jueves, 28 de enero de 2010

El momento de Iberia

Artículo publicado en la revista ICTINEO http://www.ictineo.org/
Que España está en crisis es algo que nadie duda. Las medidas adoptadas por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero tardan en dar frutos, y la economía del país, en palabras de Nouriel Roubini, es “una amenaza para la zona euro”. Sí, efectivamente, mi país se adentra en una etapa de lo más ominosa, y parece, a primera vista, que la solución no va ha ser fácil. Sin embargo, y aún sin saber economía, creo que las afirmaciones de Roubini son “partidistas”, y bien propias de un economista procedente de los EEUU, por antonomasia, rival económico del Euro y, por derivación, de la economía europea.

A mi ver el mayor lastre actual, tanto a nivel español como europeo, no son los políticos tanto como las instituciones. Por más que cambien “caras y bigotes” en el fondo se respira incompetencia e incultura, por lo que quizá fuera más productivo comenzar a hablar de “instituciones” y no de “nombres”. Definitivamente, creo que esta crisis es el momento ideal para una profunda reforma de nuestro país, y tal vez, también de Europa (como ya habrán podido comprobar, este post es producto de un ejercicio personal de confesión de ideas, sin mayor pretensión que ello, más siendo un profano en economía y en otras tantas ciencias).

Ojalá la reforma constitucional, tan presente en los discursos políticos actuales, se lleve a término. Obviamente, los peligros de tocar la “norma normarum” están ahí, destacando, para la clase dirigente, el miedo a que se pudiera elegir “otro” sistema político, o mejor dicho, otra organización. En la España actual sobran autonomías, y faltan territorios para volver a ser un país rentable en potencia. Es mi opinión, la España “grande y única” no tiene futuro, menos, aún, que la España “cúmulo de reinos taifas”.

Siguiendo a personalidades de la talla de Saramago o Unamuno, creo que puede ser el momento de pensar en Iberia. Geográficamente la Península Ibérica es una unidad geográfica, que se separa del resto de Europa por la cordillera de los Pirineos. El Miño, el Duero, el Guadiana o el Tajo son todos ellos ríos íberos, que nacen en España, para desembocar en Portugal, sin lugar a dudas, metáfora ribereña de cuál es el futuro, en cualquier caso compartido, de ambos Estados. Muy expresivamente, tras ganar las elecciones de 2005, el actual Primer Ministro luso, José Sócrates, exclamaba: “¡La prioridad es España; luego España, y después España!”.

A todos los factores que unen a ambos países debieran unirse algunos datos, antes de formarnos un juicio sobre la conveniencia de unir a ambos países. Una información aparecida en Terra Noticias”, el 27 de Septiembre de 2009 nos ilustra acerca del “potencial” que tendría este hipotético país: “El resultado de una Iberia unida resultaría en el país más grande de la Unión Europea en extensión (el tercero en Europa tras Rusia y Ucrania), el quinto en población (casi 60 millones de habitantes, rozando el número de habitantes de Francia, Reino Unido e Italia) y una potencia lingüística hispano-lusa (608 millones de personas) sólo superada por los 1.000 millones de chinos que hablan mandarín”.

¿Y por qué no? Más de un 40% estarían a favor de esta unión, la mayor parte de las internacionales sitúan una filial “ibérica”, Telefónica y demás empresas dominan sus respectivos mercados, GALP cada vez expande más sus gasolineras por suelo español. ¿Miedos a Yugoslavia? ¿No es España un país, ya, lo suficientemente diverso? Imagínense un lugar del mundo donde las lenguas convivieran en paz, donde una eficaz administración descentralizada diera eficiencia, y nervio, a una economía, cuasi siempre, menospreciada. Si las “antiguas colonias”, con Brasil a la cabeza, cada vez unen más puentes entre ellas (el castellano ya es oficial en la Patria de la Amazonia), ¿por qué no las antiguas metrópolis? Tal vez esto ayudara a recuperar “el patriotismo” de dos países cada vez más perdidos, a diferentes intensidades, en unos mismos problemas.

Claro que habría que “ceder” en muchas cuestiones. La Corona no tendría razón de ser (escollo importante para este proyecto, sin lugar a dudas), y la capitanía del nuevo Estado tal vez debiera dividirse al “estilo holandés”. Como dijera Maragall en su momento, ¿por qué no podría estar el Senado en Zaragoza? A lo que añado yo, ¿y el Parlamento en Madrid, y el Gobierno en Lisboa?. Por qué no refundar un país donde las antiguas potencias medievales, Portugal, Castilla y la Corona de Aragón, “volvieran” en una versión actual.

Los nacionalismos cederían, de alguna manera. El nacionalismo centrípeto ante la fuerza, ya no sólo de Cataluña y el País Vasco, sino también de Portugal. El nacionalismo periférico perdería razón de ser, pues el nuevo “hijo político”, sería producto necesario del mestizaje.

Si las crisis son para reflexionar... ¿¡Por qué no se iba a poder soñar!? Los inicios de un movimiento, sobretodo en Portugal, se han configurado. ¿Hasta dónde llegará?

Primera imagen de Małgorzata Kaczor

GNU Free Documentation License

miércoles, 20 de enero de 2010

El "show" de las especies.

Recién acabado el “año Darwin”, en el que tanto se ha honrado al eventual “descubridor” de la teoría de la evolución de las especies, quizá sea momento de hacer balance, reflexiones en torno a conceptos más controvertidos de lo que, muy apriorísticamente, pudieran parecernos. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, una especie es:
Cada uno de los grupos en que se dividen los géneros y que se componen de individuos que, además de los caracteres genéricos, tienen en común otros caracteres por los cuales se asemejan entre sí y se distinguen de los de las demás especies. La especie se subdivide a veces en variedades o razas”.

No es necesario decir que de esta definición no se extraen conclusiones definitivas, y que, de la lectura del texto, no se deprende más que el hecho de que “clasificar” es una actividad inherente al ser humano, necesaria, “logísticamente”, para el funcionamiento de sus teorías y demás quehaceres intelectuales. La “norma” comúnmente aceptada los dice que dos individuos son de una diferente especie cuando son incapaces de tener descendencia fértil entre sí (ejemplos clave son el burro y la yegua, o el tigre y el león, ambos pueden tener una mula o un “ligre”, sólo que este individuo no será fértil). Existen casos “más dudosos”. El chiguagua y el San Bernardo son “razas” de una misma “especie”... ¡pero difícilmente conseguirá nadie aparearlos! Un caso muy curioso es el que sucede con los dinosaurios.

Sí, efectivamente... debo reconocer que existe una especie de dinosaurio a la que le tengo manía, se trata del Einosaurus. Esta especie de dinosaurio ceratópsido se asemeja al célebre Triceratops, sólo que con un sólo cuerno, no tres, hacía bajo, en vez del pavoroso puñal erecto de su pariente. Recuerdo cómo un día, cuando aún no tenía la decena de años siquiera, mi padre me sorprendió leyendo mi nuevo fascículo de “Dinosaurios”, la célebre colección de Planeta Agostini. La verdad es que, lo que no había conseguido aún en edad sí lo estaba alcanzado en pasión por los dinos, y la legendaria enciclopedia ya comenzaba a aproximarse a los diez tomos. A mi padre se le ocurrió decirme que no podían existir “tantas” especies de dinosaurios, que seguramente algunas estaban inventadas. Como todo dinófilo aficionado ni hice caso de su comentario, pero me acuerdo perfectamente de que, delante mío, en aquel fascículo, estaba el Einosaurus. Su cuerno en forma de garra de Velociraptor me hizo sospechar, fruto de ese “aroma de veracidad” que en esos años de infante, a todos nos irradian nuestros padres.

No fue hasta las postrimerías del pasado año que leí un interesantísimo artículo de mi buen amigo Dinorider, donde se reseña un artículo de National Geographic en el que se hace mención de los 10 descubrimientos paleontológicos más interesantes de 2009. Entre todos ellos me llamó, y mucho, la atención el tercero de ellos: al parecer, un tercio de las especies de dinosaurio que conocemos... ¡jamás existieron! Al leer aquello me vino a la cabeza el “día del Einosaurus” y el comentario de mi padre, “aquel hombre tenía razón...” díjose mi cerebro... A decir verdad, no fue demasiado extraño constatar que el principal implicado en esta farsa es el Tyrannosaurus Rex, ¿quién si no?

Es comúnmente sabido, sobretodo en el “freaki-universo paleontológico” que el Tiranosaurio no fue, de ninguna de las maneras, el dinosaurio carnívoro (terépodo) más grande de todos los tiempos. Tres especies (Giganotosaurus, Carcharodontosaurus y Spinosaurus) le arrebataron este “mérito”, ya hace un tiempo. Quizá, o mejor dicho, sin lugar a dudas, lo menos conocido de esta especie es su “instrumentalización política” por parte de los medios de EEUU, me explico. Aún, hoy en día, en los libros de dinosaurios de divulgación actuales (que no actualizados) se afirma que el Tiranosaurio fue el mayor carnívoro de todos los tiempos (obviando al cachalote actual...) y que, ante todo, vivió en EEUU, y Canadá... Si uno se interesa más por estos seres, se dará cuenta de que el Tiranosaurio tuvo todo una “corte” de parientes de menor tamaño (Daspletosaurus, Albertosaurus...), y, ante todo, primos menores que vivieron “en otros lugares”, véase el Tarbosaurus (gran depredador de las Mongolia y China de finales del Cretáceo).

Investigaciones actuales han demostrado que buena parte de las especies de dinosaurio conocidas, un tercio aproximadamente, no fueron tales, sino individuos jóvenes de las mismas. Así, especies como el Nanotyrannus han tenido la “deshonra” de tener que ser “degradados” a adolescentes especímenes de Tiranosaurio (adiós a las tesis que afirmaban que éstos eran parte de una especie menor, especializada en comerse la carroña de sus “primos” de mayor tamaño).

Especies según conviene. El término “especie” es un convencionalismo, como toda palabra humana. Así pues, si el lenguaje es convención, ¿es todo manipulable? ¿Llega la política, incluso, a estos derroteros? Einosaurus, al parecer, sí resulta ser una especie diferenciada... ¿ven el por qué le tengo manía?

Imágenes: Einosaurus y Nanotyrannus, de http://www005.upp.so-net.ne.jp/JurassicGallery/

miércoles, 13 de enero de 2010

La domesticación del clima.

¡Tamaña sorpresa debió de darse el primer hombre que inventó el fuego! Aquella fuerza divina que sólo había sido capaz el hombre, hasta entonces, de ver en el rayo, en el volcán o en los trágicos incendios ahora era accesible para el simio hegemónico. Los de su tribu quizá lo alzaron a la consideración de deidad, tal vez lo acusaron de herejía por utilizar un medio vedado para los seres carentes de naturaleza divina... La fuerza devastadora por excelencia, el elemento más temido por todo animal terrestre ahora se había convertido en herramienta accesible. De problema a solución, al menos en parte. ¿Qué pensaría el lector si le dijera que, algún día, quizá el clima pueda ser controlado, “cultivado” como algunas especies vegetales, e incluso, ser un bien con rendimiento económico?

Sabiendo que el pasado siglo XX fue el de las comunicaciones, no sería muy aventurado decir que este siglo va a ser el de la ciencia, especialmente el de la biología. La biotecnología, los próximos descubrimientos en genética y neurociencia seguro que no nos dejarán indiferentes, transformando nuestro mundo en una realidad apenas hoy imaginable (al igual que Internet ya lo hiciera a finales del s. XX). Sin embargo, al igual que la propia Internet, es bien probable que surjan avances que apenas seamos capaces de soñar, ni en el mundo de Pandora, tan a pie de boca hoy en día. El “cultivo” del clima poco a poco se va haciendo realidad.

Seguramente no serán pocos quienes hayan oído hablar del “robo de nubes” por parte del gobierno de Esperanza Aguirre (Presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid). Según se ha demostrado, el gobierno madrileño ha estado utilizando tecnología israelí con el fin de conducir las nubes, que en principio se dirigían a otro lugar, hacia su territorio. El asunto transcendió “mínimamente”, en parte por ser la víctima Castilla y León (CCAA igualmente gobernada por el Partido Popular), y, en otra parte, por ser un asunto “poco creíble” para el común de los mortales. Sin embargo, la verdad está ahí. Según se ha demostrado, Israel ha conseguido bombardear a las nubes con yoduro de plata, provocando que las precipitaciones, que en principio no iban a hacerlo, caigan en su territorio. Esta herramienta en manos de un estado tan poderoso no es como para estar tranquilo, más aún si eres ciudadano de uno de sus vecinos países árabes. En este caso, más que de “cultivo” hablamos de “robo”, pero las “modificaciones climáticas” que el hombre será capaz de realizar a corto plazo no se reducen a ello.

Ya en otra ocasión, en Nubiru se trató el tema de la peridotita, un mineral capaz de absorber dióxido de carbono (CO2) convirtiéndolo en cuarzo. Este mineral, sobre el que “Petroleum Development Oman” ya está realizando pruebas, abunda no sólo en el desierto de Omán (península Arábiga), sino también en la propia Arabia Saudí, así como en las costas de Yugoslavia. Es una roca volcánica, sus afloramientos están asociados a los de olivino, llamada a dar que hablar en el futuro. No es la única medida sobre la que se está investigando...

A principios de los años 90, el oceanógrafo californiano John Martin pronunció una frase, un tanto "esotérica-apocalíptica": “Denme un barco cargado de hierro y provocaré una era glacial”. Poca gente le dio importancia en aquel momento. Varias compañías de EEUU han retomado la idea con el fin de generar "créditos para contaminar" (siguiendo el sistema inaugurado por Kyoto), pero no ha sido hasta los últimos meses que el asunto ha tomado un nuevo sentido.

A bordo del gigantesco Polarstern, científicos de la India y Alemania han hecho un experimento "sembrando" hierro en el oceáno con el afán de fomentar el crecimiento del fitoplácton (minúsculos organismos capaces de hacer la fotosíntesis). Sin embargo, con ello también ha crecido la población de devoradores de fitoplácton (organismos semejantes a larvas de camarón) y, según científicos españoles, un intento a gran escala pudiera, no sólo hacer que se elimine una tasa inferior de hidróxido de carbono de la que se había previsto, sino también provocar un incremento masivo de las poblaciones de plácton que consumiera tal tasa de oxígeno que acabara con los peces.

Se mire por donde se mire la Ciencia se está abriendo paso, eso sí, una vez más con Maese Dinero siguiéndole la pista. ¿Se conseguirá domesticar el clima? O mejor dicho... ¿se podrá "graduar" el Cambio Climático?

jueves, 7 de enero de 2010

Te lo echaré en cara, llegado el momento.

"Incluso el saber rebuznar tiene su poquito que estudiar”.

Evaristo Campo Pereiras

Es muy difícil ser capaz de definir qué es la felicidad. La felicidad es la actitud para ser felices, y así podríamos continuar con una serie de entrecruzados redundantes, sin llegar a un resultado final, fiable o contundente. No seré “único” si afirmo que muchas veces asociamos “felicidad” a una actividad, a un libro, a una canción, o muy especialmente, a una persona. Algo así me sucedía siempre que hablaba con mi gran amigo Ricard.

Quién sabe si por su rojizo cabello torero, Ricard era capaz de convertir cualquier adversidad en cosa llevadera. Sus obstáculos siempre acababan siendo pequeñas muestras de arena dentro de un universo de bondad y buen humor, que jamás nadie podrá llegar, siquiera, a soñar. Fuere ante un buen plato, escribiendo o paseando por el puerto de su Arenys querido, Ricard siempre era un manantial referente en humanidad y bonhomía.

Era un señor feudal detentador de aprecios. Sus feudos no eran tales, sino el cariño del más variopinto grupo de gentes. Mataró, Arenys de Mar, Argentona... son muchos los pueblos que debieran levantarle un monumento, ni tan si quiera fuere en el recuerdo, pero muy especialmente, eso honor le corresponde a Bustofrío. Esta pequeña aldea lucense, donde el padre del autor (D. Evaristo Campo Pereiras, insigne escritor) vio la luz, ha pasado a la inmortalidad por las hojas de “Pentágona de un Lucense”, libro de su padre adecuado por el bueno de Ricard, con meticulosidad y gran respeto por la obra, sublime en muchos aspectos, de su difunto progenitor.

A él le gustaba hacer de Marco Polo, yendo a los diferentes lugares de España en busca de los mayores caprichos para el gourmet (fueren sobaos cántabros o quesos de la rica Torre de l´Espanyol). Antiguo marino mercante, su experiencia "de mundo" era proverbial, al igual que la cantidad de máximas y aforismos que era capaz de recordar, y a la vez, compartir con quien quisiera ser instruido con afecto.

Ricard era también un hombre que no se dejaba achantar ante cualquier adversidad. Su última enfermedad la aceptó siempre como un guerrero, no privándose de mucho, ni preocupándose por nada, cara al exterior (siendo solidario al individualizar el dolor y la preocupación, dando sólo cariño y “buen rollo” a todos los que eramos de su entorno).

Que mi inolvidable mentor estará bien cómodo en la mejor suite del “barbas sagrado” está tan claro, como correlacionado, a la existencia de deidad alguna.

¿¡¿Qué difícil es intentar escribir, sacar un punto de vista optimista (como tú siempre me recomendabas) cuando te has ido tan pronto, dejándome sin tus enseñanzas!?!

Recuerda que te eche en cara, cuando te vea, llegado el momento, ¡que te fuiste dejando tantos momentos pendientes! En eso, Ricardito, no me has sido, como en todo lo demás, Maestro.

A la memoria de Ricard Campos Felimón, por siempre amigo, mentor y compañero de excelentes momentos.

lunes, 4 de enero de 2010

Número 9

Existen obras para cada época. Pocos dudarán de la coherencia de La Eneida con la época en que le tocó nacer, o la armonía de la novela picaresca con la decadencia, barroca, del Imperio Español. No me atreveré a equipar “Número 9”, aun siendo un filme excelente, a estas obras, pero sí que diré que es un producto sublime de una época determinada: ¿la decadencia de Occidente?

La huella de Barton se nota a lo largo de toda la producción (pese a que el bueno de Johnny Depp no aparezca, milagrosamente, en la obra). Ese clima equidistante entre lo gótico y lo decadente, lo imaginario y lo histórico, dota a “Número 9” de una atmósfera tan misteriosa como “identificadora”. Cierto es que los motivos ambientales son propios de la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, esta película tiene total, y necesario, apego con la Crisis, no sólo económica, que nos está tocando sufrir.

La trama es de lo más apocalíptica. Tras una feroz guerra entre hombres y máquinas la Tierra queda devastada. El científico creador del primer “cerebro artificial” (quien comandara las máquinas que acabarían ganando en este imaginario conflicto), construye una serie de muñecos de trapo, humanoides de pequeña escala, de entre los cuales, número 9 es la versión más perfeccionada. Si el cerebro artificial representa el raciocinio del genio, nuestro protagonista y sus semejantes denotan sus sentimientos. El saber puede acabar en tragedia, por ello es necesario acudir en última instancia, siempre, al poder moderador de los sentimientos.

La película no deja de jugar con múltiples facetas, sobretodo bélicas; así, en el filme, el fin de los humanos tuvo por motivo el uso generalizado de armas químicas (¿a alguien le recuerda el “cuento” de Iraq?). Pese a su escasa aparición, la figura del científico creador es clave. En un principio creí ver en él una representación de Einstein, y en el “poder devastador” del cerebro mecánico, la energía nuclear. No obstante, con su encomiable juicio, mi pareja me hizo ver que más bien pudiera tratarse de una sombra de Alfred Nobel (inventor de la dinamita) quien consiguiera una cuantiosa fortuna al utilizar sus explosivos para la extracción de petróleo en las costas del Mar Caspio. La afirmación no podía ser más adecuada, Nobel, sabedor de los peligros de su invento, que poco tardarían en confirmarse, creó un premio, el Premio Nobel, con los fondos que recaudó con su actividad. En “Número 9” el protagonista y sus “hermanos” son la respuesta al sentimiento de culpa del “científico creador”.

Cambio Climático, Fascismo, Crisis económica, falta de cultura... son mil y unos los temas que se desprende de esta película “de dibujos animados”, cuanto menos, muy interesante. Sin ánimos de decir el final de la película, antes de acabar, caen sobre la difunta tierra gotas portadoras de manchas verdes (bacterias). La frase final del protagonista, contestando a un “¿y ahora qué?” no deja de ser de lo más inquietante..., algo así como: “depende de lo que hagamos con éste, nuestro Mundo”.

Unas notas para concluir:

  • No consideren que el hecho de tratarse de un film de animación significa que es una película “para niños”. Muchos se aburrirán o llorarán de pavor.

  • En todo momento, deben fijarse en la rica simbología de la producción: los diferentes humanoides, en especial Número 1 y su liderazgo (eclesiástico) y el uso que hace del "miedo" como instrumento de poder (al más puro estilo Bush).

  • Por favor, espero que esto sea el principio del boom de la “animación para adolescentes y adultos”.