martes, 18 de agosto de 2009

El Señor de la Celtiberia

Aquel hombre siempre tenía ideas inteligentes de las que hablar. Fuere ante una carrasca, en su casa, en tiempos de guerra, o de paz, el sumo sacerdote siempre tenía alguna explicación convincente para todo aquél que supiera hacerle las preguntas pertinentes. Hace tiempo, cuando aún era un infante imberbe, recuerdo haberme sentado sobre el tocón de sabina sito en la puerta del sabio. Recuerdo que me encontró dibujando en el suelo la efigie de un buitre que sobrevolaba nuestro humilde castro del Hocincavero. Al viejo le llamó la atención el que estuviere dibujando tal y no otro animal; por ello, me invitó a entrar a su casa, diciendo que iba a contarme una historia sobre los orígenes de aquel ave, y de su sagrada función, en tanto que servidor de los dioses de la Celtiberia.
"Se dice que el dios de la luz, Lug, andaba un día preocupado. El hombre medraba por la tierra sin tener que rendir cuentas ante él, y eso le ponía en peor posición respecto al resto de los dioses. Lug, de ninguna de las maneras quería renunciar a ser la deidad principal, eligió al ave más poderosa de cuantas existieran y le abrió el estómago, de forma que siempre estuviera hambrienta. El buitre, pues ella era el ave elegida, se vio con la necesidad de comer cualquier cosa que se hallara en su camino. Se dice que un día, durante una de las muchas batallas que sacudían a la Celtiberia, un guerrero cayó muerto en mitad del campo de batalla. Su causa perdió, quedándose su cadáver a voluntad de los elementos. Un buitre que sobrevolaba el lugar, bajó a tierra. Lug aprovechó la ocasión para condicionar a los de su especie de por vida. En lo sucesivo, el buitre siempre estaría hambriento, y comería carroña siempre que se la encontrara.
Sin embargo, Lug no consiguió sus propósitos a la perfección. Cierto es que, al limpiar los cadáveres, el buitre subía el alma del difunto al Reino de los Cielos, ante Lug, pero también lo es que, al ser un ave condenada al hambre eterna, el buitre siempre comía, como si del último de sus días se tratara. Si, en un principio, con el ave, Lug había conseguido librar a la difunta carne mortal de la acción de los espíritus demoniácos (de las enfermedades y las pestes), cierto es que una parte del difunto quedaba siempre en tierra, pues el buitre debía vomitar parte de su alimento, con el afán de poder alzar el vuelo".
Al acabar este relato, el viejo sacerdote me miró fijamente. Me preguntó si había comprendido cuál era el papel del buitre en nuestro mundo. Lástima que, virtud de la fantasía, yo sea de tiempos antiguos, de tiempos de Celtiberia, cuando ante los indicios de realidad, la verdadera ciencia, siempre se acudía a la falsa, pero bonita, leyenda...
* Nota aclaratoria: la leyenda es un recurso lírico del autor, pese a que bien pudiera haber sido contada en tiempos de los celtíberos, cuando la "ciencia" era leyenda y mitología. Los comportamientos del buitre leonado, aquí mencionados, son ciertos. Lug era la deidad principal de los celtíberos, y a ella se brindaban los buitres, siendo comidos y "llevados" hacia la deida por estas aves. Testimonios de ello se tienen en la ciudad celtíbera de Tiermes.
En lo que a Anguita se refiere, los cadáveres de mulas, ovejas y demás bestias se dejaban en el "muladar" (en el Salidero, camino de los Altos). Se dice que el higado debía ponerse cara al sol, pues los buitres así lo olían y bajaban antes. Esta creencia es falsa, pues el buitre ve los cadáveres, dada su privilegiada vista.
Imagen: " Imagen de un Gyps fulvus (Gyps fulvus), un residente del Zoológico de Morelia, en el estado de Michoacán, México", obra de El Ágora, imagen sujeta a GNU Free Documentation License

4 comentarios:

Mayte Llera (Dalianegra) dijo...

Pues mira, Javier, este precioso texto de tu cosecha, escrito a modo de leyenda, nos ilustra no sólo las costumbres del buitre leonado, sino también la mitología celtíbera, para mí hasta ahora desconocida. Indagaré más sobre ella y sobre esa deidad principal, Lug. Y respecto a los buitres leonados, tuve la oportunidad de verlos, hace años, en la reserva natural y Parque Nacional de las Hoces del Duratón, en la provincia de Segovia, y confieso que me sentí fascinada al verles sobrevolar los cielos con esa majestuosidad que les caracteriza. Y para que veas las concomitancias entre culturas tan distantes en el tiempo y en el espacio, en el Tíbet también los difuntos son entregados al festín de los buitres. Un beso.

Dean dijo...

Llego de casualidad y me encuentro con un blog extraordinario. Me gusta.
Un saludo.

Dinorider d'Andoandor dijo...

Al margen de la razón y sus bemoles, siempre me han fascinado las leyendas y todo ese flujo de imaginación de la antigüedad sin televisión e internet.

El llano Galvín dijo...

Hola Javier!!
Precioso mito además de convincente; aunque sea una invención tiene bastantes visos de realidad. Me ha gustado mucho!!
Un abrazo!!