichos del Destino, piedras sobre la calzada, un melancólico pensamiento. Será necesaria la Guerra, dice la calzada, pues seamos pastores. La solución no es creíble ni para mí ni para las piedras. Toda la Vida se reduce a un egoísmo existencial y un suspiro de tristeza. Pensar que otro Mundo es posible, sin saber por donde empieza.

Dentro del cambio existen roces, choques de corteza que producen terremotos, tsumanis en Polinesia, atentados en Barajas o muertes de iraquíes en Guerra. El Mal acaba por emerger no llegando a quedar jamás bajo tierra. Polvo del polvo, suspiros de calzada, males de esta Tierra.

El Campo no me entiende calla, quién dijo que la Naturaleza era ecológica, y nosotros gentes genéticamente tan bondadosa como de izquierdas. La contradicción se me acontece como esencia, la depredación del prójimo inevitable, cómo ser ejemplo cuando uno cae en el abismo de perjudicar a si mismo y su familia, no asegurar la cotidianidad y reparar a los tuyos tristeza. Dañino mal menor, gen de la existencia, malo es que sólo pueda soñar que algún día te venceré, cuando yo sí que pueble bajo tierra…

martes, 11 de septiembre de 2007

El juguete del mono

Es curioso cómo el concepto de propio es uno de los más primordiales descubrimientos de todo niño de corta edad. Observar a los infantes jugar no deja de ser una alegoría de las corrientes, elementos y, ante todo, conceptos que impregnan nuestra existencia, nuestro devenir común como especie. La colaboración, el altruismo, no deja de ser una pauta de comportamiento que se aprende de la vida en sociedad, viendo cómo son de cuantiosos los beneficios de una existencia compartida frente a la oscuridad, y maldad, del egoísmo propio. Cualquier pieza de puzzle, guitarra de juguete, Action Man o Barbie trenzas largas es objeto de deseo por todos los individuos presentes, la más rebuscada “maldad” congénita se manifiesta en el concepto de propiedad y en cómo el niño busca todo mecanismo con el que apropiarse del objeto gozando de su exclusivo uso y disfrute. No deja de ser curioso el total parecido con escenas, largamente paradigmáticas, de documentales de primates. El macho dominante haciéndose con el control del grupo, afianzándose en su posición, subyugando al resto. Dominantes y dominados, binomio que comparten todos los primates, incluidos, parece ser, los humanos. Sino hubiera una estructura social, la posición socio-económica de los progenitores, que les condicionara, es difícil averiguar si las disputas no tenderían hacía una jerarquización instantánea del grupo.

No se sabe si la riqueza y los factores de poder, de los que hablara Ferdinand Lasalle, bien pudieran relacionar con un correlativo papel genético, un egoísmo del gen, una preponderancia del más fuerte. Más allá de tal reflexión, es ciertamente curioso cómo la historia puede llegar a reducirse al más primordial tribalismo, y al paralelismo zoológico, enunciado, que no deja de recordarme a la lucha de clases.

Trasladémosnos a los tiempos de la cenicienta República de los romanos, Tiberio Graco lleva en mente una reforma que cambiará la esencia del futuro Imperio. Multitudes de campesinos desposeídos miran con ilusión al político con el sueño de acabar con el monopolio del ager publicus por parte de una reducida elite esclavista. La base de la prosperidad romana se hallaba otrora en tales gentes y su trabajo, la tantas veces invocada virtud romana, incluye no sólo dichos y máximas memorables sino a la vida tan bucólica como laboriosa y su rentabilidad para la supervivencia. Tiberio Graco sería un notable militar, un dirigente de consideración, pese a caer asesinado impunemente por aquellos que le acusaban de querer alcanzar la corona de la tan temida monarquía. Tal y como recoge Parenti, el modelo ideal de Polibio, la conocida como constitución mixta (es sumamente interesante aquella reflexión del autor griego donde afirma que la monarquía es el gobierno individual, aceptado de forma totalmente libre y ejercido al amparo de la razón, más que del miedo o la violencia. No siendo la aristocracia una forma cualquiera de oligarquía, sino sólo aquélla de hombres justos y prudentes designados por elección (Polib. 6.4.3). Existiendo democracia cuando el gobierno está en manos de un pueblo que venera a los dioses, honra a los padres, reverencia a los ancianos y obedece las leyes, y no de un pueblo que actúa a su libre albedrío (Polib. 6.4.4-5), no deja de ser un sistema con mecanismos que aseguran el hermetismo que tanto caracteriza al bienestar y existencia de unos pocos. La lex agraria de Tiberio Graco no dejaría de tener paralelismos con, entre otros ejemplos, la reforma agraria de Azaña. No obstante, las críticas del, cuasi total, monopolio en la narración de la Historia por miembros de la elite social, no deja de hacernos reflexionar entorno a ciertas contingencias.

Instintos in natura como el comportamiento de los niños, o sus paralelismos con los demás primates y la defensa del territorio por buena parte de los animales comúnmente conocidos como superiores no dejan de hacernos reflexionar sobre el interés que pudieran tener individuos como los Graco. ¿Gran altruismo con el resto de las personas, ideales sociales de bondad absoluta, o ganas de preeminencia, atisbos del futuro Imperio y de la Revolución de César que conduciría a su establecimiento?

La verdad es que la disyuntiva entre el nexo biológico de nuestro factores de poder y la presunta bondad de algunos ilustrados no deja de ser una pregunta sin respuesta clara aparente. ¿Cómo el niño puede, con total desinterés, someterse a la incertidumbre de una vida sin predomino, cómo compartir el juguete, cómo incentivar al individuo para que su egoísmo se agote, no perjudicándose los intereses de el Resto?

jueves, 6 de septiembre de 2007

Recuerdo a la gaviota

Era un día típico de septiembre. La temperatura, moderada para la época, no daba ningún exceso de calor a mi dubitativo corazón melancólico, preocupado. La ventana permanecía vidente, persianas levantadas, sólo que con otras gentes. Una modesta iglesia daba pie a un edificio de interesantes proporciones, sin ser acaso gótico ni tampoco modernista o romano, es ciertamente moderno y presentable, tal vez tenga más melancolía que cemento, recuerdos y no macedonia de males y lamentos. La mole escolar observaba el paseo, imponente como siempre, sólo que con otras aulas, otros alumnos, en definitiva, otras gentes. Todo el barrio había cambiado para mí, los caminos, antaño tan transitados, denunciaban mi extranjería; antiguos compañeros de escuela que no me conocían, personas de alta edad que apenas me han visto ni recordado como aquél muchacho cogido de la mano. Poco permanece inerte en un Mundo en constante cambio. Los lares y manes de los grandes barrios han desaparecido para mí, pero tu recuerdo permanece en lo trascendente del espacio, en el diario de la piedra, el recuerdo de un barrio.

Recuerdo tu manto protector en un patio que se convertía, aun temporalmente, en colmado de aeropuerto para centenares de grandes gaviotas, acaso también las visitas tan inesperadas como queridas, comidas servidas con el cariño que sólo una persona de corazón apenas supiera darte por comitiva. Ese colegio, esos muros que chillan mi pasado recordándome a ti y a mi abuela, a mis padres, a mis tíos. Bellvitge es un sueño en mi corazón, un fardo de imágenes que no por no ser lo suficientemente amplio no se me hace pesado, una orgía de recuerdos, una ilusión de que el Tiempo no pasara y todo permaneciera quieto, simplemente calmado. Los trigos necesitan quién les siegue, el barrio añora a quien paseara por sus calles, cuales pasos de matrona grande, cariñosa cuidadora de pequeños infantes. Los baenales pronuncian tu nombre, su sonido resuena por estas calles, aún estando el vegetal en otros mundos, otros valles.

La ventana permanece abierta, pero no veo nada más que tu mirada observando nuestro corto viaje, cómo mi hermana y yo vamos camino de la escuela, esperando que vengas a por nosotros, que pase la jornada, que llegue la Tarde. El Recuerdo empaña mis ojos, pero el Presente me consuela con el Futuro y el paso del Tiempo que, a grandes pasados, hacía mí cada día más te acerca, a tu nuevo barrio, tus queridas gentes.

Los trigos rejuvenecen, también los baenales, las crisis son pequeños inviernos que preceden a lozanas primaveras. Una recuperación no deja de ser ley de vida, un recuerdo de cuánto vale la Salud, y el cariño de quienes por ti se preocupan. Los vientos cantan serenatas anunciando tu venida, la cama se siente cansada de tu peso, cariñosamente, pues aún te queda que hacer grandes cosas en la vida.

Mis manos amagan con aplaudir tus andanzas y peripecias, pero no se atreven a rivalizar con mi corazón, que tanto te añora, que de ti tanto se acuerda. Vuelan las gaviotas y el niño permanece en el patio, espera quién le recoja, espera que vengas y puedas darle un tesoro, una recompensa, una contraprestación, un regalo, maná dorado, manjar de reyes, afortunado acontecimiento o sencillamente, para quién no supiera adivinar la notoriedad en lo sobrante de la gran presencia, un abrazo tuyo, simplemente, un beso.
Imagen de la gaviota procede de Wikipedia Commons, sujeta a GNU Free Documentation License.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Una de cine

Roma es el populacho… el corazón que late en Roma no es del mármol del Senado. Es el de la arena del Coliseo. (El Emperador) les traerá muerte y ellos le adorarán por eso.”

Gladiador (2000)

Las bandas sonoras es una de las modalidades musicales que más adoro. Escuchar apoteosis armónicas, trasladándote a los más recónditos lugares de tu mundo de fantasía. Las notas abandonan el reproductor terreno para servir de caprichosas excusas para la reflexión, la melancolía y el sueño. Como dijo Aristóteles: “la música imita directamente (es decir, representa) las pasiones o estados del alma -apacibilidad, enojo, valor, templanza, y sus opuestos y otras cualidades; por lo tanto, cuando uno escucha música que imita cierta pasión, es imbuido por la misma pasión”. Se podría decir que la música imita estados de alma, las bandas sonoras “argumentos” fílmicos. Sus sonidos presentan una variabilidad equiparable a las de las películas que sirven. Rock para la Acción, Jazz para los clásicos del cine de suspense y así un largo etcétera. Hans Zimmer es uno de los mejores músicos que he escuchado. Sus bandas sonoras de el Rey León, Gladiador del Rey Arturo son parte de mis discos favoritos. Aristóteles, y su certeza, se manifiestan en mis sueño al verme superando la adversidad montado en maravillosa acémila, o dirigiendo a mis legiones contra la voluntad de los obstáculos vitales. Me gusta soñar, tengo dos mundos, y sin lugar a dudas, uno es de fantasía.

Quizás alguien se vea en la misma situación, la banda sonora hace que la película sea un éxito para quien la escucha. No me refiero sólo a clásicos como el Último Mohicano o Excalibur, ambas de Trevor Jones, sino a cómo películas de dudosa historicidad y más que probado sensacionalismo pueden llegar a ser obras de culto para nuestros corazones. Algo así me pasó cuando contemplé por primera vez Gladiador. Mi edad de entonces, junto a una magnífica banda sonora, me hicieron ver la mejor película que hubiera podido saborear hasta entonces. Era una recreación de Roma, partícipe de buena parte de mis sueños, adaptada a las hormonas de los de mi época. Lejos de tratarse de farragosas charlas clásicas de patronas de la Asociación del Rifle, lo consideré como un orgasmo para el encéfalo a base de acción, sensaciones y efectos espectaculares. Igual me ocurriera con El Rey Arturo cuando pude verla en una de las sesiones de Cine de Verano de la Asociación de Amigos de Anguita. Pésimos argumentos para geniales películas, no por la historia sino por la música…

La lectura de “El Asesinato de Julio César” de Michael Parenti me reparó una muy grata reflexión al referirse al texto arriba trascrito. El autor habla de la visión anti-pueblo de los historiadores clásicos y actuales. Esa que reduce la historia de Roma al aforismo “Panem et circenses” con grandes aforos de anfiteatro ansiosos de sangre y trizas de intestino volando por los aires. Nada más lejos de la realidad, y no será aquí donde explique la semejanza de los gladiadores con el Pressing Cacth, en no pocos aspectos, la historia del pueblo de Roma es la misma que ha ido siguiendo al iter del tiempo y el ser humano: la existencia de ricos y de pobres, de opulencia y de hambre.

El honor y el orgullo patrio parecen ser notas características del hombre del pasado: espejos en los que mirarse el súbdito actual, realizando todo aquello que le ha sido ordenado por el soberano democrático, o no, de turno. Lasalle hablaría de factores de poder, los espectáculos circenses bien pudieran haber sido eso, una institucionalización de la violencia con el sino de mantener a una plebe violenta presta para la Guerra y la arbitrariedad del soberano. Algo semejante a los discursos demagógicos de políticos, nacionalistas y otros que dicen no serlo camuflados, ideas metafísicas aglutinadoras para hombres a los que se les promete “Panem et circenses”, o simplemente, un futuro mejor

La visión distorsionada del Pasado es un instrumento para el presente. ¡Qué interés puede tener, fuera de la arqueología, que el Rey Arturo fuera parte de la resistencia “romana” contra los sajones! Absolutamente ninguno, al menos a mi ver, puede existir una maravillosa historia de dragones y princesas cuando se pondera la fantasía y las reales coordenadas de lo ficticio. Cuando se busca la Realidad histórica es fácil caer ante los prejuicios y la manipulación. Más vale una buena muestra de fantasía que un caro film, de gran banda sonora, que ni se aproxima ni siente la Realidad como algo que les caracterice. Para eso están los libros y documentales, aunque el público a veces mengue algo, pero por favor: ¡NO MÁS ALEJANDROS MAGNOS!

sábado, 1 de septiembre de 2007

El dragón y el diamante

Cuentan los ancianos de la aldea que un dragón se enamoró locamente de una piedra. El saurio de los hierros, lejos de ser derrotado por campeones, bárbaros o caballeros, fue vencido por el sentimiento de pérdida de su paisaje predilecto; ese eran los contornos de ese diamante eterno, vidrioso como la más frágil figura, espejo de mil sueños y una sola canción de amargura.

El dragón ferruginoso, pues así se le conocía, andaba a golpe de chirrios y sonidos de orquestra. Sus fémures de metal asemejaban ser órganos, sus riñones acordeones oxidados. Sus fuegos olían a azufre engarzado de acero, sus cuernos parecían ser más propios de las almenas de un castillo, que de la vestimenta de un soberano de los Cielos. Ni qué decir cabe que el dragón ignoraba a los campesinos. Su existencia era monótona, y no tenía ni sueños ni princesa. Su única distracción era la de dormitar en su caverna de hierro. El cantar de las piritas al cierzo le sonaba a dulce nana, sus suspiros eran de acero, su corazón, de hojalata.

Un día, mientras recolectaba las piritas que le servían de sustento, encontró una piedra de especial brillo. Cogió la joya, aun no descubierta, y se vió reflejado como en paralelo, viendo en su ignorancia presente, pasado y futuro. No conocía qué era lo del alma gemela, ni tampoco qué significaba haber nacido, el dragón simplemente se llevó el hallazgo con la curiosidad de un extranjero en país desconocido.

Su caverna ganó en brillo. La presencia del diamante irradiaba potentes rayos de luz que hacían sonar, con mayor sentido, el canto de las piritas. El dragón ferruginoso no contemplaba el sueño, prefería pasar las horas siendo seducido por los nuevos cánticos, jamás escuchados; saber de la fortaleza de la novedad y del invento del objeto preciado. Precisamente eso no le parecía al dragonzuelo, sus brillos y alegría daban a la piedra unos tonos jamás contemplados. Sus alámbricos nervios parecían fundirse en uno cuando veía brillar al pedrusco querido. Su destacar entre piritas le hacía ser especial, sentirse atraído por algo especial que le había sido siempre desconocido.

Una aleatoria alimaña contempló la escena desde los contornos de la puerta de la caverna. El más ridículo de los dragones se sentaba a contemplar al diamante, la fiera y la piedra, el dragón y el bello diamante. La música no la escuchaba, ni tampoco sentía los gestos amorosos de reptil a su amada. El sátiro cabrío entró por la noche y robó el diamante, pues algo debía tener de bueno aquello por lo que tanto se moría el saurio.

El dragón no despertó con el tiempo. El sátiro contemplaba las consecuencias del poder del objeto sin creerse lo que estaba viendo. Las piritas ya no cantaban, y el dragón fue, para siempre, puro hierro. El siervo de Pan, dador de instintos y amor excelso, despertó con la joya en su mano. No tenía ni idea de que en su Tierra hubiera cavernas o dragones, sueños o misterios. El cabrío era joven y no sabía si creerse lo que eventualmente había visto, se percató de pertenecer al sueño, de cómo había sido de cruel al raptar la joya. El diamante volvió a la caverna, y el brillo a alumbrar las piedras del hierro. Las piritas cantaron y el dragón, antaño ingenuo, despertó consciente de haber perdido anteriormente algo.

La ausencia en el Alma le hizo sucumbir al hierro, el diamante le devolvió el sentido y la vida de ser feliz y entero. El sátiro contempló lo que había hecho y se dio cuenta de que había irradiado amor, el cabrito humano no dejaba de ser mitología, y el Amor su reclamo. Su flauta deshizo el hechizo y el dragón siguió viendo los contornos del diamante. El sátiro se llamaba Pan, y su acción, Amor verdadero. No existe el dragón, ni tampoco tan gran diamante, pero si un foso con fin seguro, y otro sin final alguno. Mis sueños desbordan en el torrente de los sueños, se perfeccionan en ti dando a todo sentido. El diamante se hace polvo, el dragón misterio. Sólo quedamos tú y yo, y el Amor dándonos sentido. Tú eres más que el diamante, yo quizás también más que el dragón. Puede que ello se deba a que cuando se encuentra ausente su par, momentáneamente, uno de percata, aún con más vista y acierto, de que de dragón me pasaste a cordero y que tu sonrisa sólo sabe que decirme que te amo, que tu brillo me da sustento y seguridad, seguridad de que he encontrado la joya, aquella que tiene geometrismos de amor verdadero.

Gala Placidia o sobre el éxito de una mujer romana

Si cada uno de nosotros, Quirites, hubiese aprendido a mantener sus derechos y su dignidad de marido frente a la propia esposa, tendríamos menos problemas con las mujeres en su conjunto; ahora, nuestra libertad, vencida en casa por la insubordinación de la mujer, es machacada y pisoteada incluso aquí en el foro, y como no fuimos capaces de controlarlas individualmente, nos aterrorizan todas a la vez. Yo, la verdad, pensaba que era un fábula, una historia de ficción lo de que todo el sexo masculino había sido suprimido de raíz en cierta isla (se refiere a la de Lemmos) por una conspiración de las mujeres.”

Catón, En defensa de la ley Opia, Libro XXXIV de la Historia de Tito Livio


Uno de los prejuicios más arraigados entre nosotros, respecto a los seres que habitaron la Antigüedad Clásica, es aquél que afirma que griegos y romanos eran unos enamorados de las prácticas homosexuales. Cierto es que en Grecia llegó a no estar mal vista la pederastia, al igual que entre los pueblos celtas se dice, en tanto que alabanza de la juventud masculina y sus músculos. El hombre era el centro de todo el Cosmos grecolatino, sus cuerpos desnudos, con alta musculatura, sobrepasan las fronteras de lo real para alcanzar los contornos de lo puramente perfecto, esbelto, y un tanto metafísico. El Mundo Clásico adoleció de misoginia, el resultado de la sustracción de la costilla no se veía más que un complemento, una cara inversa al hombre inexcusable para la alcanzar la complementariedad macho-hembra y así la reproducción.

La mujer romana, sobretodo, es recordada como una fiera sin barreras, caminante entre las sombras del foro nocturno, guardiana de la Noche, custodia del hedonismo de cuarto creciente así como del éxtasis de Luna llena. La mujer que utiliza sus armas sexuales alcanza la fama de femme fatale en tanto que se especializa en alcanzar el poder entre una pirámide monopolizada por hombres. El machismo institucionalizado no sería nada más que un aguijón que ayudaría a la concepción de las grandes matronas romanas, seres, en no pocas ocasiones, capaces de dirigir todo un Imperio con mano férrea, sin eventual vacilación posible. Hablo de Aurelia (madre de César), Agripina la Mayor (madre de Calígula) y la Menor (hija de la anterior y madre de Nerón), de Gala Placidia o de la emperatriz Teodora.

Por poner ejemplo, Gala Placidia pocas veces pasa de ser, para muchos, el nombre de una conocida ubicación del centro de la Ciudad Condal. Muchos ignoran que se tratara, con casi total seguridad, de la catalana más importante de la Historia y protagonista de una de las mayores historias de amor que han conocido estas tierras. La noble romana, madre del emperador Valentiniano III (contemporáneo del huno Atila), se enamoró del caudillo godo Ataúlfo. Juntos vivieron un breve idilio bajo las murallas de la esplendorosa Barcino, si bien, el monarca visigodo fallecería asesinado por un criado como consecuencia de una de las muchas conjuras palaciegas de las que adolecieron los reinos germánicos.

Placidia lloró tanto la muerte de su marido, como la del hijo que tuviera con él, fallecido prematuramente. Pese a la adversidad, aún tendría fuerzas para volverse a casar, esta vez por conveniencia, con el general Constancio y concebir a un emperador (Valentiniano III) y su hermana (Honoria). Ante la reducida capacidad intelectual de su vástago, dedicado cuasi en exclusiva a la cría de pollos, Placidia soportó todo el peso del Imperio de Occidente en los trágicos tiempos de Atila y de las invasiones germánicas consecuencia de su irrupción. Fue ella quien desconfió de Aecio, con motivos, para después “comerse su orgullo” perdonándole en pro de la seguridad del Imperio.

Gala sería el ejemplo de cómo la mujer es capaz de sobreponerse a toda injusticia con creces, saliendo fortalecida, en no pocos casos, por la fuerza de su temple y orgullo, no sólo por ser mujer, sino sobretod, por tratarse de una persona. Algunas tendrían suerte, otras no tanto, sin embargo Catón fue capaz de decir tamañas injurias en la santa sede del Senado, Placidia, contestándole, salvó a un Imperio, al menos, temporalmente…