domingo, 4 de mayo de 2008

Amor a un pueblo

Sus pasos son motivo para volver a este pueblo. ¡Quién osará asegurarme que seguiría queriendo las peñas, las amapolas de mayo, los buitres solitarios o las centenarias carrascas si no fuera por lo que les quiero, por lo que me siento ligado a ellos: peligros del cariño, maestros de lo docto y excelso! No me atrevo a afirmar que el hombre sea el único animal sin sentimientos; sin embargo, parece obvio que marcamos nuestro territorio con nuestras memorias, itinerarios pretéritos, rastros de cariños y de recuerdos.

Mis tíos son alguien más que eso. Son una meta a la que he llegado, bienaventuradamente, sin mayor mérito que mi propia suerte. Motivo por el que temer al tiempo raptor, aquél que parece jugar con nuestros hilos de vida, no sabiendo cuán importantes son éstos para los que quedan a la deriva. Seguiré siendo pagano en honra a la pérdida de mi abuela, seguiré estando agradecido con quienes, sin mayor obligación que su conciencia, en buena parte me criaron en esencia.

Anguita es un acervo de nacionalismo. Una contradicción para mi ideología que desprende pasión, amor e identificación con sus árboles y riscos. Cada hoja parece reflejar una de tus caras, gestos o sensaciones. Al monte Abadón no se le conoce modo de mentirle, ni a los Altos o Mijotas; todos los árboles tuercen sus copas en pleitesía al tiempo, tumbados al sol de quienes te quieren y quisieron, amor a la tierra, amor al pueblo. Todas las gotas del Tajuña no osan sumar más que una milésima libra de lo que pesan mis sentimientos. Un te quiero en forma de baenales y carrascas, un corazón tallado en Torre con alas de cigüeña. Pese a todo, nadie me resuelve la duda. No alcanzo a comprender si las tierras son merecedoras neutrales de cariño, o simples recreaciones del Pasado que iluminan tus recuerdos. ¿Somos parte del medio o mundos que lo representan? Sigo mis pasos por el monte, y no encuentro lógica respuesta. ¿Anguita es la familia, mis tíos o mis melancólicos recuerdos? ¿Tierra Santa lejos del Jordán o Jerusalén de los Sueños?

Ahí dejo la pregunta, cual brisa que se disipará en lo etéreo. Pasarán los tiempos y seguiré falto de respuesta o conocimiento; estoico siervo de los encinares, con aires de hombre urbano. Por todo seré siempre un agradecido sobrino, ante todo frustrado, virtud del cariño que jamás podrá, mucho menos en otro lugar o en otro mundo, atisbar a ser mínimamente compensado.

4 comentarios:

isobel dijo...

que te voy a decir yo, si es que... se siente o no se siente,y cuando una necesita vida, pues va a su tierra, aunque sea seca y árida, besitos desde la tierra

El llano Galvín dijo...

He leído varios de tus textos dedicados a tu tierra y me gustan mucho. Algunos de los sentimientos que describes son similares a los que yo siento por mi tierra chica, un pequeño pueblo de Ávila. Aunque quizás yo tenga sentimientos más encontrados, si bien me apasiona el lugar, su entorno, su historia y costumbres, en ocasiones siento cierto rechazo hacia la gente por su forma de ver las cosas, tan cerrada e intolerante. A pesar de ello no lo cambiaría por nada del mundo, es mi paraíso particular.
Ah, y como dicen allí: "Si no lo conoces no hables, lo más bonito de Ávila es San Esteban del Valle". Ja, ja, ja! Cada uno tenemos lo nuestro!!!

Muchísimas gracias por tu blog. Un abrazo!!!!

Unknown dijo...

menudo pitote te has montado tu solito chato!!
no sabría contestarte a las preguntas me he quedado algo aturdido!
bss

Isabel Barceló Chico dijo...

Una declaración de amor muy bella. Creo que la tierra somos nosotros, la representamos y ella, al mismo tiempo, representa nuestras aspiraciones, nuestros sueños, nuestra idea del mundo y de los demás. No somos nada sin paisaje. Me ha gustado mucho tu blog, volveré. Saludos cordiales.