Posiblemente uno de los libros que más me hayan impresionado en comparación con lo que espera de él sea "Teodora: emperatriz de Bizancio". Pensé que quizás se tratara de una novela excesivamente femenina pero, bajo mi más absoluto asombro, aconteció una de las mejores lecturas que jamás he realizado. La obra de Gillian Bradshaw es una preciada fruta devota de una mente privilegiada. Sin lugar a dudas, el personaje más simbólico de la obra bien pudiera ser Narsés, eunuco, posteriormente gran chambelán y general, del Emperador Justiniano.
Se trata de un personaje histórico, un ejemplo de todos aquellos gestores que sostuvieron imperios en la sombra, lejos de la belleza de sus rituales y de la erótica de sus andares. Los eunucos eran seres por lo general abominables, un tertium genus, seres que no eran ni hombres ni mujeres. La temprana castración de la que eran víctimas los hacía inmunes a las tentativas de la carne, o al menos eso parece muy apriorísticamente (en realidad eran muy queridos por las cortesanas en tanto que expertos amantes, será por la falta de necesidad de anticonceptivos...)
La finalidad última, más que evitar el placer sexual del funcionario, era la de conseguir que el mismo no tuviera descendencia. Sin duda alguna, esa era la mejor opción con la que garantizar dedicación exclusiva y evitar que pudieran facilitar el progreso de eventuales hijos. Se dice que algo así pensaron los dirigentes eclesiásticos al imponer el celibato, sin embargo, bien dice el dicho que a quien Dios no diera hijos el Diablo da sobrinos. Los eunucos fueron acaudalando, no sólo poder, sino también grandes fortunas. En los Imperios Bizantino, Otomano y Chino se convirtieron en soberanos de facto, no sólo capaces de revocar sultanes y emperadores sino también de controlar la agenda del basileo o príncipe de turno.
No sólo por el hecho de carecer de descendencia directa, la desgracia del eunuco sería también la derivada del olvido de sus obras. Poca duda cabe de que Narsés fue, posiblemente, el hombre más poderoso de su época junto a la emperatriz Teodora. La nobleza y presencia de Belisario, a quién Procopio, seguramente con cierto interés, calificó, digámoslo coloquialmente, de "bragazas" se impuso a la efectividad del eunuco. No sólo me parece una presunción de la autora del libro citado, Narsés pudo haber sido quien acabo con la Rebelión Nika y Belisario ser quien se apuntara el tanto. Las cosas eficientes siempre fueron más eficaces si se rodeaban por lo bello.
En un mundo en que, a diferencia de nuestros días, los medios de comunicación brillaban por su ausencia, la perversión de la información oficial no sólo era más corriente si no también más efectiva. De algún lugar debió surgir el adjetivo "bizantino" en tanto que corrupto, manipulador, mafioso. La inteligencia gubernamental se esforzaba por pintar los mejores frescos sobre las hazañas realizadas por personas bien comunes, bien infames. El eunuco no sólo no era atractivo sino que también era un objeto del basileo, un hombre criado a medida para cumplir un servicio, una labor, un rol, un estatus. La manipulación del hombre lejos de ser actual parece haber sido congénita a nuestra especie. La desgracia del eunuco no dejo de ser correlativa al éxito del noble bello. ¿¡¿Quién puede defender la injusticia, exclusiva, de nuestra sociedad con el común de los físicos si los clásicos fueron los primeros en hacerlo?!? Debemos combatir el hecho, pero sin sentirnos exclusivos en esta lacra al respecto.
4 comentarios:
No me imagino a un eunuco yo... ¬_¬
La verdad es que me parece una aberración, pero claro, hablamos de otra época y de otros mundos... ¿o no?
Besotes cielo
Los mas listos de todos eran los musulmanes. Que para vigilar sus harenes solo podían haber eunucos. Y éstos eran los únicos que podían entrar y verr a las mujeres. Si no te habían cortado todo lo que tieness allí abajo y entrabas por error en el haren estabas muerto.
Richar, de la clase.
Los eunucos desarrollaban varias funciones, vigilaban a las mujeres, les proporcionaban placer sin peligros de embarazo, evitaban los posibles amantes, y eran los chivatos de todo cuanto pasaba en el harem.
No se debe juzgar a ninguna época con los ojos de otra porque no la podríamos entender, hoy día Platón, Sócrates, los griegos que eran tan sabios serían considerados unos pederastas.
Si lees "El Conde Belisario" de Robert Graves, verás que Narsés es el malo y Belisario, el bueno. Ya ves, todo es relativo ... y más aún, la Historia
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