Carpe diem me pareció una tamaña perogrullada la primera vez que me lo explicaron. Una excusa poética para el desfase y la juerga madre. Disfrutar del momento, jugar cuando se puede y disfrutar de todos los pequeños pasos que nos llevan hacia nuestro Destino no me parecieron, a priori, su esencial, ni sabio, fundamento. No aprecié qué significaba entender el Mundo como una serie de gozosos instantes y no como un camino recto conmensurable. Ciertamente, el razonamiento parece colarse por los vértices de lo esotérico y metafísico, acaso también por los bordes de lo religioso; sólo sé que lo escrito tiene mucho de empírico, sobrepasando estas letras, remitiéndose a carnales sentimientos, y a puras sensaciones.
Una depresión transitoria desgarra mi sistema nervioso unas cuantas veces al año. La separación forzosa de aquéllos que me complementan se me acaece como una dificultad insalvable. Lo antaño cutre y repelente de la figura lingüística me acontece verdad absoluta, tesoro plateado del que se ve privada mi propia eternidad de individuo. Los trigos encañados, la Cerca observante o el laborioso cernícalo, en busca de comida, no parecen solidarizarse con mi terreno sentimiento.
Adiós a Anguita, tierra patria diría el tópico, origen de mis raíces, hogar de mis queridos seres diré yo mismo. Carpe diem, cuán difícil es apreciarlo cuando se conoce lo finito del tiempo, se intuye el rugir del motor del vehículo o se empieza a sentir el ondulado ser del movimiento. Adiós a Anguita, ¡lástima que no sepa vivir el momento! Una vez en Casa me refugio en mis sapienciales entrañas; escribo, quién sabe si como el que al Mal espanta; a falta de canto, lamento, de euforia, distancia.
El sencillo regalo dado a mis entrañables seres, traído de tierras turcas, se convierte en metáfora. El curioso komboloi amaga ser el único ente que se solidariza con mi pesar. El recorrido de los dedos del ser querido por sus piezas demuestra cómo está el objeto condenado a acabar en un final, cómo las bolas no son infinitas, ni se sabe cuánto tardarán los dedos en pasar por todas ellas. Las piezas del rosario turco se parecen a la propia Vida, un hilo que une a todas las singulares bolas, bolas que disfrazan los momentos, empirismo que se une al paso del Tiempo.
Carpe Diem. Cada bola rezada se abandona en su instante. Lo gozoso para el creyente se perfecciona hacía el Futuro dejando el poso de la oración en la bola y el momento. El rosario es cruel como la Vida misma, el Tiempo se manifiesta como dictador. Tristemente cierto. Las agujas siguen pasando, las bolas rozadas por los dedos de mi buena tía, el Sol poniéndose, las hojas renovándose, el coche llevándome a Casa, raptándome en la bolsa de la melancolía, como queriendo saludar a la Cerca, los trigos y al cernícalo.
Una depresión transitoria desgarra mi sistema nervioso unas cuantas veces al año. La separación forzosa de aquéllos que me complementan se me acaece como una dificultad insalvable. Lo antaño cutre y repelente de la figura lingüística me acontece verdad absoluta, tesoro plateado del que se ve privada mi propia eternidad de individuo. Los trigos encañados, la Cerca observante o el laborioso cernícalo, en busca de comida, no parecen solidarizarse con mi terreno sentimiento.
Adiós a Anguita, tierra patria diría el tópico, origen de mis raíces, hogar de mis queridos seres diré yo mismo. Carpe diem, cuán difícil es apreciarlo cuando se conoce lo finito del tiempo, se intuye el rugir del motor del vehículo o se empieza a sentir el ondulado ser del movimiento. Adiós a Anguita, ¡lástima que no sepa vivir el momento! Una vez en Casa me refugio en mis sapienciales entrañas; escribo, quién sabe si como el que al Mal espanta; a falta de canto, lamento, de euforia, distancia.
El sencillo regalo dado a mis entrañables seres, traído de tierras turcas, se convierte en metáfora. El curioso komboloi amaga ser el único ente que se solidariza con mi pesar. El recorrido de los dedos del ser querido por sus piezas demuestra cómo está el objeto condenado a acabar en un final, cómo las bolas no son infinitas, ni se sabe cuánto tardarán los dedos en pasar por todas ellas. Las piezas del rosario turco se parecen a la propia Vida, un hilo que une a todas las singulares bolas, bolas que disfrazan los momentos, empirismo que se une al paso del Tiempo.
Carpe Diem. Cada bola rezada se abandona en su instante. Lo gozoso para el creyente se perfecciona hacía el Futuro dejando el poso de la oración en la bola y el momento. El rosario es cruel como la Vida misma, el Tiempo se manifiesta como dictador. Tristemente cierto. Las agujas siguen pasando, las bolas rozadas por los dedos de mi buena tía, el Sol poniéndose, las hojas renovándose, el coche llevándome a Casa, raptándome en la bolsa de la melancolía, como queriendo saludar a la Cerca, los trigos y al cernícalo.
3 comentarios:
te felicitio. te sere sincero (virtud que hoy en dia queda, al reves que en la propia palabra, como un cero a la izquierda), no m suelo leer muchos de tus textos puesto que hay que estar concentrado y cuando me siento ante el ordenador suele ser cuando mis pequeñas y pseudo-inutiles neuronas me piden un punto y aparte y algunos de suspensivos. pero de tanto en cuanto m voy leyendo algunos (no hay proceso de selección, sencillamente, cuando carpe diem, c'est a dir, disfruto leyendo algo del extraradio del "sport"), y este es el primero que de verdad me ha gustado y mucho. con esto no quiero decir que el resto no sean buenos (mas que excelentes), pero este a parte de ser técnicamente perfecto, gramaticalmente colorido y con una gran carga intelectual de fondo, me ha llegado, traspasando algunas capas de cebolla (no por llorar, ya me entiendes).
Carpe diem! Es lo que se me ocurre decirte ahora que la melancolía impera como sentimiento. Carpe diem, para vivir el hoy, para que el recuerdo se convierta en intención de repetir, para que sea proyecto de futuro e ilusión del presente.
Carpe diem! Para recordar que aquí la preciosa vida también reside, y si no lo parece, brillará con plenitud el día 30!!
Nos vemos!!!! :-)
Un texto precioso lleno de melancolía.
Besotesssssssss
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