Quizá una de las grandes carencias del premio Nobel es el que nunca le haya sido concedido uno a autores de ciencia ficción. Más allá de inventivas y cavilaciones intrascendentes, buena parte de la ciencia ficción es un experimento intelectual, un cúmulo de hipótesis que juegan a predecir el futuro. Creo, muy sinceramente, que Sir Arthur C. Clarke, Frank Herbert o Isaac Asimov bien pudiera haber ganado el premio.
Para mi sorpresa, pues llegué a pensar que tal vez ya le hubiera sido concedido, Stephen Hawking no lo ostenta. Me pregunto si no sería interesante crear un Premio Nobel de la Divulgación, pues no es “grande” sólo quien únicamente descubre, sino también quien divulga y hace llegar a la población los enigmas y descubrimientos de la Ciencia. Con Hawking y los autores de ciencia ficción podemos comenzar a plantearnos el tema de este artículo: la vida extraterrestre.
Sería un mentiroso si negara que me gusta liberar tensión jugando a video juegos de estrategia. “Starcraft” es mi favorito (sin llegar a los excesos de los surcoreanos, que poco menos que desean declararlo deporte olímpico...). En esta saga existen tres facciones: humanos (terran), unos sofisticados extraterrestres (protoss) y los “típicos” aliens depredadores (zerg). Sea por influencias recíprocas, o por no haber más “elementos” con los que construir seres extraterrestres imaginarios, los seres de esta saga se parecen a los de Starwars, Startreck, Alien... Pienso en los dibujos animados, y también nos encontramos con modelos semejantes. Lo dicho se quedaría en las fronteras de la fantasía si no ahondáramos más en lo real, haciendo referencia ahora a lo que se conoce como “evolución convergente”.
Estoy, más que seguro, de que habrán oído en alguna ocasión decir a alguien que el armadillo o el rinoceronte deben de ser parientes de los dinosaurios (pensemos en el Triceratops). Tal vez, como yo, hayan tenido la suerte de ver esqueletos expuestos que parecían “una cosa” (pienso en el esqueleto de Tchoiria expuesto en “Dinosaurios del Gobi”, la gran exposición de Cosmocaixa Barcelona, que el pasado año estuvo en Madrid) y eran otra, para nada igual, aunque sí “equivalente”. La ciencia ficción “cae” en los mismos derroteros que la propia evolución: buscan soluciones imaginativas usando unos mismos mimbres. “La Creación”, “Dios”, dirán los más devotos, leyes de la física y de la biología, diríamos los más escépticos.
Lleva razón Hawking cuando afirma, respecto a los extraterrestres: que existen (pues el Universo es cuasi infinito y el “azar” de la Vida debió de darse en otro Mundos) y que deben ser más próximos a nuestra idea, cuasi “ancestral”, de hombrecillos verdes que a la de mocos pluridimensionales. Recordemos, las leyes de la física, mientras nadie demuestre lo contrario, son “las mismas” en todo el Universo.
De la misma forma que la evolución ha creado, en tiempos “recientes”, al rinoceronte indio para un ecosistema húmedo plagado de vegetación, millones de años antes creó al Triceratops, un dinosaurio, reptil por ende, sumamente parecido. Esta norma, con cuasi total seguridad, debe de regir la “vida extraterrestre”.
La “moraleja” final es obvia: tendemos a creer siempre en lo particular de lo propio, obviando que, incluso, nuestras leyes de la naturaleza son universales. Aceptando, lo que por otra parte parece una obviedad, podemos concluir, con Hawking entre otros, que es muy probable que existan hombrecillos verdes, aun siendo imposible que hayan llegado a nuestro planeta. Como dice el gran científico, de llegar nos hubieran conquistado o esclavizado... pues las leyes fundamentales de la Naturaleza son universales...
* El famoso rinoceronte indio de Durero v.s. Triceratops (ilustración de http://www.dinosaurpicturesonline.com/1e_ceratopsians.htm).