A mi ver el mayor lastre actual, tanto a nivel español como europeo, no son los políticos tanto como las instituciones. Por más que cambien “caras y bigotes” en el fondo se respira incompetencia e incultura, por lo que quizá fuera más productivo comenzar a hablar de “instituciones” y no de “nombres”. Definitivamente, creo que esta crisis es el momento ideal para una profunda reforma de nuestro país, y tal vez, también de Europa (como ya habrán podido comprobar, este post es producto de un ejercicio personal de confesión de ideas, sin mayor pretensión que ello, más siendo un profano en economía y en otras tantas ciencias).
Ojalá la reforma constitucional, tan presente en los discursos políticos actuales, se lleve a término. Obviamente, los peligros de tocar la “norma normarum” están ahí, destacando, para la clase dirigente, el miedo a que se pudiera elegir “otro” sistema político, o mejor dicho, otra organización. En la España actual sobran autonomías, y faltan territorios para volver a ser un país rentable en potencia. Es mi opinión, la España “grande y única” no tiene futuro, menos, aún, que la España “cúmulo de reinos taifas”.
Siguiendo a personalidades de la talla de Saramago o Unamuno, creo que puede ser el momento de pensar en Iberia. Geográficamente la Península Ibérica es una unidad geográfica, que se separa del resto de Europa por la cordillera de los Pirineos. El Miño, el Duero, el Guadiana o el Tajo son todos ellos ríos íberos, que nacen en España, para desembocar en Portugal, sin lugar a dudas, metáfora ribereña de cuál es el futuro, en cualquier caso compartido, de ambos Estados. Muy expresivamente, tras ganar las elecciones de 2005, el actual Primer Ministro luso, José Sócrates, exclamaba: “¡La prioridad es España; luego España, y después España!”.
A todos los factores que unen a ambos países debieran unirse algunos datos, antes de formarnos un juicio sobre la conveniencia de unir a ambos países. Una información aparecida en “Terra Noticias”, el 27 de Septiembre de 2009 nos ilustra acerca del “potencial” que tendría este hipotético país: “El resultado de una Iberia unida resultaría en el país más grande de la Unión Europea en extensión (el tercero en Europa tras Rusia y Ucrania), el quinto en población (casi 60 millones de habitantes, rozando el número de habitantes de Francia, Reino Unido e Italia) y una potencia lingüística hispano-lusa (608 millones de personas) sólo superada por los 1.000 millones de chinos que hablan mandarín”.
¿Y por qué no? Más de un 40% estarían a favor de esta unión, la mayor parte de las internacionales sitúan una filial “ibérica”, Telefónica y demás empresas dominan sus respectivos mercados, GALP cada vez expande más sus gasolineras por suelo español. ¿Miedos a Yugoslavia? ¿No es España un país, ya, lo suficientemente diverso? Imagínense un lugar del mundo donde las lenguas convivieran en paz, donde una eficaz administración descentralizada diera eficiencia, y nervio, a una economía, cuasi siempre, menospreciada. Si las “antiguas colonias”, con Brasil a la cabeza, cada vez unen más puentes entre ellas (el castellano ya es oficial en la Patria de la Amazonia), ¿por qué no las antiguas metrópolis? Tal vez esto ayudara a recuperar “el patriotismo” de dos países cada vez más perdidos, a diferentes intensidades, en unos mismos problemas.
Claro que habría que “ceder” en muchas cuestiones. La Corona no tendría razón de ser (escollo importante para este proyecto, sin lugar a dudas), y la capitanía del nuevo Estado tal vez debiera dividirse al “estilo holandés”. Como dijera Maragall en su momento, ¿por qué no podría estar el Senado en Zaragoza? A lo que añado yo, ¿y el Parlamento en Madrid, y el Gobierno en Lisboa?. Por qué no refundar un país donde las antiguas potencias medievales, Portugal, Castilla y la Corona de Aragón, “volvieran” en una versión actual.
Los nacionalismos cederían, de alguna manera. El nacionalismo centrípeto ante la fuerza, ya no sólo de Cataluña y el País Vasco, sino también de Portugal. El nacionalismo periférico perdería razón de ser, pues el nuevo “hijo político”, sería producto necesario del mestizaje.
Si las crisis son para reflexionar... ¿¡Por qué no se iba a poder soñar!? Los inicios de un movimiento, sobretodo en Portugal, se han configurado. ¿Hasta dónde llegará?
Primera imagen de Małgorzata Kaczor