viernes, 8 de junio de 2007

Mis admirados secretario y armadillo

Desde mi más tierna infancia el Reino Animal ha sido una de mis mayores, y más trabajadas, aficiones. Soy consciente de lo común que resulta ser que a un chico, de temprana edad, le gusten los delfines, los perros, los gatos, el león o el elefante. No sé si por la eventual rareza de mi esencia, o por un involuntario afán de ser original, el armadillo y el pájaro secretario, o serpentario, fueron desde el principio los estandartes de mi afición por la fauna. Aquellas nobles fieras, cuya visión me trasladaba, y traslada, a mis más tiernas aficiones, no dejan de ser pequeños trozos de cristal traslúcido que no sólo me muestran quién soy sino también de dónde vengo. Quizás más que de la belleza me impregnara de un fantástico simbolismo: la fortaleza defensiva del armadillo o la valentía congénita al secretario, genial combatiente de la serpentina alimaña de la que se alimenta.

Fue dándome una placentera ducha como reflexioné acerca de los símiles del simbolismo animal de tales bestias y mi, irremediablemente por momentos más preciso, pensamiento político. Leo “La España inteligible” de Julián Marías y topo, entre otras geniales frases y logradas reflexiones, con una cita a un texto de Ortega y Gasset que venía a decir que “la Historia se ocupa en averiguar cómo han sido las vidas humanas, pero suele malentenderse la expresión como si se tratase de inquirir cuál ha sido el carácter de los sujetos humanos. La vida no es sin más ni más el hombre, es decir, el sujeto que vive. Sino que es el drama de ese sujeto al encontrarse teniendo que bracear, que nadar náufrago en el mundo. La Historia no es, pues, primordialmente psicología de los hombres, sino reconstrucción de la estructura de ese drama que se dispara entre el hombre y el mundo… De ahí que su pregunta radical tiene que ser no cómo han variado los seres humanos, sino cómo ha variado la estructura objetiva de la vida”. El profesor Marías ponía como ejemplo tal texto al explicar cuán inteligible acontece la Historia de España, a ello yo le haré, desde mi ignorancia, un símil con el armadillo.

Al igual que en otras ocasiones, la individualidad de España (como naturaleza plenamente inherente a todo hecho nacional) ha tenido que ver, en no pocas ocasiones, más con la táctica defensiva del armadillo que con la valentía indómita del pájaro secretario. Etapas como la llamada “Reconquista” (más propiamente una conquista en el más pleno sentido de la palabra) o la posterior Contrarreforma como movimiento en respuesta a la revolución protestante acaecida por Europa, no dejan de ser ilustraciones del repliegue, autodefensa y miedo a lo externo en correlación con una autoidentificación del individuo en cuanto a su unidad defensiva, su realidad de ser un armadillo.

Muy someramente, pudiéramos afirmar que los excesos del nacionalismo desfrenado, de la autoafirmación frente al resto, muestra cómo España fue víctima de su actuación armadilla y del ataque de sus vecinas potencias. Francia e Inglaterra, por poner dos ejemplos (qué decir de las múltiples regiones que formarían la actual Alemania) perfeccionaron crímenes y genocidios superiores a aquellos que pudiera ejercer la Santa Inquisición, el odio hacia lo inexplicablemente omnipresente hacia ver a España como un cerrado armadillo, una estrategia obtusa al cambio e inmovilista que, más allá de valerle la interesada crítica externa, le sirvió para perder su prestigio y su fáctico Imperio.

La gran España de los Austrias, como la cristiana “reconquistada” de los Reyes Católicos, era más devota de la afirmación de Ortega que de los designios de una eventual psicológica colectiva, nacional, de los siervos. El individuo nacional acontece como un armadillo que se defiende del medio, de eventuales enemigos que amenazan la supervivencia de sus propósitos, aunque a diferencia de los inherentes a la Madre Naturaleza, no sean siempre igualmente aceptables.

Si por algo se caracteriza el evolucionismo es por calificar la vida como una eterna adaptación de las especies al devenir de los Tiempos. El armadillo tiene armadura con la que defenderse del jaguar y del coyote así como el secretario grandes patas para cazar la serpiente. España se convirtió al catolicismo como respuesta, patrocinada por los sucesores de Carlomagno y acaso, muy residualmente, por algún melancólico consciente del pasado godo, al movimiento islámico, más que invasión según Olagüe, al igual que la Contrarreforma, más que a una ideología integrista del español de turno, fue una respuesta a los intereses del enemigo inglés y alemán de turno.

Quizás debamos caracterizarnos más por la gracia del cazador de serpientes que por la táctica del armadillo. Tal vez éste sea más pacífico, pero la vertiente humana del fenómeno no lo es tanto. Tal vez la violencia de unos encuentre respuesta en contraposición al azote del imperialismo inmisericorde, pero ello no impide que el nacionalismo de otros no encuentre siempre enemigo práctico, sino ficticio e interesado, rival imaginario. Ser que les hace a algunos ser desnaturalizados armadillos bajo un disfraz de serpentario. Cuán difícil es comprender la naturaleza humana, opinar de una razón pura en la Política, pensar en nuestra natural esencia, y poder identificarse menos con el león y el tigre y más con el buitre, el serpentario, y acaso, con la visión, condicionadamente bondadosa, del más metafóricamente sabio armadillo.
Origen de la segunda ilustración: PixelPerú

3 comentarios:

eclipse de luna dijo...

A mi también desde pequeñita me han encantado los animales, siempre me gustó el Koala pero la verdad no se si algo lo identifica conmigo.
Gracias por visitar mi blog.
Un besito.Mar

Patri dijo...

De siempre me han gustado los felinos, todos. He tenido gatos, y me encantan... aunque no sé con qué me idewntifico con ellos.... ¬_¬

Besotesssssssssss

Anónimo dijo...

Tú no tendrías que estar en filosofía en lugar de estudiando derecho???
Besitossssssssssssss