Por momentos nuestra vida se está secularizando. Los expertos confían en que los próximos tiempos contemplen el auge, de forma totalmente inusitada, de la biología y la medicina. Proyectos como el del genoma humano, la investigación con células madre o los senderos que se abren con la indagación en lo relativo a la clonación, nos muestran cuán potente se están volviendo las, comúnmente llamadas, ciencias de la naturaleza. Una vez más se demuestra que los planetas más lejanos, mundos más remotos, universos mayormente inexplorados, no sólo no se encuentran a varios miles de millones de años luz sino que, en muchos casos, se encuentran en nuestro propio organismo, dentro de nosotros mismos.
Desde los inicios de la más tierna metafísica, desde los sabios mesopotámicos a Descartes, pasando por Aristóteles o Santo Tomás de Aquino, se ha disociado el cuerpo del alma. "Cogito ergo sum" se ha convertido en una suerte de axioma indubitado, nuestra civilización se ha estructurado en torno a ideas que tomaban tal pilar como inquebrantable, suerte de demostración, acaso divina, de que la expresión tenía la más absoluta de las lógicas. Nuestro tiempo se está encargando se dinamitar tal indubitada contingencia, el alma empieza a reducirse a lo empírico, nuestro espíritu a lo anatómico.
Posiblemente no sabemos todo aquello que Descartes pensaba. Está plenamente probado que los grandes sabios pasados codificaban sus descubrimientos de tal forma que no acontecieran flagrantes presas para la maquinaria del soberano y sus flagelos inquisidores (Descartes eligió para su lápida un epitafio sumamente revelador, de la autoría de Ovidio: "bene qui latuit, bene vixit", o lo que es lo mismo, quien se escondió bien vivió bien). Una anécdota curiosa del fenómeno se constata al examinar la archiconocida de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Si nos fijamos en la “aureola” que envuelve a la representación de Dios nos percataremos de que se trata, ni más ni menos, de un cerebro. Curioso pero cierto, el genio renacentista “coló” una representación anatómica en el más sacro de los encargos vaticanos.
Volviendo a la esfera de lo científico, científicos del porte de Antonio Damasio (autor del genial libro: “El error de Descartes” de la Editorial Crítica) afirmar que aquello que conocemos por mente no puede disociarse, irremediablemente, del cerebro. En otras palabras, ambos conceptos se circunscriben a caracterizar una única realidad fáctica. La mente es producto de un mecanismo, complejamente interconectado, denominado sistema nervioso central, o en palabras más clarificadoras, celebro. Muy someramente, podemos afirmar que el cerebro se compone de neuronas, circuitos locales, núcleos subcorticales, regiones corticales, sistemas y sistemas de sistemas. La dificultad de comprensión de la lista es una prueba notoria de la complejidad del asunto. Lo intrincado y difícil de la investigación del más soberano de los órganos es la variable que ha provocado, con el velo de lo inabordable, el total desconocimiento del cerebro.
Damasio nos explica el caso de Phineas Gage. Se trataba del prototipo ejemplar de joven trabajador americano del ferrocarril. Actor inmejorable para el mejor de los propagandistas westerns, Gage seducía como nadie a su cuadrilla consiguiendo una inusitada eficiencia con su trabajo. Un accidente pirotécnico, al manipular explosivos, hizo que una afilada vara de hierro le atravesara el cráneo, llevándose parte del cerebro consigo… Aunque pudiera parecer propio de la más metafísica de las leyendas, el individuo en cuestión sobrevivió, cambiando absolutamente su personalidad con el paso del tiempo.
Pasarían los años y Gage perdería su trabajo acabando por ser un detrito social de los que por aquél entonces, se decía, acudían a morir a San Francisco. Aquello que el médico que le trato no pudo descubrir es que, de alguna forma, la vara de hierro “sólo” había dañado un punto específico del cerebro. En otras palabras, la contemporánea investigación del caso, con exhumación del cadáver por medio, demostró cómo, parece ser, las diferentes partes del cerebro se hallan especializadas por la función que llevan a cabo. El cerebro, como órgano hegemónico, es la mayor muestra de que nuestro organismo pertenece a las principios fundamentales de la Naturaleza, siendo nuestro cerebro, además de nuestra mayor arma biológica, producto de la más exagerada de cuantas especificaciones biológico-evolucionistas se conocen. Mente y cerebro hacen referencia a nuestro propio sistema nervioso, la complejidad de su funcionamiento quién sabe si acabará por privarnos de una plena comprensión en el Futuro…
Desde los inicios de la más tierna metafísica, desde los sabios mesopotámicos a Descartes, pasando por Aristóteles o Santo Tomás de Aquino, se ha disociado el cuerpo del alma. "Cogito ergo sum" se ha convertido en una suerte de axioma indubitado, nuestra civilización se ha estructurado en torno a ideas que tomaban tal pilar como inquebrantable, suerte de demostración, acaso divina, de que la expresión tenía la más absoluta de las lógicas. Nuestro tiempo se está encargando se dinamitar tal indubitada contingencia, el alma empieza a reducirse a lo empírico, nuestro espíritu a lo anatómico.
Posiblemente no sabemos todo aquello que Descartes pensaba. Está plenamente probado que los grandes sabios pasados codificaban sus descubrimientos de tal forma que no acontecieran flagrantes presas para la maquinaria del soberano y sus flagelos inquisidores (Descartes eligió para su lápida un epitafio sumamente revelador, de la autoría de Ovidio: "bene qui latuit, bene vixit", o lo que es lo mismo, quien se escondió bien vivió bien). Una anécdota curiosa del fenómeno se constata al examinar la archiconocida de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Si nos fijamos en la “aureola” que envuelve a la representación de Dios nos percataremos de que se trata, ni más ni menos, de un cerebro. Curioso pero cierto, el genio renacentista “coló” una representación anatómica en el más sacro de los encargos vaticanos.
Volviendo a la esfera de lo científico, científicos del porte de Antonio Damasio (autor del genial libro: “El error de Descartes” de la Editorial Crítica) afirmar que aquello que conocemos por mente no puede disociarse, irremediablemente, del cerebro. En otras palabras, ambos conceptos se circunscriben a caracterizar una única realidad fáctica. La mente es producto de un mecanismo, complejamente interconectado, denominado sistema nervioso central, o en palabras más clarificadoras, celebro. Muy someramente, podemos afirmar que el cerebro se compone de neuronas, circuitos locales, núcleos subcorticales, regiones corticales, sistemas y sistemas de sistemas. La dificultad de comprensión de la lista es una prueba notoria de la complejidad del asunto. Lo intrincado y difícil de la investigación del más soberano de los órganos es la variable que ha provocado, con el velo de lo inabordable, el total desconocimiento del cerebro.
Damasio nos explica el caso de Phineas Gage. Se trataba del prototipo ejemplar de joven trabajador americano del ferrocarril. Actor inmejorable para el mejor de los propagandistas westerns, Gage seducía como nadie a su cuadrilla consiguiendo una inusitada eficiencia con su trabajo. Un accidente pirotécnico, al manipular explosivos, hizo que una afilada vara de hierro le atravesara el cráneo, llevándose parte del cerebro consigo… Aunque pudiera parecer propio de la más metafísica de las leyendas, el individuo en cuestión sobrevivió, cambiando absolutamente su personalidad con el paso del tiempo.
Pasarían los años y Gage perdería su trabajo acabando por ser un detrito social de los que por aquél entonces, se decía, acudían a morir a San Francisco. Aquello que el médico que le trato no pudo descubrir es que, de alguna forma, la vara de hierro “sólo” había dañado un punto específico del cerebro. En otras palabras, la contemporánea investigación del caso, con exhumación del cadáver por medio, demostró cómo, parece ser, las diferentes partes del cerebro se hallan especializadas por la función que llevan a cabo. El cerebro, como órgano hegemónico, es la mayor muestra de que nuestro organismo pertenece a las principios fundamentales de la Naturaleza, siendo nuestro cerebro, además de nuestra mayor arma biológica, producto de la más exagerada de cuantas especificaciones biológico-evolucionistas se conocen. Mente y cerebro hacen referencia a nuestro propio sistema nervioso, la complejidad de su funcionamiento quién sabe si acabará por privarnos de una plena comprensión en el Futuro…
Link de sumo interés sobre el tema: cybermuseum
La segunda ilustración procede de Wikipedia Commons, protegida por GNU General Public License
6 comentarios:
"Els ulls, carnals; la Ment, eterna"
J.V. Foix
Si.... es cierto que no es buen momento para hablar de Woody precisamente ahora...
no lo pensé...
vi la pelicula , recordé el fragmento y no recordé la movida de las ayudas millonarias...
en fin...
k le vamos a hacer....
:-(
Su complejidad , dicen es perfecta .Tanto como su fragilidad...Creo que es el todo del ser humano, sin duda .
Gracias por tus visitas.Es fascinante leerte .
Un abrazo
Bueno, yo me voy a dejar de tanta complejidad y te diré una frase de Aristóteles: Todos o casi todos distinguen el alma por tres de sus atributos: el movimiento, la sensación y la incorporeidad.
Besos infinitos..
Muy bien nutrido artículo. Te felicito, Fujur.
Me gusta esa visión del macrocosmos reproducido a nivel del microcosmos. Una especie de mundo paralelos, no sé.
Un abrazo
Me ha llamado muchísimo la atención la historia que cuentas de Phineas Gage primero porque la desconocía por completo (bueno como casi todas las cosas que nos cuentas) y segundo porque es realmente llamativo su cambio de personalidad después del accidente, me dio lástima que terminara tan mal sus días teniendo un pasado tan brillante :(
El cerebro ese gran desconocido, del que dicen que sólo utilizamos una tercera parte, (bueno eso algunos, otros no llegan a la tercera parte y algunos pocos la sobrepasan, tú, por exemple)
Quizá en alguna de esas tres partes desconocidas y misteriosas podamos encontrar el alma, cada día se descubren cosas nuevas y maravillosas del cerebro, pero ¿el alma tendrá materia? si es así, tarde o temprano la tecnología y la ciencia la encontraran.
Lo que aprendemos contigo tan joven y con tantos conocimientos :)) ¡¡que envidia!! sana, por lo de joven y por los conocimientos principalmente jajajaja :P
besitos
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