martes, 3 de julio de 2007

La derrota de la Reina, la inocencia de otros

“No es verdad, no es verdad / que vengamos a vivir aquí. / Venimos sólo a dormir, sólo a soñar.”

Anónimo Azteca

El Desierto siempre ha estado más cerca de lo que creemos. Las lenguas arenosas de la caprichosa duna quitan, cuan cruel esponja, el acuoso fluido de nuestros cuerpos, como queriendo dar infame hostilidad; puro determinismo de los Infiernos. Nómadas, viajeros, caravanas y beduinos son parte de la epopeya, de la Historia. El desierto más que enemigo ha sido terra nullius, último reducto inalcanzable para nuestra avaricia, muestra de cómo ecosistemas terrenos siguen siendo inexpugnables como el más lejano de los cielos. Martes, Uranos y Plutones plagados de arena; tierras extranjeras, adversas a lo humano. El hombre siempre fue muy pretencioso, su ambición le llevó a inventar la propiedad, el uso privativo, la captura del Mundo propio. Las arenas se escabullen, pretenden la anarquía entre montañas de capitales, demostrando lo inherentemente libre del terreno, el rugido del Sol, el amor imposible hacia el trueno. No obstante, toda epopeya tiene algo de leyenda. El paraíso no tiene significado sin el vacío, ni lo fértil sin lo yermo. ¡Cuán caprichoso es el sacro dominus al secar el terreno, cuán preciada es el agua, y apenas lo sabemos!

Sin saberse bien bien cómo, una mujer se interpuso entre el cálido depredador y sus mortales siervos. Se construyó una presa, monumento al Sueño y al Inconformismo. Lo femenino, una vez más, sería fuente de fertilidad y vida, irrigando lo pobre, haciéndolo próspero y rico. Saba era su nombre, aunque hoy sea título de leyenda. Marib, su capital, desafío al tiempo y al determinismo. Los restos de su anciano templo siguen observando al Futuro, soñando con que vuelva la reina, y la fertilidad de sus ropas.

Dicen que visitó al Rey Salomón, quedando éste prendado tanto de su belleza, como de la riqueza de su reino. Su posición estratégica llevó al reino de Saba a monopolizar el comercio de las especias. Los aromas a canela, vainilla o páprika serían soberanos en una ciudad que se alzaba sobre las arenas, el Manhattan del desierto dirán algunos de la ciudad de Sibam. Dícese que ambos cayeron en el amor, y que fruto de ello se engendraría un hijo, quién sabe si como producto de la leyenda, de la cópula surgiera, dentro de la bondad, la locura de los infiernos, esa cálida criatura que acabaría con la gran presa y el legendario reino de Saba.

La desertización acabaría por llenar las venas del paraíso, poblando la arena aquello que antaño cuidaba el agua. Metáfora que muestra lo mojado y lo seco, lo gratamente vivo de lo muerto. La conquista sasánida del reino sólo sería un exordio de lo que posteriormente acaecería, la caída bajo el yugo musulmán, la crisis del incipiente cristianismo de la zona. Desde entonces el protagonismo lo tendría la cercana Etiopía. Yemen será un nombre de un tesoro, un país misterioso que medra por entre las arenas, como queriendo manifestar su logro, los restos de su última comida, huesos que saben a mujer, a seducción cálida, a reina de las arenas.

El ocaso de nuestra sociedad hizo que de entre las arenas de Saba surgieran los genes del actual villano. Bin Laden por nombre, Belcebú por acto. El desierto quiso vengarse de la fémina, demostrar que él manda donde quiere, siendo hegemonón, a la vez que asesino. Las bandas del fanatismo radical irrumpieron por las tierras de Saba, soñando con volver a ocupar un lugar en su Mundo, aunque sea un apartamento en el Tártaro.

La separación de Salomón y la reina de Saba no deja de ser un hermoso cuento. Una alegoría del poder del amor, aun siendo víctima del más caprichoso acontecimiento. Salomón quizás le incitó a quedarse en la Tierra de Israel, pero la Reina no podía. Debía seguir dirigiendo los cauces de la presa, los muros de Marib, la lucha contra el Destino.

Dicen que los vientos del desierto susurran el nombre de su señora a los visitantes, se les dice que lleven cuidado, que el enemigo la ha vencido. Salomón ya no está para ayudarle, ni ella misma tampoco, Marib sucumbe al terrorista, y las víctimas, no alcanzan a comprender porqué fueron elegidas. Caprichos del Destino, alegoría de la tragedia del terrorismo, principio de una leyenda, del deseo de unos españoles de ser felices en su oriental sueño. Algunos no les comprendieron, no fue la Reina de Saba, pues ella sólo domina los suspiros, los susurros, los sueños.

In memoriam
Primera imagen sujeta a: Creative Commons Attribution 2.5 License

1 comentario:

Abi Finch dijo...

Hola!
Gracias por tu visita, y tus palabras!
Saludos