Dejando la espesura del mangle, Zalakin se dirigió hacia los bosques del monte, en busca del gran sauce llorón, hogar del sabio emplumado. Pasando por hocines cargados de carrascas, angostos poblados por coscojas y acebos, Zalakin se fue acercando a un valle repleto, primero de quejigos, luego de hayas, moreras, e incluso, alguna que otra higuera. Por los bordes del río Mercurín se alzaban sargas centenarias, abedules de merengue, y algún que otro roble descarriado. Siguiendo sus meandros, Zalakin ascendía el curso del río tal y como su abuelo le había indicado. Recordaba, tal cual, sus palabras: "Tras la tercera hoz, en el séptimo giro del joven río, hallarás un sauce longevo. ¡Grita a viva voz tres de los nombres del Cielo, y el gran sabio aparecerá emplumado en su vestido!".
Zalakin continúo habriéndose paso entre los juncos. La espesura de aquella ribera era proverbial, sobre ella revoloteaban mosquiteros, abejarucos y algún que otro lorito carmesí. Como si de un cuadro del Impresionismo se trata, los colores del bosque tan pronto aparecían como se difuminaban entre los haces de luz, que por aquel verano, eran tan copiosos como intensos. Zalakin se fijaba en todos y cada uno de los árboles que iban apareciendo a ras de río. No tardó mucho en localizar un gigantesco organismo milenario, de nomenclatura llorón, aún debiendo sentirse orgulloso de su longevidad, ¡tan bien lograda!.
¡Tengri, Olimpo, Khala!. Tras los gritos del joven duende un silencio se impuso en la atmósfera. Sólo un agudísimo andar de púgil de poco peso parecía romper aquel ambiente sepulcral. Saliendo del centro de un gran ojo horadado en el tronco del árbol, apareció un búho cornudo de reverencial aspecto. El ave no aparentaba haber nacido ayer; sus plumas tenían el acabado de la nieve, asemejándose a curiosas canas, cuales copos de blanca nieve. El pico, curvo de rapaz, era gordo, pareciendo tratarse de un gigantesco gancho jamonero. Sus orejas, altas y corpulentas, parecían hacer las veces de una parabólica, quizá teniendo el objetivo de corroborar todo aquello referente a un mundo, sobre el que el ave no parecía saber poco. A Zalakin le sobresaltó que ese búho hablara con semejante tono. Sólo al escuchar sus primeros "cantos de saber" supo el joven que se trataba de aquél a quien buscaba.
-¿De qué fuente manan los gritos que irrumpen en mi merecido sueño? -dijo el búho con una mueca de curiosidad, por lo real "típica", al tratarse de una rapaz nocturna.
-Mi nombre es Zalakin. Mi abuelo me envía en busca de preguntas, pues dice que eres tú uno de los sabios que mejor conoce los misterios de este Mundo.
-¿Qué misterio perturba tu intelecto joven duende? ¿Acaso sigues la búsqueda de Gilgamesh, la misión de todo héroe que busca el Cielo?
Sabiendo que el búho le había adivinado su mayor inquietud, Zalakin no supo resistirse a felicitar al ser por su certera intuición aviana, previa petición de saber cómo le había leído el pensamiento.
-¿Acaso no has mencionado tres veces al Cielo? ¿Qué mayor motivo que el querer transcender en lo terreno, hasta el Fin de los Tiempos, para mencionarlo con tanta insistencia?
-Mi abuelo así me dijo que hiciera, reverendo Sabio. -Continúo Zalakin.
-¿Creo que no te has dado cuenta de que yo soy siempre quien pregunta, verdad? ¿Acaso no ves que siempre busco la proverbial prolepsis? ¿Conseguir que yo encuentre la pregunta correcta no te ahorra el camino hacia tu respuesta?
Zalakin asintió, las palabras del búho comenzaban a parecerle charlatanería barata.... Y su paciencia, aun siendo fantástica, comenzaba a menguar.
-¿No has pensado que, tal vez, preguntas cosas sobre las que nadie sabemos? ¿Cómo, sino, desde Sumer, Roma, Bizancio o Inglaterra nos lo seguimos preguntando? ¿Acaso no nos podemos conformar con saber que el alma es recuerdo y la carne abono para lo que, en lo venidero, será materia viva?
Zalakin, desconsolado, observó al búho como si de la encarnación del terreno Führer se tratara. Le había levantado todos sus miedos, siendo su mente pasto libre para los espectros de la angustia.
-¿Tal vez te preguntes por qué la Muerte es irracional? ¿Por qué Hades, Tengri, Dios, Alá o las parcas no ponen límite a este vehículo sin rumbo ni volante por le que ser controlado? ¿Por qué nadie nos asegura que las líneas que nos han creado vayan a perdurar, más allá de la vida de un triste blog? ¿Acaso tu mente imperfecta no se da cuenta de la imperfección del conocimiento humano? ¿Acaso no tienen todos los seres ansiedad, ritmos vitales, circadianos... mecanismos por los que estar siempre alerta, y aún así, jamás llegar a alcanzar la perfección de la seguridad absoluta?. ¿Tal vez te decepcionan mis impresiones? ¿Tal vez te has dado cuenta del lado negro de la tortilla metafísica, aquella a la que llamamos "Vida"? ¿No deberías renunciar a sus causas, y luchar por alcanzar la perfección, la dicha, aquello que nos hace tener conciencia entre el Caos, sueños entre mentiras?.
Zalakin continúo habriéndose paso entre los juncos. La espesura de aquella ribera era proverbial, sobre ella revoloteaban mosquiteros, abejarucos y algún que otro lorito carmesí. Como si de un cuadro del Impresionismo se trata, los colores del bosque tan pronto aparecían como se difuminaban entre los haces de luz, que por aquel verano, eran tan copiosos como intensos. Zalakin se fijaba en todos y cada uno de los árboles que iban apareciendo a ras de río. No tardó mucho en localizar un gigantesco organismo milenario, de nomenclatura llorón, aún debiendo sentirse orgulloso de su longevidad, ¡tan bien lograda!.
¡Tengri, Olimpo, Khala!. Tras los gritos del joven duende un silencio se impuso en la atmósfera. Sólo un agudísimo andar de púgil de poco peso parecía romper aquel ambiente sepulcral. Saliendo del centro de un gran ojo horadado en el tronco del árbol, apareció un búho cornudo de reverencial aspecto. El ave no aparentaba haber nacido ayer; sus plumas tenían el acabado de la nieve, asemejándose a curiosas canas, cuales copos de blanca nieve. El pico, curvo de rapaz, era gordo, pareciendo tratarse de un gigantesco gancho jamonero. Sus orejas, altas y corpulentas, parecían hacer las veces de una parabólica, quizá teniendo el objetivo de corroborar todo aquello referente a un mundo, sobre el que el ave no parecía saber poco. A Zalakin le sobresaltó que ese búho hablara con semejante tono. Sólo al escuchar sus primeros "cantos de saber" supo el joven que se trataba de aquél a quien buscaba.
-¿De qué fuente manan los gritos que irrumpen en mi merecido sueño? -dijo el búho con una mueca de curiosidad, por lo real "típica", al tratarse de una rapaz nocturna.
-Mi nombre es Zalakin. Mi abuelo me envía en busca de preguntas, pues dice que eres tú uno de los sabios que mejor conoce los misterios de este Mundo.
-¿Qué misterio perturba tu intelecto joven duende? ¿Acaso sigues la búsqueda de Gilgamesh, la misión de todo héroe que busca el Cielo?
Sabiendo que el búho le había adivinado su mayor inquietud, Zalakin no supo resistirse a felicitar al ser por su certera intuición aviana, previa petición de saber cómo le había leído el pensamiento.
-¿Acaso no has mencionado tres veces al Cielo? ¿Qué mayor motivo que el querer transcender en lo terreno, hasta el Fin de los Tiempos, para mencionarlo con tanta insistencia?
-Mi abuelo así me dijo que hiciera, reverendo Sabio. -Continúo Zalakin.
-¿Creo que no te has dado cuenta de que yo soy siempre quien pregunta, verdad? ¿Acaso no ves que siempre busco la proverbial prolepsis? ¿Conseguir que yo encuentre la pregunta correcta no te ahorra el camino hacia tu respuesta?
Zalakin asintió, las palabras del búho comenzaban a parecerle charlatanería barata.... Y su paciencia, aun siendo fantástica, comenzaba a menguar.
-¿No has pensado que, tal vez, preguntas cosas sobre las que nadie sabemos? ¿Cómo, sino, desde Sumer, Roma, Bizancio o Inglaterra nos lo seguimos preguntando? ¿Acaso no nos podemos conformar con saber que el alma es recuerdo y la carne abono para lo que, en lo venidero, será materia viva?
Zalakin, desconsolado, observó al búho como si de la encarnación del terreno Führer se tratara. Le había levantado todos sus miedos, siendo su mente pasto libre para los espectros de la angustia.
-¿Tal vez te preguntes por qué la Muerte es irracional? ¿Por qué Hades, Tengri, Dios, Alá o las parcas no ponen límite a este vehículo sin rumbo ni volante por le que ser controlado? ¿Por qué nadie nos asegura que las líneas que nos han creado vayan a perdurar, más allá de la vida de un triste blog? ¿Acaso tu mente imperfecta no se da cuenta de la imperfección del conocimiento humano? ¿Acaso no tienen todos los seres ansiedad, ritmos vitales, circadianos... mecanismos por los que estar siempre alerta, y aún así, jamás llegar a alcanzar la perfección de la seguridad absoluta?. ¿Tal vez te decepcionan mis impresiones? ¿Tal vez te has dado cuenta del lado negro de la tortilla metafísica, aquella a la que llamamos "Vida"? ¿No deberías renunciar a sus causas, y luchar por alcanzar la perfección, la dicha, aquello que nos hace tener conciencia entre el Caos, sueños entre mentiras?.
Ilustraciones:
1) Cuadro de Claude Monet: "Sauce llorón".
2) Heubach_Eurasian_Eagle-owl
3) "Death and the Gravedigger" de Carlos Schwabe.