sábado, 24 de julio de 2010

Reflexiones kosovares

Más allá de una eventual llegada del hombre a la Luna, del descubrimiento de la energía nuclear o del auge de la informática, con casi total seguridad, el descubrimiento del genoma humano es el hito científico por excelencia de nuestro tiempo, a la vez que filosófico. Este descubrimiento constituye, en sí mismo, un re-descubrimiento del homo sapiens sapiens como especie única. Atrás quedan las asimilaciones de los hunos de Atila con centauros, o de los pigmeos africanos con monos, la especie humana es una, por más que difiera en rasgos. Los movimientos de exclusión social de grupos “étnicos”, siempre políticamente interesados, no han sido inmunes a estos cambios científicos.
Sabino Arana, padre del Partido Nacionalista Vasco (PNV), examinó diferentes cráneos en busca de una “especificidad vasca” fundada en la diferencia racial. Xabier Arzalluz (conocido por sus simpatías juveniles con el movimiento hitleriano) daba eco en los años noventa de una investigación científica, a la postre defectuosa, que vinculaba a los vascos con un Rh negativo singular. Los motivos biológicos (las leyes “naturales” siempre han sido más inmutables que las “jurídicas”) siempre han sido buscados cual “Sagrado Cáliz”, pues, en sus sueños excluyentes, serían la pétrea base para una política de la diferenciación.
Dicho esto, la etnificación no es un fenómeno exclusivo de los tiempos actuales. Todos hemos oído algunos de los múltiples nombres de tribus bárbaras que otrora acosaron las fronteras del Imperio Romano. Gépidos, Ostrogodos, Visigodos, Sármatas, Vándalos, Ávaros, Alanos, Hunos... la lista es cuasi interminable, más si hacemos casos a subdivisiones (Hunos negros, hunos blancos...) y consideraciones de “clanes”. Estudios científicos demuestran que buena parte de estos pueblos ni tan siquiera tenían diferencias “raciales” por lo que la diferenciación, valga la redundancia, entre unos y otros respondía, la más de las veces, a intereses de la potencia agredida (Roma, Bizancio o Persia, según los casos), más que a criterios “científicos”. La verdad es que “crear pueblos”, “naciones”, “hechos diferenciales”, sigue siendo hoy en día una herramienta tan poderosa como efectiva y peligrosa.
El concepto “conflicto étnico” en no pocas ocasiones lo asimilamos a los Balcanes. La disolución del Estado Federal Yugoslavo, y las guerras que ha conllevado, son partícipes de actualidad del campo semántico conocido como “guerra étnica”. Ya en un primer momento, sin afán reduccionista, cabe decir que no es tan distinta, en cuanto a "artificiosidad" en no pocas ocasiones, la lista de pueblos bárbaros anteriormente citada de la compuesta por: serbios, croatas, eslovenos, musulmanes, húngaros, zíngaros o albaneses. No deja de ser curioso, y altamente ejemplificativo, que en censos realizados en el año 1990 la mayoría de “intelectuales” se definiera como “yugoslavo” o “checoslovaco”. Las divisiones territoriales, una vez aceptada la identidad de especie, sólo debiera sujetarse a criterios políticos, a criterios de viabilidad económica y social. La reciente decisión de la Corte Internacional de Justicia acerca del “asunto Kosovo” no deja de ser un motivo de reflexión, más cuando uno vive en Cataluña.
Efectivamente, tal y como apuntara Albert Rivera (líder de C´s) en el Parlamento Autonómico de Cataluña, Kosovo no es el modelo. Apuntaría yo que Kosovo no es el modelo, no sólo por las formas, sino también por el sujeto. Cataluña no es un ente diferenciado “étnicamente” del resto de España, por más que se intente ver por parte de algunos. Muchos se reafirmaran en su indepentismo con argumentos tipo “caso esloveno” o “caso eslovaco”, quizá sea el momento de hacer una reflexión, algo superficial, sobre lo ficticio de estas comparaciones.
La pacífica escisión eslovaca ("divorcio de terciopelo") es uno de los experimentos territoriales menos conocidos en sede hispana. Lejos de ser un instrumento de “realización nacional”, nos encontramos con que los eslovacos sienten cierto “arrepentimiento” de su separación, siendo muchos los que desearían la refundación de Checoslovaquia. La separación de Eslovaquia fue una decisión parlamentaria, sin consulta ciudadana, que benefició más a Chequia que no al sujeto independizado. Las aspiraciones nacionalistas eslovacas, no hegemónicas, se vieron satisfechas, no con una mayor autonomía (que era lo que se pretendía) sino con la escisión. El motivo, un tanto simplicista, parece cada día más obvio... Eslovaquia está mucho menos desarrollada que la República Checa e iba a ser un escollo para ésta en sus aspiraciones europeas. País rico que “echa” al pobre, ¿algún símil con España? Creo que ninguno. Todo este proceso no es tan diferente del de la disolución de Yugoslavia en un claro aspecto: el interés Americano-Europeo de dividir los antiguos países de la órbita soviética; Checoslovaquia, y sobre todo Yugoslavia, podían llegar a ser un obstáculo para los intereses imperiales de “las águilas”, sea ésta negra o calva.
Volviendo al caso de mayor actualidad, Kosovo, cabe decir que las posiciones internacionales al respecto son muy variadas, a la vez que antagónicas. Junto a las potencias independientes de EEUU (Rusia, China), Kosovo no ha sido reconocido como Estado por España, Eslovaquia, Grecia, Malta, Rumanía y Chipre (entre otros países). Los motivos son diversos, pero siempre guardando similitudes en común, Kosovo ha sido una “amputación sin anestesia” (como se ha escrito en varias ocasiones) que abre precedentes peligrosos, no para el País Vaco, Cataluña, Escocia, Córcega o Flandes (donde los similitudes con el caso kosovar son nulas), pero sí para Bosnia, entre otros territorios.
El miedo a un nuevo conflicto bosnio, si es que en algún momento se solucionó, está más que justificado. La población del lugar se divide, cuasi matemáticamente, en tres tercios: musulmanes, croatas y serbios, por lo que la independencia de un grupo, en base a los métodos utilizados por Kosovo, podría llegar a justificarse, de esgrimirse su legitimidad. En la propia Kosovo, región de Mitrovica, podría suceder algo semejante, al ser una zona de mayoría serbia (muy castigada por la políticas promocionadas por la autoridad kosovar).
El argumento de la “autosuficiencia” es el mayor escollo para la viabilidad de un Estado Kosovar. A día de hoy, y sin expectativas para el cambio, Kosovo es totalmente dependiente de Serbia. Mientras que Kosovo no exporta prácticamente nada a Serbia, ésta exporta a Kosovo bienes por valor de más de 200 millones de euros (todo ello datos recopilados por Jens Bastian, "La independencia de Kosovo y sus repercusiones internacionales", Anuario IEMed 2009). La mayoría de la electricidad, combustible, e incluso el propio suministro de agua (el principal acueducto kosovar procede de la parte serbia del lago Gazivoda) proceden del país de Belgrado. Junto a estas contingencias, y otras muchas más, existe el problema de la deuda contraída con causa en Kosovo, cuando aún era parte de Yugoslavia, y que sigue pagando Belgrado o los más de 30.000 casos que la Agencia de Propiedad de Kosovo (APK), organismo ejecutivo de Pristina, financiado por donantes, debe resolver (en su mayoría con relación a propiedades de serbios que abandonaron la zona, cuando aún estaba bajo el poder de Belgrado).
Es cierto que las horribles matanzas de Ustashi y Chetniks, en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, o que las acciones cometidas, por unos y otros, en tiempos recientes, han crispado el conflicto yugoslavo, haciéndolo de difícil, o incluso inviable, solución. Pero ha llegado el momento de reflexionar, y de evitar cualquier paralelismo, desde España, Bélgica o Reino Unido, con una región que ha sido despedazada “por águilas y no chacales”, en no poca medida. La Yugoslavia multinacional era el único Estado capaz de garantizar, por ejemplo, una Bosnia en paz, opinan los expertos, ¿dónde estaban los motivos para su destrucción?
Las etnias son ficciones, lo mismo que las naciones. La metafísica y la filosofía son indispensables en la formación del hombre actual, pero siempre deben quedar sujetas a la eficiencia económica y al bienestar social. Ninguna independencia reciente ha sido un éxito, ninguna ha provocado un incremento en la calidad de vida de quienes la han experimentado. En tiempos donde la unión se requiere, donde se debiera tender más hacia un “Estado Ibérico” y no hacia la segregación, o hacia una Europa similar al antiguo Imperio Romano (pero sin César), y no hacia una superfragmentación en “taifas” e inventos modernos de segmentación, hablar de Kosovo, Bosnia o Eslovaquia debe hacerse consecuentemente. No nos centremos en los medios que sirven para la manipulación, y dejemos un mayor peso a los argumentos racionales y a aquellos que unen, más que separan.
* Más artículos del autor sobre el tema:

sábado, 17 de julio de 2010

Reformas para España: el problema territorial.

¿Qué son las diputaciones? ¿Qué son las naciones? ¿Qué son las Comunidades Autónomas? ¿Qué son las comarcas? Los límites establecidos en el ámbito político pretenden, en no pocas ocasiones, volverse pétreos cuales montañas. Si un linde separa dos provincias, allí nace un político “Himalaya”, si una ciudad es capital autonómica da igual que esté más o menos cerca del resto de su provincia, lo que importa es la norma jurídica.
Las fisonomías de los territorios se ven más desde la ventanilla del coche que a través de un mapa de provincias. De ello puede percatarse uno haciendo diferentes recorridos, de los cuales yo les recomendaré un par. Durante el pasado verano quise enseñar algunas de las mejores atracciones turísticas de la zona "celtíbera" a mi chica. Fuimos a Molina de Aragón y al Barranco de la Hoz (Guadalajara), pasando por los pueblos de Milmarcos y parte, minúscula, de la provincia de Zaragoza, para llegar a Santa María de Huerta y su monasterio (Soria). Me chocó mucho que ella no pudiera imaginarse que durante aquel corto trayecto habíamos pasado por tres provincias y tres autonomías. Un segundo trayecto lo hice recientemente con mis primos. Desde Madrid, saliendo de Alcalá de Henares fuimos hacia la estación de Guadalajara-Yebes, pasando por parte del corredor del Henares. En aquel momento no tenía a mi chica al lado, y fui yo mismo quien reflexionó sobre lo “gilipollesco” que es la existencia de dos comunidades, en lo terreno, y ¡tres diócesis en lo sagrado!
Las provincias son abstracciones políticas, lo mismo que las autonomías o los propios Estados. Dejan de tener sentido cuando se configuran más como “límites” que como “marcos”. Obviamente los independentismos nacionalistas se nutren de esa gran verdad, queriendo dibujar epopeyas en el mapa, que no tienen sentido en lo social o económico. El tema “provinciano”, sin ningún tipo de matiz peyorativo, no defiende tanto historias o lenguas comunes como una mejor representación de la realidad social, económica, y hasta cierto punto, geo-biológica.
Recientemente, cual ave fénix, a vuelto a oírse el término “Celtiberia”. De entre las cenizas de esta “región histórica” (no me acabo de sentir a gusto con la expresión) surge el proyecto “Paisajes de la Celtiberia” (TERRITORIO IBERKELTIA), proyecto de Cooperación Interterritorial financiado a través de la iniciativa europea LEADER+. La inclusión de las comarcas de Molina de Aragón (y su Señorío), algunos pueblos del área de Sigüenza (Anguita), tierras de Medinaceli, Daroca, Calatayud... no deja de ser de lo más ilustrativo y pertinente. Esta iniciativa cultural, a mi ver, deja en evidencia lo conveniente que sería crear una “autonomía” que, como mínimo, incluyera a estas tierras. El motivo es obvio: todos estos territorios han sufrido la despoblación y la represión económica (con pocas excepciones). Una “división territorial” podría facilitar la gestión de estas comarcas, evitando, por ejemplo, que los vecinos del Alto Jalón “soriano” no puedan ir al hospital de Calatayud o los de Molina de Aragón al de Teruel.
Y es que, ciertamente, si por algo se ha caracterizado el reciente debate sobre el “Estatut” de autonomía catalán es por haber dejado en evidencia que España requiere cambios substanciales y contundentes. Debe dejarse a un lado la eventual comparación que pudiera hacerse entre regiones, a primera vista con igual rango jurídico, y centrarse, con algo de neutralidad, en las necesidades de las personas que viven en los territorios, obviando, a poder ser, los criterios de historia remota y metafísicas nacionales. Así, es difícil sostener la viabilidad de una Comunidad Autónoma de La Rioja, o de una Murcia uniprovincial, por poner dos claros ejemplos. Sin ánimo de ser De Burgos, quien no hizo una división precisamente infalible, quisiera exponer mi idea de división territorial, y compartir con todos ustedes eventuales argumentos para el debate.
En circunstancias como las actuales, con una Crisis económica de la que aún no sabemos cuándo, ni cómo, podremos salir, es evidente la necesidad de “racionalizar el gasto”. El modelo de diecisiete autonomías actual está caduco. Es evidente que Cataluña tiene motivos, y razones de peso, para opinar que su identidad económico-social (que no nacional, o "nacionalista") no es equiparable a otras autonomías. Los próximos años serán vitales para la reestructuración del país, no porque desde aquí se quiera emular a Nostradamus, sino porque la necesidad está bien vigente, y es del todo inexcusable.
Así, por ejemplo, junto a la región de “Celtiberia”, yo sería partidario de unir a Galicia, León y Asturias en una sola autonomía, lo mismo que Cantabria, Burgos, Rioja y Soria (capital). Un caso curioso es el aragonés. Si hacemos caso de criterios históricos, está claro que Aragón está “bien representada” en su actual organización, pero las necesidades de la población, y los desequilibrios territoriales, nos afirman todo lo contrario. Particularmente, creo que la Aragón de Calatayud y Daroca dista, y mucho, de la Aragón pirenáica. Algo así ocurre con algunas provincias de esa gran comunidad hecha a partir de retales: Castilla-la Mancha (Albacete bien pudiera ir con Murcia, y Ciudad Real con Extremadura, yendo Guadalajara capital con Madrid, lo mismo que Toledo).
Obviamente, los entes debieran reducirse, quedando menos Autonomías, más descentralizadas, y con una representación mayor de sus necesidades. Las grandes ciudades debieran ser “cuasi-autónomas” con su propia entidad de gestión metropolitana con capacidad normativa en los ámbitos cotidianos, pudiendo darse esta solución para Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Elche-Alicante-Murcia, Gijón-Avilés-Oviedo, bahía de Cádiz, Málaga, Bilbao o Valladolid.
Se mire por donde se mire, la gente cambia, y su organización territorial también. Podremos ponernos de acuerdo en varias cosas, en otras no (yo suprimiría el concierto vasco-navarro), pero es evidente que España requiere cambios, y que la duplicidad de administraciones es un cáncer para la situación actual (lo mismo que los excesos nacionalistas (ataque al bilingüismo) y los intentos centrípetos, véase la desmesurada deuda de la ciudad de Madrid, o las obras olímpicas injustificadas...).
¿No es el momento de opinar sin influencias externas? ¿No es el momento de reflexionar y de "romper" con los corruptos políticos que medran en lo metafísico y sin sentido? Aquí están algunas de "mis tesis", ¿qué opinan?
* Imágenes:
1) Vista de Molina de Aragón
2) Ermita de Nuestra Señora de la Lastra (Anguita).
Ambas fotos son del autor.

lunes, 12 de julio de 2010

CAMPEONES!!!!! VIVA ESPAÑA!!!!!

Somos los mejores!!!!!

domingo, 4 de julio de 2010

Jugando a ser dioses.

Siempre me han gustado los juegos de estrategia (a poder ser “en tiempo real”, y no tanto “por turnos”). Stracraft (cuya segunda entrega espero con ansias), Age of Empires, Empire Earth, o los Total War, incluso, son juegos que me han seducido muy especialmente, quizá como correlato a mis fantasiosas ganas, tan joviales, de dirigir ejércitos, construir ciudades, o Imperios. Podemos decir que se trata de uno de los géneros de videojuegos más existosos, junto a los simuladores deportivos o los arcade bélicos (ambas categorías, no muy de mi agrado). Si hay algo que sobresale en estos productos, son las posibilidades que prestan al jugador: ser “un dios” en un submundo virtual, y finito. Me pregunto si desde los dogmas de la Iglesia (o del Islam u otra religión), estos juegos no debieran ser prohibidos. A lo largo de la Historia se ha demostrado que “jugar a ser Dios” es uno de los grandes pecados capitales, pues por definición, la Religión implica “misterio” y “transcendencia”.
Personalmente apoyo incondicionalmente a la Ciencia. Existen muy pocos reductos que puedan serle privados. El progreso del hombre se basa en la investigación, sin rígidos moldes o límites, y no me parecería legítimo que la “metafísica” pudiera imponerse “a la física” privándonos de mejoras, muchas veces saludables, en lo que se refiere a nuestra calidad de vida. Desde la ignorancia, siempre he creído en la existencia de un cierto “clero” en lo que a las ciencias se refiere, especialmente en las biológicas.
Un concepto que siempre me ha picado la curiosidad es el de “especie invasora”. Tradicionalmente identificamos el concepto con las cotorras argentinas (un ejemplar de los cuales tuve por mascota, quién sabe si ello me condiciona) o los cangrejos americanos, por poner dos claros ejemplos. Se afirma, y constata, que estos seres producen gravísimos desequilibrios en los ecosistemas que los reciben, produciendo, en no pocas ocasiones, la mengua, e incluso desaparición, de las especies nativas. Tal sería el caso, muy especialmente, de las especies introducidas en las islas de todo el Mundo. Serán pocos quienes no hayan oído hablar del kiwi neozelandés o del dodo de San Mauricio. Al tratarse de especies muy adaptadas a su medio, evolucionadas virtud del aislacionismo físico de sus hogares en la naturaleza, el impacto que la introducción de especies foráneas (incluidos nosotros mismos como especie) ha causado, en algunas ocasiones, la reducción drástica de individuos, en otras, su extinción.
Hace unos días, pasándome por la mejor taberna bloggera de cuantas conozco, me estoy refiriendo a “La taberna del Drunkerosteus”, me enteré de la reintroducción del bisonte europeo en España, concretamente en la localidad palentina de San Cebrián de Mudá. Se trata de siete ejemplares traídos desde la célebre selva de Bielowieza, en Polonia, todos ellos de “pura sangre” salvaje, no mestizada con ganado vacuno. Como indica mi avispado amigo bloggero, su introducción puede que tenga efectos en la conservación del urogallo, por lo que se deberá estar atento. Dicho esto, se confirma una idea que llevaba tiempo paseándose por mi cabeza, y es que me pregunto si no sería posible que estos experimentos se realizaran más a menudo. ¿Por qué no comenzar a creer en la generación de “ecosistemas artificiales”? ¿Por qué no jugar a ser divinidades creadoras de jardines del Edén? Al invocar este sueño, tal vez irrealizable, a muchos les vendrá a la cabeza del ejemplo de las islas Hawaii.
Con la llegada del hombre occidental, llegaron a las Hawaii otros animales. Al igual que ocurriera en los archipiélagos del Pacífico Sur, el hombre trajo consigo a los gatos, los perros, las cabras, los cerdos... y las ratas. Las plagas de ratas en Jamaica y Hawaii fomentaron la introducción de mangostas, con el fin de que éstas las exterminaran. El resultado fue más bien funesto, las mangostas acabaron con buena parte de las biodiversidad de ambos lugares, pues se comieron los huevos de unas aves que no estaban acostumbrados a este tipo de depredadores. La introducción del siluro, caso especialmente conocido por los aragoneses, ha sido también un factor de desestabilización del equilibrio ecológico. Estos peces de gran longitud son especialmente voraces, y son capaces de acabar con las poblaciones de otros peces. Efectivamente, lo mismo que una especie puede llegar a extinguirse en su hábitat, puede llegar a acabar con otras de ser "movida" de su lugar de origen.
Una vez más, nos encontramos no ante un "aspecto artificial" sino ante un "aumento de velocidad". El traspaso de especies entre los diferentes lugares es un fenómeno constante, en buena parte fomentador de la creación de nuevas especies. Los camélidos, por ejemplo, surgieron en América del Norte, y de no haberse movido de sus planicies originales, no habrían sobrevivido hasta nuestros tiempos. El dingo, el famoso cánido australiano, ha llegado a convertirse en un depredador fundamental, siendo juez del equilibrio zoológico en lo que a las sabanas autralianas se refiere. La "introducción" no es un problema, lo mismo que "el calentamiento global", lo peligroso es la alteración de velocidades que provocamos con nuestras acciones.
Ojalá pudiera llegar el momento en que nuestros conocimientos nos ayuden a "alterar el medio" en pro de la conservación de las diferentes especies del Globo. El caso del bisonte europeo es un ejemplo para la experanza, pero no es el único (destaca el "reencuentro", después de siglos, del tigre y el león asiático en la India), ni tampoco el único que se practica en España (véase el problemático caso del oso pirenáico). ¿Podremos crear, innovar en lo natural, lo mismo que acceleramos los procesos naturales? ¿Sabemos fabricar "carrocerías", o sólo sabemos de "cambios de marchas"?
2) Dos ejemplares disecados de dodo, Museo Nacional de Historia Natural, Londres (foto del autor).