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Recuerdo ver hace unos
días otra de las joyas a las que nos tiene acostumbrados BBC Nature, “Siete mundos, un
planeta”. En su capítulo referente a Australia, precisamente
un casuario abre el documental con una impactante secuencia en la
que se muestra a un formidable ejemplar paseando por el
litoral marítimo. Sus pisadas parecen sacadas de Parque Jurásico y
de hecho, su aspecto bien se parece al de un dinosaurio. Que no es un
dinosaurio lo dicen las clasificaciones hechas por la ciencia humana,
pero no su cuerpo, su comportamiento, ni mucho menos, su aspecto.
Desde un punto de vista continuista, y siguiendo las más estrictas
leyes de la herencia genética, el casuario camina como un
dinosaurio, se comporta como tal, muy seguramente se expresa como sus
primos, pero, efectivamente, la ciencia nos dice que no es un
dinosaurio.
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Cambiando de escenario, y
para el lector quizá irracionalmente de coordenadas, ahora les
propongo visitar Grecia, la antigua Mistrá. Se trata de una antigua
ciudad-fortaleza sita en el Peloponeso a escasísimos kilómetros de
la legendaria Esparta. Allí residieron los aristócratas bizantinos,
déspotas, que en términos formales representaron los últimos
baluartes del Imperio Romano. Mistrá fue conquistada por los
otomanos años después de la caída de Constantinopla, sin
embargo, la tradición afirma que “la última Roma” cayó en
1453, con la toma de la antigua Bizancio. En verdad, formalismos al
margen, es evidente, no sólo para el viajante, que todo lo
perteneciente a Bizancio en la segunda mitad de la llamada Edad Media
es “escasamente romano”.
Cuándo cayó Roma o
cuándo desaparecieron los dinosaurios no son fechas o momentos
unánimes ni determinables con exactitud por la ciencia, pues siempre
van a depender de criterios humanos, y por ende, subjetivos. Y lo que
es más importante, de cuáles sean nuestros prejuicios y
convicciones. Puede que llegue el momento en que el causario sea
considerado como un dinosaurio moderno, y que nos demos cuenta de que
estos grandes animales no desaparecieron en su integridad de un día
para otro. Puede también que algún día nos percatemos de que Roma
en sí no desapareció tampoco completamente jamás, y que
“simplemente” se reconvirtió y transformó en nuestra
civilización, tras mil golpes y cambios de remo.
Los imperios, sean éstos
animales o humanos, se resienten ante las grandes catástrofes y la
historia de nuestro planeta nos muestra que hay pocas apocalipsis
peores que los cambios climáticos. El hombre acelera pero no crea un cambio climático,
salvo que Greta demuestre la existencia de marcianos malintencionados
en tiempos de T.Rex, pero, reflexiones climáticas a un margen, hay
algunos asuntos sobre los que debemos reflexionar.
Si del fin de los
dinosaurios medraron pequeños mamíferos y del fin del Imperio
Romano pequeños Reinos... ¿con la actual crisis global también nos
empequeñeceremos? Sí, no estoy obviando a los nacionalismos.
Imágenes:
1) Casuario (Commons)
2) Detalle de Mistrá (foto del autor).
3) Detalle del célebre mosaico de Justiniano, en San Vital (Rávena) (foto del autor).
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