Amagaba con ser un día bochornoso aquel amanecer del Cretácico. Troodon había pasado la noche intranquilo, con la ansiedad característica de lo salvaje, quién sabe si esperando la irrupción de algún depredador o aguardando que el Azar le brindara alguna sabrosa cena. Recuerda cómo los de su especie lo hacían delante suyo mientras él observaba. La caza del roedor acontecía un sauriano arte, tal vez un sucedáneo de cinegética diversión, a la vez que un eficaz cauce desatascador de adrenalina. El caso es que él aprendió, ejerció el poder que su virtuoso celebro le brindaba y observó cómo la naturaleza le había seleccionado, a él, con los condicionantes genéticos idóneos para la gran hazaña: medrar en el mundo del T.Rex, los volcanes y los ríos embravecidos por las precipitaciones tropicales.
Los mayores eran sumamente diestros, él un mero aprendiz vestido del ropaje necesario que le había fabricado, quién sabe si a medida, la fábrica evolutiva. Algunos lo llaman instinto, pero el reptiliano ser sabe, o mejor dicho, desconoce qué hacer con sus facultades: parece curioso, pero el dinosaurio requiere de aprendizaje aun no siendo persona, aun no siendo humano. El reptil no alcanza a comprender qué es la transmisión cultural pero, sin embargo, la experimenta, muy rudimentariamente.
Los días cretácicos, lejos de ser dichosos, se hallan poblados de la penumbra de lo inabordable, impredecible y temido. La biodiversidad alcanza cotas elevadísimas, el emplumado individuo dispone de presas, vecinos y depredadores en abundancia. Los sonidos irrumpen en sus sentidos a modo de graciosa orquestra. Sí. Los primeros pájaros parecen reírse de sus primos, sus acrobacias y nuevos hábitos los habilita para poblar los contornos de lo moderno, lo evolutivamente fashion.
Millares de fierecitas emplumadas juegan al carnaval de las especies. Unos agotan sus últimos días en el espectro de los tiempos, mientras que el resto se ríe participando del ecosistema, del medio, de futuras eras en las que verán aparecer nuevas especies y nuevos amos. Troodon se impacienta, la cacería no parece dar resultado y el malestar de la manada de picos de pato le indica que algo se cuece en el prado de al otro lado del arroyo.
Troodon piensa, o al menos lo intenta, no sabe interpretar los designios del Destino, no es pitoniso, ni alcanza a ser capaz de interiorizar todo el legado que sus predecesores han brindado. Sólo entiende de cacerías y supervivencias, no de metafísicas y literatos. Desconoce que los suyos desaparecerán, que serán incapaces de dejar mayor resto que sus huesos, mal final para una próspera especie. Pese a todo, sigue en el intento. Un último sonido le ha parecido campanilla del más lujoso de los buffets mesozoicos. Se concentra, implica todos sus sistemas sensoriales en el estímulo, en la labor, en la comida. Nada hay superior a correr, comer y reproducirse, Troodon conoce los tiempos perros y la gandulería del domingo.
¡Alto!. Un sonido más estrepitoso mimetiza las esperanzas de haber encontrado alguna presa. Los picos de pato hace tiempo que se marcharon. El Sol sigue irradiando con fuerza, la temperatura aumentado, definitivamente hoy va a ser un día cálido. Troodon, sin embargo, se halla excesivamente concentrado. La pequeña lagartija no ha salido aún de su agujero. La más primordial de las recetas se va a servir en Posada la Estrella. Las especias serán olores y los sabores gloria.
Un golpe rompe la escena. Un tiranosáurido irrumpe a traición y despelleja al individuo sin que a duras penas se haya percatado de su funesto destino. Otro será quien cace la lagartija, Troodon desaparece del tiempo transformado en comida. Comer o ser comido se impone como la más imperiosa de todas las normas. ¿Será por que hoy hace calor, o simplemente porque no ha nacido aún el primer ser humano? Troodon se fue dejando patrimonio abintestato: proteínas de reptil y plumas de ser aviano, poca herencia para el gran carnívoro, pero la prescripción de su especie, mientras tanto, llega a mal término.
Los jóvenes no heredaran nada y no por haber sido Troodon falto de paternal sentido. Acaso será porque no conoce a su descendencia, tal vez. Yo opino que debe de ser porque pese a haber aprendido no sabe qué es el mito del tiempo, la falsa cábala de la espiritual trascendencia, y el vivir en el recuerdo para siempre, aún habiendo ya dejado de estar vivo.
ilustración de Troodon: http://www.dinogalerie.de.vu/
1 comentario:
Vya, eres cruel con mi dinosaurio favorito...
Como sea, son cosas de un día cretáceo.
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