viernes, 26 de octubre de 2007

Rusia y el problema de Europa

No cabe duda de que hombres como León Tolstoi o Fedor Dostoievski constituyen nombres claves para la literatura europea en particular y, por derivación, de la cultura y civilización europea. Un célebre en la materia, como es Coudenhove-Kalergi, fundamenta su proyecto de Paneuropa en torno a la idea de “civilización europea”, con todos los problemas que ello comporta… Al referirnos a Europa no podemos hacer mención a una unidad geográfica perfectamente diferenciada, de realizarse ello caeríamos en un insalvable sin sentido. ¿Cómo podría argumentarse la pertenencia indubitada de Albania o Estambul a Europa, dejando a un lado a Israel, Canadá o Malta? Sin lugar a dudas, más allá de toda la problemática que entraña la discusión sobre si debe, o no, entrar Turquía, Rusia es la verdadera cuestión vital para el futuro de la Unión Europea, sea bien en clave energética, militar, o simplemente, de hermandad de cultura.

Coudenhove-Kalergi, como buen historiador aristócrata, considera la irrupción del comunismo en tierras rusas como un desfiladero, insalvable, sobre el cual no puede fundarse Unión Europea alguna. La historia contemporánea no ha dejado de dar la razón a quienes la escriben y la división en dos bloques de la cenicienta capital berlinesa así lo dejó en herencia. La Guerra Fría ahondó en las diferencias entre países hermanos, compañeros, no sólo de buena parte de genes, sino también de cultura.

Estudios genéticos, en los que participa el catedrático de la UPF, Jaume Bertranpetit, nos muestra cómo la “raza europea” se halla más próxima en lo genético a los habitantes de Oriente Próximo que a los magrebíes del otro lado del Estrecho. Algo similar pudiera afirmarse de todas las gentes que comparten el continente de Euroasia. De hecho, los rasgos de quienes habitamos en este trozo de Tierra no pocas veces se han encubierto bajo el nombre de caucásico. Varios son los asuntos que separan a Rusia y Europa, quizás tendríamos que centrarnos en aquellos, no menos abundantes, que nos unen dentro de un mismo Destino.

El autor de Panaeuropa ve un grave peligro en una eventual unión, aunque fuera sólo de intereses, entre Alemania y Rusia. El hambriento gigante que se concebiría del pacto sería, no sólo imparable, sino también un irremediable hundimiento de la “abstracta” igualdad de todos los países del orbe europeo. A nadie se le escapa que Aristóteles bien se aproxima a la realidad última cuando afirma que la igualdad no estriba en tratar a todos por igual sino en tratar lo igual por igual y lo desigual por desigual. Rusia es un gigante político, social, económico, cultural, demográfico… y militar. Su fagotización dentro del seguro del pacifismo no es sólo un desideratum sino una necesidad última, un seguro de vida, una forma de sellar la continuidad de Europa dentro del dominio específico de nuestro planeta.

Buena parte de las razones que frenan a la Unión frente a Turquía se esgrimen para el caso de Rusia. Buena parte de los países de la UE no están demasiado poblados, caso de España, y dos gigantes de este tamaño bien podrían ostentar el poder absoluto, de aliarse frente al resto, siempre y cuando se guardara cierta proporcionalidad en el reparto de centros de decisión. A todo ello, debe unirse el problema de los países anteriormente miembros de la URSS, ¿cómo ignorarlos mientras su gran matriz entra dentro? Kazajistán, Turkemistán o Azerbaiyán puede que sean tan europeos como Bulgaria o Rumania, los mares no separan siempre a las civilizaciones, muchas veces también las unen.

Igualmente, debe constatarse que Rusia es un país que ha, literalmente, “engullido” a sus colonias siberianas haciéndolas parte, en pie de igualdad, del vasto país ruso. Las diferencias de rasgos en la piel o de religión no se le pueden oponer, en buena parte por ser nuestras ciudades, grandes “melting pot”, donde la homogeneidad, afortunadamente, brilla por su ausencia. ¿Diremos que no pueden entrar por las morsas del Ártico o por los osos pardos de Kamchatka?

Otra cosa es el esqueleto político que sustenta a la bestia. El régimen de Putin, de facto autoritario, no puede tolerarse en los ideales de Europa. Su sistema de delincuencia organizada bien pudiera representarse en nuestro núcleo de veintisiete por la Camorra o la Cosa Nostra. Dónde están los límites, si es que alguna vez existieron. Necesitamos peso específico, a poder ser sin guerras ni explotación del prójimo. ¿Alguien ve solución mejor que integrar a Rusia y/o Turquía? ¿Quién permanecerá tranquilo con ambas bestias sueltas a sus anchas?

Ilustraciones procedentes de Wikimedia Commons, sujeta la primera a
Creative Commons Attribution 2.0: autor http://fotki.azovtsev.com/en/

1 comentario:

Anónimo dijo...

genial exposición de datos, muy bien escrito, felicidades, tu blog es muy interesante.

bss