“Hay dos cosas de las que yo (...) no logro deshacerme, y esto desde hace ya cuatro años y medio, desde junio de 1991, desde el comienzo de la llamada guerra de los diez días en Eslovenia, el pistoletazo de salida para el desmoronamiento de Yugoslavia; dos cosas: un número y una imagen, una fotografía. El número: unos setenta personas perdieron la vida en aquella guerra inicial; pocos, digamos, en comparación con las muchas decenas de miles de las guerras que siguieron. Sin embargo, ¿cómo fue que casi la totalidad de estas setenta víctimas pertenecían al Ejército Popular Yugoslavo, que por aquel entonces pasaba ya por ser el gran agresor y que, superior con mucho en todos los sentidos, habría tenido un juego (¿juego?) incluso fácil con los pocos eslovenos que luchaban por la independencia? (...) ¿Quién se lió a tiros con quién? (...) Y la foto de la que hablaba la vi luego en la revista Time: un grupo de eslovenos, no especialmente compacto, con vestimenta de guerra ligeramente fantástica, presentando con pancarta y estandarte la recién creada República”.
Peter Handke, “Un viaje de invierno por los ríos Danubio, Save, Morava y Drina”
A todo buen aficionado al baloncesto le sorprenderá el “caso esloveno”, ese Estado (“nación”) capaz de llevar a competiciones internacionales un equipo plagado de NBA’s, teniendo una población que escasamente sobrepasa los dos millones de habitantes; nada más cercano a la realidad, los Lakovic, Vujacic, Nesterovic, Nachbar, Milic o Udrih’s están dentro de la élite del baloncesto europeo. Seguramente, a un profano en el asunto, cualquiera de estos nombres le suene a “jugadores del este”, “yugoslavos”, y con algo de suerte, a “serbio”. El espíritu de Yugoslavia sigue en las mentes de quienes, sin necesidad de ser viejos, han podido leer, oír, escuchar o apreciar algo diferente a la versión oficial sobre el conflicto de lo Balcanes. Para los medios de Occidente Eslovenia es el “hermano superdotado” de los antiguos países comunistas. Su reciente entrada en la UE, por todo lo alto, le ha llevado a acoger al Euro como su moneda en poco tiempo. La renta por cápita del país se dispara vertiginosamente, mientras que sus empresas gozan de buena salud, constituyéndose como uno de los enclaves, económicamente hablando, más prósperos del Viejo Continente. Una bendición de la subyugación del monstruo serbio a los ideales occidentales dirá la mayoría; permítanme que disienta.
Leyendo el, por lo demás siempre interesantísimo, blog de Francisco Veiga, pude informarme de cómo las empresas eslovenas están adquiriendo buena parte del protagonismo dentro del mercado interior serbio. Empresas como Mercator (cadena de hipermercados) o Gorenje (fabricante de electrodomésticos) están monopolizando la actividad empresarial de Belgrado, llegando a controlar buena parte de su sistema financiero. La viabilidad, y restos de antigua prosperidad, del núcleo duro del cadáver yugoslavo es un mercado ideal para un Estado que goza de los beneficios de Occidente y del desigual poder de pertenecer a la Unión Europea.
De la sangre surgió un cártel. Eslovenia es un país que no sólo se parece a Suiza en sus blancas montañas y altos niveles de prosperidad sino también en su sorprendente capacidad para prosperar virtud de las desgracias y crímenes, no sólo practicados en territorios ajenos, sino también en el suyo propio. La “Guerra de los diez días” sirvió, a la vez que para dar oportunidad a sucesos como los narrados por el genial Peter Handke (perpetrados virtud de “opacas alianzas”) o las acusaciones (algo más que fidedignas) del caso Holmec, como acontecimiento primordial mediante el cual interceder Occidente para la creación de un Estado, un tanto parásito, que sirviera de lanzadera para dominar económicamente el territorio del extinto Estado yugoslavo. Creo que Yugoslavia es el más macabro experimento de la vieja guardia europea; quién sabe si el mayor espejo de su sangrienta decadencia. Las comparaciones entre el Estado de Tito y España son obvias, a nadie se le escapa. ¡Dios quiera que lo acaecido en Liubliana (ciudad poco más grande que Tarragona) no sea un prólogo de un futuro País Vasco independiente o una República “libre” catalana! El Estado es una creación social que sirve a las personas, a la sociedad, verdadera causa que, no sólo lo crea, sino que también lo fundamenta. El Estado no puede ser una excusa para la rapiña y el beneficio económico a costa de la máxima eficiencia de las circunstancias geopolíticas que amparen las armas.
Una genial conclusión es aquella a la que llega el profesor Dr. Francesc de Carreras (Catedrático de la UAB): “Desde Hobbes, en el siglo XVII, sabemos que todos los Estados son artificiales porque son un instrumento creado por el hombre -un ser libre, igual y racional- para resolver sus conflictos por métodos no violentos. No hay, por tanto, estados naturales y estados artificiales: hay estados que funcionan bien y estados que funcionan mal. Los primeros son aquellos que resuelven sus conflictos mediante normas jurídicas previamente acordadas por todos, los segundos son aquellos que para resolver sus conflictos desprecian el derecho y acuden a la violencia física y a las guerras para que se imponga la ley del más fuerte. En Yugoslavia se fueron imponiendo, mediante la violencia, los más fuertes: primero violando las leyes internas y, muy poco después, mediante apoyos externos, vulnerándose también el derecho internacional”.
Fuentes:
Handke, Peter, “Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina”, Madrid, Alianza Editorial, 1996
Blog de Francisco Veiga
Artículo de Francesc de Carreras
Peter Handke, “Un viaje de invierno por los ríos Danubio, Save, Morava y Drina”
A todo buen aficionado al baloncesto le sorprenderá el “caso esloveno”, ese Estado (“nación”) capaz de llevar a competiciones internacionales un equipo plagado de NBA’s, teniendo una población que escasamente sobrepasa los dos millones de habitantes; nada más cercano a la realidad, los Lakovic, Vujacic, Nesterovic, Nachbar, Milic o Udrih’s están dentro de la élite del baloncesto europeo. Seguramente, a un profano en el asunto, cualquiera de estos nombres le suene a “jugadores del este”, “yugoslavos”, y con algo de suerte, a “serbio”. El espíritu de Yugoslavia sigue en las mentes de quienes, sin necesidad de ser viejos, han podido leer, oír, escuchar o apreciar algo diferente a la versión oficial sobre el conflicto de lo Balcanes. Para los medios de Occidente Eslovenia es el “hermano superdotado” de los antiguos países comunistas. Su reciente entrada en la UE, por todo lo alto, le ha llevado a acoger al Euro como su moneda en poco tiempo. La renta por cápita del país se dispara vertiginosamente, mientras que sus empresas gozan de buena salud, constituyéndose como uno de los enclaves, económicamente hablando, más prósperos del Viejo Continente. Una bendición de la subyugación del monstruo serbio a los ideales occidentales dirá la mayoría; permítanme que disienta.
Leyendo el, por lo demás siempre interesantísimo, blog de Francisco Veiga, pude informarme de cómo las empresas eslovenas están adquiriendo buena parte del protagonismo dentro del mercado interior serbio. Empresas como Mercator (cadena de hipermercados) o Gorenje (fabricante de electrodomésticos) están monopolizando la actividad empresarial de Belgrado, llegando a controlar buena parte de su sistema financiero. La viabilidad, y restos de antigua prosperidad, del núcleo duro del cadáver yugoslavo es un mercado ideal para un Estado que goza de los beneficios de Occidente y del desigual poder de pertenecer a la Unión Europea.
De la sangre surgió un cártel. Eslovenia es un país que no sólo se parece a Suiza en sus blancas montañas y altos niveles de prosperidad sino también en su sorprendente capacidad para prosperar virtud de las desgracias y crímenes, no sólo practicados en territorios ajenos, sino también en el suyo propio. La “Guerra de los diez días” sirvió, a la vez que para dar oportunidad a sucesos como los narrados por el genial Peter Handke (perpetrados virtud de “opacas alianzas”) o las acusaciones (algo más que fidedignas) del caso Holmec, como acontecimiento primordial mediante el cual interceder Occidente para la creación de un Estado, un tanto parásito, que sirviera de lanzadera para dominar económicamente el territorio del extinto Estado yugoslavo. Creo que Yugoslavia es el más macabro experimento de la vieja guardia europea; quién sabe si el mayor espejo de su sangrienta decadencia. Las comparaciones entre el Estado de Tito y España son obvias, a nadie se le escapa. ¡Dios quiera que lo acaecido en Liubliana (ciudad poco más grande que Tarragona) no sea un prólogo de un futuro País Vasco independiente o una República “libre” catalana! El Estado es una creación social que sirve a las personas, a la sociedad, verdadera causa que, no sólo lo crea, sino que también lo fundamenta. El Estado no puede ser una excusa para la rapiña y el beneficio económico a costa de la máxima eficiencia de las circunstancias geopolíticas que amparen las armas.
Una genial conclusión es aquella a la que llega el profesor Dr. Francesc de Carreras (Catedrático de la UAB): “Desde Hobbes, en el siglo XVII, sabemos que todos los Estados son artificiales porque son un instrumento creado por el hombre -un ser libre, igual y racional- para resolver sus conflictos por métodos no violentos. No hay, por tanto, estados naturales y estados artificiales: hay estados que funcionan bien y estados que funcionan mal. Los primeros son aquellos que resuelven sus conflictos mediante normas jurídicas previamente acordadas por todos, los segundos son aquellos que para resolver sus conflictos desprecian el derecho y acuden a la violencia física y a las guerras para que se imponga la ley del más fuerte. En Yugoslavia se fueron imponiendo, mediante la violencia, los más fuertes: primero violando las leyes internas y, muy poco después, mediante apoyos externos, vulnerándose también el derecho internacional”.
Fuentes:
Handke, Peter, “Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina”, Madrid, Alianza Editorial, 1996
Blog de Francisco Veiga
Artículo de Francesc de Carreras
3 comentarios:
Amb lo facil que es parlar i posarse d'acord no?
Si Tito levantara la cabeza...
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me has dejado un deje de culturizacion que me agrada a borbotones (ultimamente estoy usando mucho esa palabra). Tu blog me ha trasladado por caminos de inteligencia suprema. Brother me dejas "tieso" de la emocion de poder aprender cosas que quiza sabia a medias o no sabia nada.....
Los casos europeos sobre regiones separatistas es fuerte, polemico, pero muy muy interesante....
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