martes, 31 de julio de 2007

Biología y Derecho: las leyes de la Naturaleza y las nuestras

“Ius naturale est, quod natura omnia animalia docuit: nam ius istud non humanis generis propium, sed omnium animalium, quae in terra, quae in mare nascuntur, avium quoque commune est. hinc descendit maris atque feminae coiunctio, quam nos matrimonium appelamus, hinc liberorum procreation, hinc education: videmus etenim cetere quoque animalia, feras etiam istius iuris peritia censeri.”

D. 1, 1, 1,4 Ulp. 1 inst (=1. 1, 2, pr.)

De la afortunada docencia recibida del Doctor Juan Miquel retengo, como joya sumamente preciada, este texto de Ulpiano que fue publicado por el profesor en su artículo para la Conferencia Inaugural de las Octavas Jornadas de Derecho Catalán de Tossa de Mar. La actualidad del mismo no pudiera ser más flagrante. Se nos dice, por parte de uno de los romanos más doctos en lo jurídico, que las leyes de los hombres (ius civile) y de la Naturaleza se diferencian, sólo, en que las primeras necesitan usos requisitos de capacidad jurídica ausentes en la segunda.

Más allá de considerar, como digiera el maestro, que los animales sean “peritos en Derecho” podemos dar un sentido a la intención de Ulpiano constatando la enorme relación existente entre las leyes civiles del hombre y las de la Naturaleza, sin embargo, nuestras tendencias nos conducen, más que a una presunta conciliación entre ambas dándose por sentada en las humanas la solución dada por la Naturaleza (in claris non fit interpretatio), a una presunta institucionalización jurídica de la existencia biológica sometida a razones de política legislativa o filosofía humana.


Sin lugar a dudas, los avances de la biotecnología, y de la genética como ciencia madre, nos facilitan una suerte de terra nullius carente de regulación jurídica alguna. Temas como el genoma humano, la investigación con material genético, su modulación respecto a futuras enfermedades o la viabilidad, moral y jurídica, de los clones humanos son temas que nos preocupan como sociedad y a los que, antes que después, deberemos dar alguna solución. Comenzando por la protección de nuestro material genético, autorizados sectores de la doctrina (RUIZ MIGUEL) afirman que de la regulación internacional de la intimidad genética se desprende una suerte de analogía con el régimen del secreto de las telecomunicaciones: no deja de ser ciertamente jocoso que se relacionen los genes con los teléfonos.

El déficit es flagrante pues, no en lo relativo a otros temas como la investigación. Se considera que la libertad de investigación cubre el ámbito de lo genético no pudiéndose entender una privación de la libertad el uso científico de este bien jurídico, habiendo consentimiento, al circunscribirse la libertad de nuestra Constitución a aquella necesaria para la paz social del común del pueblo soberano. Aún más interesante es la problemática inherente a un tema tan espinoso como es de la clonación humana. William Eskridge y Edgard Stein afirman que no hay derecho alguno a una individualidad genética, el argumento es, por naturaleza, demoledor. ¿Se imaginan cuál sería la consecuencia directa de considerar tal derecho? ¿Serían ilegales los hermanos gemelos?

Tales autores exponen fronteras que muchos no acabamos de ver. Según afirman, bien pudiera tratarse de la solución ideal para que las parejas homosexuales pudieran tener descendencia propia. La supervivencia de los queer es su argumento cuando se afirma que la inclinación sexual es devota de la genética y el condicionamiento ambiental. Ante la crítica de que los hijos sólo serían producto del material genético de se alza la eventual posibilidad de realizar emplame de genes… ¿niños a la carta? Sería algo más que curioso que las parejas que optaran por la clonación se jugasen a los dados las características de su futuro vástago en cuanto a qué rasgos tendrá el niño de un progenitor o de otro.

La conclusión a la que quiero llegar con este artículo es que Biología y Derecho, cuan sapiencial eclipse, son esferas que con el tiempo tienden a unirse. El “progreso” (mejor dicho avance científico) nunca ha podido ser frenado, véase EEUU y la bomba atómica, por lo que lo más razonable es legislar sobre toda contingencia que se escapa del imperio de la Evolución y de la Madre Naturaleza. Los complementos de capacidad jurídica de Ulpiano deben facilitarse por necesidad con el sino de crear Derecho. ¿Sigue siendo útil estereotipar la especialización de las ciencias, queriendo someter a nuestros designios lo libre por salvaje? ¿La solución no sería dar como posibilidades las opciones que nos brinda la Ciencia? ¿Para cuando la regulación, para cuando tendremos juicios morales justificados bajo los que condicionar nuestra conciencia…?

domingo, 29 de julio de 2007

Mundos paralelos

Nuestra percepción del Mundo se halla condicionada por la existencia de dos dimensiones paralelas. Desde tiempos antiguos se ha distinguido pensamiento y psique, razón e instinto. La Fantasía, los sueños... son pequeñas muestras de cómo existe un mundo interior que subyace a todo lo empíricamente real. Materia etérea dentro de lo fáctico y observable. Quizás hiciera falta leer más a Ende, contemplar cómo el hecho fenomenológico, tal vez religioso, lejos de imponerse a la Ciencia la complementa; siendo ese resquicio que nos diera la Naturaleza, de tal forma que actuara sin poder ser jamás dominado. Los méritos, y a su vez el éxito, muchas veces deben interactuar en ambas dimensiones. No vale la justicia de los hechos sino se gana con las sensaciones, con los sentimientos.

Siniestras ideas, hacedoras de engendros del marketing, muestran cuán importante es tener buena prensa para ser considerada “oficialmente” una nueva maravilla del Mundo. ¡Como si no tuviera cada uno su propia maravilla en su mente!, su propio cuadro de melancolía, su propio resto del Pasado. Quizás para mí fuera Anguita mi mayor maravilla, Vilassar y Hospitalet otras dos de ellas, quién sabe si no serían Londres, Berlín, Estambul con Santa Sofía, y alguna que otra más, como la Sagrada Familia o la Giralda, el resto. Lo siento, la Torre de la Cigüeña de Anguita me denota mayores sensaciones que el Taj Majal, porque impera con creces en los senderos de mi imaginario.

La Fantasía es propiedad privada. Cosmos alimentado por estímulos externos, custodiados por tus propias neuronas. Lo placentero, lo conocido, lo querido, son piezas con las que construir tu personal muro, ese cúmulo de sensaciones que se graba, con letras de oro, en tu propio diario vital, tu particular saco de experiencias.

Pese a todo, es cierto que la estadística nos brinda la posibilidad de considerar la existencia de grandes imaginarios colectivos. Poca gente habrá echado en falta el Templo de Angkor Bat en la lista de nominadas, no por no cumplir los requisitos (fue una de las más esplendorosas ciudades de la Antigüedad), sino por no haber sabido ganar el imaginario del pueblo globalizado. Pudiera decirse lo mismo de grandes urbes históricas como Samarcanda o Damasco, contraponiéndose su innata belleza a la gloria de monumentos como el Big Beng, la Puerta de Branderburgo o la Torre Eiffel.

Esta última es el mayor ejemplo de cómo el éxito es bipolar. Cómo la Fantasía se hace igualmente inexcusable que la Realidad, siendo consciente el chovinismo francés de la necesidad de saber promocionar el producto. Para el gran público sería poco más que una ofensa considerar que la Torre estuvo a punto de ser derruida una vez acabo la Exposición o que fuera rechazada con anterioridad por Barcelona, por preferir la Ciudad Condal las Fuentes de Colores de Montjuïc de Carles Buigas.

Un análisis de estricta rigurosidad técnico-artística, no sin cierta consideración del tiempo en el que fueron construidos ambos monumentos, mostraría una mayor riqueza de la elección barcelonesa. Sin embargo, no sólo el número de visitantes de la torre (monumento más visitado del Mundo), sino su éxito en lo metafísico de las sensaciones, decantaría el éxito para la obra de Eiffel.

Fue el edificio más alto en su época, siendo una construcción descomunalmente lograda para aquel tiempo, sin embargo, no sería ello, sino más bien el número de enamorados amantes que la contemplaron, la constelación de besos lanzados desde sus miradores, o las finales televisivas del Tour de Francia las que demostraron un mayor simbolismo, mayores visitas, y por lo tanto, mayor presencia en los imaginarios individualizados.

La conclusión acontece de necesaria imperatividad, debemos tener en cuenta siempre las dos líneas que influyen en nuestro Mundo, comprender que la justicia, en todas sus facetas, es el más inmaterial de los principios y que, lejos de las corrientes actuales, el estricto análisis empírico sólo nos lleva al absurdo, a una Realidad que ignora nuestra psique e instintos, una voluntad de querer descalificar al resto de la Humanidad en cuanto a sus tendencias y pensamientos, cayendo en la falacia del original, y de quien no supo rectificar a tiempo…

viernes, 27 de julio de 2007

La pesadilla del sátiro

"¿Estás ahí Tamo? Cuando llegues a Palodes cuida de anunciar que el gran dios Pan ha muerto"

Plutarco, Por qué guardan silencio los oráculos

Creo poder intentar diferenciar pensamiento e instinto. El hombre piensa y actúa o viceversa, mientras que la bestia meramente se adapta a las contingencias del medio con la acción, lejos de tener ningún pensamiento; este es el axioma clave, sin entrar en temas referentes a una eventual inteligencia animal. Residuo de esta manifestación natural es nuestra necesidad de encontrar una explicación para todo lo que nos preocupa. Es el sino de la razón, del procesamiento de datos, del intelecto. Originariamente el hombre salió de su eslabón evolutivo sin Cultura alguna. El Tiempo se ocuparía de vestir nuestro cognitivo don, quizás ayudado por las neuronas espejo, y bien seguro, por nuestro cerebro. Sin conocerse elevados postulados científicos, la forma más fácil de encontrar explicación a los fenómenos naturales era acudir a la propia Naturaleza. Isis y Osiris, Shamash y Assur, Afrodita o Apolo no dejan de ser alegorías con las que explicar los fenómenos medioambientales. Una pincelada de logos en el más absoluto de los Caos.

Nuestra imagen del antiguo politeísmo se halla condicionada por nuestra educación cristiana. No es extraño observar cómo el estereotipo, una vez más, es soberano haciéndonos ver ridículas escenas de jocosos intelectos esclavizados por la caprichosa voluntad de un panteón de dioses inventados. Regiones oscuras para la razón y la fe, cavernas de las que sólo se puede nutrir el vicio.

Como requisito indispensable de toda cueva habitable, la caverna requiere de un conducto por el cual nutrirse de oxígeno, una puerta al exterior, una forma en la que poder manifestarse. Ojeo los libros expuestos en la librería Documenta, entre sus múltiples joyas observo “Pan y la pesadilla” de James Hilman (Editorial Atalanta). Decididamente me hago con un ejemplar, se trata de una solución para un pensamiento que no hace mucho me vino por la cabeza, una conexión, al principio sensiblemente más original que determinante, de cómo relacionar el sabio helenismo con la apriorística ridiculez de sus cultos.

Dentro de esta gran joya de libro destaco una brillante perla. Se trata de una serie de contraposiciones entre la concepción de Jesucristo y el dios Pan de los antiguos griegos: Monte frente a caverna, la palabra frente a la música, piernas sacrificadas por pezuñas peludas, figurada asexuada frente a lo fálico y desnudo del ser cabrío. Hillman llega a la conclusión, sumamente interesante, de que Pan no deja de asemejarse al Diablo… No haré caso de ningún fenómeno paranormal, gran inutilidad donde las haya, sino que me centraré en teorías que tienen más que ver con el psicoanálisis que con la religión, con nuestra naturaleza y no sólo con el mito.

Con la anteriormente citada obra del profesor Damasio (“El error de Descartes”, editorial Crítica) me quedó meridiamente claro que la razón y las emociones parecen poblar diferentes sistemas de nuestro celebro. La salud mental no implica una eliminación de alguna de las dos piezas antagónicas si no que, asombrosamente, el equilibrio entre ambas es un requisito inexcusable. La emoción es atávica, incontrolable por definición, se trata de una característica nuestra que nos persigue inevitablemente. “La reducción de las emociones puede constituir una causa igualmente importante de comportamiento irracional” dijo que el maestro Damasio.

Sin herramientas de rudimentaria técnica neurológica es difícil que los antiguos pudieran alcanzar a comprender, mínimamente los fundamentos de las emociones y el pensamiento. Como en todos estos casos, el mito fue la forma más “razonable” de apaciguar al ansioso desconocimiento. Crear al sátiro como encarnación del dilema, la cabra como metáfora de lo salvaje, la caverna de la que surgen nuestros instintos, sexuales en gran medida. Pan acontecería como favorito de Dionisios, manifestaciones de la juerga sacra; acaeciendo una explicación para nuestros instintos naturales de satisfacción del placer y de búsqueda de la felicidad sincera. El helenismo fomenta la espontaneidad de la conciencia, el cristianismo su rigidez. Esa idea fue la expuesta por Matthew Arnold antaño, más allá de la corrección de la misma, pocas dudas caben de que el ocaso de Pan, y del politeísmo, fue correlativamente proporcional al auge del fenómeno cristiano. Claro que había alternativas, como también hubo comentarios geniales de Petronio en orden de dinamitar la idoneidad del gozo desmesurado en la época de Nerón.

Posiblemente la gran virtud del cristianismo sea la de haber evitado el derroche último, la espiral inagotable hacia el goce absoluto, que tarde o temprano, hubiera acabado antes que nosotros. Sin embargo, la mentira también persiguió a la fe de Cristo, los antiguos dioses fueron manipulados y vistos más como cultos imaginarios a pintorescos titanes y no como alegorías para explicar las constantes de la vida, la peculiaridades de nuestra naturaleza humana. Quizás sea un amante de la Hélade, pero es cierto que los dioses griegos pueden llegar a tener que ver más con antiguos métodos de psicoanálisis que con becerros satánicos y orgías descontroladas en pro de la divinidad de turno…

Segunda imagen procede de: http://www.sharonyamamoto.com/Home.htm

martes, 24 de julio de 2007

La materia del alma

Por momentos nuestra vida se está secularizando. Los expertos confían en que los próximos tiempos contemplen el auge, de forma totalmente inusitada, de la biología y la medicina. Proyectos como el del genoma humano, la investigación con células madre o los senderos que se abren con la indagación en lo relativo a la clonación, nos muestran cuán potente se están volviendo las, comúnmente llamadas, ciencias de la naturaleza. Una vez más se demuestra que los planetas más lejanos, mundos más remotos, universos mayormente inexplorados, no sólo no se encuentran a varios miles de millones de años luz sino que, en muchos casos, se encuentran en nuestro propio organismo, dentro de nosotros mismos.

Desde los inicios de la más tierna metafísica, desde los sabios mesopotámicos a Descartes, pasando por Aristóteles o Santo Tomás de Aquino, se ha disociado el cuerpo del alma. "Cogito ergo sum" se ha convertido en una suerte de axioma indubitado, nuestra civilización se ha estructurado en torno a ideas que tomaban tal pilar como inquebrantable, suerte de demostración, acaso divina, de que la expresión tenía la más absoluta de las lógicas. Nuestro tiempo se está encargando se dinamitar tal indubitada contingencia, el alma empieza a reducirse a lo empírico, nuestro espíritu a lo anatómico.

Posiblemente no sabemos todo aquello que Descartes pensaba. Está plenamente probado que los grandes sabios pasados codificaban sus descubrimientos de tal forma que no acontecieran flagrantes presas para la maquinaria del soberano y sus flagelos inquisidores (Descartes eligió para su lápida un epitafio sumamente revelador, de la autoría de Ovidio: "bene qui latuit, bene vixit", o lo que es lo mismo, quien se escondió bien vivió bien). Una anécdota curiosa del fenómeno se constata al examinar la archiconocida de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Si nos fijamos en la “aureola” que envuelve a la representación de Dios nos percataremos de que se trata, ni más ni menos, de un cerebro. Curioso pero cierto, el genio renacentista “coló” una representación anatómica en el más sacro de los encargos vaticanos.

Volviendo a la esfera de lo científico, científicos del porte de Antonio Damasio (autor del genial libro: “El error de Descartes” de la Editorial Crítica) afirmar que aquello que conocemos por mente no puede disociarse, irremediablemente, del cerebro. En otras palabras, ambos conceptos se circunscriben a caracterizar una única realidad fáctica. La mente es producto de un mecanismo, complejamente interconectado, denominado sistema nervioso central, o en palabras más clarificadoras, celebro. Muy someramente, podemos afirmar que el cerebro se compone de neuronas, circuitos locales, núcleos subcorticales, regiones corticales, sistemas y sistemas de sistemas. La dificultad de comprensión de la lista es una prueba notoria de la complejidad del asunto. Lo intrincado y difícil de la investigación del más soberano de los órganos es la variable que ha provocado, con el velo de lo inabordable, el total desconocimiento del cerebro.

Damasio nos explica el caso de Phineas Gage. Se trataba del prototipo ejemplar de joven trabajador americano del ferrocarril. Actor inmejorable para el mejor de los propagandistas westerns, Gage seducía como nadie a su cuadrilla consiguiendo una inusitada eficiencia con su trabajo. Un accidente pirotécnico, al manipular explosivos, hizo que una afilada vara de hierro le atravesara el cráneo, llevándose parte del cerebro consigo… Aunque pudiera parecer propio de la más metafísica de las leyendas, el individuo en cuestión sobrevivió, cambiando absolutamente su personalidad con el paso del tiempo.

Pasarían los años y Gage perdería su trabajo acabando por ser un detrito social de los que por aquél entonces, se decía, acudían a morir a San Francisco. Aquello que el médico que le trato no pudo descubrir es que, de alguna forma, la vara de hierro “sólo” había dañado un punto específico del cerebro. En otras palabras, la contemporánea investigación del caso, con exhumación del cadáver por medio, demostró cómo, parece ser, las diferentes partes del cerebro se hallan especializadas por la función que llevan a cabo. El cerebro, como órgano hegemónico, es la mayor muestra de que nuestro organismo pertenece a las principios fundamentales de la Naturaleza, siendo nuestro cerebro, además de nuestra mayor arma biológica, producto de la más exagerada de cuantas especificaciones biológico-evolucionistas se conocen. Mente y cerebro hacen referencia a nuestro propio sistema nervioso, la complejidad de su funcionamiento quién sabe si acabará por privarnos de una plena comprensión en el Futuro…
Link de sumo interés sobre el tema: cybermuseum
La segunda ilustración procede de Wikipedia Commons, protegida por GNU General Public License

domingo, 22 de julio de 2007

Simpatía congénita

Pocas cosas son equiparables a tener una hermana. Quizás, sin mayor necesidad de demostración alguna, tener a la mía en concreto sea la única cosa que supere a tan afortunada contingencia. Por fin volvió de Inglaterra. La luz de su áurea sonrisa llena de alegría los rincones de la casa con pura simpatía biológica, lo suyo es don y no aprendizaje. Como muestra de su pródiga naturaleza, supo dar en el clavo, como se diría coloquialmente, al adquirir el regalo que más ilusión me pudiera haber hecho. Me trajo un kiwi.

Obviamente no me estoy refiriendo al sano fruto neozelandés sino a un peluche que recrea la silueta del simpático animalillo, a la sazón, un de mis favoritos. Se trata de una ratite (aves no voladores que no poseen quilla, es decir, el hueso del pecho donde se adhieren los poderosos músculos que facultan para el vuelo). Merodea por la noches de Nueva Zelanda en busca de manjares en forma de lombriz o insectos. Las cerdas, o pelos, que tiene en la punta de su largo pico le sirven de radar, pudiendo rastrear cautelosamente los suelos de la jungla oceánica sin ser visto.

Aunque con buena vista, la virtud del kiwi es la de disponer de un fino olfato, cosa rara en las aves, teniendo el orificio nasal al final de pico (característica única de la especie). En proporción con el huevo, es el ave que los pone más grandes, siendo su tamaño sumamente considerable en comparación con la dimensión “pollesca” de sus padres. Casualidades de la vida, la falta de capacidad de vuelo le han hecho presa vulnerable a depredadores introducidos como el cerdo, el perro o la comadreja. Se trata de un ser sumamente simpático, participante en varias series de animación actuales y pasadas. Su caso no es único. Su vecino kakapo (loro de considerables dimensiones que es incapaz de volar), así como el cormorán de las Galápagos son otros ejemplos de evolución insular, animales que se especializaron a las especifidades de sus ecosistemas sin prever la irrupción de posteriores depredadores.

Compitiendo por el podium de la popularidad al respecto, el kiwi tendría como gran adversario al Dodo, ave, emparentada con las palomas, que se extinguió al ser cazada como alimento por los marineros de turno que repostaban en la isla Mauricio, acabando con su especie en menos de un siglo.

Se me ocurre que quizás el kiwi no se haya extinguido porque está siendo partícipe de una nueva técnica evolutiva. Quién puede asegurar que el ser un animal simpático para las personas no es una nueva adaptación del animal a la situación actual. Propongo pensar que las nuevas tendencias en la moda de la Selección Natural quizás están empezando a tener en cuenta nuestro papel como especie dominante, siendo los diseños de tales animales potencialmente imitables en productos de merchandising como el gracioso kiwi que mi genial hermana me trajo de Salsbury.

Algunos me contestarán que tales animales ya existían antes de que el hombre dominara, cruelmente en muchos casos, todo el planeta. Claro que sí, sin embargo, ello no quita que adaptaciones conseguidas en el Pasado sirvan, especialmente, para la supervivencia de la especie en un futuro. Poca duda cabe de que especies como el panda gigante (y el menor), el koala o el tigre han sabido captar la atención del dueño terreno incitando a su conservación. Una nueva simbiosis, la alegría de constatar la belleza de tales seres con su protección y crianza a cambio de conseguir la supervivencia de tales seres como especie.

Siguiendo la cadena: ocho pinceladas sobre mí...

Cogiendo el testigo de mi compañero Fabber, no sin cierto pesar, pues no soy un fanático de hablar de mí mismo en este blog…, voy a escribir 8 notas curiosas autobiográficas:

1.) Mi afición por la naturaleza y los libros comenzó con los Zoobooks, una enciclopedia de Vida Salvaje que vendían por fascículos. Por aquel entonces tenía 4 o 5 años y ello marcaría mis preferencias en el Futuro. Como en el más platónico de los arrebatos, no tuve opción de evitar poner cornamenta a mi amor por los animales presentes y pasarme a mi, aún viva, pasión obsesiva por los seres del Pasado. Cambié tigres por tiranosaurios, rinocerontes por triceratops. Buena culpa de ello lo tendría mi madre y la compra del primer fascículo de la colección Dinosaurios.

2.) Durante mis más tiernos años de la infancia era bastante común para mi "corasoncito" estar centrado en una chica. Mi Educación Primaria se caracterizaba, no solo por un cambio anual de profesor/a, sino también por un cambio de perspectiva en cuanto a mi amor de turno. No parecía ser el único en experimentar tan transitorios enamoramientos, constituyendo derecho consuetudinario invitar a la chica que te gustaba a tu fiesta de cumpleaños.

3.) Siempre fui un tanto peculiar con mis aficiones. Lejos de conformarme con el león, el delfín o el tigre, mis animales favoritos pasarían a ser el armadillo, el secretario y el okapi; ni qué decir con los dinosaurios: carnotaurus frente a tyrannosaurus, o en referencia a las civilizaciones del Pasado: Asiria frente a Egipto, Bizancio frente al Medievo europeo…

4.) Quienes me leen sufren mis parrafadas, quienes mes escuchan mis ralladas. Aunque pudiera parecer un barato cuento chino, una operación en el frenillo de la boca me facultó para poder hablar más de los 4 o 5 años en adelante.

5.) Una vez me comentaron que si fuera capaz de hacer todo lo que se me ocurre acabaría por ser superior a Picasso. No creo que esto tengo demasiado de cierto pero la verdad es que en Primero de Primaria se me ocurrió hacer una obra de teatro sobre La Historia Interminable, siendo yo Atreyu (como creador de la idea) y el resto del reparto: un caracol, Fujur y no recuerdo quién más ni en qué papeles. Parece que fuera ayer cuando observé la lograda mascara del dragón de la suerte, lástima que mi idea no fuera más que una chiquillada y la obra un espejo en el que se representara mi desconocimiento de la palabra “ensayo”.

6.) Si tuviera que hacer una lista de programas de televisión que me volvían locos seguro que no podrían faltar: Pressing Catch, Humor Amarillo, La Corona Mágica, los 40 Principales “con Fernandisco” y canciones de Prince, Michael Jackson, Los Manolos o Zapato Veloz!, No te rías que es peor y entre platos anda el juego, por decir algunos…

7.) Siempre he sido meridianamente de secano. En la playa de Caldetes (Caldes d’Estrac) se rumoreaba que me esperaba una terrible ola asesina que soñaba con mis infantiles huesos. La causa de tal paranoia se debía al hecho de que una desafortunada ola me girara el flotador haciéndome permanecer un ratico con la cabeza en remojo hasta que me salvó no sé si mi padre o mi abuela.

8.) Siempre me gustaron, parece ser, más las Ciencias Naturales que las Sociales. Sin embargo, saqué mejores notas en las segundas que en las primeras. No sé si por el hecho de descubrir la Historia, las Ciencias Sociales me marcarían de tal forma que me acabaría decantando por estudiar Derecho.

De ellas me acuerdo especialmente de mis lecciones en el Juan XXIII de Bellvitge sobre el Imperio Romano y el Bizantino. Recuerdo cuánto me fascino la leyenda de Justiniano y su restablecimiento del Imperio. Quizás por ser algo duro de mollera, o por tener más fantasía que Bastian en la Historia Interminable, soñaba con un mundo mejor que identificaba, en aquel entonces, con el antiguo Imperio. Cuánto me defraudaría mi conocimiento posterior y las noticias que me quedan por conocer…
Aprovecho para pasar la antorcha del "confesionario" a todas las webs con las que estoy enlazado, va por todos Patri, Rumi, Merche, Persio, Ophi y compañía...
Imagen del Tarbosaurio procede de Fabio Pastori

sábado, 21 de julio de 2007

Los antiguos y el Medio Ambiente

Los glaciares son unas excelentes fuentes para conocer el Pasado. Los niveles de plomo presentes en ellos nos muestran cuáles fueron los niveles de contaminación que antaño intoxicaron a nuestro planeta. Para sorpresa de muchos, lejos de ser producto de la Revolución Industrial, el impacto del hombre sobre la Tierra ha sido gravemente perjudicial desde que se independizó, de facto, de los designios de la hostil Madre Naturaleza. Un análisis de los glaciares de Groenlandia (tal y como recoge Hughes, J. Donald en Pan’s Travail: Environmental Problems of the Ancient Greeks and Romans, 1994, Baltimore, citado en Rubicón de Tom Holland) nos repara una sorprendente sorpresa.

Consultando la mismísima Bíblia (Macabeos 8.3.) Hispania fue presa de los publicani, funestos concesionarios de la República Romana encargados de recaudar y explotar las riquezas de las nuevas tierras por colonizar, eso sí, adelantando la suma de sus futuros beneficios a la Hacienda romana. Obviamente, el beneficio de la empresa se sustentaba en la extorsión y expolio de los nativos, haciéndose con todas las riquezas que tales tierras pudieran detentar. En el caso español el fenómeno llegó a límites que no se alcanzarían hasta bien entrada la Revolución Industrial. Las columnas de tóxicos humos poblaban las planicies de la Península Ibérica, siendo testimonio del grave crimen humanitario que se estaba perfeccionando. Mano de obra esclava caería muerta intoxicada por la emanación de fatales aromas venenosos. El oro y la plata hispana no parecían tener fin para el hambriento monstruo publicani, no siendo los corruptos senadores control alguno para el infernal negocio.

Es posible que los autores sobredimensionen la maldad de la escena, no obstante, poca justificación puede recibir la acción romana a juzgar por los rastros encontrados en el Ártico. Sin duda alguna, tales concentraciones de plomo debieron de ser plenamente perjudiciales para el minero de turno. A diferencia de la Actualidad, existían pobres almas, esclavas, a las que se podía obligar a trabajar en las minas. El trabajo era evitado por los libres, explotado en la figura de los esclavos, o no sin cierto aire gótico, muertos en vida.

La contaminación producida a lo largo del orbe romano no sería exclusiva de nuestra Península. Desde los tiempos de Gibbon se ha expuesto la tesis de que el Declive del Imperio bien pudiera guardar relación con una eventual intoxicación de la población romana por el consumo excesivo de partículas de plomo. Parece ser que las viejas canalizaciones pudieron producir tal fenómeno, pero cuesta creer que el ingenio tecnológico latino no se diera cuenta de la lastra, y mucho más, que tal mal aquejara a todo el grueso de la población del Imperio. Pese a todo, no parece que los romanos fueron los únicos “criminales ecológicos”. Pocos no alcanzarán a recordar las colosales cabezas de la Isla de Pascua. Tal paraíso chileno, totalmente aislado en las aguas del Pacífico, fue testigo de una de las más graves tragedias ecológicas de las que ha sido causa directa el hombre.

La tala de la última palmera, necesaria para el traslado de los colosos de piedra, o Moais, provocó una crisis ecológica en la isla que detentaría conflictos religiosos. Como en tantas otras ocasiones, tales conflictos encubrían conflictos socio-económicos que no sólo conducirían a cruentas guerras, sino que también se llegaría al canibalismo…

Algo parecido pudo haber acaecido con la gran Civilización Maya, las probabilidades de que ello sucediera superan a las de que se perfeccionara la hipótesis de algunos de que los marcianos se llevaron a la elite dirigente. El suelo de la selva tropical dista mucho de ser fértil, en términos biológicos, el grueso de la biomasa se concentra en la riqueza de la biodiversidad existente en tales ecosistemas, no dejando nutriente alguno en la tierra.

Minas, materiales para la construcción… los medios rara vez han justificado los fines, mucho menos en lo ecológico. El ser humano se ha empeñado en someter a la Naturaleza a sus más caprichosos designios, no conociendo lo bueno del límite y el autocontrol como especie. Se me ocurre que quizás tenga algo que ver con el descubrimiento de la agricultura, poco podemos comprender la capacidad de nutrirse suficientemente sin tener que cultivar o criar alimento alguno. Cómo se le ocurrió al hombre plantar el primer trigo o criar la primera cabra es un misterio. Seguramente del tipo de misterios del que forman parte las prácticas ecológicas. Plantar pinos, salvar especies de la extinción… quién sabe si nos hallamos ante un gran cambio de paradigma, un descubrimiento global de la especie, un designio de la Naturaleza, que por Selección Natural nos llega a nosotros con el sino de asegurar nuestra supervivencia…

jueves, 19 de julio de 2007

El andar de la Vida

Era un despertar mesozoico, el termómetro celebró no haber sido inventado, los rayos del Sol reflejaban, en el agua del riachuelo, el rostro del sediento espécimen de turno. Saurópodos, picos de pato… todos los grandes saurios acuden a nutrirse del mineral líquido, combustible de titanes. La tranquilidad asemeja ser la de una gran taberna, grandes comensales con buenas reservas. Los ruidos son ninguneados por la hermosura de la escena, unos corren y juegan, otros se nutren, se limpian, o simplemente, contemplan.

El clímax de los dinosaurios ha llegado, sobre la faz de la Tierra, su Imperio se impone a golpe de genes y fuerza. El gran patrimonio biológico comienza a repartirse cuando el causante sigue con vida. Los herederos se lo creen vespertinamente, poseyendo su parte ante la presencia de su benefactor, quién, por otra parte, dentro de poco, taxonómicamente habrá desaparecido. Pequeños aleteos se siente en el campo aéreo, la flota aviar comienza a convertirse en enjambre, sus cantos se constituyen en orfeón, mientras que los pobres saurios, se conforman con ser oyentes…

Su hora llegará antes que después, sus plumas lucen lozanía, vitalidad, poder frente a las escamas de sus padres biológicos. La sangre les fluye aun más caliente, el hecho de ser aves les asegura un billete en el juego biológico de los próximos tiempos. Claro que deberán atravesar peligros, gripes aviares, depredadores reptilianos y el despertar del auge de la civilización humana, sin embargo, su vanidad les llena el buche de sueños, de garantía de poder surcar cielos venideros, ser libres en el anárquico vapor madre, ser dóciles al Destino, determinantes en los paisajes de mañana, hoy y antes.

La calma del riachuelo se transforma en una orgiástica vorágine de aleteos sedientos. Los nuevos seres beben y se relacionan ante los fríos ojos del dinosaurio. Las gigantescas pupilas del saurópodo no dejan ser espejo en el que se miran los coquetas pajarillos. El vuelo se avecina, también el entierro.

Hipotéticamente nada de esto pudo haber pasado. La conciencia de hallarse ante un grupo de nuevos seres no parece estar dentro de los posibles de la psique sauriana. Seguramente sólo han visto individuos sin ningún peligro, sucedáneos de pequeños terópodos, que lejos de estar dotados de peligrosas armas, de dedican a cazar insectos. No creen que tengan que ver nada con sus primos raptores, la marca de zumo aún no fue descubierta, los parentescos tampoco.

Los saurópodos se levantan, los picos de pato les siguen, seguramente sea un día doblemente duro, hace calor y la vegetación se prepara para la llegada del próximo otoño. Me solidarizo con mis queridos individuos mesozoicos, bebo agua mientras vuelan sobre mí palomas, gaviotas y gorriones, veo algo de sus antepasados por lo que antaño leyera, alas que fueron velociraptores en otras vidas, quién sabe qué puedan ser en el Futuro. La Vida se abre paso aunque nos coste entenderlo. Los individuos se suceden como las especies, los estados se pasan el testigo amenazando con el cambio, los presentes en el tiempo actual no pueden alcanzar conocimientos que custodia la biología y lo caótico del Tiempo.

Quizás sean las medusas, las cotorras argentinas, la reinserción del bisonte europeo o la recuperación del quebrantahuesos, la Vida se abre paso y no alcanzamos a verlo. Las gaviotas cazan palomas, las palomas comienzan a conformarse con cualquier alimento, las medusas invaden los mares y los seres que se alimentan de ellas seguirán apareciendo, la inercia de la Evolución consume al consciente y al incrédula, en tanto que fuerza aparentemente divina, fuerza de lo vivo, vorágine de los Tiempos, respuesta para todo aquél que pretender ser omnipresente e intentar comprender aquello que dista mucho de sernos paralelo….
Procedencia de las imágenes : primera de Luis Rey, segunda de Dinosauromorpha

Oda a Neptuno

La playa estaba poblada de arenas y de bellezas. Las barbas de Neptuno parecían seducir a mis piernas con el fresco de sus aguas. El mar bravío, cuan gran Titán, siente las sensaciones de mis adentros, se siente celoso, ve como el roce con sus carnes es sin sentimiento, sin alma o disfrute alguno. Llora lágrimas saladas, barbas de su Dios que me llevan a la deriva, física en lo mojado, espiritual en lo sagrado. El cielo se une al ataque de celos, sus nubes coagulan en algodón como protesta por la ofensa, su Sol es tapado sin mayor reparo, el astro encuentra sustituto en ferrera dama en belleza.

Sus labios me contagian la fuerza de la saliva, el más adhesivo de cuantos males se pueda imaginar acontece gloriosa droga que siempre aspira, irremediablemente, a ser vicio. Levanto la vista, el Sol calienta con fuerza como represalia, sus hermanos gemelos le incitan a ello por partida doble. Me quemo por luceros, la mar se segrega por mi cuerpo por sensual mimo de su mediterránea madre. El deseo carnal resulta baladí, gran meta con la que amaga pensar mi cerebro. El complejo de urraca me inunda en lo humano, quiero todo lo bello en mi propio saco, empezando por ti, tus mejillas y tus senos, siguiendo por tu risa y tu mirada, acabando por tus manos; recordando que soy hombre en deseo, enamorado por enfermo.

Pareciera fatal interés, feromona con patas que corre los cien metros lisos de la mentira, de la crueldad, del mal interés paranoizado. No. El disfraz oculta algo obsesivo que me engulle como las más fieras aguas, fluyendo por mis venas cuales cristales rosáceos que rajan las cuerdas de mi resistencia. Las murallas de mi corazón se desmoronan con fuerza, lo erótico de tu atractivo se une a lo genial de tu mirada, tu sonrisa se me hace dulce, la espera en verte, pesada.

Pasa el tiempo y las agujas del reloj juegan a ver quién más se burla. Pasa el tiempo y tu ausencia irrumpe cual grave obsesión devoradora de mis nervios. Mis neuronas se narcotizan de amor, mis representaciones de misterio. El amor parece ser dichoso en los papeles del Destino, el sufrimiento de tu ausencia se me convierte en cal dura como el cemento, mortero de expectativas, que me hacen soñar con el Cielo…

¡Barbas de Neptuno, que mojáis mis piernas al viento, atad a mi amada a mis sueños, haced que sus besos irriguen mi esencia! ¡Haced fértil lo que de otra forma estaría yermo!

miércoles, 18 de julio de 2007

El tesoro de la cultura

Durante la Edad Media la pirámide estamental estaba netamente representada en toda la manifestación social. Oratores, bellatores y laboratores, todo estaba atado, el determinismo era regla y la progresión pecado. Los monasterios amagarían con salvaguardar la cultura en tan oscuros tiempos. No deja de ser indicativo cómo documentos como el Código de Justiniano, a priori, parecieron abandonar los archivos de los reinos del medievo hasta un posterior redescubrimiento. Posiblemente nunca se perdieron, pero la exclusividad de su conocimiento se hallaba tan limitada que se dieron por perdidos. De entonces en adelante, la cultura, dice la norma, ha ido extendiéndose por los estratos sociales, liberalizándose, estando cada día más al alcance de todos.

Soy un obseso de los libros. Me gustan grandes y pequeños, de ciencias y de letras. La falta de disciplina incita a mi curiosidad, analizando no sólo el contenido, sino también el precio. 30, 20… los euros medran por el etiquetaje en manifestación, mostrándose como denunciantes de un común crimen. Hoy tengo suerte, al saco van a parar sendas joyas, no muy caras en exceso, allá quedan más presas eventuales salvadas monentáneamente gracias a lo finito del dinero. Será muy difícil que encuentre las obras no adquiridas en la Biblioteca Pública o por Internet, si de veras me interesan, quizás deba comprarlas…

Resisto a la tentación. Salgo a la calle y noto que mi cartera no va tan llena, quizás se ha producido un hipotético traslado de ella a mi conocimiento personal, saberes en forma de libros, no sé aún si en buena hora adquiridos. Me doy cuenta de que soy un privilegiado. Seguramente sea mínimamente culto porque tenga mecenas; me atrevo a decir que quizás sea obvio, dado que los precios de la materia sapiencial no se caracterizan por su accesibilidad para todos.

Lógico. El estudioso o investigador de turno de algo debe vivir. Las inversiones en investigación son cuasi nulas, de no tratarse de nuevas técnicas militares o de inservibles dictámenes para el gobernante de turno. Del Cielo para abajo todo el Mundo vive de su Trabajo diría aquél, porque de la Cultura, o mejor dicho, de la Incultura, ya vive el establishment frente al resto.

El monje cambia el habito por la gabardina, la oración por la hipocresía, el codex por la edición última del libro. Todo el monopolio sigue en posesión del gobernante, del poderoso: el saber sigue siendo más preciado que el petróleo, y por lo tanto más inabordable. El liberalismo no se aplica a los libros, porque quizás le quitaran sentido. La depredación malamente pudiera perfeccionarse en tales terrenos, si la presa es sabia en vez de conejo.

Surgen proyectos como GNU, Wikipedia o ebooks gratuitos, señas altruistas de las que nadie vive, cayendo, con posterioridad, por no ser rentables. La Cultura es un negocio, manipulado como el que más, una paradoja del soberano mercado. En ella no vale libertad alguna, el contenido se vigila, la distribución se limita. La censura económica se convierte en un enemigo peor que la política, sólo habrá libros para el que pague, nada es gratis en este Mundo, y mucho menos la Cultura.

Quizás deba ser uno señorito para estudiar las preguntas que se le vienen a la cabeza, ser un peculiar pensador en la habitación que cambia por Academia, un presuntuoso frustrado que contempló cómo el conocimiento es un negocio, no por contenido, sino por distribución y monopolio. !Cuando llegará el día en que la Cultura sea de todos¡, dando de comer a algunos, a aquellos que escriben con el asentimiento del consciente lector, aquel que pinte las letras a los cuatros vientos, contribuyendo con sus labores a la sociedad general y no a la económica mercantilizada del Tesoro de la Cultura...

lunes, 16 de julio de 2007

La moral del mercado

Ante la desgracia presente es frecuente exaltar presuntas glorias pasadas. Una de las formas más recurrentes de criticar la sociedad actual es vanagloriarse de tiempos pretéritos en los que el mal aún no había, supuestamente, penetrado. No dejamos de hacer referencia a la idea de arrepentimiento: a esa obsesión flagelante nuestra que nos imponemos al experimentar una calamidad, una externalidad negativa, una excusa para hacernos sentir culpables de un suceso que acaso ya ha sido impuesto por el Azar o el Caos.


Históricamente, desde la Ilustración, figuras como Rousseau han defendido una presunta bondad primordial del ser humano. Es decir, la persona sería plenamente buena de permanecer en el estado de naturaleza, no pervirtiéndose por su contacto con la sociedad (posición antagónica a la de Hobbes y su “Homo Homini Lupus” como es sabido). Un claro ejemplo de lo enunciado es lo escrito por el autor francés en su Emilio al afirmar, sobre la naturaleza primera del protagonista antes de entrar en contacto con el mundo civilizado, que: “Emilio es laborioso, templado, sufrido, entero, animoso (…). No tiene errores, o sólo tiene aquellos que son para nosotros inevitables; no tiene vicios, o sólo tiene aquellos de que ningún mortal puede preservarse”. Personalmente creo que no tenemos argumentos suficientes para defender una presunta bondad innata del individuo que nos sitúe, a nosotros, como una suerte de gentes pervertidas por la Civilización. Nada más lejos de la realidad, las costumbres cambian, la esencia, al menos en un intervalo evolutivo considerable, permanece.

Tal postura es seguida por autores como Moses Finley (gran historiador víctima de la “caza de brujas” de MacCarthy), Malinowski o Polanyi. Según estos autores el libre mercado acontecería como una perversión de nuestra naturaleza innata. Marcel Mauss opinaba que las primeras dinámicas mercantiles se basaban en el intercambio de obsequios o dones. En otras palabras, la entrega por una parte de un obsequio (por lo general consecuencia de su excedente de producción) generaba la obligación recíproca o sinalagmática de tener que devolver el gesto con un obsequio de valor equivalente. Tan tierna visión de los antiguos no deja de ser, a mi ver, ciertamente ridícula. No hay razón alguna para defender la posible idoneidad de tal sistema, poniéndonos el sambenito de pertenecer a una sociedad de malvados, comparativamente, buitres económicos. Un análisis, cuanto menos arqueológico, de la situación existente en el antiguo Oriente Próximo nos lo confirma.

La tesis de Mauss se basaba en la observación de los pueblos de la Polinesia, sociedades tan reducidas como primitivas en las que jugaran un papel clave los patriarcas o jefes de la tribu familiar. Algo así acaece en el modelo propuesto por tales autores. La bondad del sistema se reducía al control monopolizado por el templo (en Mesopotamia más conocido como zikkurat) y sus sacerdotes, un intervencionismo en grado supremo que conduciría a la supremacía del lugal o rey divinizado. Posiblemente así fuera en las más primitivas ciudades mesopotámicas como Ur o Eridu, no obstante, los testimonios de Assur nos demuestran que otras dinámicas son posibles, y que de hecho, ya se perfeccionaron en tiempos antiguos.

La supremacía de los Asirios en el Oriente Próximo encontraría, como una de sus causas, a la anterior riqueza acaudalada por su metrópolis originaria, Assur, en el comercio con lugares distantes como Anatolia. Los asirios fueron unos de los primeros comerciantes que fundaron colonias lejos de la metrópolis. Nos referimos a los karum, asentamiento donde se situaban poblaciones de mercaderes especializados en el tráfico con la población nativa.

Anatolia era una región rica en plata, metal precioso que llegaría a Asiria a cambio de estaño iraní y textiles acadios. Los comerciantes llenaron sus bolsillos con el asunto, siendo tal suceso histórico el nacimiento de una de las primeras economías de libre cambio: sierva de la soberana ley de la oferta y la demanda. Los archivos recogidos in situ en enclaves comerciales asirios nos indican que la falta de plata era posible durante algunas épocas, reduciéndose, correlativamente, el intercambio por otras materias. La intervención del templo no era tan elevada como en el caso de los lugal, siendo las grandes familias de mercaderes las verdaderas dueñas de la situación. Poca duda cabe de que la acción de tales mercaderes establecería los pilares sobre los que se crearía un Imperio. La eficiencia de la actual teoría económica pareció imponerse, recordando la riqueza de los sacerdotes del zikkurat, en otras regiones, la de los líderes soviéticos en tiempos no tan pretéritos.

La conclusión parece ser obvia. Moral y educación no tienen porqué circunscribirse al mercado propiamente dicho. La eficiencia puede buscarse como base de la justicia, no siendo los precedentes, hasta la fecha, ejemplos claros de cómo las sociedades nominalmente altruistas, en lo comercial, han acontecido más justas respetando la igualdad del emprendedor, pese a la desigualdad de nido y de oportunidades iniciales. Posiblemente sea ello lo que deba combatirse, no sé si con medidas como las de EEUU y sus cuantiosos tributos a las grandes fortunas heredadas, el caso es que el mercado libre parece ser más justo que el controlado, más aún si el control procede de un señor feudal, un sacerdote o un político si escrúpulos…

Lectura especialmente recomendada: “Comercio y colonialismo en el Próximo Oriente antiguo” de Mª Eugenia Aubet, publicado por la editorial Bellaterra.

domingo, 15 de julio de 2007

El calor soberano

Nuestros cuerpos están sujetos a una temperatura mínima. El calor del fluido sanguíneo requiere no ceder a los caprichos del Tiempo atmosférico, siendo la congelación un mal terminal en cuanto a lo vivo. Los ritmos, especificidades y demás rarezas de cada una de las especies están sujetas a la ley del ahorro energético, políticas ecologistas seguidas por la propia selección natural. Fijémosnos en la conocida como ley de Bergmann, aquélla que dice que "el tamaño del cuerpo está correlacionado negativamente con la latitud y positivamente con la elevación". Buena muestra de este fenómeno se constata al examinar las orejas del fenec sahariano frente a su pariente ártico.















Nos encontramos ante la gran desgracia de los mamíferos. El hecho de tratarse de animales de “sangre caliente” (endotermos) hace que aves y mamíferos deban invertir buena parte de su consumo energético en el mantenimiento de su calor corporal. Esa es la mayor de las razones del porqué animales de “sangre fría” (ectotermos), como la pitón o el cocodrilo, pueden aguantar grandes periodos de tiempo sin engullir presa alguna. Caso más dudoso es el de los conocidos como reptiles mamiferoides (como dimetrodon) o los dinosaurios. De hecho, saurios como spinosaurus (ver imagen posterior) o ouranosaurus disponían de sendas crestas dorsales que les servían, parece ser, de reguladores térmicos de forma análoga a las grandes orejas de los elefantes. Ello, junto con la relación evolutiva existente entre aves y dinosaurios, parece indicarnos que la temperatura sanguínea en estos seres está condenada a ser un tema controvertido.

En tanto que mamíferos, el ser humano no se halla ajeno a tan problemática contingencia. De hecho, el calor soberano no sólo afecta a lo genético de nuestra especie sino que también a nuestro comportamiento. Más allá de los eventuales fenotipos posibles, el mimo seguido por nuestras neuronas, gracias al aprendizaje, nos sumerge en toda una serie de medidas contra el calor, o el frío, que muchas veces son objeto de infame prejuicio. Exactamente. Me estoy refiriendo a la siesta.

Un paseo al mediodía por la excelsa ciudad de Sevilla brinda al bienandante, más allá de bellas estampas, sudores y excesos de temperatura que le hacen solidarizarse con el albañil, vendedor ambulante, limpiabotas o barrendero de turno. El trabajo andaluz acontece como proeza, manifestación de una milagrosa obligación laboral perfeccionada a base de, en algunas ocasiones, trágicos esfuerzos. El Sol se proclama como supremo dictador, aquellos que no sienten las temperaturas del sur acusan de gandul al trabajador sureño. ¡Cuántas gentes debieran subir la Giralda a 40 grados de temperatura! La siesta no es nada más que una adaptación evolutiva al medio. El andaluz, canario o murciano de turno es consciente de lo inabordable del Tiempo. De cómo el termómetro revienta, acentuándose con el Cambio Climático. Bajo mi punto de vista, el calor no sólo define a la siesta sino que justifica las divergencias en cuanto a temperamento de los habitantes de diferentes territorios.

La alegría sureña encuentra correlativo con la frialdad del norte, la fabada con el gazpacho, el fenec con el zorro ártico. Todo son muestras de la diferencia del medio, el sevillano puede disfrutar más de la noche porque la energía fluye más y las ganas se almacenan bajo el delirio de la siesta, el montañés, por lo contrario, es más austero, no gusta de desperdiciar energías pues es más consciente de su falta.

Nuestras diferencias de comportamiento, sin llegar a ser de orejas, manifiesta cómo el Calor condiciona, cómo el hábito hace al monje, cuan injustas son las críticas a la siesta y al descanso de mediodía, cuando con la temperatura, tales pilares sustentan la supervivencia segura del individuo. Es notorio que nuestras diferencias de comportamiento no implican la de nuestra especie única. La globalización, aunque no sea siempre, hace que lleguen nuevas fuentes caloríficas a todo el mundo, ¡dando alegría al norteño!

Es difícil vivir al Sol y mantenerse intacto a la insolación. Es legendario el aguante de los pueblos del Sur en una tierra tan rica como cálida. Cuántos deben subir la Giralda a 40 grados, cuántos deben callar ante los graves calores del sur y la hazaña cotidiana de quienes en tales tierras habitarán, habitan o habitaron…


Imagen del fenec protegida por http://www.gnu.org/home.es.html

miércoles, 11 de julio de 2007

La fuerza del grupo, la gracia del mimo

Hoy se ha iniciado un seminario, organizado por la sede la Universidad Menéndez Pelayo en Barcelona, titulado: Neuroética, Derecho y neurocencia de la voluntad. El tema puede parecer algo abstracto, extraño, o cuanto menos, remoto. Nada más lejos de la Realidad, la complejidad del asunto no priva de un interés, ciertamente seductor, al curso. La curiosidad que me connotan las charlas no deja de ser un afortunado descubrimiento, especialmente la conferencia dictada por la Profesora Patricia S. Churchland esta misma tarde. Pese a lo pavoroso del título, “La neurobiología de la autoconciencia y del autocontrol”, la amena exposición desembocaría en temas de mi interés como la evolución de nuestra especie, nuestro sistema nervioso, y en definitiva, aquello que nos conceptúa en tanto que seres humanos.

Un análisis apriorístico del comportamiento desarrollado por varios animales, desde las abejas hasta los babuinos, pasando por los lobos, leones o pingüinos, nos reparará hechos de especialmente interés para nuestra caprichosa mente. La Dr. Churchland cita un ejemplo de tal contingencia, no falto de grandes dosis de expresividad tintada, quizás en exceso, del color de lo que, para algunos, puede llegar a ser sensacionalista. Investigaciones desarrolladas en las cuevas del centro-sur de América han reparado un testimonio tan espectacular como, biológicamente, morboso. El temido vampiro, murciélago parásito que se alimenta a base de sangre, ha desarrollado ciertos indicios de “pautas sociales” que lo acercan a aquellas especies que antaño fueran calificadas de superiores. El vampiro americano perfecciona una clara manifestación de trustworthiness (confianza) al regurgitar parte de su anterior comida en favor de su desafortunado compañero que no alcanzó alimento alguno durante la noche. El suceso no deja de ser un éxito del grupo como un todo. El individuo se correlaciona con la "sociedad" de los vampiros perfeccionándose relaciones de confianza que, sobrepasando la educada camarería, alcanzan los contornos de la supervivencia como especie.

Un autor citado por la profesora, Paul Maclean, afirma que "la historia de la evolución de los mamíferos es la historia del desarrollo de la familia como medio de vida". Quizás sea un momento propicio para apuntarme un tanto, o repelentada. No acabo de comprender en qué difieren las conductas de algunas aves (incluso las hipotéticas vidas de dinosaurios como el Maiasura de Montana) con la de los mamíferos como un todo. Es evidente que el vínculo lácteo acontece como lazo inexcusable de convivencia entre hijo y madre, pero pudiera decirse lo mismo de la incubación del huevo, o del alimento del más primordial de los polluelos. En fin, frente a ello (y obviando comportamientos fascinantes de especies "inferiores" como los de abejas o termitas) la profesora Churchland propone una interesante hipótesis. El ser humano comparte con los primates una gloriosa adaptación; se trata de las conocidas como neuronas espejo. Tales "tesoros nerviosos" nos facultan para el mimo, idea jocosa que no deja de ser una hipótesis, algo más que válida para explicar el fenómeno.
Aquello que justifica nuestra diferencia (que no superioridad) adaptativa son, como en tantas otras ocasiones, el medio en el que le ha tocado medrar a nuestra especie. La partida de la jungla a la sabana (debida a factores medioambientales) derivó en la posibilidad de conocer métodos que facultaran para el aumento de capacidad en el mantenimiento de individuos. Las poblaciones crecieron, potenciándose el intercambio de conocimientos. Es el fenómeno civilizador, el "Big Bang" de nuestra especie, el peldaño que nos faltaría por escalar para llegar a ser humanos y todo ello por un cierto determinismo genético (la tenencia de neuronas espejo) condicionado por la Odisea de nuestra especie.

Lo curioso encuentra simbiosis con lo real. El mimo perfeccionado por nuestras neuronas parece ser el camino correcto para poder comprender la gracia del lenguaje y del conocimiento. Es el argumento, no definitivo como todo en ciencia, que nos permite ordenar nuestras ideas sobre nuestro potencial frente a monos, loros y velociraptores. El mimo nos sirve de graciosa conclusión: en un cerebro perfectamente especializado en la búsqueda de soluciones de éxito estadísticamente posibles, la cultura acontece como fruto de nuestra capacidad de imitación, de nuestro patrimonio genético, y de nuestras neuronas espejo.

Las imágenes proceden de Wikipedia Commons, estando sujetas a GNU Free Documentation License, Version 1.2.

martes, 10 de julio de 2007

Pensamientos durante un viaje

Esclavos del Sol, siervos de la noche

En estas calles no es extraño ver a un joven, sin casco, surcando los urbanos asfaltos de La Puebla. Piel morena, cuerpos potencialmente atléticos manifiestan la mentalidad budista de los mozos, el Presente como los que realmente existe. Los ruidos del motor de turno sólo guardan comparación, en cuanto a expresividad, con los piropos y rimas que el oscuro lozano lanza, a los cuatro y un vientos, para la fémina de turno. La Dirección de Tráfico se hace metáfora, la alegría excusa, todo se reduce al hedonismo sexual y alcohólico, confeti graduado embotellado en ginebra…

Lo mayormente gracioso es la sinceridad de la escena, cómo la hipocresía urbana sucumbe, una vez más, a la excelsa gracia de lo bucólico, campestre. Todo ello conservado en la Bética, aderezado de ardiente canícula estival, asesino del bienestar. En la Luna se reflejará el simbólico conejo, lucero que guía en la abundancia de placeres. Se vive hoy para disfrutar también del mañana, el Sol es el peor capataz, el calor sólo hace que almacenar ganas.

Pasan las horas y el sereno astro vuelve de entre las montañas, menos mal que hoy es domingo y uno se puede burlar del capataz, sin pensar en un mejor mañana…


Las ruinas de Italica

¡Italia chica que seduces a los olivos!, no sé si te amo o te odio, recordarte o condenarte al olvido. Caminando por tus calles se amaga con escuchar arcaicos susurros, gritos viejos con algo de contemporáneo. Las pétreas calles parecen vibrar con mis pasos, espíritus agraviados, conflictos entre siervos y amos; sangre, sudor y lágrimas, tres líquidos puros que parecen refrescar la sapiencial psique, dotarle de mayor expresividad, mostrarle la gracia del futuro, de lo correcto, de lo acaecido.

Italica seduce al arqueólogo aficionado por la belleza de sus antiguas fincas. Aviares teselas vuelan por el noble suelo, chillando denarios por cuenta de monedas. La extensión de la residencia apesta a palacio, esfuerzo ajeno para una lucha eterna. Empedrados mosaicos parecen rodear el corazón de esta chica Italia, matrona de romanos, metáfora arcana.

Mi abuelo me acompaña. Admira el mortero del antiguo anfiteatro discerniendo acerca de los nexos que nos unen con nuestros antepasados. Ya sea en base a desigualdades, construcciones, ideas o sentimientos. La arena del arcaico estadio respira el más puro de los morbos, algún que otro estereotipo cinematográfico también algo de miedo. Uno se transporta a una fantasía como gladiador, puros actos de bestiario. El actual toro bravo aparece, una vez más, como símbolo.

Mansiones, toros y expolios, trípodes de una tragedia eterna.



La lacra del señorito, el robo de Lebrija

España siempre se ha caracterizado por ser un país con poca inversión en I + D. Las glorias del “Imperio” se basaron más en la fermentación de un acervo heredado que en el auge de una esplendorosa ciencia. Henry Kamen no deja de alabar el destino de los castellanos al alcanzar grandes cuotas en la Historia con tan poca población. Ciertamente, el esplendor de la Corona Hispánica tuvo mucho de desproporcionado, y rara vez, efectiva organización alguna. Andalucía no deja de ser la más perjudicada del reparto de la herencia. Los males del Imperio se inmiscuirían en sus venas llegando hasta la actualidad.

Tengo la suerte de visitar la Casa de la Condesa de Lebrija, céntrica construcción próxima a la sevillana Calle Sierpes. Más allá del pago de una costosa, en exceso, entrada, sorprende la belleza ajena de la construcción, la pavimentación del hogar en base a mosaicos romanos. No deja de ser paradigmático que los mosaicos de las mansiones de Italica pasaran, prácticamente intactos, a embellecer los suelos de casa ajena. Gloriosa entre las glorias, la condesa admira la historia, tanto que se apodera de sus restos.

En pleno Siglo XX, cuando ya se habían fundado museos como el Británico, la noble andaluza fue capaz de trasladar a su hogar cuantiosas muestras de las maravillas descubiertas en las ruinas de Italica. Todo aquello que no entraría en los fondos del Museo Arqueológico. Al menos no trajeron la decoración de Italia, como los de Medinaceli con su Casa Pilatos, pero no dejaron de participar de la más, inoportuna de las gracias.

De Italica a Sevilla pasarían poco más que siglos. Quizás debiéramos decir Hispalis, pero el resultado seguiría siendo el mismo. El despegar, o aterrizar, del avión brinda una oportunidad magnífica para contemplar cuan extensa es la superficie cultivada. Posiblemente no exista en el Mundo entero región tan surcada, productiva, ninguneada.

Los ricos huevos son empollados por la gallina nobleza. Ya desde tiempos romanos con las servidumbres personales, o después, con los siervos del señor feudal. El señorito acontecería el Agamenón de tuno, ¿hay motivo mejor para identificarse con Italica?

La hucha llena del noble privó a España de su Imperio. La falta de inversión en nuevas técnicas hizo que se siguiera al arrastre de la herencia de Al-Andalus, apenas sin ser modificado el concepto. El capitalismo que nacería en Sevilla, con el Comercio de Indias, dejó pasar el auge de la capital bética, haciéndole caer en la Decadencia, de la que aún hoy se adolece.

De gran urbe universal, archienemiga de la Estambul Otomana, Sevilla pasaría a ser un monumental resource con intervalos de esplendor en una monótona, en exceso, historia. La ciudad andaluza se halla inmersa en ese nostalgia de la que hablara Pamuk, un inmovilismo que le lleva a situaciones terminales. No es de extrañar, algunos no se adaptan a la apertura del mercado, ¡para algo son señoritos!

Sensaciones sureñas

Eterna sensación que extasía mis adentros. Mágica obsesión, opio para mis neuronas; lo amoroso ataca mis antaño fuertes murallas. Torbellino colosal, vorágine del más brutal de los tiempos. Todo se reduce a ese momento, carpe diem, lugar, fecha y hora: historia de un encuentro, crónica de un peculiar suceso.

Inicio de una deuda que acontece como el más bipolar de las moléculas; extremos decisorios, testigos de un precario entrenamiento. Lo común en un momento clave parece querer desmitificar lo sagrado; intercambio de impresiones, roce de labios. Suaves nieves resistentes a las más cálida de las materias, pienso en sueños, alimento de reyes.

El flagelamiento parece ser un destino, una prueba que demuestre la realidad de lo sucedido. Un telón que no defraude, una obra que bien se realice. Cautelas, riesgos e impresiones, ingredientes altamente curiosos para un concienzudo brebaje. Meus amores como el galaico vino, sublime como el arte. Las sábanas de mi nocturna acémila parecen querer relajar mi temple. Recordar que a la noche le sigue el mañana. Mi alma se halla esperando respuesta. ¡Quién fuera Dios para poder conocer los designios del Amor profeta!
Origen imagen: wikipedia commons

De vuelta


Después de haber pasado cinco días en La Puebla de Cazalla, pueblo de mis abuelos maternos, estoy de vuelta, cansado por la aventura, ansioso en disfrutar del afortunado clima barcelonés. La verdad es que los contrastes entre ambas tierras no dejan de ser notables. Como muestra de ello, quizás también en tanto que tributo a una afortunada experiencia, les presento la versión "bloggiana" de algunos escritos que se me fueron ocurriendo por tales tierras. Quizás pequen de monotonía en varios aspectos, pero siempre tiene mayor belleza la realidad de los sentido, que lo artificial de lo correcto...

miércoles, 4 de julio de 2007

Puentes fuera del Drina...

El inicio de la lectura de “Un puente sobre el Drina”, de Ivo Andric, no podía haber sido más esperanzador. El nobel bosnio trata, con la metáfora del bello puente de Visegrad, un tema tan actual como es el de las irracionales fronteras creadas por los individuos alrededor de sus comunidades. Ejemplo claro, en exceso candente, del fenómeno es la situación de los Balcanes o de Oriente Próximo, situaciones que, lejos de llegar a una solución, empeoran, o cuanto menos se mantienen en lo perverso, a través de los siglos. Poca duda cabe de que existen muros físicos y transparentes. Muros de Berlín, estrechos y fronteras controvertidas, iglesias y mezquitas… La excusa no importa en la perfección de un mismo efecto. Odio visceral por el vecino, pese a lo irracional de fundamento, motivo con el que tener ocupada nuestra mente, y dar cierto orden, inadecuado desde luego, a nuestro Mundo. Logos en un Caos hostil, muerte a falta de riqueza para todos. No deja de ser graciosa la postura de quienes defienden una suerte de tertium genus entre humanos, animales, plantas (y hongos). Sinceramente, nuestro comportamiento como comunidad, lejos de ser una notable especifidad de nuestra especie se configura, vergonzosamente en cuanto a lo similar, como un sucedáneo humano del orinar del león, la pelea del elefante marino o la bravura del gallo. Conforme a la “complejidad” de nuestros cerebros, transcendemos la defensa del individuo para pasar a ser reclutas en defensa de nuestra comunidad o peculiar manada (como hacen lémures o chimpancés). Anteponer la unidad de un eventual grupo al resto. Nación, religión o raza son pobladores del mundo metafísico. Excusas baratas que justifican el conflicto. Yugoslavia cayó, quién sabe si para acentuar las presuntas diferencias de sus habitantes. Andric no deja de ser un maestro al describir cómo leyendas en torno al bello puente se configuran como dardos con los que atacar al vecino musulmán por el cristiano, odiar a la iglesia desde la mezquita. Los Balcanes son el residuo de un proceso de construcción europea. Bajo el espejismo de generar una comunidad de destino unificada por la definición de Civilización, se ha engendrado un leviatánico ente, discriminador, que siembra de fronteras, silenciosamente, contradiciendo su objetivo inicial: la unidad, en pro de una presunta prosperidad futura: la del mercado única y la homogeneización barata bajo unos ideales cainistas irrespetuosos con el vecino; él es irrecuperable, nosotros tenemos la Gracia. Acontecimientos, que no sólo acaecen sobre el Drina, nos parecen obvios, mientras somos partícipes de la sociedad que más muros genera. No hablamos sólo del de Israel, del estadoudinense en su frontera con México, nos referimos a la mitificación del estrecho de Gibraltar, o de Sicilia (no tanto mayores al del Bósforo) o la consideración de los Urales como la frontera de Europa (como si unas montañas pudieran parar nuestra avaricia…) ¡Quién dijo que no éramos animales y no nos gusta marcar el territorio! Defiendo la propiedad privada, siendo coherente con sus similitudes con el territorio del tigre o de los lémures. No me considero miembro de ningún grupo mayor que el de mis genes, mi familia, aunque tenga coincidencias de objetivos con aquellos compañeros que me rodean en la búsqueda de mi propio fin, existencial destino; compañeros, por otra parte, cada día con mayor diversidad de rasgos, religiones y, en definitiva, aspecto. ¿Qué sentido tiene diferenciarnos del resto violentamente, más que el de responder a un perverso instinto animal? ¿Dónde está el muro real que motiva la separación entre Estrella Roja y Partizán, Liverpool y Everton, Israel y Palestina?
Las intensidades del odio y la violencia no dejan de ser magnitudes de un mismo espectro. O defendemos que somos animales con una insalvable tendencia a autoafirmarnos sobre el resto o sostenemos que quizás lleven razón quienes abogan por una superioridad del ser humano: en tanto que dominador de su destino, sin pisar al resto…
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Vídeo de lo más interesante sobre el mejor músico de los Balcanes: Goran Bregovic