martes, 23 de diciembre de 2008

Petición a los Reyes Magos

"(...) ha caído la noche y los bárbaros no han venido.
(...)
Y entonces ahora ¿qué va a pasar con nostros sin los bárbaros?
Al menos esa gente era una cierta solución".
"Esperando a los bárbaros" de Constantino Cavafis
Existen varias definiciones relativas a qué es un clásico. Para unos, son aquellas obras que reiteradamente son citadas en escuelas y universidades, para otros, esos gruesos tomos de honorable apariencia, que todo el mundo pretende tener bien visibles en su biblioteca, pese a no haber sido jamás leídos. De lo que no hay la menor duda es de que de los clásicos se puede extraer una innumerable lista de célebres frases. La anteriormente escrita es un ejemplo[i].
Las palabras del griego Cavafis me trasladan a una atmósfera decadente. Un tiempo nubloso en el que el hambre, el miedo y la enfermedad campan a sus anchas. Se me aparece todo como un gran ocaso estereotipado, definitivamente, un cuadro, típico y tópico, de cómo debió ser uno de los últimos días del Imperio Romano. Se me ocurre reflexionar sobre cuáles debieron de ser los pensamientos de cualesquiera de cuántos contemporáneos de aquella época poblaron las grandes urbes romanas. Una cuestión que me preocupa especialmente es la de reflexionar acerca de si esas gentes supieron, ni aunque fuera por un mero atisbo, la gran vorágine que se les venía encima. No podemos saber si el habitante de Aquileya, de Leptis Magna o de Cartago se pudo haber figurado cuál iba a ser el destino de su civilización, de su anciano Imperio. Seguramente los romanos no se figuraron un mundo gobernado por bárbaros. Quienes tienen una existencia acomodada sostienen la “cuasi-divinidad” del orden que les gobierna. Craso error para la razón, al que los humanos parecemos estar genéticamente predeterminados.
Me causa una gran ansiedad pensar que yo bien pudiera ser uno de aquellos “romanos”, partícipe de un gran escenario de decadencia predestinado a la caída, en este caso no del orbe romano. No sé si entre Iraq y los Campos Cataláunicos caben paralelismos, pero cierto es que las batallas distantes estereotipan la fragilidad de quienes nos gobiernan. Las desigualdades fomentan flujos migratorios insostenibles, flujos de “nuevos bárbaros” buscando mejores tierras. Otros de su calificativo amenazan a nuestras estructuras macroeconómicas, mientras que caníbales de nuestra "social" especie se nutren de ideas falsas y especulaciones abusivas. La Bolsa cae, y los sueños con ella.
Como el niño, adulto o anciana romanos del poema de Cavafis, yo sigo buscando a los bárbaros. No sé si debo confiar en quien no supo vigilar que el singular villano se hiciera con las expectativas de cientos o en una sociedad caduca y especialmente desestructurada. Busco soluciones, sin tener tampoco a bárbaros disponibles.
Occidente, y más concretamente Europa, se va progresivamente ninguneando dentro de su fofo conformismo. Los individuos viven sin expectativas, con el único estímulo del chat, el cigarro y las grandes fiestas. Una sola letra separa al matrimonio del patrimonio, mientras que los infantes son considerados como externalidades negativas de coitos nefastos. A todo eso, la familia se descompone dejando su asiento a la perruna mascota, mayormente privilegiada que el abuelo. Un sinnúmero de pequeñas cosas nos conducen al gran efecto. Un mundo caduco, una sociedad sin esperanzas “ni bárbaros”. El potencial del forastero renovador “bárbaro” sólo cabría buscarlo en las nuevas ideologías. ¡Lástima que de éstas estemos faltos!
Me pregunto si en este próximo año surgirá un nuevo Atila o Genserico. Si en los EEUU aparecerá el “nuevo candidato antonino[ii]” o se seguirá la, poco particular, tradición catalana de dejar al hijo mayor, o listo, con la industria y el tonto para la política… Sinceramente, reconozco haber escrito con este post mi carta a los Reyes Magos. Un Mundo que reflexione y encuentre, y que en la medida de mi humano egoísmo, me garantice un futuro personal, y ante todo, para los míos.
Felices fiestas y mejor año nuevo!!!
[i] Estas líneas lo mismo han servido para hacer una alegoría al autor, como para introducir obras sobre la Decadencia y Caída del Imperio Romano, como las inexcusables monografías del profesor Javier Arce (uno de los mejores, quizá el mejor, historiador romanista actual), “Bárbaros y romanos en Hispania” (Marcial Pons, 2005) o del clásico “Esperando a los bárbaros” del Dr. Alonso del Real (Austral, 1972).
[ii] Dinastía a la que pertenecían notabilísimos Emperadores como Trajano, Adriano o Marco Aurelio.
Ilustraciones:
1) Constable, John, "Hadleight Castle (Hadleigh Castle?), Studie" (1829)
2) Honthorst, Gerard van, "Anbetung der Hirten"

domingo, 14 de diciembre de 2008

Propiedad Zoológica

Justo antes de seguir con el estudio, no es extraño que mire, durante un rato, alguno de los documentales de "la 2". Un día, viendo el clásico reportaje de leones y ñus en la sabana africana, a uno de mis tíos (doctos siempre en geniales reflexiones y muestras de gran sabiduría) se le ocurrió decir que “cómo podía ser que en África pastaran grandes rebaños mientras la gente pasaba hambre, cómo no cultivaban esa tierra para conseguir alimentos”. La verdad es que, como buen amante de los animales, mi respuesta no se hizo esperar, pero bien cierto es que la misma no pudo mantenerse ajena al condicionante de considerar cuál pudiera ser la solución a este real binomio entre progreso y naturaleza, agricultores y vida salvaje, animales y personas. Pocos días después de la reflexión de mi tío, pude leer en el diario “elPaís” el artículo: “La tierra para quien la paga”, ciertamente sobrecogedor.

Mi padre, con gran jocosidad, siempre se ha preguntado si supe decir antes “ñu” o “papá”. La verdad es que yo también lo dudo. Mi afición por los animales (y dentro de los mismos, por los dinosaurios) siempre ha sido bastante sólida, desde la infancia y la adolescencia a nuestros días, en los que, aún, con gran fuerza, pervive. Cierto es que todo amante defiende lo que ama, mi caso no es diferente. Sin embargo, propongo una reflexión sobre algunas variables, un pensamiento responsable y congruente con lo que nuestros gobiernos realizan, muy especialmente, en el continente africano.

Dejando a un lado las restricciones a la libre competencia, que entes como la UE protagonizan respecto a los países africanos, grandes proyectos para la humanidad, de mayor o menor ética, se ven implicados en este asunto. A nadie se le escapa que a los habitantes de ciudades, literalmente en el desierto, como Dubai o Doha, requieren de alimentos con los que nutrir a sus habitantes, cada vez más numerosos. De hecho, los países de la Península Arábiga, tienen una consolidada tradición de invertir en la compra de tierras en países extranjeros, para cultivar en ellas los alimentos que posteriormente van a importar a sus feudos domésticos. Con el auge de estos asentamientos las inversiones se han disparado. Más población y más ingresos (en su mayoría “petrodólares”) alimentan al monstruo, con especial virulencia. Esta situación, ya de por sí inquietante, se ha visto acentuada con la aparición en escena de nuevos países.

Según recoge este genial artículo, de más que recomendable lectura, países como Alemania o Corea del Sur están adquiriendo miles de hectáreas en lugares como Tanzania y Madagascar, ambos con un elevadísimo índice de habitantes dentro del umbral de la pobreza. Si bien en el segundo caso se trata de una excusa “mínimamente excusable”, valga la redundancia, en el primer caso no deja de ser miserable que un país como el gigante teutón maquine con sembrar 200.000 hectáreas para biodiesel en Tanzania, un Estado de gran pobreza, a la vez que riqueza medioambiental (caso equivalente, como decimos, a la compra por la coreana Daewoo Logistics Corporation, de la mitad de la superficie cultivable de la isla de Madagascar, uno de los últimos enclaves donde pueden contemplarse ecosistemas vírgenes para la vida salvaje). Más allá del reparto de la riqueza, pues proyectos como estos parecen, prima facie, amenazar sobremanera a los pequeños agricultores (la gran mayoría de ellos sin título dominical alguno), debemos de centrarnos en una disyuntiva vital para la especie humana, la misma que un principio ya apuntábamos. Animales frente a desarrollo.

Una explotación responsable de las tierras africanas, de donde pudiera extraerse alimentos para terceros países (siempre y cuando se asegurara el suministro para los países explotados) podría estudiarse; si bien, el mero pensar en ello ya atenta contra la conservación de la vida salvaje de estos lugares. Pese a todo, llegados a este punto, a nadie se le debe escapar que en los Estados desarrollados, también en España, el propio “desarrollo” ha atentando en infinidad de ocasiones contra la biodiversidad, acabando con buena parte de las especies que antaño poblaron estas ricas naciones. Privar de “su derecho” a los países en desarrollo no es ético, sí que lo es, sin embargo, vigilar que terceros pretendan esgrimir la espada de la justicia distributiva para subyugar los países ricos en terreno cultibable, hoy en día, aconteciendo “ranchos” para el inversor coreano, japonés, saudí o alemán de turno.

Creo que el camino hacia la explotación de las tierras vírgenes es inevitable. Antes o después los lugares fértiles serán explotados, no sólo con el argumento de alimentar a los de nuestra especie, sino también con la expectativa de mantener el nivel de vida de los países desarrollados (y de todos aquellos que desean serlo algún día). La ciudad es un antónimo del campo, ello debe ser recordado. Pero bien cierto es que la vida urbana nos ha brindado, ya desde Mesopotamia, un caldo de cultivo para las ciencias, la técnica y la mejora en nuestras condiciones de vida. Visto todo esto, las especies en peligro de extinción parecen condenadas al abismo. Defendiendo siempre el superior valor del bienestar de las personas (no siendo tolerable la pobreza y hambre de miles de millones de seres), debemos asimilar una filosofía “ambiental” que nos permita hacer posible una conservación de aquellos animales a los que tanto amamos. Por mi parte, la solución se centra en un concepto, la idea de “patrimonio zoológico”.

No puede sostenerse, por más que se empeñe el movimiento ecologista más radicalizado, que los animales tengan derechos; pues “tener un derecho” implica un potencial sapiencial por parte del beneficiado, circunstancia, que hasta día de hoy, nos pertenece en exclusiva a los Homo Sapiens Sapiens. Sin embargo, parafraseando al inmortal Ihering, bien pudiéramos hablar de un “interés jurídicamente protegible”, en este caso, la biodiversidad global.
El futuro son las reservas, las grandes extensiones de parques naturales, nacionales y reservas de la biosfera. Una distribución del globo que reconozca la hegemonía humana, pero siempre supeditada al interés de conservar la Tierra y sus especies para quienes vengan después, o lo que es lo mismo, una solidaridad intergeneracional que nos lleve a preservar los animales en peligro de extinción. Es por ello, que los proyectos de protección de los animales son tan necesarios, no como una suerte de "reunión constituyente" reconocedora de derechos, sino más bien como proyectos de restauración, ideas conservacionistas que asimilen la Naturaleza con el Patrimonio histórico, pues a nadie se le debe escapar, la Historia Natural es un concepto que incluye a la genuinamente nuestra.

* Casos donde la intervención humana ha asegurado la pervivencia de especies "virtualmente extintas" son los del bisonte europeo y, muy notoriamente, el ñú de cola blanca (criado en reservas y granjas de Sudáfrica).

Enlace recomendado:
Imágenes:
En primer lugar, "Drawing of Nyassaland Wildebeest ((Connochaetes taurinus johnstoni), from "British Central Africa", Sir H. H. Johnston" (1903).
En segundo lugar, "The skyline of dubai from sheik zayed road" de Iardo, sujeta a GNU Free Documentation License.

sábado, 6 de diciembre de 2008

El Imperio calavera

Platón fue el sumo creador de un mundo de ideas. Por él pululaban caballos, yetis, uzbekos, parroquianos, gladiadores, futbolistas y malabaristas. Las gentes acudían a la discoteca, al Coliseo o los burdeles y clubes de ambiente. En aquel lugar no habían familias, sólo campos semánticos. El infinito saber eventual se representaba en ideas, nominalmente puras. La falta de profanación del templo sapiencial impedía que se hiciera mella en un mundo, por definición, ideal. Todo tenía una recreación terrena o una eventual salida en el Futuro, si es que no la había tenido ya, en el pretérito Pasado.
Como genuina entelequia, ésta tuvo su fin. Los de la contrada de la Cruz, haciendo honor al corporativismo de los de su campo semántico, sometieron a las ideas a esclavitud, y el recto camino se impuso, llamando al mundo ideal, Cielo. Como vieran que ello les parecía bueno, crearon a su vez el Infierno. Todo lo residual de entre lo completo fue a parar a este cajón de sastre del Demonio; fiel servidor inventado, persa a la vez que sagrado. No obstante, de entre todos estos campos, destacaba el de las ideologías. Una, la cristiandad, decidió monopolizar los cielos, sirviéndose de las caras de la religión, como si de un mismo fenómeno pareciera haber varios (Islam, hinduismo, judaísmo…). El resto de las ideas huyó al suelo. Como si de lozanas novatas se tratare, sin control, se dejaron fecundar por los humanos, pariendo seres perturbados, cosas malas, imperios…
El ser de la calavera entró entre las estalactitas de “kalagnikovs” y las quebradas de espadas, gladius y hachas incrustadas. Allá no crecían telarañas, sino que pendían medievales mazas. No había fuegos, sino hipocresía. Las “calles” de lamentos estaban pobladas por ladrones, estafadores, rufianes, contrabandistas, irreverentes y ministros. El lugar era fúnebre como el Hades, en gran parte, porque de ello se trataba. Calavera caminaba, con cigarrillo en boca. No sabía dónde se hallaba, pues era nuevo en el lugar, no podía hablar con nadie de los que le rodeaban, pues ninguno era de confianza.
Absorto en el whisky y su paquete de Malboro, rápidamente, el de la calavera se acercó a un fuego donde había un grupo asando patatas. El grupo era peculiar, pues cada cual tenía unos atributos y características tan detonantes como asonantes. Había uno con casco de legionario, túnica de lado a lado, calígulas en pies y traje trapero de esclavo. Otro no era del todo humano, tenía ojos orientales, efigie de centauro, con pies de caballo; en la espalda llevaba un curioso arco y de su barbilla colgaba una rala perilla. Dos de sus acompañantes, cada uno a un lado, rivalizaban con él en originalidad: pues uno de ellos enseñaba su palpitante corazón ensangrentado, mientras lucía penacho de quetzal y bebía chocolate caducado. Al otro lado del ser acaballado, un genuino ser de dos caras, de expresión anciana en una y faraónica en otra, hacia galas de superior, vistiendo alas en la espalda, y pies de león por zapatos. De entre todos, había dos especialmente curiosos. El niño adulto, con casco de león de plata y rizos de oro, de expresión un tanto sensual, y a la vez, amanerada y el espigado hombre de castizo acento, con lonchas de jamón por orejas, cantimpalo por nariz y quijotesco casco por segundo cráneo. La conversación que entre ellos tenían versaba sobre cómo habían conseguido la patata.
El de la toga decía no conocerla, a lo cual, el de las dos caras asentía. Ambos proponían cultivarlas manteniendo a mano de obra barata: endeudados, criminales, opositores, y en definitiva, esclavos; sólo que uno los prefería del detrito social y el bifronte por derecho divino. El de alma extremeña dijo que él las tendría que descubrir primero, para luego implantar entre los jornaleros, a lo que el centauro dijo que él no las quería ver, pues tenía mucho de carnicero, y las hierbas y tubérculos eran para tiempos de hambre. Calavera se sentó en un lugar, que aparentemente, tenía pre-asignado. Sentóse en él y abogó por conseguir copiosas cantidades de patata sometiendo a pueblos de los que no estaban representados. A todos les pareció curioso y, alguno incluso se sorprendió por la intervención del nuevo huésped.
A la reunión llegaron dos nuevos huéspedes. Uno leía Fausto mientras se tocaba el bigote con la otra mano, y el segundo llevaba botella de vodka por compañera, cuales dos amigos, en verdad, borrachos. Ellos no se sorprendieron tanto al ver al inquilino. Calavera por fin se congratuló de poder ver a quienes consideraba los Srs. Comunismo y Fascismo; gran decepción se llevó cuando se enteró de que tales, no eran sus nombres.
Calavera se vio, de repente, sumergido en un lugar fuera de sus reglas. Sentía que algo en su realidad había cambiado, que todo lo que veía no acontecía lo creído, y que lo soñado no parecía tampoco lo visto, sino lo deseado. Ambos parecían conocer las vestiduras del nuevo. Sobre su cuerpo llevaba una chaqueta negra con aires de militar, con un águila calva grabada en hilo barato. Su trasero se sponsorizaba por CocaCola y, de entre sus peticiones, dos de tres eran alcohol y tabaco. Para cerciorarse, los de acentos del Rhin uno, y de los Urales el otro, le preguntaron por su nombre, el de la calavera dijo que le podían llamar “Capital”, aunque en verdad, su verdadero nombre, fuere acompañado por un “ismo”. Todos empezaron a reír, pues el “ismo” era el “Expósito” de entre los de aquél lugar. El nombre utilizado por quienes no sabían su verdadero nombre. La pareja de tertulianos se sentó, con risa entrecortada. Saludaron al nuevo con acento tejano, presentándose como Rusia y Alemania, dos de los del grupo de “Imperios” que allá se reunían.
A él lo trataron por EEUU, él no se dio por aludido, pues su nombre era Capital, y en todo caso, Capitalismo. Pregunto al frío bebedor de vodka si conocía a un tal Comun, y él le contestó que tal era el nombre del hijo que pretendía tener, sólo que jamás había sido concebido. Todos los Imperios comenzaron a reír en el Infierno, riéndose de las gruesas, y tetudas, madres ideologías que a todos ellos parieron. El mongol trotaba de alegría, el romano se moría de risa. El español no paraba de dar en la espalda al azteca, y éste sonreía al niño adulto, para algunos Magno. Calavera cambio su Expósito por nombre real, y díose cuenta de que estaba muerte en el Infierno de los Imperios, y de que su nombre, era EEUU…
Primera imagen: Sodom and Gomorrha, a painting by en:John Martin (artist), died 1854, thus 100 years.
Segunda imagen: dibujo del prometedor, y notabilísimo, ilustrador, D. Rodrigo Martín Campo, de Mar de Plata, "lugar de buenas ensaladeras" ;-)