sábado, 12 de julio de 2008

Nacionalista a tiempo partido

Cada cual tiene sus miedos, manías, odios y fobias. En cuanto a política se refiere, pocos de cuantos me conocen dudarán de cuán poco es mi amor por el conocido como “nacionalismo catalán”, “catalanismo” según los libros de texto que me ha tocado estudiar durante mi pasada educación elemental. Desde pequeño el asunto ha tenido dentro de mí, por decirlo en palabras un tanto coloquiales, “cierta miga”. Sobre el tema lingüístico tengo alguna que otra experiencia digna de ser contada. Sin querer connotación lúbrica alguna, mi primer contacto con la “lengua” se halla custodiado plenamente nítido entre las neuronas de mi cerebro. Para un joven de 22 años, el descubrimiento del Mundo no queda, después de todo, tan remoto. Recuerdo cómo paseando por las calles de Bellvitge llegaba a girarme, sorprendido, cuando veía a alguien hablando catalán por la calle. Yo pensaba, pues a si me lo inculcaban, que se trataba de una lengua para utilizar sólo en clase, ya que fuera de la escuela, poco o nada la había escuchado. Con el paso del tiempo la “extranjería” del asunto, dentro de mi propia tierra, se expandiría a los dibujos animados, los libros de la escuela, los documentos oficiales, y con algún año más, a los panfletos y discusiones políticas. Nada más crudo que la realidad, desde pequeño puedo empezar a comprender que, como en cualquiera de los múltiples barrios obreros que mantienen viva la economía de Cataluña (al igual que en cualquier otra gran región industrializada), la gente es tratada con cierta vocación de pastor de corderos. En todo cortijo grande se requieren borricos y borregos, y un corral en el que criarlos, ¿quién iba sino a llevar la carga y dejarse esquilar? ¿Quién iba a trabajar en la construcción, en los taxis, con contratos mileuristas o “hazañas” dignas de poca honra? Ante la indiferencia, cada día “menos total”, de quienes me rodean, Cataluña se rompe cada vez más en dos, o simplemente, quizá, cosas de la vida, fuere que estoy madurando, de una vez, a marchas forzadas. Desde la etología (ciencia que estudia el comportamiento animal) se han propuesto soluciones científicas al nacionalismo. Según defendiera W.D. Hamilton (basándose en Darwin o en el nobel Konrad Lorenz), “la disposición a la identificación con el grupo y a la rivalidad podrían ser un residuo (…), algo que debería comprenderse como un elemento que un día fue conducente a la supervivencia de los genes”. Dentro de la teoría de Hamilton destacaría el concepto de “aptitud incluyente”, es decir, un factor que vendría a combinar la aptitud personal con el parentesco, y que sería la base lógica, y científica, del por qué el nacionalismo y, correlativamente, el tribalismo que le define. Definitivamente, virtud del concepto aquí explicado, la contingencia abandona la biología para medrar en los contornos de la sociología, economía, derecho y demografía. El “asunto nacionalista” dista mucho de ser fácil de resolver, o comprender, más si se tiene en cuenta que por razones biológicas, jamás un ser humano podrá ser neutral al respecto. Bajo mi punto de vista, para el “caso catalán” los grupos, a grandes rasgos, estarían muy bien estructurados. Por un lado la burguesía catalana y asimilados (unos, partidarios de la “Gran España”, por negocios, otros de la “Pequeña Cataluña”, por frustración). Subyugados a éstos estarían los eternos “ascensores” (gente que sempiternamente intenta ser reconocida “por los que mandan”), los obreros (sustento del actual sistema económico, de los cuales ya hemos hablado), y más recientemente, los inmigrantes (gente de igual función que los anteriores, sólo que eternamente condenados al enfrentamiento con éstos, por defender un mismo “nicho social”, pero con diferentes condicionantes psicológicos, culturales, emotivos). Si se piensa bien, el nacionalismo es un mecanismo de protección del individuo frente al resto, irracional como el que más. El nacionalismo tiene una vertiente folklórica, gastronómica, artística y costumbrista, no falta de interés y belleza. Por otra parte, el nacionalismo es autoafirmación del individuo en sus convicciones, en aquello que le fue inculcado desde la cuna, en defensa de su tribu, su grupo social, su “pandilla de primates”. Tal vez sea el momento de intentar separar las dos vertientes de nuestro Mundo: Caos-Orden, Razón-Incertidumbre, binomio fundacional de nuestro Cosmos y de todo lo que en él se manifiesta. Reflexionen sobre si egoísmo, individualismo, romanticismo, nostalgia, tradición, lengua materna, “historia común”, señas y banderas etc, no son partes de un mismo campo semántico, el del nacionalismo, el de lo diferente frente al resto. ¿Una nueva forma de comprender cómo se autoafirman, nacionalmente, países como los de Asia Central al saber de sus hidrocarburos? ¿Una forma de “legitimar” las clases sociales? ¿Una manera de ver el cártel de las compañías petroleras y servidumbre del resto del globo? Por mi parte sigo siendo nacionalista, como cualquier otro, sólo que intento llevarlo en secreto, negarlo, atacarlo como cualquier otra manifestación de mi vertiente irracional, ¡aunque a veces deba aparecer en forma de Selección, equipo o bandera, con el sino de reconfortarme en mi autoafirmación y resistencia frente a la tiranía, excluyente, de las ideas avaras de quienes nos intentan gobernar, a golpe de panfleto y educación politizada!

7 comentarios:

El llano Galvín dijo...

Desde la distancia es difícil comprender qué está ocurriendo en Cataluña o el País Vasco. Yo entiendo el nacionalismo de estas comunidades como reafirmación cultural frente a otras regiones españolas, pero la manipulación política es excesiva y la gente se está posicionando desde una postura muy radical. En Madrid desde luego hay un rechazo hacia lo catalán totalmente desmedido y el centralismo español no mejora la situación. Tiene difícil solución la cosa, quizás si se permitiese la federación de las comunidades mejorase la cosa, no lo sé. Es defícil de saber.
Muy interesante, como siempre. Un abrazo!!!!

isobel dijo...

complicado cuando todo esta lleno de sin razones y priman mas otras cosas que el sentido común, besos

panterablanca dijo...

Muy interesante tu visión del nacionalismo. Y leído lo leído voy a tener que hacerme nacionalista, puesto que de lo que sí estoy segura es que soy una romántica empedernida (filosóficamente hablando) :-)
Besos felinos.

Anónimo dijo...

No hay exilio más lejano que el de otra lengua,
ni músculo tan final como la propia,
en ella duerme su sueño la memoria
para renacer como sólo lo puede el polen entre la materia.

(De un viejo poema/pensamiento judio)

Dinorider d'Andoandor dijo...

querer lo de uno siempre es bueno

ASITAWANDA dijo...

He vivido varios años en Cataluña por trabajo y jamás tuve ni un sólo problema con la lengua, a pesar de tener que tratar con público a diario.
Cuando me hablaban en catalán intentaba entenderlos y en el momento en que no lo hacía lo decía y ya está.
Me parece que es una cuestión de aplicar el sentido común y respetar las diferencias de unos y otros.
El problema aparece al politizarse y radicalizarse las posturas.
Tanto Cataluña como Euskadi son lugares que adoro, me hacen sentir como en casa y donde siempre me tratan bien.
En la cuestión nacionalista se debe andar con pies de plomo y sopesar muy bien las posibles consecuencias que es precisamente lo contrario a lo que se hace.

Felicidades por tu estupendo blog.

Besonrisas.

Jesús M. Tibau dijo...

Me alegra ver por los comentarios que se entiende perferctamente que en Cataluña no hay ningún problema de convivencia ni conflicto lingüistico. Quien ha vivido aquí lo sabe. En España, en general, està mal visto el nacionalismo, cuando se habla de nacionalismo catalán o vasco, pero también existe el nacionalismo español, mucho más fuerte en sus posiciones y menos transigente.
Una nación no es mejor o peor que otra, y lo ideal es que las naciones cooperen entre sí. Cuando yo hablo de mi nación pienso en Cataluña, y no hay que darle más vueltas, simplemente se trata de un sentimiento; pero eso no quiere decir que no respete a la demás, como quiero que respeten a la mía.
Las naciones del mundo deben estar unidas, cada una desde su singularidad y independencia para tomar sus propias decisiones.