Existen animales dignos de alegoría, seres que dan rienda suelta a la imaginación, potenciales partícipes de bestiarios, fueren éstos medievales, griegos o individuales de nuestros contemporáneos. El hombre tiende a construir su mundo psicológico y subconsciente en torno a los elementos que le rodean: sean elementos, fuerzas físicas, fenómenos meteorológicos, plantas o animales. Parodiando al “cuento” de Monterroso, cuando el primer hombre despertó, los animales ya estaban allí. Un ser, racional por naturaleza, debió comenzar a preguntarse respecto a todo lo que le rodeaba, si esto o aquello era apto para ser comido, disfrutado, alabado o matado. Quizá, dependiendo de la satisfacción de sus necesidades últimas (nutrición-relación-reproducción), llegaría a indagar más en sus últimas inquietudes, qué hacía esa bestia o vegetal compartiendo esa tierra, ese cielo y esa agua, o lo que es lo mismo, cuál iba a ser la esencia-finalidad que fijaría el papel de lo observado y de él mismo, respecto a éste, a sí mismo y el todo. El juicio consecuente de toda observación relevante debería ser: hacer o no hacer. Actuar (acabando con lo malo, o aprovechándose de lo útil/rico) o dejar pasar al sujeto (por ser sacro, indiferente o, simplemente, bello).
Las rapaces debieron ser sujetos, por antonomasia, “sufridores” de esta contingencia. Para alguien que merodea por los bosques, selvas o sabanas, contemplar el vuelo de un ave rapaz es algo mágico. Se admira cómo un animal puede viajar por los aires sin llegar a ser, a penas, apreciado. El águila, azor, buitre, cóndor o zopilote vuela oteando, siendo, a su vez, observado por el ojo humano. Esa sensación de poderío, majestuosidad y efectividad, debieron ser causas últimas por las que el águila sería considerada, hasta el día de hoy, la más majestuosa, y Real, de todas las fieras.
Se conocen pocas, o más bien ninguna, cultura que diera a las águilas un papel dañino, marginal o de alimaña. Todas, o casi todas, fueron alabadas como símbolo de poder, alegoría de cómo el soberano puede observar, analizar y juzgar, sobre las cabezas y derechos de cualquiera de sus subordinados. No faltarían, quienes como los alemanes, los estadoudinenses, los Austrias o los bizantinos, consideraran al águila como escudo del Emperador, de aquél que puede cazar los destinos de todos, siendo soberano, a la vez, del suyo propio. Un acto negativo como la muerte fue sacralizado. El detentador de ésta se deificó por necesidad. El depredador dejó de ser villano para ser admirado.
En el fondo, todo hombre o mujer ha sido, en un primordial momento, estoico. Todo ser de la naturaleza debe de tener un papel que lo defina, y el del águila es el de mandar sobre la fauna del campo, ser ejemplo de poder y dominio. En México ocuparía el escudo, pues fue animal capaz de subyugar a la diabólica serpiente, sobre las espinas de un cactus. En América del Norte, el águila calva demostraba su poder (en fuerza y tamaño) acabando con la vida de peces, aves, roedores y cervatos. Llegarían a existir pueblos que fueran presas de rapaces, al respecto véase a los antiguos maoríes y la gigantesca águila de Haast.
Cada rapaz, como todo animal, tiene un lugar en nuestro intelecto. Dependiendo de nuestras mentalidades ocuparan un lugar u otro en nuestra escala de prioridades y sentimientos. Quizá como correlato último de la esencial naturaleza humana, el águila siempre tiende a identificarse con el Poder, el Rey y el Imperio. Los propios ritos mortuorios han llegado a condicionar la imagen que nuestros ancestros tuvieran de sus rapaces. Testimonios latinos, así como hallazgos en lugares como las ruinas de Tiermes (Soria), nos demuestran que los pueblos de la Meseta hispana (prerromana), sacralizaron al buitre como mensajero de los dioses, animal capaz de llevar al alma del difunto a un lugar en el paraíso de los Cielos.
¿Rapaz o idea aparejada? Dejando lo mágico, morboso, o esotérico del asunto, cada cual de estos adjetivos más infame, los bestiarios (fuere respecto a leones, camellos o rapaces) siempre nos divierten por su originalidad, la belleza de sus dibujos, lo curioso de los pensamientos de quines los dibujaron, pero ante todo, como muestra de cómo el hombre ha conservado unas constantes a lo largo de la historia, definiéndose su mente como algo seleccionado naturalmente, y quién sabe si a nuestra desgracia, sin demasiadas expectativas de poder ser arreglado…
- De la primera ilustración: "Golden Eagle" de Walter Heubach (German, 1865–1923)
- De la segunda ilustración: "Vultures" de Lydekker, R. 1895 The Royal Natural History. Volume 4. Frederick Warne and Co. (from www.archive.org)
7 comentarios:
A mi me gustan las aguilas i todo tipo de rapaces i me alagra que cada vez se vean mas surcar los cielos, buen post.
Sorprende la asociación de la figura del águila con el poder, quiza sea por ser inalcanzables, de ahí quizá que el alma de Augusto se transmutase en una de ellas.
Aunque cada vez se vean más rapaces en los cielos españoles, no hay que olvidar que hasta hace no muchos años los buitres estaban en franco retroceso porque eran envenenados ¿incultura popular?
Muy interesante, un abrazo!!!!
Muy interesante Fujur, por cierto observese que lo que nos cuentas sobre la asociación de la figuara grabdiosa, majestuosa y poderosa del águila, puede en mi opinión, haber sido en mi opinioón el origen etimológico del nombre vulgar de algunas de ellas, como por ejemplo el águila real o las águilas imperiales; y no creo que sea una coincidencia que se haya dado estos nombres a águilas que se encuentran entre las mayores del mundo.
Algo es indudable, tienes mucha razón en que el águila es una figura que buscan muchas naciones para representar su poder e identificarse; personalmente, yo que no tengo prácticamente ni idea de monedas, se reconocer un euro de Alemania por la presencia de esta poderosa ave en una de sus caras.
Un saludo, Fujur.
Pd: en cuanto a los exámenes, los superé, por fin llego a 2º, lamentablemente creo que en ese curso la actividad en mi blog se va a ver drásticamente reducida.
Las rapaces son aves muy bellas, sobre todo las de cuello corto. Los buitres, estéticamente no me gustan tanto, aunque su vuelo también es majestuoso. Y desde luego, la que más me gusta es el águila.
Besos voraces.
Eliminaria el señor de los anillos, sin duda alguna.
El anhelado deseo del hombre de volar, sumado a unas capacidades que rozan la perfección como depredador... personificaciones de la libertad cuando alzan sus alas, la fuerza, la agilidad, frente a la torpeza de un ser humano que aún no ha sabido usar su cerebro en todo el explendor que se le fue otorgado...
Ya hablaremos tu y yo un día de estos, cuando te vea por el msn, pero... ¿como tu con lo que eres y haciendo referencia a las aves y ante su magnificiencia no nombras un hecho mitologico donde se refleja el afan de las personas por imitar a las aves como son Dedalo e Icaro?.
Nos vemos Nubi!
Del aguila lo más relevante es que siendo animal se retrato en el dinero.
Según la tradición el día que al Inca Huayna Cápac le llegaron las primeras noticias de los españoles llegando en navíos desde el oceano vieron sobre el templo del sol una gran águila siendo atacada por un grupo de rapaces de menor tamaño, el águila fue rescatada por la gente del Inca pero igual murió, esa noche si no me fala la memoria hubo eclipse lunar y se veia un halo rojo alrededor del brillo del astro, poco después el Inca moriría de la viruela, hasta entonces desconocida por estos lares.
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