martes, 10 de julio de 2007

Pensamientos durante un viaje

Esclavos del Sol, siervos de la noche

En estas calles no es extraño ver a un joven, sin casco, surcando los urbanos asfaltos de La Puebla. Piel morena, cuerpos potencialmente atléticos manifiestan la mentalidad budista de los mozos, el Presente como los que realmente existe. Los ruidos del motor de turno sólo guardan comparación, en cuanto a expresividad, con los piropos y rimas que el oscuro lozano lanza, a los cuatro y un vientos, para la fémina de turno. La Dirección de Tráfico se hace metáfora, la alegría excusa, todo se reduce al hedonismo sexual y alcohólico, confeti graduado embotellado en ginebra…

Lo mayormente gracioso es la sinceridad de la escena, cómo la hipocresía urbana sucumbe, una vez más, a la excelsa gracia de lo bucólico, campestre. Todo ello conservado en la Bética, aderezado de ardiente canícula estival, asesino del bienestar. En la Luna se reflejará el simbólico conejo, lucero que guía en la abundancia de placeres. Se vive hoy para disfrutar también del mañana, el Sol es el peor capataz, el calor sólo hace que almacenar ganas.

Pasan las horas y el sereno astro vuelve de entre las montañas, menos mal que hoy es domingo y uno se puede burlar del capataz, sin pensar en un mejor mañana…


Las ruinas de Italica

¡Italia chica que seduces a los olivos!, no sé si te amo o te odio, recordarte o condenarte al olvido. Caminando por tus calles se amaga con escuchar arcaicos susurros, gritos viejos con algo de contemporáneo. Las pétreas calles parecen vibrar con mis pasos, espíritus agraviados, conflictos entre siervos y amos; sangre, sudor y lágrimas, tres líquidos puros que parecen refrescar la sapiencial psique, dotarle de mayor expresividad, mostrarle la gracia del futuro, de lo correcto, de lo acaecido.

Italica seduce al arqueólogo aficionado por la belleza de sus antiguas fincas. Aviares teselas vuelan por el noble suelo, chillando denarios por cuenta de monedas. La extensión de la residencia apesta a palacio, esfuerzo ajeno para una lucha eterna. Empedrados mosaicos parecen rodear el corazón de esta chica Italia, matrona de romanos, metáfora arcana.

Mi abuelo me acompaña. Admira el mortero del antiguo anfiteatro discerniendo acerca de los nexos que nos unen con nuestros antepasados. Ya sea en base a desigualdades, construcciones, ideas o sentimientos. La arena del arcaico estadio respira el más puro de los morbos, algún que otro estereotipo cinematográfico también algo de miedo. Uno se transporta a una fantasía como gladiador, puros actos de bestiario. El actual toro bravo aparece, una vez más, como símbolo.

Mansiones, toros y expolios, trípodes de una tragedia eterna.



La lacra del señorito, el robo de Lebrija

España siempre se ha caracterizado por ser un país con poca inversión en I + D. Las glorias del “Imperio” se basaron más en la fermentación de un acervo heredado que en el auge de una esplendorosa ciencia. Henry Kamen no deja de alabar el destino de los castellanos al alcanzar grandes cuotas en la Historia con tan poca población. Ciertamente, el esplendor de la Corona Hispánica tuvo mucho de desproporcionado, y rara vez, efectiva organización alguna. Andalucía no deja de ser la más perjudicada del reparto de la herencia. Los males del Imperio se inmiscuirían en sus venas llegando hasta la actualidad.

Tengo la suerte de visitar la Casa de la Condesa de Lebrija, céntrica construcción próxima a la sevillana Calle Sierpes. Más allá del pago de una costosa, en exceso, entrada, sorprende la belleza ajena de la construcción, la pavimentación del hogar en base a mosaicos romanos. No deja de ser paradigmático que los mosaicos de las mansiones de Italica pasaran, prácticamente intactos, a embellecer los suelos de casa ajena. Gloriosa entre las glorias, la condesa admira la historia, tanto que se apodera de sus restos.

En pleno Siglo XX, cuando ya se habían fundado museos como el Británico, la noble andaluza fue capaz de trasladar a su hogar cuantiosas muestras de las maravillas descubiertas en las ruinas de Italica. Todo aquello que no entraría en los fondos del Museo Arqueológico. Al menos no trajeron la decoración de Italia, como los de Medinaceli con su Casa Pilatos, pero no dejaron de participar de la más, inoportuna de las gracias.

De Italica a Sevilla pasarían poco más que siglos. Quizás debiéramos decir Hispalis, pero el resultado seguiría siendo el mismo. El despegar, o aterrizar, del avión brinda una oportunidad magnífica para contemplar cuan extensa es la superficie cultivada. Posiblemente no exista en el Mundo entero región tan surcada, productiva, ninguneada.

Los ricos huevos son empollados por la gallina nobleza. Ya desde tiempos romanos con las servidumbres personales, o después, con los siervos del señor feudal. El señorito acontecería el Agamenón de tuno, ¿hay motivo mejor para identificarse con Italica?

La hucha llena del noble privó a España de su Imperio. La falta de inversión en nuevas técnicas hizo que se siguiera al arrastre de la herencia de Al-Andalus, apenas sin ser modificado el concepto. El capitalismo que nacería en Sevilla, con el Comercio de Indias, dejó pasar el auge de la capital bética, haciéndole caer en la Decadencia, de la que aún hoy se adolece.

De gran urbe universal, archienemiga de la Estambul Otomana, Sevilla pasaría a ser un monumental resource con intervalos de esplendor en una monótona, en exceso, historia. La ciudad andaluza se halla inmersa en ese nostalgia de la que hablara Pamuk, un inmovilismo que le lleva a situaciones terminales. No es de extrañar, algunos no se adaptan a la apertura del mercado, ¡para algo son señoritos!

3 comentarios:

Persio dijo...

Gracias por los paseos sureños, Nubiru.
Veo que disfrutas de las vacaciones ;)

Un abrazo

Rosenrod dijo...

Una mirada muy personal, sí señor.

Un saludo!

Patri dijo...

Me ha encantado pasear contigo cielo.

Besotesssssssss