Dentro del imaginario catalán ocupa un puesto preeminente el “pagés”, hombre de campo y de cosechas, habitante de los Mases y demás explotaciones de labrantío. Personalmente, cuando pienso en un pagés me viene a la cabeza la imagen de Josep Pla, estereotipo donde los haya, con su boina, su cigarrito de liar, su ropa antigua y su rígido bastón, a la vez arma con la que medir espaldas, y respaldo en el que apoyarse en tanto que tercera pierna, para algunos, pensaría nuestro ejemplo, quizás cuarta. El pagés es un hombre de campo, o al menos eso era hace ya varios entonces. Por lo que a los campos del Principat se refiere abundaban las explotaciones de vides (antes para aguardiente, ahora para vinos y cavas), las hortalizas, los olivos y los frutales. Trigos no encañaban como en Castilla, razón por la que muchos se espabilaron, fuere fundando empresas, o tostando panes a la leña, práctica poco corriente en la Meseta.
La explotación del pagés aunaba los conceptos de propiedad, familia y costumbrismo. Se trataba de pequeñas empresas familiares donde el patrimonio, en no pocas ocasiones, era a renta, pero los productos se ganaban en la propia mano, con su correlativo esfuerzo. Venturas del Azar, hubo quien pudo cultivar su propia parcela, e incluso ir adquiriendo sus fincas colindantes. A los capitales generados por el comercio del aguardiente y demás productos de la antigua Cataluña, se le dio un uso del que se beneficiaría toda España, la Industrialización del País, empezando por rincones de fértiles vegas, como pudieran ser Barcelona o Mataró (ciudades que gozaran del primer ferrocarril, pero también de la primera autopista de pago).
Precisamente entre ambas urbes se halla la comarca del Maresme. Como su nombre indica, la región de la que este artículo es medio, fue en otro tiempo un terreno fangoso plagado de charcas, navajos, “aiguamolls” y demás exponentes del ecosistema acuático mediterráneo. Cuando las obras lo permiten, en las fincas, hoy superlativamente revalorizadas, se forman estanques a los que acuden mendigos de pasadas ciudades aviares: garcetas, ánades, gaviotas, e incluso, cormoranes. El Maresme cambió, como otras tantas regiones del globo, el agua por el dinero. Sus marismas se secaron en pro de la construcción; pues como viene sucediendo desde Roma y sus “villas vacacionales” camino de Capua y Nápoles, el Mediterráneo es sujeto de explotación turística frente al mar, ¡que no paraíso para aves y focas monje!
No por habitar en su término, que no en su pueblo, Vilassar de Mar es un enclave de digna mención en toda descripción, de entre las posibles, de este curioso fragmento de nuestro planetario terreno. Se trata de una villa singular, una humilde doncella que pasó a ser reina con corte, de barriada de pescadores a lugar con obreros, burgueses y pageses enriquecidos con la venda de sus campos de hortalizas, y más en este caso, de flores. El pagés es de nuevo protagonista primordial en este pueblo; en pleno siglo XXI, cuando la barretina se ha cambiado por el Mercedes, y el Mas por la cesión de solar por edificación futura... Que cada cual haga sus propias conclusiones. Existe un problema, no sólo catalán, que fragmenta la sociedad, de forma un tanto mimetizada.
Si Pirenne dijo en su día que las grandes familias burguesas se alzaron con el poder desde un oficio, en aquel momento infame, como el de ser comerciante, en estos lugares de la costa mediterránea, el bucólico pagés ha adquirido privilegios como panes, regalos con total agravio, creándose una serie de clases y privilegios, que el antiguo sembrador de cebollas jamás hubiera podido haber imaginado.
Con el pasado “boom” inmobiliario, no sólo Calella, Torremolinos, Vélez-Málaga o Benidorm fueron objeto de actuaciones urbanísticas en masa. Pueblos, no tan citados, como el propio de Vilassar de Mar (antiguo San Juan de Vilassar), han sufrido masivas transformaciones que los han llevado desde lo campestre a lo urbano, ¡sin haber pasado por la preceptiva saga de grises! La dinámica urbanística e inmobiliaria, ha hecho que se custodien grandes capitales por parte de quienes se enriquecieron vendiendo estas obras de nuevo cuño, así como por quienes vendiendo sus huertas, fueron sacados la común masia para habitar el “Eliseo de los Millones”.
Denuncio un agravio propio, como pocos antes lo hicieron para desgracia. En la costa barcelonesa existen pueblos donde según qué clases tienen privilegios, un tanto medievales. Unos compran casas unifamiliares por dejar sus pisos en la Metropolitana, siendo charnegos en tierra de pageses, señores feudales de nuevo cuño, sólo que hoy no cobran privilegio ni diezmo, sino que simplemente cambiaron euros por cebollas, teniendo que pagar, a día de hoy, ínfimamente menos impuesto que aquéllos que vinieron. ¿Quién debe beneficiarse de las plusvalías urbanísticas? ¿Cómo compaginar un pueblo antiguo con una nueva urbe conectada a la metrópolis de Barcelona? Son preguntas que aún no ha resulto, como tantos otros, el Ayuntamiento de éste, mi pueblo.
- Primera imagen: "Balles i Ballets catalans"
- Segunda imagen: la ciudad de Calella, imagen sujeta a GNU Free Documentation license. Origen: http://commons.wikimedia.org
4 comentarios:
Me temo que la misma situación que cuentas se vive en otras partes del país. He vivido en varias partes de España y la situación es parecida, especialmente en Málaga, donde el "cenachero" no tiene por recuerdo más que una estatua, y sus descendientes han pasado a convertirse en señoritos andaluces o más probablemente lo que éstos llaman despectivamente "merdellones".
Sus marismas se secaron en pro de la construcción; pues como viene sucediendo desde Roma y sus “villas vacacionales” camino de Capua y Nápoles, el Mediterráneo es sujeto de explotación turística frente al mar, ¡que no paraíso para aves y focas monje!No por habitar en su término, que no en su pueblo, Vilassar de Mar es un enclave de digna mención en toda descripción, de entre las posibles, de este curioso fragmento de nuestro planetario terreno
bonita reseña de tu pueblo, acá de algún modo ocurren cosas así, nomás que lo que veo es que se acaba perdiendo mucho de lo tradicional en favor de lo moderno.
La vida la escrtutura social en las masias creo que son ejemplares i muy utiles i dignas de estudio.
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