sábado, 4 de septiembre de 2010

"Centurión"

Este no es el principio de mi historia, ni tampoco el final”. Así empieza “Centurión”, película, dirigida por Neil Marshall, que nos traslada a la época del Emperador Adriano, cuando Roma decidió construir el célebre muro, renunciando a luchar más con los temibles pictos. Michael Fassbender (Centurion Quintus Dias) es tomado como prisionero al caer su guarnición, logra escaparse y enrolarse en la 9ª Legión (que si bien dice tener 3000 miembros, en la película no aparecen ni 30). Víctima de una traición, los legionarios son barridos por las tribus pictas, sobreviviendo sólo un grupo de soldados (que en lo sucesivo intentarán, primero salvar a su general (hecho preso), y segundo, salvarse a sí mismos). La “compañía” de supervivientes, tal y como afirma la crítica, recuerda en exceso a la de Frodo en "El Señor de los Anillos".
El presupuesto del film es comparativamente bajo, y a una muy buena puesta en escena (con geniales paisajes) no le acompaña un detallismo realista, aproximando a la película, peligrosamente, al cada vez más típico género de película histórica de acción (¿se acuerdan de la última sobre “El Rey Arturo”?). Aparentando tener acciones en “tomatera británica”, la película abunda en sangre, tripas y demás repugnancias, queriendo dotar de realismo a la acción (so precio de asimilar la partición de cabezas a la de calabazas). Sin embargo, es precisamente algo relacionado con este aspecto lo que no sólo "salva" a la película sino que la convierte en algo "digno de ver".
Continuando con las tendencias de los últimos tiempos, los soldados de “Centurión” se alejan claramente de los “militares poetas” de los antiguos filmes de Charlton Heston, mostrando los horrores de toda guerra con una crueldad, en ocasiones excesiva. Los excesos en uno y otro bando no dejan de ser una crítica a las guerras en su totalidad. Mujeres violadas, niños asesinados... las “hazañas” de romanos y pictos recuerdan, no gratuitamente, a las de estadoudinenses e iraquíes. El Centurión Quintus Dias se ve traicionado, junto con sus tropas, por la bellísima Olga Kurylenko (Etain en la película), quien, en un principio, estaba enrolada con los romanos (pese a ser de origen picto). La biografía imaginada de Etain es elocuente. Sus padres, pictos, fueron torturados por las tropas del Imperio (su padre cegado, su madre violada, y ella violada, a la vez que le cortaron la lengua para que jamás pudiera contar lo sucedido). Los excesos recuerdan, y mucho, a los cometidos por los militares en la vieja Mesopotamia, actual Iraq... Si bien es cierto que en “Centurión” los personajes son retratadas muy deficientemente en cuanto a su psicología, no deja de serlo menos que la “moraleja” de la película es encomiable y necesaria.
Después de ser traicionado por una rastreadora picta y de sufrir el hostigamiento de un comando picto dirigido por la misma traidora (motivado por el asesinato, en represalia, del hijo del jefe por parte de un romano), nuestro centurión es, en última instancia, traicionado por los romanos. Primero por su Emperador, quien retira la frontera al célebre muro que ostentará su nombre, luego por los guardias del mismo (que dispararán a uno de los supervivientes, cuando éste se acercaba al muro, jubiloso, tras pasar todas las penurias posibles), y por último, por el político romano destinado a la región (quien ve en los supervivientes de la 9ª un peligro para su honra y méritos). El final es previsible, el centurión es el único superviviente y encuentra su amor en la hermosísima Imogen Poots (Arianne), quien había sido antes repudiada por los pictos, al considerársele una hechizera.
Después del éxtasis de sangre y malos hábitos, “Centurión” nos conduce a una reflexión final: el peligro de las identidades no individuales. Nuestro matrimonio final nos hace ver las incongruencias, excesos y demás aspectos para la repulsión, tanto entre los pictos como entre los romanos. En la película se hace mención, en muchas ocasiones, de lo poco que vale una vida humana (sea de un esclavo o de un picto que la pierde buscando vengar al hijo del jefe). Ideas como “en la Guerra mueren hombres y no políticos” se suceden, la crítica es obvia.
La solución, si bien previsible, me parece muy poética. Ambos enamorados (el romano y la picta) renuncian a su “nacionalidad” enfrentada en pro del amor. Nuestro soldado, incluso, afirma irse a “su lugar” cuando planta a los romanos (que han intentado asesinarle a traición) para acompañar a su amor. Las identidades son individuales e intransferibles, jamás colectivas. Las guerras por ideales no son tales, sino instrumentos por los que los dirigentes “juegan” y “cotizan” en el “mercado del Poder y la geoestrategia”. Quizá, si bien sea pedirle mucho a la película, la cuestión clave que se plantea sea la siguiente... ¿acaso no es el mayor misterio de la Humanidad el porque jamás se extinguen las guerras?
Vayan a ver esta película y reflexionen sobre estas ideas. Eso sí, no la vean en más ocasiones, la sangre ofende, más que ilustra.

2 comentarios:

Hashiko Sam dijo...

Hola que tal, ¿cómo te estás?, felicidades por el excelente blog que administra.
Quisiera poder contar con él en mis blogs, para que mis visitantes
puedan conocerlo, ya que sería de mucho interés para ellos.
Si está de acuerdo, por favor escríbame a manganimemaster@gmail.com

Dinorider d'Andoandor dijo...

tendré que verla