Un animal en peligro de extinción es, ante todo, una responsabilidad nuestra, en exclusiva, de preservar algo más que un patrimonio. Más que un mero cúmulo de genes, fibras y biomasa, una especie es un valor siempre al alza, fuere animal, hongo o vegetal, más aún cuando la fiera se hace fantasía y sus manadas pintan bellos frescos en el mundo de los sueños. El valor de una especie trasciende lo estrictamente genético, así nos lo demuestra la gran tradición, no sólo europea, de crear bestiarios en cuanto a la descripción de los seres de la Naturaleza en base a mitos y leyendas. Dicho esto, poca duda cabe que la Historia Natural siempre se narra desde un punto de vista, inevitablemente, el nuestro.
Dentro de su monumental obra, “El Criterio”, Jaime Balmes afirmó que: “En el retrato que se nos hace del carácter cartaginés, en el señalamiento de las causas que provocaron los rompimientos, en la narración de las batallas, de las negaciones y otros puntos semejantes, ¿sería posible que hubiésemos sido engañados? Los historiadores romanos, de quienes hemos recibido la mayor parte de las noticias, ¿no habrán mezclado mucho de favorable a su nación y de contrario a la rival? Aquí entra la duda, aquí entra ora el deshechar sin reparo, ora el suspender con mucha frecuencia el juicio”.
Y qué decir de nosotros mismos en tanto que especie. Siempre nos vemos en el centro del huracán, nosotros somos responsables únicos del Cambio Climático, de la extinción del oso polar, de la del mamut, y sólo faltaría decir que el Amazonas desaparece por culpa de los brasileños y que el desierto avanza por acción de las escondidas armas bacteriológicas… Anibal no utilizó grandes paquidermos de la sabana africana para su invasión a Roma (quien resistiera gloriosamente...), se limitó a usar la especie, actualmente extinta, que habitaba la región del Magreb, especie norteafricana de elefante menor a sus actuales congéneres, tanto de Asia como de África.
El caso es que el elefante, y mucho más el rinoceronte, son animales que tuvieron en el Pasado mayor importancia que en el presente. Mamuts lanudos, emperadores, de Columbia, mastodontes, deinodontes y todo un largo etcétera, son ejemplos de la decadencia y/o extinción de especies respecto a las que el ser humano no ha tenido implicación alguna. ¡Qué decir de los rinocerontes! Durante el Oligoceno, rinocerontes de seis metros de alto, por ocho de largo, poblaron las estepas de Mongolia convirtiéndose en los mayores mamíferos terrestres de la Historia. Y es que durante todo el Terciario (época que empieza con la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años) llegarían a aparecer rinocerontes del tamaño de un cabrito, pasando por veloces rinocerontes semejantes a caballos, gigantes unicornios y demás especímenes válidos para el más fantasioso de los bestiarios. En fin, el declive de ambas especies se debe a más a otros factores que el estrictamente humano. ¿Quién nos asegura no ser el meteorito asesino de turno? Nuestra visión de la Historia, sea ésta Natural o simplemente Humana, está siempre, inexcusablemente, condicionada por el cerebro de quien la narra. Existe explicación neurológica al respecto.
Antonio Damasio (en su, más que recomendable, obra: “El error de Descartes”) afirma que la verdad absoluta no existe en Ciencia, nada nuevo al respecto, sin embargo, la clave de la explicación es constatar cómo “Si nuestros organismos estuvieran diseñados de manera distinta, las construcciones que hacemos del mundo que nos rodea también serían diferentes. No sabemos, y es improbable que lo lleguemos a saber nunca, a qué se parece la realidad absoluta”, es decir, la visión depende del ojo, diferente ojo diferente visión.
Dentro de su monumental obra, “El Criterio”, Jaime Balmes afirmó que: “En el retrato que se nos hace del carácter cartaginés, en el señalamiento de las causas que provocaron los rompimientos, en la narración de las batallas, de las negaciones y otros puntos semejantes, ¿sería posible que hubiésemos sido engañados? Los historiadores romanos, de quienes hemos recibido la mayor parte de las noticias, ¿no habrán mezclado mucho de favorable a su nación y de contrario a la rival? Aquí entra la duda, aquí entra ora el deshechar sin reparo, ora el suspender con mucha frecuencia el juicio”.
Y qué decir de nosotros mismos en tanto que especie. Siempre nos vemos en el centro del huracán, nosotros somos responsables únicos del Cambio Climático, de la extinción del oso polar, de la del mamut, y sólo faltaría decir que el Amazonas desaparece por culpa de los brasileños y que el desierto avanza por acción de las escondidas armas bacteriológicas… Anibal no utilizó grandes paquidermos de la sabana africana para su invasión a Roma (quien resistiera gloriosamente...), se limitó a usar la especie, actualmente extinta, que habitaba la región del Magreb, especie norteafricana de elefante menor a sus actuales congéneres, tanto de Asia como de África.
El caso es que el elefante, y mucho más el rinoceronte, son animales que tuvieron en el Pasado mayor importancia que en el presente. Mamuts lanudos, emperadores, de Columbia, mastodontes, deinodontes y todo un largo etcétera, son ejemplos de la decadencia y/o extinción de especies respecto a las que el ser humano no ha tenido implicación alguna. ¡Qué decir de los rinocerontes! Durante el Oligoceno, rinocerontes de seis metros de alto, por ocho de largo, poblaron las estepas de Mongolia convirtiéndose en los mayores mamíferos terrestres de la Historia. Y es que durante todo el Terciario (época que empieza con la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años) llegarían a aparecer rinocerontes del tamaño de un cabrito, pasando por veloces rinocerontes semejantes a caballos, gigantes unicornios y demás especímenes válidos para el más fantasioso de los bestiarios. En fin, el declive de ambas especies se debe a más a otros factores que el estrictamente humano. ¿Quién nos asegura no ser el meteorito asesino de turno? Nuestra visión de la Historia, sea ésta Natural o simplemente Humana, está siempre, inexcusablemente, condicionada por el cerebro de quien la narra. Existe explicación neurológica al respecto.
Antonio Damasio (en su, más que recomendable, obra: “El error de Descartes”) afirma que la verdad absoluta no existe en Ciencia, nada nuevo al respecto, sin embargo, la clave de la explicación es constatar cómo “Si nuestros organismos estuvieran diseñados de manera distinta, las construcciones que hacemos del mundo que nos rodea también serían diferentes. No sabemos, y es improbable que lo lleguemos a saber nunca, a qué se parece la realidad absoluta”, es decir, la visión depende del ojo, diferente ojo diferente visión.
Entonces todo podría llegar a reducirse a un sueño, o cuanto menos, a un pensamiento humano. Alguno quizás llegara a afirmar que así se entra en contacto con la divinidad, otros que ese el misterio del Caos y de nuestro propio Mundo. La visión siempre dependerá de quien la haga, pues es mero estímulo nervioso de nuestros sentidos posteriormente transmitido a nuestros cerebros. Si no sabemos la verdad absoluta, ni podemos llegar a ella por definición, ¿qué sentido tiene entonces hablar de historia compartida?
4 comentarios:
No sé yo si compartimos la historia, bueno la historia natural sí, pero no la historia que nos narran, como decía Popper la historia en sí misma no existe, lo que existe es el relato del poder político que la mayoría de las veces está escrito por los vencedores, yo añado que tb hay una historia escrita por el resentimiento de los vencidos, bueno, pero... ¿este no era el tema del post verdad? jajajaja si es que la edad no perdona, por cierto te dejo mi correo y necesito hacer una pequeña consulta a un abogado que no sea demasiado caro ;) jajaja ¡¡jo!! soc catalana :P
avuidema@hotmail.com
Besitos
Somos unos grandísimos expoliadores de nuestro propio hábitat,sin duda.Al margen de ideas e idealismos, para mi la palabra extinción tiene connotaciones crueles.Porque es un final dramático e injusto.
Un abrazo renovado
Nada ha sido nunca mejor ni peor, sólo diferente, ahora que esa diferencia sea útil en un situacióm, es otra cosa;)
Actualmente si hubieran esos animalazos seria su perdicion por espacio y laimento, entre otras causas.
No sabía lo de los elefantes norteafricanos, una especie menor.
Eres un libro abierto, Fujur. Un libro que da gusto ir leyendo.
Un saludo, maestro
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