miércoles, 16 de julio de 2008

Una "caída" controvertida

“El Turco si nos tomare Sisak,
todo nos los pondrá patas arriba, la ciudad de Ljubljana será campo, una provincia turca la Carniola”.
Romance popular esloveno (siglo XVI) Vivimos en la era de la información y de la informática. Los más variopintos, e inverosímiles, rumores nos son accesibles virtud de un tic en el teclado, un movimiento del ratón o un rato de televisión o radio. Sin embargo, de no ser que alguno de nosotros sea un veraneante de Marbella o Formentera, o un vecino de la Moraleja, acontecerá muy difícil que en estos medios se hable de nosotros, a diferencia de lo que sucede, por dinámica y esencia, con los rumores callejeros de vecindario. Con el alzamiento de la familia nuclear frente a la de parentesco, las relaciones íntimas se estrechan, cuasi sobrenaturalmente. Los amigos ocupan lugares en los que otrora estuvieran nuestros primos, y los abuelos disponen de mayor ocio, que el de cuidar de sus nietos. Poca duda cabe de que nuestros conocimientos acerca de la vida de quienes nos rodean es ínfimamente peor al que tuvieran, de sus vecinos, nuestros abuelos y más remotos ascendientes. Para la ciencia de la historia, una fuente de inexcusable valor, precisamente, son estos “rumores”. Y es que, no sólo de pergaminos, libros, documentos, bulas y archivos vive el historiador, profesional o aficionado. Fuentes que nos remiten al pensar, y a las preocupaciones, de la vida cotidiana del pueblo que medrara por aquellos tiempos, acostumbran a ser, cuanto menos, de igual o mayor valor que las fuentes más “estandarizadas”. Un fenómeno que es de especial interés contrastar con las gentes que lo sufrieron, bien podría ser la Caída de Constantinopla. Para el común del gran público, no existe mayor información que la que se publica en los medios "oficiosos" u "oficiales", o lo que no necesariamente es lo mismo, masificados. La Caída de Constantinopla en no pocas ocasiones ha sido vista como el final de la Edad Media, y principio del Mundo Moderno; el fin del último bastión cristiano en Oriente y el auge del endemoniado enemigo turco. Son muy escasos, por no decir inexistentes, quienes se atreven a reflexionar sobre otras posibles versiones de fenómenos, que como éste, son muchas veces tergiversados, e incluso, politizados. Para enjuiciar la situación, de forma irremediablemente sensacionalista, por definición, humana, siempre nos fijamos en una Constantinopla esplendorosa donde prosperaba el comercio y las diferentes culturas a la sombra de la maravillosa Santa Sofía. Desde una óptica “occidental”, no turca (aunque no sea por definición), es una herejía decir que la conquista otomana revitalizó la antigua capital devolviéndole una vida que acaso había perdido desde los tiempos del gran Basilio. Nadie se atreverá a ver a la antigua Bizancio como un obstáculo para la eficiencia del comercio en el ámbito turco. Nadie se centrará en los “piratas” e inconvenientes que desde las murallas de Constantinopla debieron de crearse a las, cada vez más prósperas, flujos de comunicación otomanos. El Conquistador, Mehmet, no fue, en ningún caso, un asesino sangriento. Claro que debieron haber muertes, como en todo conflicto bélico, sin excepción, más aún en un duelo de la intensidad de un asedio. Sin embargo, no podemos obviar que Mehmet no exilió a la población originaria de la capital, permitiendo que siguiera, la mayoría, en sus puestos laborales; llegando, incluso, a adoptar como consejeros a miembros de la antigua corte bizantina. Según qué parámetros se utilicen, el Estambul otomano preservó más características de la antaño próspera Bizancio que cualquier otra cultura sobre la faz de la Tierra. Trascendiendo a la Religión, de forma equivalente a lo que sucede con los conflictos actuales, la lucha entre cristianos y turcos tuvo más de económico que de ideológico.
Si con la Caída (Conquista, según se enseña en Turquía) de Constantinopla no se exiliaron la mayor parte de los antiguos habitantes griegos de la ciudad, sí que lo harían como consecuencia del conflicto greco-turco de primeros del Siglo XX, siendo el creador de la patria turca, Atatürk, quien promovió una “Turquía para los turco” echando a los griegos a Grecia y éstos a sus turcos. Corroborando tal hecho, debe decirse que Mehmet no se consideró así mismo como alguien ajeno a la tradición romana, llegándose a considerar, en un primer momento, sucesor de los Emperadores del Imperio. Obviamente Europa no lo vería con buenos ojos, si bien, ¿alguien puede sostener que fueron los bizantinos, anteriormente, vistos como hermanos por las gentes del Occidente europeo? Obviamente no. Si Constantinopla “cayó” fue en buena parte por la desidia y desentendimiento de las grandes potencias europeas de la época (Alemania, Castilla, Francia o la propia Rusia). Según qué región las simpatías se identificarían con una u otra posición. Así, el agravio griego de principios del pasado siglo se identificó con el sueño de reconquistar Constantinopla (en Grecia, se conserva la expresión, equivalente a “cobardica”, de decir: ¿Así vamos a reconquistar Constantinopla?) y los países eslavos identificaron la caída bizantina con el final de un gran aliado frente al nuevo invasor turco. La resistencia hacia los otomanos sería una de los factores de mayor relevancia para la configuración de los actuales Balcanes, pero eso, bien lo saben, es ya otra historia.

5 comentarios:

El llano Galvín dijo...

Muy interesante la otra perspectiva de la toma de Constantinopla. Como siempre todo es diferente según la perspectiva desde la que se miren las cosas. Obviamente la cultura otomana era bastante avanzada, sobre todo si tenemos en cuenta sus antecedentes históricos, y si ha sido tan denostada en Occidente ha sido por nuestras diferencias religiosas ¿las superaremos algún día?
¿No sigues escribiendo tus memorias? Despertaste mi curiosidad ;)
Un abrazo!!!

isobel dijo...

que perspectiva mas bonita, prometo leerte con calma, que me he quedado en el dibujo, besos

Persio dijo...

No sé. No me convence, Fujur.

La caída de Constantinopla -que fue una verdadera caída para Occidente, aunque de toda crisis veneciana sale una oportunidad portuguesa y española- se debió tanto a la falta de colaboración de la iglesia romana como al recelo y desconfianza que ésta despertaba en los cristianos orientales. Los popes y su parcela de poder.

Más allá de consideraciones económicas, la fe tuvo un papel primordial en la expansión islámica. Caída de Constantinopla incluida. Dar al-islam vs Dar al-harb (el hogar del islam frente al hogar de la guerra, do moran los infieles).

Y del curriculum turco: Aparte de la fulminación de la población griega (véase Smyrna), están los "horrores búlgaros" que conmovieron a la opinión pública británica en el XIX, por no hablar del genocidio armenio, en cuya raíz estaba el odio religioso a todo lo que no fuera islam.

Lo del islam tolerante hace tiempo que no cuela. Ahí tenemos las lecciones del presente y del pasado. Y desde el s. VII hay mucho pasado.

Dinorider d'Andoandor dijo...

Tu psot me recordó que mis libros escolares siempre decían "la caida" y no "la conquista"

a mí siempre me pareció que Occidente veía a Bizancio por el rabillo del ojo.

por otro lado de algún modo Europa le debe mucho a los árabes, y viceversa

Anónimo dijo...

Una vez más nos encontramos ante el dilema de cómo considerar un hecho: muy buen dato el que nos traes, buen Fujur, con esto de que en Turquía se conoce como conquista lo que en occidente nos fue dado a llamar con caída... tan simple como mirar según el cristal que se elija, como ponerse a pensar en la odiosa cuestión, de los vencedores o los vencidos.

Me hace recordar un diálogo de La Historiadora, que reproduzco acá:

-(...) Casi he cumplido mi ambición de imprimir mil cuatrocientos cincuenta y tres ejemplares, pero poco a poco, parar tener tiempo de distribuirlos en el curso de mis desplazamientos. ¿Le dice algo ese número?

-Sí -contesté al cabo de un momento-. Es el año de la caída de Constantinopla.

-Imaginaba que se daría cuenta -me dijo con una amarga sonrisa-. Es la peor fecha de la historia.

-A mí me parece que hay muchas más que se disputan ese honor -dije, pero él estaba negando con la gran cabeza que se alzaba sobre sus grandes hombros.

-No -dijo.