Guerras evitadas y
nuevas potencias haciendo ostentación.
En
el mundo occidental, cuanto menos en la región mediterránea, un
gran indicio de independencia soberana y geopolítica es el grado de
descontento que un país, oficialmente, puede tener frente a las
acciones del gobierno de Israel en Palestina. Es un tema delicado y
espinoso, una auténtica patata caliente que ningún político
racional puede atreverse a tocar sin riesgo a ser quemado.
Desde
tiempos del esplendor otomano, Turquía jamás había mostrado un
potencial tan evidente. Su “conflicto diplomático” con Israel
así lo demuestra. Se trata de uno de los Estados con mayor potencial
militar, e incluso, se plantea iniciar una carrera espacial en
solitario. Más allá de los problemas “religiosos”, cada vez es
más evidente que Turquía (ese país soberano que se atreve a
contradecir a Israel) no entró en la Unión Europea, ni lo hará,
porque de hacerlo Francia y Alemania deberían compartir la dirección
del superente. Si a todo ello le sumamos los “millones” de turcos
que habitan el gigante germano... la razón resulta algo evidente.
Pese a no estar en la UE, es de esperar que el elevadísimo grado de
integración de los turcos en la estructura político-económica
occidental evite que existan problemas serios de conflicto de
intereses, ¡qué decir con armas!.
El
“neo-imperialismo” franco-alemán no sólo se manifiesta en su
capacidad de cerrar las puertas a Turquía. El invento del euro, por
lo demás beneficioso para España (todo sea dicho) es una muestra
más, lo mismo que la capacidad para manipular cifras de déficit y
paro, o de imponer medidas a los países sureños, tan mal vistos por
la opinión pública de esos países.
En
cuanto a Francia, y Reino Unido, la UE ha evitado un conflicto
actualmente, entre muchos posibles, materializando su función de
límite a los conflictos entre países europeos. El interés
interesado, y nada comunicado, de Sarkozy y Cameron por los pozos
petroleros de Líbia choca frontalmente con las prerrogativas que
tuviera Italia sobre el territorio, como antigua metrópolis. La
consideración de la UE como “enano político” permite que
existan intereses contrapuestos dentro de la propia Unión, pudiendo
decirse que la misma, tiene como gran éxito en su palmarés ser
capaz de fagotizar eventuales conflictos entre Estados europeos.
La perversión de los
medios: los goles de Raúl y el español en la escuela pública
catalana.
“La primera de todas
las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”. Así comienza
la célebre obra de Jean-François Revel: “El conocimiento
inútil”. La cantidad de información que tenemos a nuestra
disposición es algo más que exorbitante y excesiva. Más allá de
saturarnos de conocimientos, fomentando la creación de opiniones
propias, los medios de información se han convertido en instrumentos
de poder y sujeción más efectivos que las propias armas. La
mentira, dice bien Revel, es la gran fuerza que mueve la opinión
pública, y por ende, la conciencia ciudadana global. Les pondré un
ejemplo.
Ayer mismo, mientras
cenaba, tuve ocasión de leer el siguiente titular en las noticias de
TV3 (canal autonómico catalán), algo así como: “
el Tribunal
Superior de Justicia impone el castellano en las
escuelas”. Este titular nos remite al franquismo, al gran ogro
interiorizado que siempre es efectivo entre la población. El
titular, del todo incierto y manipulador, poco tiene que ver con el
titular que pone el mismo canal en su web, mucho más conforme con la
realidad de los hechos: “
El TSJC da dos meses para que el
castellano también sea lengua vehicular en las
escuelas”. Que un ente de comunicación público utilice
discursos tan diferentes (en uno habla de “imponer”, en otro de
“compartir” la consideración de lengua vehicular, todo ello
conforme con una sociedad bilingüe) nos da un buen ejemplo de la
afirmación, por lo demás exacta, del gran Revel.
Los medios de
comunicación tienen una gran potencialidad para dañar la
convivencia y manipular la opinión pública, tanto activa como
pasivamente. Desconozco si fue esa la finalidad de quienes lo
propusieron, pero no deja de ser impertinente que Raúl (el célebre
exjugador del Real Madrid) haya sido finalista del premio Príncipe
de Asturias de los Deportes (uno de los premios más relevantes
mundialmente, tras el Nobel, y a mucha distancia). En un paradigma
donde impera el fútbol de la factoría blaugrana, donde los
jugadores insignia, tanto del Barcelona como de la Selección
Española, son Xavi e Iniesta, no deja de ser una provocación honrar
al jugador que, precisamente, dejó la Selección Española (por no
ser llamado, no por voluntad propia) justo antes de que ésta, con
Luis Aragonés como Seleccionador, empezara a ganar títulos.
Lo digo y lo reitero,
las contingencias partidistas en el mundo del fútbol son mucho más
efectivas, para mal, entre la población, que los mitines de partidos
secesionistas. Un partido Barcelona-Real Madrid con medidas
arbitrales claramente a favor de los blancos en vísperas de una
elecciones catalanas bien puede incrementar, más que notoriamente,
el porcentaje de votos independentistas. Me pregunto si mi psique
animal, su parte tribal e incontrolada, no hubiera sido capaz incluso
de plantearse la independencia si le hubiera sido concedido el Premio
Príncipe de Asturias a Raúl... Confio en que mi parte racional me
hubiese frenado en un pensamiento tan calamitoso.
Un lugar cercano tras
Laponia: la España despoblada.
Una
pequeña vuelta por Francia rápidamente nos muestra cuál es una de
las mayores diferencias entre los países galo y español. Desde
Perpiñán, Francia es un país en “tela de araña”, la población
se halla dispersa por todo el territorio, habiendo sólo una gran
metrópolis, París, 2-3 ciudades grandes (Lyon-Marsella-Lille) y un
gran tejido rural con una densidad de población aceptable. En
Francia la agricultura “da de comer”. No es extraño ver a
franceses que viven rodeados de vacas y hortalizas, conectados a
intenet con la mayor velocidad y con un gran supermercado a una
distancia más que razonable. La vertebración, que no integración,
del territorio en Francia creo que es un éxito.
España,
por contra, es un país de ciudades y páramos. Tenemos una gran
metrópolis cada vez más cercana a París y Londres, Madrid, una
gran urbe metropolitana con cuasi la misma población y mayor
potencial industrial y turístico, como es Barcelona, y “muchas”
ciudades-áreas metropolitanas que superan con creces el medio millón
de habitantes: Sevilla, Zaragoza, Valencia, Bilbao,
Gijón-Avilés-Oviedo, Elche-Alicante-Murcia, Málaga... Junto a
estas grandes urbes no tenemos más que campos despoblados donde la
gente apenas puede medrar con la agricultura y la ganadería y donde
las comunicaciones, sea por internet o carretera, son precarias.
España, país “potencia” en cuanto a extensión de territorio,
sin embargo, es capaz de tener una región, la Celtiberia histórica,
que se aproxima a Laponia en cuanto a densidad de población...
La
zona que engloba, Soria, la mayor parte de Guadalajara y Zaragoza,
Teruel, sur de Burgos y de la Rioja y Cuenca es una de las zonas
menos densamente pobladas de Occidente. No hay ninguna gran urbe y
las carreteras son precarias. La producción agrícola, además de
ser difícil por lo extremo del clima (con oscilaciones térmicas
propias de Siberia) es poco fomentada por la UE, que parece estar más
pendiente de los agricultores franceses. Vivir en Molina de Aragón,
Anguita, Ateca, Cervera del río Alhama, Coruña del Conde o Tarazona
es, cuanto menos, arriesgado socialmente. Uno tiene que resignarse a
tener a la “civilización urbana” a una cierta distancia, sin
supermercados próximos, sin grandes centros de comercio, industrias,
cines, parques de ocio o, por así decirlo, fuentes de progreso.
España no puede entrar en una carrera espacial o de lucha por el
Ártico o el Antártico... ¡bastante tiene con “repoblar” la
Celtibera!
Imágenes:
1) Bandera turca gigante fotografiada desde el Bósforo (foto del autor).
2) Sculpture: Kommunikation (1986) by Heinrich Brockmeier in Herten/Germany (Commons).
3) Molina de Aragón (foto del autor).