“La vida es un arbusto que se ramifica copiosamente, y que es continuamente podado por el torvo segador que es la extinción, no una escala de progreso predecible. La mayoría de la gente puede saber esto como una frase que hay que pronunciar, pero no como un concepto arraigado en el profundo interior de la comprensión. De aquí que continuamente cometamos errores inspirados por la fidelidad inconsciente a la escala del progreso, aun cuando neguemos explícitamente una concepción de la vida tan inhabilitada”.
Stephen Jay Gould, “La Vida Maravillosa” (1989).
Definitivamente, un buen libro es aquél del cual puede extraerse una idea interesante. Siguiendo la lógica de esta opinión, creo poder afirmar que “La vida maravillosa” del difunto Stephen Jay Gould, es uno de los libros que, últimamente, más ha cambiado mis opiniones, y, sin lugar a dudas, más intensamente me ha hecho reflexionar. Ya desde sus primeras líneas, Gould ayuda a derogar aquellas ideas preconcebidas que tanto han condicionado nuestra inmersión en el mundo científico, en general, y en lo que a teoría evolutiva se refiere, en particular.
“La marcha del progreso es la representación canónica de la evolución: una sola imagen es inmediatamente captada y visceralmente comprendida por todos. (...) La camisa de fuerza del avance lineal va más allá de la iconografía, hasta la definición de evolución: la palabra en sí misma se convierte en un sinónimo de progreso. (...)”. Espectacular. Contundentemente, Gould nos hace entrar en razón, viendo cuán insensatas son todas aquellas recreaciones geográficas en las que se nos representa al hombre como la “creación de Dios” o, más en el ámbito de la ciencia estricta, como el eslabón más complejo y mayormente desarrollado de una larga deriva evolutiva.
No hay lugar a dudas de cuál es la especie hegemónica sobre la faz de la Tierra. Desde luego. Sin embargo, no podemos pretender ser una especie única, en tanto que el resto de las existentes, habidas y por haber, acontecerían un grupo uniforme titulable como "el resto". La complejidad es una constante, no un proceso. El alto índice de variabilidad, en lo que a biodiversidad mundial se refiere, debe tanto a las grandes extinciones (como dijera Gould), como a las propias soluciones que buscan los organismos con el afán de superar las hostiles complicaciones del medio. Una biodiversidad más o menos elevada dependerá de lo variado de los ecosistemas existentes, pues ambos conceptos son directamente proporcionales.
Históricamente, un frecuente error en el que incurre nuestra sociedad es el de considerar a los dinosaurios como seres arcaicos, animales de “modelo anticuado” que por el cambio de “moda ecológica”, quedaron desfasados. Obviamente, la supervivencia de las aves, en tanto que taxón evolutivo de los mismos, justifica el error; sin embargo, no podemos decir que ya en el Mesozoico no hubieran especies de lo más diversas, actas, y, por qué no decirlo, complejamente ligadas a su ecosistema.
Hace unos días, el Royal Tyrrell Museum de Alberta (Canada) dio a conocer los fósiles de Albertonykus borealis, uno de los más pequeños dinosaurios que se conocen. Su tamaño se asemejaba al de un pollo, teniendo una figura esbelta, parecida a la de las aves. De hecho, los alvarezsáuridos (taxón al que pertenece el animal) antaño fueron considerados como una familia de aves prehistóricas. A pesar de los exiguos restos que se conservan, los científicos canadienses (tras tener durante 6 años escondidos los huesos) han constatado que, por el hallazgo de madera carcomida cerca de los fósiles, podemos llegar a afirmar que Albertonykus era una suerte de tamandúa, u oso hormiguero, del Mesozoico.
Curioso descubrimiento por dos motivos. En primer lugar, por el tamaño se rompe la “lógica” preconcebida de que todo dinosaurios debe ser grande; en segundo lugar, se descubre un dinosaurio tan o más especializado que algunos de los hoy existentes. Definitivamente, el Alvarezsáurido (nada que ver con los actuales descendientes de Álvaro) da la razón a Gould. Los animales se extinguen por cambios en el medio, por extinciones, generalmente en masa, no por su arcaísmo, ni por ser víctimas de un eterna camino hacia el progreso.
Segunda imagen: "Juvenile Alioramus remotus" de Fabio Pastori
Mundo Troodon se une a nuestra lucha contra el creacionismo enseñándonos este genial vídeo:
8 comentarios:
Tú lo has dicho Fujur. Solo hay que ver a los cocodrilos. Tienen un diseño tan arcaico como el de los dinosaurios, y siguen luchando con exito desde que aparecieron
Estetica diseño, o simplemente utilidad.
gran post, Fujur...!!!!!!!!!
Sin duda en romper los estereotipos está el acierto de la ciencia. No sabes como odio con toda mi alma a quienes toman el nombre de los dinosaurios en vano, poniendolos como sinónimo de arcaico... jeje...
Grande Gould, por siempre en la memoria de los hombres de ciencia, que contribuyeron a ampliar nuestro conocimiento ;)
Que bueno que recomiendes este libro tan magnífico.
si algo antiguo funciona, adelante!
cada quien con su tiempo, es muy prejuicioso juzgar al pasado sin posicionarse antes en 360 grados en el pasado. Los dinosaurios son criaturas que nunca dejan de sorprendernos.
ah, y en sentido estricto aún sobreviven por medio de las aves así que desde ya son un grupo de lo más exitoso.
"La vida es un arbusto que se ramifica..."q cierto!
Interesante posteo.
Por cierto me hizo gracia ver la imagen de trilobites...estudiados por mi persona en mas de una ocasion..jur jur.
Saludos falsamente complejos ;)
Muy interesantes tus observaciones, como siempre.
Por cierto, tengo pensado postear sobre Albertonykus dentro de muy poco, espero que este al gusto de los visitantes.
¡Un gran saludo, Fujur!.
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