Nuestra civilización se
apoya en el sedentarismo, ficción social para un ser naturalmente
nómada. Sea en busca de comida, de refugio, de placer, y cada vez
más, por trabajo, el ser humano requiere del viaje como terapia y
vía vital, mecanismo único por el que poder ir consiguiendo
sustento. Como un ave migratoria, el intelecto nos hace tener siempre
metas, objetivos hacia los que “volar”, aun cuando debamos luchar
por el camino o contra el tiempo. No somos plantas que se arraiguen a
un lugar cualquiera, sino seres pasionales que entrelazamos nuestros
sentimientos. Somos seres sociales, animales políticos que requieren
del viaje, sea éste físico o filosófico, para poder irse
realizando.
Depredadores que siempre
requieren de presa. Caza-recompensas compulsivos que vemos metas
donde otros animales ni tan siquiera olfatearon. Somos el único ser
capaz de morir por un ideal conscientemente. La meta es la esencia de
nuestra propia naturaleza, por más relativista que pueda parecer la
sentencia.
Me pregunto si hay
alguna meta más sincera que el bienestar personal, querer buscar el
bien para uno y los suyos. La búsqueda del río que como salmones
estamos cuasi predestinados a tener que saltar. La búsqueda de ese
oasis entre los desiertos de lo cotidiano. Lo realizable en buena
hora, dentro de entre todos los posibles.
Ratifico que todo son
pensamientos ante un espejo que me demuestra lo real. Lo lejana que
parece la meta, aun cuando esté cerca. Cuán duros son los propios
días, aunque siempre tenga la semana siete de ellos. Cuán preciado
es un solo beso en soledad, aun cuando en compañía recibas cientos
de ellos.
El calor del contacto
amoroso, autopista de feromonas y calambres pasionales, no es más
que un anelo, una meta, por el que bien vale la pena seguir luchando.
El amor es una realidad entre ficciones, lo más pura, y menos
disimulable, de entre todas las metas.
Quizá alguien pueda
pensar que el amor no es racional, que es pasión loca que se diluye
en el caos de las locuras humanas. Sin embargo, el amor es orden. Es
el criterio que ramifica los caminos vitales, formando la referencia
en función de la que nos guiamos. Buscar su encuentro es la razón,
encontrar la ruta el motivo último de toda celebración.
Será un destello, o un
mero sueño conforme con la fecha, pero más bien se asemeja a una
visión mística, una de las que vieran los fundadores de doctrinas.
Buscar en tu amante la meta de tus peregrinaciones, buscar entre sus
senos el descanso para tu esfuerzo, no se me ocurre mejor designio
por el que seguir transitando por entre los átomos de nuestras
vidas. Agarrados a una ficción, que somos algo más que pasiones,
siendo éstas, brazos de una misma causa última: en mi caso, tú, mi
meta.
1 comentario:
Buena disquisicion a propósito del Dia del Amor (que en su día fue totalmente comercial, dicho sea de paso) Yo creo que el Día del Amor deberían ser todos los días.
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