Un joven Marco Aurelio que viaja en el tiempo encuentra a un Rutiodon (fitosaurio del Triásico) que habla. El joven Marco representa al estoicismo más genuino, a la vez que el temperamento de la juventud; El Rutiodon es la metáfora de un viejo espécimen víctima del tiempo y además un escandaloso disparate puesto que él habla, y los animales no lo hacen.
El Rutiodon hace más de 200 millones de años que dejó de habitar el planeta Tierra y el emperador Marco Aurelio murió en 180 d.C. pero en esta situación solamente es un futuro emperador, un proyecto de César. Rutiodon es el más genuino de los fitosaurios, un reptil carnívoro parecido al cocodrilo, aunque de diferente familia; un caso singular de evolución convergente. El animal encarna en el diálogo lo inescrutable de la Naturaleza y el romano el intento humano de raciocinio. Una vez presentados así los contrincantes, enmarcados en el triásico escenario, imaginemos el diálogo:
"El joven romano se preguntaba qué hacía él dentro de aquella húmeda caverna, de aquella platónica covacha donde sólo se hallaban él y un peculiar reptil semejante a un cocodrilo. El primer sentimiento de Marco fue de alerta. Los dientes “frontales” y laterales del tecodonto le hacían dudar acerca de su seguridad. Todo se calmó cuando el esperpéntico animal comenzó el discurso.
-Estás ante mí, como jamás podrías haber estado. Soy alguien que sólo existe en la dimensión fantástica, la misma en la que tú medrarás, una vez cumplas tu circunstancia.
Marco quedose dubitativo. –El perseguir imposibles es locura. Y es imposible que los malvados no cometan tales acciones.
Rutiodon constató la sabiduría del autor de las Meditaciones, le contestó si el pensaba, en verdad, que ganaría su vientre beneficio alguno alimentándose de un sabio escuálido en tierra de especies, tan titánicas como ignorantes. Marco pensó y se calmó. El animal hablaba, cosa imposible, y él se hallaba en un lugar nada probable. Rutiodon continuó.
-Ambos estamos en un escenario dibujado por nuestro creador escriba. Estamos aquí para comparar lo eterno de tu doctrina, con lo cambiante de nuestra historia natural.
-¿Por qué razón las almas incultas e ignorantes han de perturbar el alma cultivada y sabia?.- Enmendó el inexperto imberbe.
El fitosaurio esperaba esa contestación, pues así está escrito. Sin enojo, intentando subyugar al imperioso carácter del lozano César, Rutiodon siguió su monólogo a dos, dando forma a nuestro imposible.
-Parezco un cocodrilo, pero no lo soy. Mis descendientes desaparecerán del árbol evolutivo de la vida. Otros, ahora “lagartos de considerable tamaño”, se adaptarán hasta conseguir, una vez más, mi forma para la biodiversidad de este planeta. Yo viviré este período, ellos vivirán hasta los tiempos humanos, sobreviviendo a los dinosaurios. ¿Dónde residen las ideas inmutables, joven Marco, y porqué, siendo todo perecedero, yo vuelvo a surgir en la imaginación de quien escribe, y tú, vienes a su recuerdo?
Marco Aurelio se quedó un tanto confuso con la pregunta. No había leído a Darwin, ni mucho menos “El gen egoísta”. Sus ideas se basaban en Frontón y Epicteto, y ninguno de ellos había sido “invitado” al debate. – El movimiento de los átomos corre hacia arriba, hacia abajo, circularmente. Pero el curso de la virtud no está sujeto a ninguno de estos giros. Tiene, más bien, un no sé qué de divino, de modo que hace su jornada por una órbita difícil e incomprensible.
-Mmmm –murmulló el fitosaurio- Piensas cristianamente sin serlo, obvias la evolución y respondes con los inmutables. Sin embargo, sigue mi pregunta en el aire, ¿Por qué surgirá de nuevo mi “modelo evolutivo”, si yo sostengo que no hay nadie en el Cielo, y tú no te consideras “cristiano”, pese a dejar entrever sus doctrinas?
Aurelio no supo qué decir, aquello que había oído de la evolución, en boca del reptil, no le convencía; pero el miedo a ser cristiano le horripilaba.
El sueño acabó y todos volvieron a sus aposentos de la dimensión de Fantasía".
Efectivamente, pese a que Marco Aurelio (cuyas respuestas son todas frases escogidas de sus “Meditaciones”) no era cristiano, pensaba en lo efímero e irrelevante de nuestra terrena existencia singular. En contraposición a sus postulados, ¿cómo es que a él lo recordamos como algo “vivo”, ni que sea en el pensamiento?
Rutiodon es alguien que jamás pensó, como tampoco lo hizo ningún taxón animal hasta nuestra aparición como especie. ¿Es la inteligencia la prueba de Dios? ¿O el Caos se manifiesta en ella porqué no podemos resolver, por más que queramos, la existencial pregunta?
Sólo una moraleja se me ocurre. Rutiodon y Marco Aurelio surgen de unas mismas letras escritas por una misma persona; yo mismo. Si no hubiere pensado en ambos, ellos, seguirían siendo “un poco más” de nada. El hecho de que queden en libros y pensamientos, no los hace desaparecer. Sin embargo, habitan un mundo que es eterno, pero, al mismo tiempo, exclusivamente humano.
No se me ocurre que jamás algún animal pueda redescubrir los fósiles de Rutiodon y ponerle nombre, tal y como hemos hecho los humanos. ¿Somos imagen, o los propios Dioses? ¿Es la consciencia lo que nos hace humanos? ¿Aquella “droga sapiencial” que nos hace “parecer ser” diferentes al resto? Quizá Rutiodon y Marco Aurelio pudieran concluir esta frase, esta reflexión, de ficticio común acuerdo.
Primera ilustración: Rutiodon ("Machaeroprosopus") validus de dmitrchel@mail.ru. GNU Free Documentation License