Dentro de nuestra red de conceptos, de nuestro lenguaje y eventuales construcciones teóricas, siempre me ha chocado cómo hacemos uso de la oposición “lo natural” v.s. “lo artificial”. Desde una perspectiva estructuralista, bien pudiéramos constatar que, lejos de ser una oposición privativa, nos encontramos ante la parte y el todo. Lo “natural” como fondo de lo existente y lo “artificial” como la, cada vez menos ínfima, parte imputada a la especie humana.
Es lógico, e incluso sano, que nos centremos en lo que son los ecosistemas en peligro, aquéllos que continuamente menguan por nuestras pretensiones (por lo general, económicas, y en su totalidad, discutibles e incluso, según el caso, injustificadas). Sin embargo, es doblemente sano saber mirar a nuestro ombligo, observar aquellos peculiares ecosistemas de los que, no sólo no somos destructores, sino, en cualquier caso, creadores.
El más memorable adagio del famoso filme “jurásico” es aquél que afirma que: “la vida siempre se abre camino”. Para poderlo constatar sólo hace falta echar un ojo a nuestras alcantarillas, graneros, callejuelas y parques urbanos. La acción que el hombre ha tenido sobre estos lugares es exclusiva (tanto en lo “creativo” como en lo “equilibrador”, e incluso, “destructivo”). Siempre dentro de unos límites, es curioso que consideremos como “plagas” o “especies intrusas” a muchos animales, y plantas, que lejos de quedarse en sus hábitats originarios, han sabido abrirse paso en otros lugares. Junto a estos animales “introducidos”, existen otros “domesticados”, e incluso, “salvatizados”. Pongamos ejemplos.
Para todo barcelonés o madrileño (al igual que en otros lugares de Andalucía, Holanda, e incluso Zaragoza), la especie “invasora foránea” por excelencia es la conocida como cotorra argentina (“Myiopsitta monachus”). La cotorra monje, pues también así se le conoce, es un claro ejemplo de las virtudes que debe poseer toda especie animal para poder sobrevivir, y progresar, en el ecosistema urbano. En su caso, además de una singular belleza que le condujera a ser una popular mascota, debe sumársele una versatilidad notabilísima.
Bien sabido es que a la familia de los loros (psitácidos) pertenecen las aves con mayor potencial intelectual. No sólo capaces de articular palabra, los loros están dotados de una serie de recursos mentales que les habilitan para poder encontrar comida donde otros, sencillamente, no lo harían. Restos de bocadillo, carroña, dátiles de palmeras, higos y un sinfín de alimentos les sirven de dieta, motivo por el que han experimentado un incremento exponencial de sus poblaciones; llegando a ser, en casos puntuales, “peligrosas” plagas.
Haber tenido un ejemplar de esta especie durante siete años, mi amado Marcelino, es un argumento más que válido por el que haber puesto a la cotorra argentina como ejemplo de animal versátil; sin embargo, es bien cierto que existen animales más conocidos que dan honra a este adjetivo, como las gaviotas, e incluso otros que lo "desprestigian" o le quitan parte de su benigna aurora, las ratas...
¿Cómo no? En lo que a “especie doméstica” se refiere, los máximos exponentes de la fauna callejera son perros y gatos. Los hay de diversos tamaños, colores y costumbres, llegándose a poder identificar razas que incorporan en su distribución interesantes datos para estudios demográficos y económicos. Precisamente, valga la paradoja, estos mismos animales son el propio ejemplo de especies “salvatizadas”, y al mismo tiempo, al igual que la cotorra, ejemplos de dos valores clave para la adaptación al ecosistema: "versatilidad" e "inteligencia". Sobre los perros "salvatizados" es muy interesante citar el caso de Estambul, por donde los perros circulan por la noche en busca de restos y basura, en bandas de canes, no violentas, que no tienen más dueño que la Luna, ni mayor misión que limpiar las calles, a su manera.
"Versatilidad" e "inteligencia", la tercera cualidad, que igualmente deseamos los propios humanos, es la "belleza". De hecho, ha sido este adjetivo el que ha permitido que especies como el ciervo del Padre David se salvaran de la extinción, al ser, en este caso, preservado en jardines y cotos privados, o que especies como los diamantes, se hayan extendido a lo largo del globo (en muchas ocasiones, llegando a establecer poblaciones salvajes). No obstante, el caso más paradigmático es el del pavo real, una de las pocas gallináceas que no se han criado por su carne o cante (por lo demás bastante irreverente), sino simplemente por su valor ornamental.
La fauna, querámoslo o no, nos enseña valores. La supervivencia de estas especies se basa en valores que igualmente buscamos en nuestras vidas, siendo ejemplo de ello tanto la rata, el cerdo, el murciélago o la comadreja. ¿¡Quién lo iba a decir!?. En definitiva, los animales demuestran, en pueblos y ciudades, que la vida “se abre camino”, siendo el hombre capaz de destruir, o crear, no siendo posible una actuación humanamente “artificial” que en última instancia no se reconduzca a la Madre Naturaleza.
* fotografías:
1) "Cotorra argentina entre almendros" de Alonso Javier Torres (This file is licensed under Creative Commons Attribution 2.0 License).
2) Museo de Calatayud - Friso del Pavo Real - Restos de pintura - Primera mitad del siglo I ddC - Bílbilis, Barrio de las termas - Insula I, Domus 3. stancia 29. (Creative Commons Attribution ShareAlike 3.0)
8 comentarios:
Muy interesante tu post. Hablas, entre los animales versátiles, de los gatos. Yo recuerdo cuando visité Creta, que estaba llena de gatos callejeros por todas partes. Nunca había visto tantos gatos juntos en mi vida.
Besos felinos.
¡oh, vaya!
No imaginaba lo de las cotorras argentinas por España. Con el frío tremendo que ustedes tienen en invierno nunca se me pasó por la mente que algo así podría haber pasado. Aunque acá en el país tenemos pericos andinos, nunca me imaginé un psitaciforme por allá honestamente. ¿Y en invierno cómo le hacen?
;)
gracias
jajaja
cierto, el mar
En relidad, lo "natural" no es más que una versión ecológica de la propia cultura, de modo que las costumbres de loros, perros, gatos (y hombres) viene a explicar ese difícil,aunque a veces hermoso diálogo, entre el deseo, lo artificial, el expolio o la mismísima belleza y esa realidad que nos rodea a la que, ingenuamente, llamamos naturaleza.
El simple hecho de rodearla de atributos consuma la magnitud de la falacia, pues nadie tiene una referencia exacta de lo que fue el origen. Los hechos de la naturaleza corresponden a hechos tan causales (y artificiales en fin, al ser analizados por la inteligencia)como la búsqueda de comida, o la pintura de un atardecer, desde el momento en el que la vida aparece.
Sin embargo, nosotros, que hemos renunciado a los dioses, no tenemos más remedio que recurrir al antiguo paradigma y de ese modo situamos en los altares a esa naturaleza primigenia que nunca existió y que nunca conocimos, salvo en nuestra imaginación. Y los animales, en su inocencia estricta, no hacen más que proseguir el camino que antes trazaron otros.
Hubo un tiempo en el que las bandas de hombres salían al campo,o merodeaban por las ciudades en busca de comida. Quizá hoy en día, en algún lugar, esté ocurriendo otra vez, de modo que la cultura pone a cada cual en su sitio: hombres,perros, gatos y cotorras.
Un abrazo, Fujur.
Un abr
yo creo que la ciudad se podria considerar como un nuevo tipo de ecosistema surgido recientemente en el planeta.
ahora es pobre en vida, pero creo que con el tiempo muchas mas especies se adaptaran y que con el tiempo de transformara en un ecosistema mas rico.
que especies las poblaran?seguramente especies adaptables e inteligentes.
muchas veces he pensado cuando se quiere controlar las plagas de palomas, porque en vez de echar venenos no intentamos introducir depredadores en las ciudades, como los halcones.
saludos
me ha encantado la visión que das del tema, habitualmente la gente tiene una visión muy poco aperturista, y tu me hablas de lo genial de crear nuevos ecosistemas, muy divertido el ejemplo de los perros, pero menos divertido es el del mejillón cebra, hay especies que por su gran poder de adaptación desplazan peligrosamente a otras en contra de la biodiversidad de un sistema, esto es notablemente peligroso, así que tenemos un arma con varios filos.
bsos
Desde luego que la naturaleza va cambiando y adaptándose a las nuevas situaciones. La presencia de loros en España de momento es curiosa y, podríamos decir, hasta graciosa, aunque habrá que ver en que deviene. Más me sorprenden otros animales como las tórtolas turcas que empiezan a ser más comunes que nuestra tórtola común o las aves africanas que campan por Andalucía por el aumento de las temperaturas.
Una entrada muy interesante. Un abrazo!!!
La naturaleza es una mutación constante y va dejando en el camino todo aquello que no es capaz de adaptarse. Y el hombre no es más que otra adaptación, pero nos gusta creernos artífices de cuanto podemos abarcar. Nos hemos erigido en dioses.
Me ha encantado tu reflexión, maravillosamente completada por Variopaint. Lo que no sabía es que había bandadas de cotorras sueltas por ahí... ¡qué monas!
Un abrazo.
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