jueves, 19 de febrero de 2009

Serpientes de cascabel, reflexiones ante la Crisis

"Cita: En Lawrenceville un ayudante del sheriff deshaució a un emigrante, éste se resitió, obligando al oficial a hacer uso de la fuerza. El hijo de once años del emigrante disparó contra el ayudante con un rifle calibre 22 y lo mató. ¡Serpientes de cascabel! No te arriesgues; si discuten, dispara primero. Si un chiquillo mata a un policía, ¿qué no harán los hombres? Lo que hay que hacer es ponerse más duro que ellos. Tratarlos sin contemplaciones. Tenerlos asustados. ¿Y qué pasa si no se amedrentan?¿Qué si plantan cara y disparan a su vez? Estos hombres han estado armados desde que eran niños. Un revólver es una extensión de ellos mismos. ¿Qué hacemos si no se amilanan? ¿Qué si en algún momento marchan como un ejército igual que los lombardos lo hicieron sobre Italia, los germanos sobre la Galia y los turcos en Bizancio? Aquellas también eran hordas mal armadas y ansiosas de territorio, y las legiones no pudieron detenerlas. Ni las matanzas ni el terror pusieron fin a su avance. ¿Cómo se puede asustar a un hombre que carga con el hambre de los vientres estragados de sus hijos además de la que siente en su propio estómago acalambrado? No se le puede atemorizar, porque este hombre ha conocido un miedo superior a cualquier otro".
John Steinbeck, "Las uvas de la ira" (traducción de Juan José Coy, en: Madrid, Cátedra, 2007)
El hombre tiene una gran lacra como especie. Siendo "inteligente" es el único ser que puede ver lo aparentemente inmutable del presente, sin poder centrarse en lo eternamente cambiante de lo evolutivo. Cualquier fiera vivirá aprovechándose de sus adaptaciones naturales, de las innovaciones (o mutaciones) que le ha brindado la Selección natural, con el afán de adaptarle mejor a su ecosistema; no tendrá mayor visión sobre el tiempo que aquélla que le faciliten sus genes. El hombre es algo más, cultura e incultura unidas en un binomio mortal, e inseparable. No podemos soñar con cambios si nuestra consciente existencia es pasajera. Desde los de CroMagnon hasta las hordas de marines norteamericanas, no tanto ha cambiado. ¡Monos armados, con veneno fatal y cascabeles en forma de políticas y viles propagandas!
Dicen que el buen maestro enseña a aprender de los errores, razón por la cual concluyo que Maese Tiempo es un Catedrático de pobre intelecto. El texto de Steinbeck (redactado en los fatídicos años 30 del pasado siglo) invoca a nuestro pasado histórico, a cómo los hambrientos siempre han luchado por su pan, con mayor intensidad si es bien sabido quién se lo quita. La era global es doncella de pocos secretos. Todo se sabe, o al menos, en parte.
Las crisis económicas son cíclicas, dicen los expertos, algo así como los “paradigmas científicos” de los que Thomas Kuhn hablara hace ya un tiempo. Los “giros copernicanos” siempre tienen desgracias en sus causas, razones por las que el ingenio humano se agudiza y persigue resultados mejores para la optimización, para los avances y el progreso. La Crisis, ya hablando en singular, seguro que reparará un mundo distinto, de ello no hay dudas.
En los últimos meses me ha llamado mucho la atención los grandes avances, que cuanto menos, han sido “anunciados”. Haré mención de algunos de ellos. La edición de “ElPaís” de 24 de noviembre de 2008 incorporaba una noticia de gran calado. Javier Sampedro, genial periodista y divulgador, nos presentaba un mineral, la peridotita, capaz de absorber dióxido de carbono (CO2) convirtiéndolo en cuarzo. Los estudios realizados por Peter Kelemen y Juerg Matter, de la Universidad de Columbia en Nueva York, han ido a dar fruto justo en tiempos de crisis. No por casualidad.
Más allá de lo útil o verídico del hallazgo, este tipo de anuncios no escasearán en los sucesivo. A la vez que la búsqueda de nuevos combustibles (al respecto, citar cómo se ha llegado a defender la piel seca de los cítricos como fuente de energía), la eliminación de externalidades contaminantes, o cuanto menos, de sus productos, es uno de los grandes objetivos de las grandes economías. Curiosamente, en el desierto de Omán (en la península Arábiga) es donde se han realizado estos experimentos, siendo la empresa petrolífera estatal ("Petroleum Development Oman") la primera que va a realizar pruebas con el mineral. Según se afirma, esta roca ígnea (volcánica) está asociada al olivino y se halla en cantidad tanto en las arenas de Arabia como en las costas de la antigua Yugoslavia. El principal problema, o al menos uno de ellos, será conseguir “inyectar” grandes cantidades de dióxido de carbono en el manto terrestre, lugar donde se encuentra, mayormente, el preciado maná “anticontaminante”.
Y es que, precisamente hoy, otros nuevos avances se me han presentado en diferentes medios: los avances en inteligencia artificial, la investigación sobre la fusión nuclear o el famoso gran acelerador de partículas de Ginebra. En un nuevo artículo de Sampedro ("Ahora comienza la etapa de los descubrimientos científicos", “El País”, 10/9/08) se nos ilustra sobre cuán cierto es que, tras los grandes descubrimientos tecnológicos, se acerca el momento de dar un paso hacia los avances científicos.
El, ya citado, Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) se halla, actualmente, en reparación. El primer intento ha fallado, sin embargo, siguen intactas las expectativas puestas en él. La gran inversión, aparentemente, “sólo” tiene el objetivo de descubrir una partícula, el conocido como “bosón de Higgs”; sin perjuicio de que “esa partícula” sea capaz de demostrar el Big Bang y buena parte de los postulados de la ciencia moderna (a la vez que acabar, de una vez por todas, con los últimos vestigios de la ignorancia creacionista). Algunos científicos informan de los peligros ocultos de esta investigación. Según se afirma, existiría un riesgo “ínfimo” de que la máquina fuera capaz de crear un agujero negro que acabara con todos nosotros… idea un tanto esotérica, para mi ignorante conciencia.
Caerán las acciones, los bancos, quizás alguna que otra guerra y varios millones de niños desnutridos, pero la Ciencia, inhumanamente, continuará su camino. Sin conocer la moral, la justicia, o el “orden”, la Ciencia seguirá persiguiendo acabar con la Crisis de turno a base de la optimización de los beneficios virtud de nuevos medios y fuentes de recursos. ¿El hombre es un lobo para el resto? ¿O es un buitre, un cerdo… una serpiente de cascabel que sigue temiendo la rebelión de los hambrientos…?
Imágenes:
1) "Wall Street Rag", by Scott Joplin sheet music cover from 1909.
2) Panorama de 120 (!) photo. Dent de Vaulion, Canton de vaud, Suisse. Photo issue de la série Wee planetsd'Alexandre Duret-Lutz. Autor: Alexandre Duret-Lutz from Paris, France.
(This file is licensed under Creative Commons Attribution ShareAlike 2.0 License).

miércoles, 11 de febrero de 2009

Moscú en Pastrana, San Petersburgo en la Rápita

Hasta el año 1561 la monarquía española jamás había tenido una sede permanente. Fue en ese año cuando, no sin competencia, Madrid se alzó con el cetro del Imperio, pese a que tardaría mucho en alcanzar el esplendor de la verdadera “capital”, cuanto menos cultural y económica, de la España de aquellos momentos, Sevilla. Felipe II fue quien concediera tal privilegio a la antigua fortaleza islámica de “Magrit”, desdeñando otras candidaturas. Si bien existirán motivos, que desconozco, por los que poder justificar que Sevilla (ya en aquel momento con una población próxima al millón de habitantes) no fuere la capital oficial del Reino, cierto es que, antes del nombramiento de Madrid como capital, existieron urbes, cuanto menos más históricas, que intentaron alcanzar tamaña característica, política e histórica. Obviamente, las dimensiones de este post no pueden tratar al tema con todo el rigor, y extensión, que requeriría, no obstante, sobra decir que Toledo fue otra gran perjudicada en el “proceso de selección capitalino”. No sin cierto condicionamiento, genético y “chico-patrio”, en este artículo se va a hablar de las candidaturas, con total seguridad, menos conocidas.
Dicen los expertos en la materia (al respecto consultar el prólogo del Dr. Burillo Mozota a mi libro: "Una historia de Anguita: el pueblo y su entorno"), que la zona de Celtiberia es la menos densamente poblada de Europa, tras Laponia. La provincia de Guadalajara (núcleo fuerte de esta "hipotética" región) consta de una historia mucho mayor de lo que este dato podría indicarnos. Quién sabe si por cambios climatológicos, la desertización, el auge de otras regiones, o por meras contingencias históricas, algunas de las ciudades más relevantes durante la época del Imperio Hispánico, han quedado en el olvido. Tal es el caso de la ciudad de Sigüenza, de Molina de Aragón, de Cifuentes o Anguita, y cómo no, de una de las dos villas de las que aquí hablaremos, Pastrana.
La historia de esta insigne villa de la Alcarria está ligada a uno de los personajes más singulares del siglo XVI español. La princesa de Éboli (Ana de Mendoza y de la Cerda) fue una de las mujeres más importantes de su época. Casada con Ruy Gómez de Silva (uno de los hombres más próximos a Felipe II, y por ende, más influyente), supo utilizar su honroso linaje con las virtudes del matrimonio. La prematura muerte de su amado le hizo mover ficha. De una posición, por naturaleza poco discreta, supo sacar un foco de poder, hablándose de ella, aún hoy en día, como de una mujer bella (aunque bajita), inteligente, y según algunos, ninfómana.
Pastrana y la Éboli deben de verse bajo el prisma de las intrigas palaciegas de aquel entonces. Las luchas de poder entre las dos grandes casas de la monarquía hispana, los de Alba y los Medinaceli (familia de la Éboli), hicieron que, si bien Pastrana llegó a ser vista como un buen enclave en el que situar la nueva capital del Reino, posteriormente, al igual que el bando que la defendía, cayera en desgracia. Tras la muerte de su marido, la Éboli se vería envuelta en conspiraciones y crímenes varios, razón por la cual fue encarcelada, en última instancia, en su palacio de la localidad alcarreña. La Éboli fue una gran benefactora para los moriscos, llegándose a instalar muchos de ellos en sus dominios. Su poder fue tal, que la propia Santa Teresa de Jesús se vio “forzada” a crear un convento de su orden por iniciativa de la princesa, quien pretendió ingresar en él junto a algunas de sus doncellas; como no es de extrañar, chocó con la Santa (“la princesa monja, la casa doy por deshecha!", se dice que dijo la abadesa). El ocaso de esta "Moscú" alcarreña sólo puede guardar parangón con su equivalente catalán: San Carlos de la Rápita.
Al sur de la provincia de Tarragona, en la región conocida como las "Tierras del Ebro" (con capital en Tortosa), se halla el enclave del delta del Ebro (parque natural de especial interés ornitológico y ecosistema de gran valor, no sólo paisajístico, sino que a la vez, económico). Frente a la minúscula península del delta, conocida como "la Banya", se encuentra la Rápita. Al municipio oficialmente se le conoce como Sant Carles de la Rápita, debido a una historia que a nadie podrá dejar indiferente.
Si siguiendo nuestro título, Pastrana pudiera haber sido Moscú, San Carlos pudo haber sido San Petersburgo. Durante el reinado del ilustrado Borbón, se mandó construir una ciudad "ex novo" allá donde se encontraba la aldea de la Rápita. El puerto de los Alfaques, de importancia aún hoy en día, se proyectó que fuera en un futuro uno de los principales del Mediterráneo, configurándose a su alrededor una nueva residencia real, con canales al estilo de Venecia.
Muestra de las intenciones del monarca son el que se ordenara la construcción de instalaciones como el propio puerto, el palacio del gobernador, la aduana o, lo más sorprendente, un canal que unía Amposta con la Rápita (construido en el año 1770). Los catastróficos años finales de su reinado, con una gran crisis económica asolando el país, hicieron, que no sólo éste, si no multitud de otros proyectos para la modernización, o cuanto menos reconfiguración, de España quedaran en el olvido. Al fin el Imperio había caído, y Pastrana antes, la Rápita después, se quedaron a las puertas de la gloria...
Más información:
Primera imagen: panorámica de Madrid
Segunda imagen: la Princesa de Éboli
Tercera imagen: Punta_de_la_Banya_i_Sant_Carles_de_la_Ràpita vistos des de la serra del Montsià, autor: Pere, GNU Free Documentation License

domingo, 1 de febrero de 2009

El mercader de remedios

Temeroso, tenso y preocupado, Zalakin se atrevió a ir a la gran ciudad de Patatasburgo. Era ciertamente contradictorio, que su humilde, y acaso un tanto bucólico, pantano fuere tan diferente de la gran ciudad. Rascacielos arañados al tubérculo, muros orgánicos que parecieran no tener fin, Patatasburgo era un lugar tan enigmático como la diversidad de figuras que medraban por sus calles. Encantadores de hidras, querubines apatrullando o demonios catadores de azufre podían verse en las vías de la ciudad, a la sombra de las gigantescas patatas que antaño dieran tanta prosperidad a la urbe.
Zalakin iba en busca de un remedio para sus preocupaciones, una panacea para sus maniáticas angustias. Como en toda ciudad, el burgo tenía avenidas grandes y callejuelas estrechas; moradas para burdeles y solares para grandes corporaciones. Circuló por mil quinientos de estos callejones hasta dar con una bonita hacienda, un tanto deteriorada por el paso del tiempo. Las dimensiones no eran excesivas, pero como buen comerciante, el dueño de ella tenía buena montadura con la que poder aparentar la prosperidad que se le presupone a todo mercader de fiar.
El estegosaurio que utilizaba por corcel se ruborizó cuando vio acercarse al habitante del mangle. Zalakin, quien ya había dejado a su montura a buen recaudo, picó a la puerta con disimulada ansiedad. Un barbudo globin, que jugaba a ser pariente de los de Liliput, apareció sin haberle dado tiempo, si quiera, de haberse podido sacar los anteojos que le ayudaban en sus concienzudos estudios de astrología, botánica o termodinámica.
Ambos entraron en el lugar, dueño y huésped. Por las paredes reposaban multitud de botes con extraños elixires, toscos manuales de magia y algún que otro instrumento para el arte de la astronomía. Membrillo, pues así se llamaba el geniecillo, se sentó en su cómodo sillón esperando conocer las intenciones de su preciado cliente. Zalakin le habló de la soledad de su pantano, de cómo era incapaz de cerciorarse de que jamás sería presa de una enfermedad desconocida. Tenía miedo. Si algún día caía enfermo, solo los sapos del estanque vecino lo extrañarían, y por otra parte, mudarse a la ciudad, no sólo no se lo recomendaba su orgullo, sino que también se lo prohibía su esencia vital.
Membrillo habló de varios productos preventivos. Dulces de murciélago contra la anemia, troncos de madreselva tranquilizantes o sesos de ornitorrinco para el reuma fueron algunos de los potajes y demás substancias que, el antaño nigromante, supo encontrar dentro de su mágica despensa. Zalakin deseaba “algo” diferente. Un ingrediente que le asegurara poder discurrir por cualquier camino sin tenerse que preocupar, superar enfermedades sin enfermar y ser capaz, a la vez, de soñar sin estar condenado a las nieblas de la locura.
Membrillo le habló de pócimas de la inmortalidad, por otros investigadores prometidas, sin embargo, dejó claro que él de éstas no tenía. Sin embargo, antes de que Zalakin tuviera tiempo a reaccionar, el sabio le habló maravillosamente de unas semillas de mandrágora capaces de combatir los delirios. Zalakin se interesó por eso. Los mangles eran especialmente propensos a la melancolía, y el delirio era el último mal que deseaba si quería poder continuar viviendo dentro de su utopía. Membrillo se ilusionó con este interés tan provocado. Negoció el precio para sus adentros y traicionó a su condición de sabio, vendiendo placebo.
Zalakin pago lo convenido. Reflexionó, corta y superficialmente, sobre cómo era posible que existieran medicinas para gentes con dinero, mientras otros morían fríos y enfermos. Pensó en por qué los manas eran productos para el comercio, siendo gente, nominalmente sabia, quien se lucraba con ello. Nuestro protagonista no se flageló más, cogió el recipiente y se marchó por las callejuelas de Patatasburgo con ansia de que todo lo maniático le hubiere abandonado. Nunca más tendría melancolía, menos mal que era rico y afortunado, y que el empobrecido mercador, cosa que él no sabía, se había lucrado de su ignorancia, haciéndose pasar por un generoso mercader de la sanidad, hoy en día, “pública”.
Imágenes:
1) Martin Cilenšek, Slika 85. Podzemljica [sic!]. (Solánum tuberósum.)
2) Gnome Warlock Shop -final- by *OrcOYoyo (todos los derechos reservados).