Respecto al exterior, somos lo que parecemos. Salvo indagaciones íntimas de quienes nos rodean, en el mundo somos lo que el resto percibe. En no poca medida, en ello se basa la idea de "persona". Después de todo, lo que uno percibe de sí mismo, se conoce como autoestima. Si de veras no interesa la opinión del tercero, somos gente poco importante (predestinada a desaparecer con su cuerpo); sin embargo, aquél, que para bien o para mal, está predestinado a ser inmortal en las mentes del resto, requiere de un ropaje que se forma, en no pocas ocasiones, por rumores, suposiciones y maquinaciones de terceros. Si estudiamos, muy someramente, algunas generalidades de las biografías de los diferentes Emperadores romanos, nos daremos buena cuenta de cuán cierto es todo ello. Dejando a un lado a los “clásicos”, existen figuras, para el público secundarias, que, sin embargo, tienen el prestigio de haber sido reconocidas como grandes Emperadores. Especialmente me vienen a la cabeza un padre y un hijo, el padre es Vespasiano, su vástago, Tito. Tito Flavio Vespasiano es el paradigma del buen romano. En un tiempo de cortesanos, conspiraciones y asesinatos, sirvió al Imperio con la máxima de todas las honorabilidades posibles. Fue un eficaz gobernante de la provincia de África, pese a recibir lanzamientos de nabos, un gran estratega en la conquista de islas, sin importar que la británica isla de Wright fuere ínfimamente menor que Sicilia. De su boca surgirían frases lapidarías. Se dice que rechazó un económico presupuesto mediante el que subir piedras al Capitolio con el argumento de que “Debo tener siempre la seguridad de que la clase obrera gana suficiente dinero para comprar pan”. Vespasiano era un hombre ejemplar, un romano modélico. Como ejemplo de buen hombre de su tierra, se cuenta que jamás dejó de visitar, y favorecer, a su pueblo de origen (Roccagiovine), conservando siempre, con total orgullo, un acento típicamente rural. Frente a los excesos de Nerón, el infame, Vespasiano se nos presenta como el más sobrio, riguroso y digno de todos los Césares. Fundó la dinastía de los Flavios, no perteneciendo a la aristocracia, respetando a sus superiores mientras le rigieron con poderes y mando, siendo contundente, cuando tuvo que haberlo sido. Vespasiano, y sobre todo su hijo, Tito, pasaron a la historia, no sólo por iniciar la construcción del anfiteatro Flavio (el Coliseo), sino también por acabar con la rebelión judía que prendió en aquellos tiempos. Flavio Josefo, nada que ver con la dinastía imperial, pasaría a la posterioridad por narrar el conflicto que aquí se menciona. La revuelta judía (66-73 d.C.) fue recogida por su puño y letra, llegando a nosotros en tanto que incalculable testimonio de aquel acontecimiento. Josefo fue judío, prendido por los romanos en los inicios de la contienda. El hecho de “predecir” el futuro mandato imperial de Vespasiano, le valió su perdón, aunque la historiografía hebraica se empecina en reivindicar su papel de traidor. La descripción que realizara del Templo de Jerusalén (en la que se basaría Felipe II para la construcción del Escorial) adquiriría especial valor virtud de los acontecimientos que él mismo se encargaría de narrar. Si Calígula, imponiendo su autoridad, fue capaz de erigir una imagen suya dentro del Templo, Tito (comandando las tropas de su padre) redujo a cenizas el Templo, acabando con el mayor símbolo identitario entre los judíos. Valga recordar, igualmente, que fue precisamente durante estas guerras, cuando se configuró el mito de Masada (epopeya nacionalista del sionismo israelita). Una cosa está clara. La benignidad de las descripciones romanas bien nos pueden haber dejado la impresión de que Vespasiano fue, más que un hombre modélico, un sujeto creado por quienes les rodeaban, un hombre de paja, un personaje ideal para una obra singular. Frente a la falsa idiosincrasia que nos ha llegado de Nerón o Domiciano, Vespasiano no acaba de convencer a nadie como uno de los grandes. Más allá de ser el reformador, y forjador, de la futura prosperidad del Imperio, constructor del Coliseo, vencedor en Judea, Vespasiano parece ser un hombre ninguneado, quién sabe si por no ser merecedor de mayores elogios, o por ser la peor pesadilla de los judíos. Suposiciones al aire, la historia, una vez más, dista de ser una ciencia objetiva, un cúmulo de fórmulas empíricamente contrastables, como pudieren ser la Física o la Química.
- En primer lugar: The Triumph of Titus by Lawrence Alma-Tadema, Oil on canvas, 1885
- En segundo lugar: vista de Masada (Israel)
5 comentarios:
Quizás sea un emperador que ha pasado sin pena ni gloria por no haber surgido en torno a su figura una serie de mitos descalificadores como ha ocurrido con Tiberio, Calígula, Heliogábalo...
En el mundo romano estaba muy bien considerado, aunque se le criticaba su tacañería; normal por otra parte si tenía que sacar al Imperio de la ruina creada por Nerón. Además la cantidad de imágenes de este emperador repartidas por todo el mundo romano, deificado o no, muestran la alta estima que tuvo.
La figura de Tito, en cambio, creo que está mucho más ninguneada, no se si por el odio judío o más bien por el posterior reinado de su hermano Domiciano.
Muy interesante!!!
Vespasiano demuestra que Roma podía regenerarse con políticos virtuosos y austeros en aquella época. El Imperio podía aguantar uno, dos o tres emperadores locos y degenerados por el poder, porque tenía en su reserva hombres magníficos con capacidad de alcanzar posiciones de poder.
Coincido contigo en que a Vespasiano y a Tito los han puesto en segundo orden por el debelamiento de la rebelión judía y la diáspora.
No sabía que El Escorial se basó en el Templo de Jerusalén.
En verdad muchos de estos hombres son más lo que nos cuentan que lo que eran.
Ami de la Roma antigua siempre me ha facinado, las vestales aquellas que llevan una teta fuera.
Al igual que Dinorider, ignoraba el dato de que El Escorial se hubiera basado en el templo de Jerusalén... a mí me dijeron que desde lo alto debía verse como una gran parrilla porque en dicho instrumento fue martirizado San Lorenzo...
¿Cómo? ¿Olvidas el Coliseo con el cual pretendió devolver al pueblo lo que Nerón les había arrebatado con su Casa Dorada? Bien, quizás sea bueno también recordar cómo lo devolvió: con pan y circo u_u
Bueno, son cosas de la época, que se hacían o se hacían, simplemente.
PD: Muy cierto lo dicho por striper
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