La vida es un sinuoso camino, un trayecto de curvas y precipicios. Monolitos de quienes antes pasaron quedando en el recuerdo, árboles dadores de maná, un castillo y una ciudad, un Camelot que medra de entre mis sueños. Camino, como antes tantos anduvieron por su riscos y quebradas, en búsqueda de una particular Meca, un lugar al que peregrinar, un recóndito enclave de mi interior, mi propio lugar, mi propia esencia. El camino es misterioso, solo de la oscuridad me salva una luciérnaga, una luz inesperada que me guía a lo largo del tiempo, los minutos, las horas, los días y los meses. Sigo cual lazarillo las órdenes de mi patrón, de mi ayo del enamoramiento, alma y alter ego. Luciérnaga que no conoce metas o misterios, fuente de amor y de bienaventurados sucesos. Tu vuelo me guía, me arrastra, me conduce a Camelot, a tus cabellos, a tu piel y a rubia mirada. ¡Tocan trompetas!, la meta parece cerca. Todo es un esfuerzo de nunca acabar, una lucha por tenerte entre mis brazos, tatuada, inmutablemente eterna. Luz de luciérnaga que a veces para y seduce. Me ilumina por momentos, aconteciendo el momento singular, sempiterno goce motivador de cálido agradecimiento. ¡Honro a los que hicieran algo que condujera a tu descubrimiento! ¡Fueran parcas, titanes, manes con sus lares!
¡Ciudad ideal que yo amo! ¡Destino fantástico que siempre estás en mi cabeza! ¡Camelot! ¡Utopia! ¡Ciudad para Moro, Bacon o Campanella! Tus torres brillan de madrugada, tus rayos resplandecen concibiendo amanecer, antorcha del Futuro que promete lo dulce y excelso, puro postre de placer y sentimiento. Cada cual se genera su mundo, su espacio vital, su idílico lugar para pacer cual amparada bestia, volar como ave o mordeguís, ¡emplumado embajador del más puro Cielo de entre los herejes! Fantasía tiene su oscuridad y luces. Su eterna niebla que desaparece al revoloteo de esa luciérnaga, ese áureo insecto de Ferro y Nuevo. Bichillo de mis amores, ¡caprichosa joya a la que yo tanto quiero!
Todo son espejismos en tu ausencia. Un continuo llegar a Camelot perdido en meta. Una ausencia incompensable sin llamada, sin petición de cita, sin motivo por el que tener ocasión para el abrazo y el beso. ¡Te creo un Mundo si me das la Vida, bajo la Luna y construyo ciudades de plata fina! Déjame tener un resquicio de esperanza buena dentro de mis sueños fantasiosos, ocupa tu trono en mi reino, tu puesto en mi corazón y organigrama.
¡Vuela luciérnaga! ¡Descansa de madrugada! La alondra canta una hora al día, llamando al recogimiento del lecho, al despertar de mañana. Mi mundo sabe algo al respecto, cuál es su astro que invita a abandonar el techo. Adoro al Sol como tantos antes lo hicieron, solo que ese Sol tiene nombres y apellidos, coraza de hierro, fragancia de nuevo...
¡Ciudad ideal que yo amo! ¡Destino fantástico que siempre estás en mi cabeza! ¡Camelot! ¡Utopia! ¡Ciudad para Moro, Bacon o Campanella! Tus torres brillan de madrugada, tus rayos resplandecen concibiendo amanecer, antorcha del Futuro que promete lo dulce y excelso, puro postre de placer y sentimiento. Cada cual se genera su mundo, su espacio vital, su idílico lugar para pacer cual amparada bestia, volar como ave o mordeguís, ¡emplumado embajador del más puro Cielo de entre los herejes! Fantasía tiene su oscuridad y luces. Su eterna niebla que desaparece al revoloteo de esa luciérnaga, ese áureo insecto de Ferro y Nuevo. Bichillo de mis amores, ¡caprichosa joya a la que yo tanto quiero!
Todo son espejismos en tu ausencia. Un continuo llegar a Camelot perdido en meta. Una ausencia incompensable sin llamada, sin petición de cita, sin motivo por el que tener ocasión para el abrazo y el beso. ¡Te creo un Mundo si me das la Vida, bajo la Luna y construyo ciudades de plata fina! Déjame tener un resquicio de esperanza buena dentro de mis sueños fantasiosos, ocupa tu trono en mi reino, tu puesto en mi corazón y organigrama.
¡Vuela luciérnaga! ¡Descansa de madrugada! La alondra canta una hora al día, llamando al recogimiento del lecho, al despertar de mañana. Mi mundo sabe algo al respecto, cuál es su astro que invita a abandonar el techo. Adoro al Sol como tantos antes lo hicieron, solo que ese Sol tiene nombres y apellidos, coraza de hierro, fragancia de nuevo...
9 comentarios:
Que bonito!!!!!!!!!!!!!
Además de buen articulista, eres buen poeta.
Felicidades!!!!!!!!
fujur gracias por tu visita. Una luciérnaga te guía hasta Camelot y tu comentario me llevó a tu blog.
Besos escritores
Yo tambien te quiero *-*...XDDDD.
Camelot, la fortaleza perdida en la historia, mitad mito, mitad realidad, es una buena metafora para poder interpretar de multitud de maneras, como que los sentimientos se avivan ante un resquicio insignificante a la vida del resto pero una autentica fuente de felicidad ante otro.
Bastante romantico, sentirse en un lugar impio, taciturno, donde un pequeño atisbo de luz nos conduce hasta un reino de felicidad y sentimientos idilicos, me ha gustado, ahora sigue la luciernaga y se feliz o si no aparecere yo detras con una alabarda persiguiendote para que la sigas, me cago en el copón :P.
Cuidate figura, un saludo.
amor con amor se paga
me gustó el entrelazado
la vida siempre nos lleva por caminos esquivos, son como trancas o senderos de lecciones. Nosotros decidimos que tomar o dejar.No todo lo que brilla es oro, ni todo el oro es bueno. Me ha encantado este relato. Lo importante es mantener los pies en la tierra, ese cable al piso, nos da la seguridad de continuar, y aunque volemos por mundos magicos e irreales, nada nos hara cambiar....
Precioso y hasta poetico, muy bien.
El mundo propio pudiera ser Camelot.A veces es donde hay que exiliarse o ...refortalecerse...
Un abrazo
Me gustan más tus artículos poéticos, que tus artículos históricos. Y está mal que lo diga, puesto que soy licenciada en Geografía e HIstoria, pero la cosa es así. Y es que cuando te pones romanticón no hay quien te gane, querido, jijijijiiji!!!
Besos selváticos.
No puedo ser comedida: Me ha encantado!!! Te acabo de descubrir por casualidad. Leeré más de lo que has escrito, sin duda.
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