Hay algo que me tiene en continua tensión intelectual, un misterio del cual quisiera saber más, una vida a la que admiro y de la que quisiera tomar nota. No son pocas las veces que he puesto en un buscador, siempre entrecomillado, el nombre “Marco Aurelio”. Su biografía siempre me ha resultado en un punto equidistante entre lo ejemplar y lo maravilloso, lo inteligente y profundo, no reñido con el egoísmo inherente a todo realismo, y la despreocupación que abandera el estoicismo. Particularmente, ese misterio al que invoco, es el origen del Princeps.
Al igual que en los casos de los emperadores Adriano y Trajano, las raíces de Marco Aurelio parecen hallarse entre los olivos y algarrobos de la rica provincia bética. En concreto, las fuentes parecen indicarnos que fue su padre, concretamente, quien nació cerca del Guadalquivir, lejos de la Península Itálica, lugar donde nacería el César. Establecer mínimos paralelismos (mi familia materna es de la Puebla de Cazalla, provincia de Sevilla) suduce a mis caprichosos incentivos hacia el ocio y la lectura. ¡Todo el mundo quiere encontrar similitudes con sus ídolos, sólo que éstos pueden ser Marco Aurelio o Aníbal, a la vez que Ronaldinho o Maradona!
Como en tantas otras cosas, los romanos fueron auténticos maestros en la idealización de héroes, fueran éstos enemigos o tiranos vencidos por las fuerzas de las legiones. Precisamente, Aníbal es un caso paradigmático. Tal y como recoge el Dr. Jaime Alvar dentro de la obra: “Héroes y antihéroes de la Antigüedad Clásica” (editorial Cátedra), poco importó para la alabanza de tan terrible enemigo (reconvertido en paradigma de los valores a defender con la vida de uno mismo) que fuera tuerto (por un suceso acaecido durante su célebre paso de los Alpes) o no excesivamente hermoso, al menos en comparación con las efigies que en su honor se confeccionaron por los escultores romanos. Visto lo dicho, de lo que no hay dudas es que la “percepción cultural” que tienen las diferentes culturas de los diferentes personajes se halla condicionada plenamente por factores diversos (tan políticos como económicos).
Añadamos a Aníbal otros ejemplos. El ímpetu por buscar caracteres que nos asemejen a personajes insignes se representa en nuestras más íntimas convicciones, pensemos en Cristo. Por su origen geográfico palestino, no sería de extrañar que tuviere más de Arafat que de niño germánico de Hamburgo. Algo semejante ocurre con los faraones egipcios y demás personajes con lugares de nacimiento en actual terreno islámico. Nadie ve rastros magrebíes en el César Septimio Severo, ¡mucho menos en San Agustín, Aníbal o en el propio Jesucristo! Un paradigmático ejemplo de lo aquí explicado es lo que ocurre con Atila.
“Era sumamente juicioso, clemente con los que le suplicaban perdón y generoso con los que se aliaban con él. De estatura era bajo, ancho de pecho, de cabeza grande y ojos pequeños; la barba la tenía poco poblada, los cabellos canosos, la nariz aplastada y la tez oscura, rasgos todos ellos que denotaban su raza”.
Así describe Jordanes, el gran cronista godo, al Rey de los hunos. No obstante, la “perla” que me gustaría destacar no es esta famosa descripción, sino la nota que en mi edición (de Cátedra) hace el traductor: “En este famoso retrato de Atila, que ha servido de base para la caracterización de este guerrero conocido como “el azote de Dios”, se pueden rastrear, al igual que en otras descripciones y relatos de su obra, ecos literarios de algunos grandes escritores clásicos latinos adaptados al personaje en cuestión. Vid. a este respecto J. Lorenzo Lorenzo (...)”. No hay duda de que nuestro traductor es un mayor especialista en la materia que un servidor; pero, por otra parte, no acabo de deslindar, efectivamente, la descripción de Jordanes ¡de la que haría el común de los mortales respecto de un individuo procedente de las estepas fronterizas con China!
En Historia nadie que se precie puede ser diferente a nosotros, mucho menos diferente a la clase gobernante y sus parámetros. Quizás algún día, de ganar las elecciones, Obama no destaque por su piel negra (y sea, como mucho, moreno) o, por lo contrario, ¡o la guapa de Beyoncé sea de etnia siciliana! Nuestras convicciones condicionan nuestras visiones de la historia. Todo ello parece ser inevitable, aunque sigamos queriéndonos parecer a aquellos que antaño vivieron, para ser por nosotros admirados...
pd: Por cierto... Colón es originario de mi patria paterna, ¿no se lo creen? vean la siguiente obra: “CRISTOBAL COLON, ALCARREÑO O AMERICA LA BIEN LLAMADA”SANZ GARCIA Ricardo.
Al igual que en los casos de los emperadores Adriano y Trajano, las raíces de Marco Aurelio parecen hallarse entre los olivos y algarrobos de la rica provincia bética. En concreto, las fuentes parecen indicarnos que fue su padre, concretamente, quien nació cerca del Guadalquivir, lejos de la Península Itálica, lugar donde nacería el César. Establecer mínimos paralelismos (mi familia materna es de la Puebla de Cazalla, provincia de Sevilla) suduce a mis caprichosos incentivos hacia el ocio y la lectura. ¡Todo el mundo quiere encontrar similitudes con sus ídolos, sólo que éstos pueden ser Marco Aurelio o Aníbal, a la vez que Ronaldinho o Maradona!
Como en tantas otras cosas, los romanos fueron auténticos maestros en la idealización de héroes, fueran éstos enemigos o tiranos vencidos por las fuerzas de las legiones. Precisamente, Aníbal es un caso paradigmático. Tal y como recoge el Dr. Jaime Alvar dentro de la obra: “Héroes y antihéroes de la Antigüedad Clásica” (editorial Cátedra), poco importó para la alabanza de tan terrible enemigo (reconvertido en paradigma de los valores a defender con la vida de uno mismo) que fuera tuerto (por un suceso acaecido durante su célebre paso de los Alpes) o no excesivamente hermoso, al menos en comparación con las efigies que en su honor se confeccionaron por los escultores romanos. Visto lo dicho, de lo que no hay dudas es que la “percepción cultural” que tienen las diferentes culturas de los diferentes personajes se halla condicionada plenamente por factores diversos (tan políticos como económicos).
Añadamos a Aníbal otros ejemplos. El ímpetu por buscar caracteres que nos asemejen a personajes insignes se representa en nuestras más íntimas convicciones, pensemos en Cristo. Por su origen geográfico palestino, no sería de extrañar que tuviere más de Arafat que de niño germánico de Hamburgo. Algo semejante ocurre con los faraones egipcios y demás personajes con lugares de nacimiento en actual terreno islámico. Nadie ve rastros magrebíes en el César Septimio Severo, ¡mucho menos en San Agustín, Aníbal o en el propio Jesucristo! Un paradigmático ejemplo de lo aquí explicado es lo que ocurre con Atila.
“Era sumamente juicioso, clemente con los que le suplicaban perdón y generoso con los que se aliaban con él. De estatura era bajo, ancho de pecho, de cabeza grande y ojos pequeños; la barba la tenía poco poblada, los cabellos canosos, la nariz aplastada y la tez oscura, rasgos todos ellos que denotaban su raza”.
Así describe Jordanes, el gran cronista godo, al Rey de los hunos. No obstante, la “perla” que me gustaría destacar no es esta famosa descripción, sino la nota que en mi edición (de Cátedra) hace el traductor: “En este famoso retrato de Atila, que ha servido de base para la caracterización de este guerrero conocido como “el azote de Dios”, se pueden rastrear, al igual que en otras descripciones y relatos de su obra, ecos literarios de algunos grandes escritores clásicos latinos adaptados al personaje en cuestión. Vid. a este respecto J. Lorenzo Lorenzo (...)”. No hay duda de que nuestro traductor es un mayor especialista en la materia que un servidor; pero, por otra parte, no acabo de deslindar, efectivamente, la descripción de Jordanes ¡de la que haría el común de los mortales respecto de un individuo procedente de las estepas fronterizas con China!
En Historia nadie que se precie puede ser diferente a nosotros, mucho menos diferente a la clase gobernante y sus parámetros. Quizás algún día, de ganar las elecciones, Obama no destaque por su piel negra (y sea, como mucho, moreno) o, por lo contrario, ¡o la guapa de Beyoncé sea de etnia siciliana! Nuestras convicciones condicionan nuestras visiones de la historia. Todo ello parece ser inevitable, aunque sigamos queriéndonos parecer a aquellos que antaño vivieron, para ser por nosotros admirados...
pd: Por cierto... Colón es originario de mi patria paterna, ¿no se lo creen? vean la siguiente obra: “CRISTOBAL COLON, ALCARREÑO O AMERICA LA BIEN LLAMADA”SANZ GARCIA Ricardo.
- Marco Aurelio y Aníbal, ambas procedentes de Wikimedia Commons. Sujetas a Creative Commons Attribution ShareAlike 2.5
6 comentarios:
Hola!!
Muy interesante, como siempre. Creo que la idealización del retratado es innato al hombre y más cuando el elegido es un personaje célebre. Da igual donde se mire: en Egipto se sigue un patrón común en cada período histórico, salvo contadas excepciones; en Grecia no se puede hablar propiamente de retrato, tal es la idealización; y en Roma gran parte de los retratos particulares presentan matizados los rasgos del emperador y la emperatriz contemporáneos. Posteriormente ocurre lo mismo, ni los retratistas más famosos evitaban alabar a sus comitentes, aunque hoy por hoy no nos lo parezca, como es el caso de Jean-Louis David, Ingres o, en el caso español, Federico de Madrazo.
Y eso hablando de personajes reales, porque de personajes legendarios o históricos la fantasía alcanza cotas increíbles; parece que la fealdad no va acompañada de valores morales muy elevados, de ahí que sea más convincente un Atila atlético y con rasgos apolíneos, que uno tuerto y rechoncho. Tanto es así que hoy por hoy ocurre lo mismo ¿no pasó hace poco que retocaron fotografías de Sarkozy para eliminarle michelines y mejorar su aspecto?
Un abrazo!!!
Cuesta a imaginarse un San Agustín moro, la verdad :)))
jo, ya me pico la curiosidad, te voy a dar, con lo pillada que voy de tiempo, besos
MARCO AURELIO: Magnifico.
Sus pensamientos: auténticos.
Su moral: única.
Para mi, un referente histórico que nadie deberia obviar.
Os recomiendo la lectura de sus pensamientos. Animo!!! Son buenisimos.
Un besito: Pi
Fujur el enlace de Colón me lleva al Kalahari, o te refieres a que en sentido último Colón, tú y yo somos medio parientes gracias a Evita, no la Perón sino La Africana?
A mi con todo de chico me gustaba la historia de Aníbal, aunque de niño confieso más de daban pena sus elefantes.
Recuerdo que en un libro de historia universal lei de niño una crónica de un gobernador romano en la que hablaba brevemente de Jesús en el contexto de los hechos acaecidos. También hace breves referencias a su madre, casi anda pero de hecho recuerdo no tenía nada de parecido a los típicos Apolos de las esculturas clásicas.
Arreglado
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