skip to main |
skip to sidebar
Toda guerra se
caracteriza por ser un cúmulo de calamidades, bando por bando. La
Segunda Guerra Mundial no sólo no fue una excepción, sino que fue
la más funesta regla. Sin ánimo de dejar el “bando aliado” en
esta ocasión sí que debo criticar con fiereza un bombardeo aliado
menos conocido que el de la bella ciudad de Dresden: el bombardeo a
Munich de 1944. Particularmente, me estoy refiriendo a la cuasi total
destrucción del Deutsches Museum, uno de los museos de la ciencia
más importantes del Mundo en aquel momento. Que las guerras
destruyen patrimonio no es ningún secreto. El saqueo del Museo
Arqueológico de Bagdad por tropas americanas está ahí para
demostrarlo. Sin embargo, en esta ocasión no sólo se destruyeron
importantísimos hallazgos paleontológicos, sino que, además, se
cambió la historia de la narración de la vida pasada y, muy
especialmente, la mitología de los dinosaurios para siempre.
Nuestra historia comienza
en 1910, en el norte de África. El paleontólogo alemán Ernst
Stromer, queriendo encontrar mamíferos del Terciario topa con un
descubrimiento mayor aún, un yacimiento del período Cretácico.
Virtud de sus excavaciones, Stromer halló los primeros fósiles del
Aegyptosaurus (un saurópodo, “cuellilargo”), Bahariasaurus (un
carnívoro encontrado en el oasis de Baharia, Egipto), del cocodrilo
Stomatosuchus (que se alimentaba de pequeños organismos, como las
ballenas) y de dos gigantescos dinosaurios terépodos (carnívoros).
Los fósiles fueron trasladados a Munich, concretamente al susodicho
Deutsches Museum, pero el bombardeo aliado los destrozó, así como
al resto del museo. De nada sirvieron las advertencias de Stromer
para que salvaguardaran los fósiles ante el peligro. El propio
científico perdería dos hijos en el conflicto, mientras que otro
fue hecho preso, y luego liberado, por los soviéticos. Todos estos
maravillosos fósiles fueron destruidos, y con ellos, el prestigio
emergente de África como cuna de los mayores dinosaurios carnívoros
conocidos.
Como si de Mickey Mouse
se tratara, Tyrannosaurus Rex se convirtió en un producto mediático.
El más pavoroso dinosaurio, el orgullo cretácico de USA. La
desaparición de los dos grandes carnívoros (Carcharodontosaurus y
Spinosaurus) con el bombardeo allanó el camino al saurio tirano rey.
Hubo que esperar a tiempos recientes para que los nuevos hallazgos
situaran a ambos saurios donde les corresponde, en un estrato
superior a Rex. Si bien, todo sea dicho, los hallazgos hechos a
principio de los noventa en Argentina, harían ver la luz a otro
saurio carnívoro de gran tamaño: Giganotosaurus, también mayor que
T-Rex.
Así pues... ¿No es
curioso como las guerras condicionan la ciencia? ¿Cómo un bombardeo
poco certero es capaz de cambiar toda la narrativa de la historia
natural del planeta?