miércoles, 4 de julio de 2007

Puentes fuera del Drina...

El inicio de la lectura de “Un puente sobre el Drina”, de Ivo Andric, no podía haber sido más esperanzador. El nobel bosnio trata, con la metáfora del bello puente de Visegrad, un tema tan actual como es el de las irracionales fronteras creadas por los individuos alrededor de sus comunidades. Ejemplo claro, en exceso candente, del fenómeno es la situación de los Balcanes o de Oriente Próximo, situaciones que, lejos de llegar a una solución, empeoran, o cuanto menos se mantienen en lo perverso, a través de los siglos. Poca duda cabe de que existen muros físicos y transparentes. Muros de Berlín, estrechos y fronteras controvertidas, iglesias y mezquitas… La excusa no importa en la perfección de un mismo efecto. Odio visceral por el vecino, pese a lo irracional de fundamento, motivo con el que tener ocupada nuestra mente, y dar cierto orden, inadecuado desde luego, a nuestro Mundo. Logos en un Caos hostil, muerte a falta de riqueza para todos. No deja de ser graciosa la postura de quienes defienden una suerte de tertium genus entre humanos, animales, plantas (y hongos). Sinceramente, nuestro comportamiento como comunidad, lejos de ser una notable especifidad de nuestra especie se configura, vergonzosamente en cuanto a lo similar, como un sucedáneo humano del orinar del león, la pelea del elefante marino o la bravura del gallo. Conforme a la “complejidad” de nuestros cerebros, transcendemos la defensa del individuo para pasar a ser reclutas en defensa de nuestra comunidad o peculiar manada (como hacen lémures o chimpancés). Anteponer la unidad de un eventual grupo al resto. Nación, religión o raza son pobladores del mundo metafísico. Excusas baratas que justifican el conflicto. Yugoslavia cayó, quién sabe si para acentuar las presuntas diferencias de sus habitantes. Andric no deja de ser un maestro al describir cómo leyendas en torno al bello puente se configuran como dardos con los que atacar al vecino musulmán por el cristiano, odiar a la iglesia desde la mezquita. Los Balcanes son el residuo de un proceso de construcción europea. Bajo el espejismo de generar una comunidad de destino unificada por la definición de Civilización, se ha engendrado un leviatánico ente, discriminador, que siembra de fronteras, silenciosamente, contradiciendo su objetivo inicial: la unidad, en pro de una presunta prosperidad futura: la del mercado única y la homogeneización barata bajo unos ideales cainistas irrespetuosos con el vecino; él es irrecuperable, nosotros tenemos la Gracia. Acontecimientos, que no sólo acaecen sobre el Drina, nos parecen obvios, mientras somos partícipes de la sociedad que más muros genera. No hablamos sólo del de Israel, del estadoudinense en su frontera con México, nos referimos a la mitificación del estrecho de Gibraltar, o de Sicilia (no tanto mayores al del Bósforo) o la consideración de los Urales como la frontera de Europa (como si unas montañas pudieran parar nuestra avaricia…) ¡Quién dijo que no éramos animales y no nos gusta marcar el territorio! Defiendo la propiedad privada, siendo coherente con sus similitudes con el territorio del tigre o de los lémures. No me considero miembro de ningún grupo mayor que el de mis genes, mi familia, aunque tenga coincidencias de objetivos con aquellos compañeros que me rodean en la búsqueda de mi propio fin, existencial destino; compañeros, por otra parte, cada día con mayor diversidad de rasgos, religiones y, en definitiva, aspecto. ¿Qué sentido tiene diferenciarnos del resto violentamente, más que el de responder a un perverso instinto animal? ¿Dónde está el muro real que motiva la separación entre Estrella Roja y Partizán, Liverpool y Everton, Israel y Palestina?
Las intensidades del odio y la violencia no dejan de ser magnitudes de un mismo espectro. O defendemos que somos animales con una insalvable tendencia a autoafirmarnos sobre el resto o sostenemos que quizás lleven razón quienes abogan por una superioridad del ser humano: en tanto que dominador de su destino, sin pisar al resto…
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Vídeo de lo más interesante sobre el mejor músico de los Balcanes: Goran Bregovic

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo muros están en los intereses económicos, políticos, intereses que escapan a nuestra comprensión pero que no por eso no existen, intereses que manejan vidas y bienes sin ningún escrúpulo, intereses que construyen o derriban muros según convenga y les beneficie...

Nada ocurre porque sí.

Besitos

Persio dijo...

Ni la doble muralla aurelia resistió la embestida de los bárbaros, ni la adocenada Europa resistirá la llegada del Islam.

Y éste se autoorganiza en guettos. Muros interiores y voluntarios.

No creo que el multiculturalismo sea mejor solución que el muro antiinmigratorio. Acaso prepare futuros balcanes.

¡Un saludo!

Anónimo dijo...

Tot i que ens hem de reconèixer en l'altre, aquest no deixa de ser un altre. Ara bé, el reconeixement de la diferència no genera per si sol violència.

Ciutadans del món, distingiu-vos, enriquiu-vos!

Fabber dijo...

Especialmente intenso y sentido este post. En nombre de interes abstractos como identidad racial, religión o que equipo de futbol tienes, se configuran los linderos más oscuros de la pertenencia grupal, esa necesidad humana. La identidad no debe crearse contra algo sino apoyada en algo.

josef dijo...

Muros... ¿Han resuelto algo alguna vez en la historia? Nunca. Los muros están hechos para ser destruidos con mayor fuerza si cabe. Un saludo!